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El Interprete Digital

El acuerdo marítimo Líbano-Israel: El mito de una victoria

Por Sami Atallah para The Policy Initiative

Un buque de la FPNUL patrulla la costa libanesa [United Nations Photo / Creative Commons]

El 27 de octubre de 2022, Líbano e Israel firmaron oficialmente un acuerdo “indirecto” que delimita su frontera marítima común. Aclamado por las personalidades públicas libanesas como un momento histórico, resolvía una disputa de 15 años entre los dos países, que técnicamente siguen en guerra entre sí. 

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Dejando a un lado las reacciones iniciales, este acuerdo plantea tres cuestiones principales. En primer lugar, el gobierno libanés gestionó mal la demarcación de su frontera marítima con Israel desde 2007, lo que en la práctica obligó a Líbano a ceder territorio. En segundo lugar, a pesar del despliegue de músculos, Hezbolá optó por una actuación pragmática, dados los factores internos y geopolíticos. En tercer lugar, al mediar en el acuerdo, Estados Unidos reforzó su posición en el Mediterráneo oriental en medio de importantes cambios en la geopolítica regional. 

Empecemos por el propio acuerdo. Adopta la “línea 23” como demarcación marítima entre Líbano e Israel, al tiempo que mantiene el statu quo cerca de la costa (donde Israel intentó legitimar su línea de seguridad de 5 kilómetros en territorio libanés, pero fracasó). Según el acuerdo, Israel controla el yacimiento de Karish y Líbano el de Qana. Dado que parte del yacimiento de Qana se encuentra más allá de la línea 23, según los términos del acuerdo, se espera que Israel no “ejerza ningún derecho de explotación de yacimientos de hidrocarburos” en el bloque 9, sino que el operador lo renumerará directamente.  El operador del bloque 9 en alta mar de Líbano, que actualmente está contratado por el Estado libanés a la petrolera francesa Total, debe notificar previamente a Israel la exploración de recursos al sur de la línea 23 y este último “no se opondrá a las actividades razonables y necesarias”. 

El operador también debe obtener el “consentimiento” de Líbano e Israel para iniciar la producción comercial, y este último “no denegará injustificadamente dicho consentimiento” si la perforación va a comenzar por debajo de la línea 23. El texto del acuerdo no aclara cómo puede solicitarse, comunicarse o garantizarse el “consentimiento” israelí.

¿Cómo presentaron los líderes libaneses este acuerdo a sus audiencias? En su discurso del 13 de octubre de 2022, el entonces Presidente Michel Aoun atribuyó el acuerdo a su yerno Jebran Bassil por haber puesto en marcha el proceso hace diez años en su calidad de ministro de Energía y Agua. El Primer Ministro Najib Mikati declaró que el acuerdo es el resultado de la colaboración de funcionarios libaneses y “amigos del Líbano”. Samir Geagea, jefe de las Fuerzas Libanesas, acogió con satisfacción el acuerdo, pero afirmó que se había concluido con un retraso de seis a siete años. Sayyed Hassan Nasrallah, secretario general de Hezbolá, calificó el acuerdo de “victoria” para Líbano y fue más allá al reconocer a los “tres presidentes”, en referencia al eficaz ejecutivo tripartito libanés, su “excelente” labor en la gestión de las negociaciones.

Dejando a un lado la autocomplacencia, todos estos líderes se olvidaron convenientemente de mencionar cómo el Estado libanés gestionó mal el proceso de demarcación desde 2007. El gobierno del ex primer ministro Fouad Siniora se equivocó en 2007 al trazar la frontera marítima de Líbano con Chipre. Israel se apresuró a aprovechar el error y trazó la “línea 1”, que infringía la parte que le correspondía a Líbano. El gobierno libanés admitió su error y pasó a adoptar la línea 23, al sur de la línea 1. Esta línea, que carecía de base jurídica, aumentaba la superficie marítima de Líbano en 860 km2, en comparación con la frontera marítima demarcada con la línea 1. Tras años de disputas entre Tel Aviv y Beirut, Estados Unidos propuso dividir la zona entre Líbano e Israel, utilizando lo que se conoció como la línea Hoff, dando a Líbano alrededor del 60% de la zona comprendida entre la línea 1 y la línea 23. Líbano se negó. Líbano se negó. Ahora que Israel reconoció la línea 23, los políticos libaneses claman victoria.

Sin embargo, ésta no es toda la historia. Las autoridades libanesas decidieron no reconocer la línea 29, la frontera definida por las Fuerzas Armadas Libanesas (FAL) y la Oficina Hidrográfica Británica (OHB). Esta línea, que se encuentra al sur de la línea 23, ampliaría los límites marítimos de Líbano en 1.430 km2 adicionales. Ni Aoun ni Mikati intentaron adoptar oficialmente la línea 29 firmando el decreto 6433 o registrándola en la ONU. Argumentan que la línea 29 se utilizó con fines de negociación. Visto desde esta perspectiva, un acuerdo firmado basado en la línea 23 difícilmente es una “victoria”.

La segunda cuestión a destacar se refiere a Hezbolá. Mientras que los políticos libaneses guardaron silencio sobre los detalles del acuerdo, Sayyed Hassan Nasrallah reconoció que era necesario justificar públicamente la firma del acuerdo ante sus partidarios de línea dura. Lo hizo, en primer lugar, declarando que Hezbolá se atendría a las decisiones del Estado libanés sobre las líneas de demarcación a lo largo de la frontera sur. En su discurso del 11 de octubre, Nasralá declaró que “no le preocupan las líneas de demarcación, ni la 23 ni la 29”. Fue más allá en un discurso del 29 de octubre titulado “Líbano, victorioso”, al declarar que Hezbolá se habría visto obligado a luchar por la línea 29 si el Estado la hubiera reclamado como frontera marítima oficial de Líbano. En particular, no mencionó que, según los términos del acuerdo, las fronteras son “permanentes”, probablemente porque esto contradice la razón de ser de la Resistencia, a saber, que Hezbolá y sus aliados no reconocen la legitimidad de Israel. Convenientemente, Hezbolá se posiciono para contrarrestar las críticas de negligencia o compromiso injustificado afirmando que trabaja dentro de los límites del Estado que, irónicamente, el partido suele socavar.

Para no quedarse al margen, Nasralá atribuyó el éxito del acuerdo a la historia de resistencia armada del partido. Desde la perspectiva de Hezbolá, fueron los drones que sobrevolaron el campo de Karish hace unos meses y otras maniobras militares las que obligaron a Israel a reconsiderar la exploración del campo de Karish hasta que se resolviera su disputa con Líbano. El miembro del Consejo Ejecutivo de Hezbolá, jeque Nabil Qaouk, fue aún más explícito al afirmar que no fue la diplomacia la que garantizó los derechos marítimos de Líbano, sino la fuerza militar de Hezbolá.

Entre estas dos estrategias, trabajar para el Estado y proyectar el poder de la Resistencia más allá del Estado, Hezbolá se unió a los líderes libaneses para asentir a los vagos términos del acuerdo. Además, Hezbolá parece tolerar, al menos de momento, el rol asertivo de Estados Unidos en el Mediterráneo Oriental. Hezbolá califica públicamente a EEUU de enemigo, pero acepta su rol de “facilitador y mediador”. Además, no puso objeciones a las exigencias de EEUU de que el operador del bloque 9 no fuera “objeto de sanciones internacionales, que obstaculizarían la continua facilitación de EEUU”, ni al hecho de que Líbano e Israel debieran “compartir” con EEUU datos sobre recursos a través de la línea fronteriza marítima. Esto contrasta fuertemente con los pronunciamientos anteriores de Hezbolá sobre el papel de Estados Unidos en la región.

Esto nos lleva a la cuestión de por qué Hezbolá aceptó el acuerdo sobre la frontera marítima. Evidentemente, no quería que le culparan de echar por tierra el acuerdo, una acción que podría haber desembocado en un conflicto potencialmente devastador, que Líbano y Hezbolá no pueden permitirse. Hezbolá tampoco podía justificar una acción que impidiera a Líbano acceder a sus reservas de hidrocarburos, especialmente a la luz del colapso financiero. Aunque las preocupaciones internas son primordiales a la hora de evaluar la toma de decisiones de Hezbolá en relación con el acuerdo, los líderes del partido deben haber leído también la escritura geopolítica en la pared. Tras una década de prolongadas negociaciones, Estados Unidos ejerció una importante presión en cuestión de meses para que el acuerdo se mantuviera, pocos días antes de que Aoun abandonara el palacio presidencial y a una semana de las elecciones parlamentarias israelíes. Además, tanto el gobierno libanés como el israelí decidieron no solicitar la aprobación parlamentaria antes de plasmarlo en papel.

Considerado un “avance histórico” por el presidente estadounidense Joe Biden, dos factores adicionales pueden haber contribuido a la firma del acuerdo sobre la frontera marítima. En primer lugar, debido a la guerra entre Rusia y Ucrania, Estados Unidos busca fuentes alternativas de energía para Europa, una parte de las cuales puede proporcionar Israel (lo que recuerda al Plan Marshall de 1945, parte del cual pretendía asegurar el petróleo saudí para Europa tras la Segunda Guerra Mundial a través de la Tapline). En segundo lugar, teniendo en cuenta la rivalidad geopolítica en el Mediterráneo Oriental entre Turquía-Libia (que firmaron dos acuerdos hace unas semanas para estrechar sus relaciones) y Grecia-Israel-Chipre-Egipto, por no hablar de la posibilidad de reorganizar estas alianzas, Estados Unidos se reafirmó en el Mediterráneo Oriental al mediar en este acuerdo. Estados Unidos también se posicionó para ejercer su poder e influencia al lado de donde operan las empresas rusas en territorio marítimo sirio.

Bajo la presión de Estados Unidos, los impotentes dirigentes libaneses no protegieron todas las fronteras marítimas del país; socavan las instituciones estatales, incluidos el gobierno, el parlamento y las Fuerzas Armadas Libanesas; y sucumbieron a la presión geopolítica, pero tienen la osadía de cantar victoria, una victoria vacía, mientras se deshacen en elogios.

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Sami Atallah es el Director Fundador de The Policy Initiative. Tiene formación en economía y ciencias políticas, y fue director del Centro Libanés de Estudios Políticos desde enero de 2011 hasta diciembre de 2020. Dirigió varios estudios políticos sobre sectarismo político y social, el rendimiento del parlamento, la supervisión del gobierno, el comportamiento electoral, el papel de los municipios en la gestión de la crisis de los refugiados sirios, las finanzas municipales, la diversificación económica y la política industrial, y la gobernanza del petróleo y el gas.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por The Policy Initiative el 11 de febrero de 2022.