Por Dr. Dania Koleilat Khatib para Arab News.
Intelectuales, profesionales, activistas y grupos de protesta lanzaron el sábado una iniciativa para sacar al Líbano de su difícil situación. “La última oportunidad” ofrece una solución integral, ejecutable y pragmática que puede satisfacer a todas las partes interesadas del Líbano, con dos prioridades: aplicar reformas (como necesidad inmediata) y prevenir la violencia.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
La propuesta se construye de forma tal que evite un enfrentamiento interno violento entre los distintos actores de la sociedad libanesa; entre la gente en el poder y la gente de la calle; y entre Hezbolá e Israel. Aunque se ha lanzado bajo la premisa de ser una solución ejecutable que atiende a las necesidades de las diferentes partes interesadas, su principal requisito para el éxito es la cooperación entre Estados Unidos (EEUU) y Rusia.
El primer paso es que las personas actualmente en el poder abandonen el gobierno y permitan al comandante del ejército, una figura consensuada, formar una administración de tecnócratas que aplique las reformas, prepare las elecciones y restablezca los fondos robados. Esta propuesta fue bien recibida; en su sermón del domingo, Elias Audi, obispo ortodoxo griego de Beirut, instó a la élite gobernante a abandonar el poder y permitir que personas capaces dirijan el país.
Deberían ponerse sobre la mesa un conjunto de presiones y garantías para alentarlos a hacerlo. EEUU puede amenazar con sanciones a la mayoría de los políticos, ofreciendo al mismo tiempo una amnistía a cambio de su salida. Hasta ahora, Washington se abstuvo de sancionar a algunos políticos corruptos porque ve en ellos un equilibrio contra Hezbolá. En este caso, EEUU necesita cooperar con Rusia para presionar a Hezbolá, con quien no tiene ninguna ventaja. Para empezar, Hezbolá está bajo la influencia rusa en Siria, donde está siendo golpeada por Israel con el consentimiento tácito de Rusia. Rusia tiene buenas relaciones con Israel y también puede hablar con Hezbolá; es el único actor que puede ser garante de la no agresión entre ambos.
Las relaciones entre EEUU y Rusia se han deteriorado, y han llegado al punto de la animosidad. Se habla de una nueva “guerra fría”. Joe Biden acusó recientemente a Vladimir Putin de ser un asesino. Esta escalada no beneficia a nadie, y agotará a ambos países. Sin embargo, la historia ha demostrado que cuando los intereses convergen, la ideología y los principios pasan a un segundo plano. Durante la Segunda Guerra Mundial, Stalin se convirtió de repente en el “Tío Joe” cuando la Unión Soviética desempeñó un papel clave en la derrota de sus antiguos aliados nazis.
En el Líbano, los intereses de EEUU y Rusia convergen; ninguno de los dos países necesita otro Estado fallido: entorno fértil para el surgimiento de grupos terroristas, lo que sería problemático para todos. Significaría otra oleada de refugiados con la que Europa tendría que lidiar. Por otra parte, el mundo no puede invertir más dinero en un sistema corrupto y disfuncional que ya ha puesto de rodillas al Líbano; hacerlo perpetuaría el problema, no lo resolvería. La comunidad internacional es consciente de que no hay camino hacia una solución con la actual configuración política. El fracaso de la iniciativa francesa, cuando los políticos acordaron un gobierno de especialistas, y luego incumplieron sus promesas para volver a sus mezquinas disputas, demuestra que el origen del problema no puede ofrecer una solución. Seis meses después de la designación de Saad Hariri para formar gobierno, éste y el presidente siguen sin poder ponerse de acuerdo sobre un gabinete. Además de evitar que Líbano se desintegre, tanto EEUU como Rusia quieren mantener a Irán bajo control. Aunque Rusia e Irán son socios en Siria, Rusia quiere mantener el liderazgo en la cuestión siria.
EEUU y Rusia deberían cooperar para que el gobierno de transición del Líbano sea un éxito. En lugar de ser un lugar para ganar puntos, Líbano debería ser una plataforma de acercamiento. Ya existe, de hecho, un marco general de cooperación: el “Grupo Internacional de Apoyo”, creado por el presidente Michel Suleiman en 2013 bajo el paraguas de la Organización de las Naciones Unidas para movilizar apoyo para el Líbano, y del que forman parte tanto EEUU como Rusia.
Hasta ahora, Rusia ha tenido más éxito utilizando el poder duro que el poder blando, pero Líbano representa una oportunidad de oro para que Moscú desempeñe el papel de mediador. Es influyente en Libia y lleva la batuta en Siria, pero su papel diplomático ha sido limitado. Su conferencia sobre los refugiados sirios, celebrada en noviembre, fue boicoteada por Occidente, que percibe a Rusia de forma negativa y le ha dado la espalda en materia de diplomacia. El Líbano ofrece una oportunidad para potenciar la diplomacia rusa y propiciar un acercamiento entre Rusia y EEUU.
Aunque ésta oportunidad puede ser una plataforma para una mayor cooperación en otros problemas regionales, como Siria y Libia, para que funcione el Líbano no debe estar vinculado a ningún otro asunto. Por ejemplo, Rusia no puede pedirle a EEUU que acepte el régimen de Assad en Siria a cambio de apaciguar a Hezbolá; ni Hezbolá puede pedir que Rusia persuada a Israel para que cesen los ataques a Siria a cambio de aceptar un gobierno de transición en Líbano. Las actividades de Hezbolá fuera del Líbano no deberían ser parte de la discusión.
Un acercamiento entre EEUU y Rusia podría conducir a una desescalada en la región para dar un impulso hacia la estabilidad que tanto necesita Medio Oriente. Y el punto de partida de este acercamiento es el Líbano.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Dania Koleilat Khatib es doctora en Ciencia Política por la Universidad de Exeter. Se especializa en las relaciones entre Estados Unidos y los países árabes. Es cofundadora del Centro de Investigación para la Cooperación y la Construcción de la Paz, una ONG libanesa centrada en la Vía II. También es becaria del Instituto Issam Fares de Políticas Públicas y Asuntos Internacionales de la Universidad Americana de Beirut.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 18 de abril de 2021.