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El Interprete Digital

El poder político del arsenal nuclear no tan secreto de Israel

Por Helena Cobban para Mondoweiss

Centro de Investigación Nuclear del Néguev, Israel [Creative Commons]

Durante todo este mes, los representantes de los 191 Estados que forman parte del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) se reúnen en Nueva York para celebrar la décima de las “Conferencias de Revisión” que se realizan periódicamente para evaluar la eficacia de este chirriante tratado de 52 años. La última Conferencia de Revisión (CDR), celebrada en 2015, terminó en un fracaso total, ya que el delegado de Estados Unidos (EEUU) se negó a permitir que los demás miembros de la conferencia pidieran cuentas a Israel por su incumplimiento de las normas de no proliferación durante décadas. En otras palabras, la administración Obama, como todas las administraciones estadounidenses desde JFK (N.d.t.: John Fitzgerald Kennedy), se negó a tomar acciones que pudieran dar a conocer o cuestionar la posesión por parte de Israel de un gran arsenal de armas nucleares muy avanzadas y destructivas.

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¿Podría repetirse el blindaje de Washington al arsenal nuclear de Israel en la Conferencia de Revisión del TNP de este año, llevando de nuevo al fracaso de la CDR para producir cualquier resultado significativo? Es una posibilidad clara, pero no esperes que los titanes de los medios de comunicación corporativos informen esta importante historia en el corto plazo. De común acuerdo, los magnates de los medios corporativos se adhieren casi por completo a un estricto voto de omertà con respecto a cualquier noticia sobre el arsenal nuclear de Israel. Su práctica habitual fue mantener la atención de sus lectores y espectadores centrada en otra cosa: o bien en la posibilidad de que Irán pueda adquirir armas nucleares, o bien en una serie de “amenazas” de armas no nucleares en la región, principalmente las supuestas amenazas de armas químicas en Irak, o Siria, o donde sea.

Una pequeña excepción reciente al voto de omertà fue el artículo de opinión de Peter Beinart en el NYT (N.d.t.: The New York Times) del año pasado, “America necesita decir la verdad respecto a las armas nucleares de Israel”. Fuera de eso, solo hubo un silencio total.

Israel montó sus primeras armas de fisión nuclear al estilo de Hiroshima en 1967. Contó con la ayuda tecnológica del gobierno francés y de otros actores de Noruega y EEUU. Menos de dos décadas después, Israel desarrolló la capacidad de construir una gran cantidad de armas termonucleares, mucho más destructivas. Lo sabemos porque en 1986 el técnico nuclear Mordechai Vanunu denunció heroicamente lo que él y sus colegas habían estado haciendo en la principal instalación nuclear de Israel en Dimona.

Basándose en la información que Vanunu proporcionó, el experto británico en armas nucleares Frank Barnaby llegó a la conclusión de que en ese momento “Israel podía producir unas 7 armas nucleares al año y puede que ahora tenga más de 100”. Barnaby añadió que las pruebas de Vanunu sobre Dimona “implican que Israel tiene armas termonucleares”. 

A lo largo de los últimos años de la década de 1960 y 1970, los presidentes estadounidenses hicieron algunos intentos (normalmente poco entusiastas) para que Israel se uniera al TNP. Pero los israelíes siempre se negaron. Si se hubieran adherido, habrían tenido que hacer una declaración abierta sobre si eran un estado con armas nucleares o no. Las obligaciones de los Estados miembros del Tratado son diferentes para los que “tienen” y los que “no tienen” armas nucleares. Lo más importante es que los Estados “sin armas” tienen que someterse a inspecciones periódicas por parte del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) de todas las instalaciones que tienen para fines nucleares pacíficos ーenergía nuclear, investigación, dispositivos médicos, etc.ー para garantizar que todos los materiales nucleares aptos para la fabricación de armas estén cuidadosamente protegidos y contabilizados, y que ninguno se desvíe para el desarrollo de armas.

¿Sabías que Irán es un miembro de pleno derecho del TNP desde 1970, mientras que Israel nunca se unió? Si ya lo sabías perteneces a una pequeña minoría. Es probable  que no te enterases de estos hechos por parte de los medios corporativos, que hacen todo lo posible por ofuscar este punto esencial.

Una de las principales formas en las que, desde hace más de 30 años, los medios de comunicación ocultaron la condición de infractor de Israel es, como se señaló anteriormente, desviando la atención de los lectores interesados en Medio Oriente hacia afirmaciones con categorías mucho más vagas y amorfas como: “Armas de Destrucción Masiva”, las ADM. Ésta es una categoría que incluye las armas nucleares, junto con las armas químicas y biológicas, como si todos esos tipos de armas tuvieran aproximadamente los mismos tipos de efectos destructivos (masivos).

Por el contrario, esto no es así. Las armas químicas y biológicas tienen efectos terribles, es cierto. Miles de personas en las trincheras de la Primera Guerra Mundial murieron, quedaron ciegas o mutiladas por ellas. Saddam Hussein utilizó armas químicas (suministradas por EEUU) con un efecto catastrófico contra las aldeas kurdas del norte de Irak a mediados de la década de 1980. (¿Y sabías que el caso mejor documentado de uso de armas biológicas en Oriente Medio fue su utilización por las milicias sionistas en Acre, en 1948?)

Pero todos esos terribles daños palidecen en comparación con el daño que puede causar incluso una sola bomba nuclear “primitiva”. La única bomba atómica que las Fuerzas Aéreas estadounidenses lanzaron sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945, creó una tormenta de fuego que envolvió la ciudad y acabó matando a 200.000 personas. Algunas murieron al instante y otras a lo largo de meses y años de dolor, a menudo insoportable.

A principios de la década de 1950, EEUU comenzó a desarrollar bombas termonucleares, en las que una pequeña bomba del tipo ‘Hiroshima’ se utiliza sólo como detonante de una explosión de “fusión nuclear” mucho mayor que puede tener el poder destructivo de hasta ‘mil Hiroshimas’. En una sola bomba. Ese es el tipo de bomba cuya existencia en el arsenal de Israel fue revelada por Mordechai Vanunu.

Existe otra razón, además del enorme poder destructivo de las armas nucleares, por la que, en la mayoría de los esfuerzos globales de control de armas o desarme, las armas nucleares se abordan por separado de todos los demás tipos de armas, incluidas las químicas y biológicas. Esto se debe a que todos los estados que tienen armas nucleares ーque actualmente son nueveー se ven obligados a desarrollar “doctrinas” para utilizarlas, que colocan a estos nueve arsenales nucleares en un estado de alerta que puede catapultar fácilmente a todas las potencias nucleares del mundo a una reacción política-nuclear en cadena, que destruiría rápidamente toda la vida humana en la tierra.

Por el contrario, en ninguno de los muchos casos conocidos de uso de armas biológicas o químicas, su uso condujo a ninguna “reacción en cadena” imparable, o no de la misma manera que lo harían previsiblemente las doctrinas de armas nucleares de los nueve estados mencionados.

Esta clara distinción entre los efectos (tanto destructivos como globalmente encadenados) del uso de las armas nucleares y los del uso de cualquier otro tipo de armas que se encuentra hoy en día, llevó hace tiempo a una clara separación entre los esfuerzos para controlar o desmantelar los arsenales nucleares y los esfuerzos para controlar o desmantelar cualquier otro tipo de armas. De ahí que en la Guerra Fría, tuviéramos todos esos acuerdos de control de armas nucleares celebrados entre Washington y Moscú. Y de ahí que, a nivel mundial, tuviéramos el TNP y ahora ーmucho más recientemente y con suerteー el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, TPAN, que entró en vigor el año pasado.

Paralelamente a esto, pero siempre por separado, también existieron esfuerzos internacionales para controlar o eliminar armas químicas, biológicas, minas terrestres, etc.

Además, a nivel mundial, existen ahora cinco buenos tratados formales cuyos firmantes crearon Zonas Libres de Armas Nucleares (ZLAN) en cinco partes diferentes de la superficie terrestre: en América Latina y el Caribe (1969), en el Pacífico Sur (1986), en la ASEAN (1997), en Asia Central (2009) y en toda África (2009).

La Organización de Naciones Unidas, dominada por EEUU, apoyó firmemente la creación de estas ZLANs. Pero, ¿qué pasa con las partes de Asia Occidental que incluyen a Israel y sus vecinos? No. No existen ninguna ZLAN para esa región. Porque, bueno, estoy seguro de que puedes adivinar por qué no hay una ZLAN en Medio Oriente…

Pero la historia se pone más interesante.

El TNP de 1970, como ya he señalado, establecía diferentes obligaciones entre los Estados que se adhirieron a él como Estados poseedores de armas nucleares, que son cinco, y todos los demás miembros del tratado. Pero en el artículo VI del tratado, todos los miembros se comprometieron a “celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas al… desarme nuclear, y sobre un tratado de desarme general, completo bajo estricto y eficaz control internacional”. El TNP también tenía una duración inicialmente acordada de 25 años, tras los cuales, según acordaron sus miembros, convocarían una conferencia especial para decidir si prorrogar su plazo.

Cuando celebraron esta reunión en 1995, una gran mayoría de los más de 150 miembros del tratado señalaron que los cinco estados nucleares “que tienen” no hicieron nada efectivo para avanzar hacia el desarme nuclear. Y una gran mayoría de los estados miembros también observó que Washington, que por entonces era claramente el hegemón fuerte del mundo, no había hecho nada para responder a las preocupaciones que muchos de ellos habían expresado durante largo tiempo en relación con la ilegalidad nuclear de Israel. Así que, tras un largo regateo en la conferencia, la mayoría de los miembros del TNP acordaron prorrogar indefinidamente la vigencia del mismo, siempre y cuando el TNP apoyara también la creación de una “Zona Libre de Armas de Destrucción Masiva en Oriente Medio”.

Se puede ver cómo esta propuesta, para una torpemente llamada “ZLADM” en Oriente Medio, ya se diferenciaba claramente de los proyectos de ZLAN que por entonces estaban empezando a extenderse en otras partes del mundo. Pero incluso con esa concesión al deseo israelí-estadounidense de ofuscar el papel de las armas nucleares, a lo largo de los 27 años transcurridos desde 1995, EEUU siguió bloqueando la puesta en marcha de  incluso cualquier plan de trabajo para una ZLADM en Oriente Medio. Y en cada una de las cuatro revisiones del TNP celebradas desde 1995, la imposibilidad de avanzar en esta cuestión fue la manzana de la discordia entre las delegaciones del Tratado.

En un muy poco convincente “evento” online que la ONU organizó sobre el tema a principios de agosto, lo máximo que pudieron hacer los participantes fue una compleja “infografía” sobre todas las “narrativas”, todavía diferentes, respecto a la propuesta de ZLADM (Ver imagen).

Israel está cometiendo tantas atrocidades terribles, a diario y de forma continuada, contra los palestinos dentro de la Palestina histórica y mucho más allá. ¿Por qué deberíamos preocuparnos, además, por su arsenal de armas nucleares? Creo que existen dos razones principales. La primera es la capacidad que este arsenal da a los líderes israelíes para utilizar el chantaje nuclear contra muchos de los estados del mundo, incluyendo, de manera crucial, a EEUU.

Bill Quandt y otros ex funcionarios de seguridad nacional de EEUU hablaron claramente sobre la forma en que, en las negociaciones de armamento con Washington, los funcionarios israelíes fueron dispuestos a utilizar argumentos del tipo “si no nos dan X, Y o Z versión de un avión de combate avanzado, entonces podríamos tener que basar nuestra planificación militar en algo menos convencional”.

También existen otros escenarios, especialmente los que implican crisis regionales a gran escala, en los que la más mínima referencia de los líderes israelíes a su capacidad para desencadenar una reacción global de guerra nuclear serviría para obligar a otros actores (incluido EEUU) a actuar de una determinada manera, o para disuadirles de actuar de otra forma.

Este hecho de la capacidad de Israel de utilizar el chantaje nuclear para la compelencia o la “disuasión” debe ser claramente entendido por cualquiera que estudie el papel del país en el sistema global, y no sólo dentro de Oriente Medio. En Washington y en otros lugares, los planificadores militares tuvieron durante mucho tiempo una clara comprensión de la capacidad de Israel para tomar sus propias decisiones en relación con el uso o el despliegue de armas nucleares, incluidas las decisiones que podrían llevar al mundo entero a una confrontación nuclear. Existe aquí un paralelismo instructivo con Francia, que mantuvo el control de su poderosa fuerza de ataque nuclear fuera del proceso central de planificación militar de la OTAN hasta 2009, precisamente para permitir a París más independencia en su toma de decisiones. (La misma Francia, es decir, que en la década de 1950 dio a Israel una ayuda esencial para construir sus primeras armas nucleares).

Otra razón para comprender la dimensión nuclear de la posición de Israel en el mundo es la hipocresía y la mentira descarada con que se trata este tema en todos los niveles del discurso público estadounidense.

Esta hipocresía es siempre digna de ser señalada y expuesta. Es un excelente ejemplo de la “excepción israelí” a casi todos los libros de reglas seguidos por cualquier persona de la élite política occidental. Imagínese que los consejos editoriales de The Washington Post, el NYT, la NPR o cualquiera de las cadenas de televisión dedicaran aunque sea una décima parte del espacio que dedican a cubrir el gran y superdestructivo arsenal nuclear de Israel como lo hacen con las últimas “exposiciones” sobre las instalaciones nucleares de Irán (inspeccionadas por el OIEA), o con las afirmaciones sobre supuestas instalaciones de “armas de destrucción masiva” en Irak, en el pasado (antes de que todas esas afirmaciones fueran rotundamente desmentidas tras la invasión de 2003), o con las afirmaciones sobre armas químicas en Siria.

Imagínese si, cada vez que existe un informe de noticias sobre el PAIC (N.d.t.: Plan de Acción Integral Conjunto) ─el “acuerdo nuclear” de 2015 con Irán, del que el presidente Trump salió abruptamente en 2017─ el reportero o comentarista también recordara rutinariamente a los espectadores o lectores que sólo existe un estado con armas nucleares en Oriente Medio (Israel) y que (a diferencia de Irán) ni siquiera es miembro del TNP.

Imagínese que los miembros del Congreso que dicen estar preocupados por la proliferación mundial de armas nucleares formaran un comité encargado de investigar la situación en Israel y exigieran que, para investigar estos peligros, ¡se realice su propia inspección de Dimona y de todas las demás instalaciones nucleares de Israel!

Pues bien, esta última hipótesis no va a ocurrir pronto. Pero eso no debería impedir que cualquiera de nosotros que se preocupe por los derechos de los palestinos y esté decidido a contrarrestar la Hasbará plantee esta cuestión del arsenal nuclear de Israel en cada oportunidad posible.

Si dejamos que Israel y sus vastas cohortes de apologistas en Occidente se salgan con la suya mintiendo repetidamente sobre el gran y peligroso arsenal nuclear de Israel, entonces ¿sobre qué más les dejaremos mentir?

Desde que EEUU fue el primer ㅡy únicoㅡ Estado en utilizar armas nucleares en una guerra, en agosto de 1945, estos dispositivos apocalípticos fueron un ingrediente clave del poder imperial. Hoy en día, nueve Estados tienen arsenales nucleares (ver gráfico). De estos nueve, China e India prometieron formalmente que no serán los primeros en utilizar armas nucleares en ningún conflicto, es decir, que construyeron y mantienen sus arsenales sólo para tomar represalias si otro Estado utilizó armas nucleares contra ellos primero. El resto ㅡincluidos EEUU e Israelㅡ mantienen la opción de utilizar sus arsenales nucleares incluso contra oponentes que no usaron armas nucleares contra ellos primero.

Por su parte, Israel adoptó hace tiempo el discurso de que “no será el primer país de Oriente Medio que introduzca formalmente armas nucleares en la región”. Pero los dirigentes del país nunca fueron dispuestos a explicar qué quieren decir con “introducir”.

La historia de Mordechai Vanunu es tan heroica como triste. Debe ser conocida y contada tan a menudo como las de otros denunciantes perseguidos de Julian Assange o Ed Snowden. Como sabemos, los imperios pueden ser despiadadamente crueles con quienes revelan sus secretos más celosamente guardados.

Mientras tanto, quienes se encuentran dentro del movimiento por los derechos de los palestinos deberían trabajar también para fortalecer sus vínculos con el amplio movimiento por la prohibición nuclear que irrumpió con tanto éxito en la escena mundial durante la última década. Este movimiento fue liderado por muchos de los gobiernos del Sur Global que sufrieron durante más de medio siglo la estructura discriminatoria y de apartheid del TNP. Actuaron de forma concertada con una red de la sociedad civil inteligente y conocedora del tema llamada Campaña Internacional contra las Armas Nucleares (ICAN por sus siglas en inglés) y con dos Estados europeos que se mantuvieron decididamente neutrales entre el “este” y el “oeste” a lo largo de la Guerra Fría, e incluso hasta hoy: Irlanda y Austria.

La ICAN se creó en 2006 y se basó en las redes antinucleares mundiales establecidas durante la Guerra Fría. Luego, en 2015, cuando la Conferencia de Revisión del TNP de ese año no logró ningún avance sustancial ㅡdebido, principalmente, a la siempre delicada cuestión de Israelㅡ, los líderes de las naciones del Sur Global, la ICAN y sus aliados decidieron centrarse en la construcción del tratado para la prohibición de todas las armas nucleares.

Lograron concluir este tratado con notable rapidez. En una gran reunión en la sede de la ONU en julio de 2017, los delegados de decenas de países acordaron el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPNW por sus siglas en inglés). A finales de ese año, más de 50 gobiernos lo habían firmado. Y luego, en enero de 2021, el quincuagésimo gobierno también había ratificado el tratado, con lo que este entró en pleno vigor entre todos sus miembros. Desde entonces, el número de Estados miembros de pleno derecho ascendió a 66.

Hasta ahora (no es ninguna sorpresa) ninguno de los nueve estados que tienen armas nucleares firmó el TPNW. Sin embargo, los palestinos y sus aliados deberían unirse con entusiasmo a este movimiento mundial de prohibición nuclear y ayudar a liderarlo.

Los palestinos sufren los efectos del chantaje de las armas nucleares de Israel cada día de sus vidas. En el mundo actual, las armas nucleares son un pilar esencial del control imperial. Si el control imperial debe ser desmantelado, entonces también deben serlo los arsenales nucleares que lo protegen.

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Helena Cobban es la presidenta de Just World Educational (JWE), una organización sin ánimo de lucro, y la directora general de Just World Books. Ha tenido una larga carrera como periodista, escritora e investigadora sobre asuntos internacionales, incluyendo 17 años como columnista sobre temas globales para The Christian Science Monitor.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Mondoweiss el 18 de Agosto 2022.