Leer con niños es, o debería ser, un acto disfrutable de vinculación y educación. Pero, en el caso del árabe, frecuentemente encontré la lectura en el idioma que heredé, una experiencia de miseria mutua. Mi hijo y yo hablamos árabe libanés, que él comprende bastante bien — y cada día mejor. Pero solo podemos encontrar un puñado de libros disponibles en ese dialecto — o en otros dialectos útiles y accesibles, ya sean el egipcio o el iraquí. Por el contrario, aunque encontramos muchos más libros en árabe clásico, mi hijo entiende muy poco de él. Los libros accesibles son raros, mientras que los libros comunes son inaccesibles. Los niños no buscan libros escritos en árabe antiguo, porque están llenos de palabras desconocidas y estructuras gramaticales extrañas; los padres luchan por inculcar el amor por el lenguaje y el aprendizaje, o incluso por acceder ellos mismos a estos materiales.