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El Interprete Digital

Qué podría significar para la región la pérdida del acuerdo con Irán

Por Seyed Hossein Mousavian Cairo Review of Global Affairs

Secretario Kerry y el ministro iraní de Asuntos Exteriores, Zarif, se reúnen en Viena para tratar la aplicación del PAIC, 2016 [U.S. Departement of Federal Affairs, Creative Commons]

Si el presidente Joe Biden pretende restablecer una paz y seguridad sostenibles en la región, tiene que empezar por reactivar el PAIC. La crisis nuclear de Irán estuvo en el centro de la política internacional y de Medio Oriente durante las dos últimas décadas y sigue influyendo en la dinámica de la política regional e internacional. 

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital.]

Sin embargo, la fase actual de la crisis surgió hace poco más de una década, cuando Irán y el P5+1 (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas -China, Francia, Rusia, Reino Unido, Estados Unidos- más Alemania) firmaron el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) en 2015, que fue refrendado por la Resolución 2231 del Consejo de Seguridad de la ONU. Mientras que los iraníes cumplieron plenamente su parte del acuerdo, Estados Unidos se retiró más tarde bajo la administración Trump, y la Unión Europea incumplió posteriormente sus responsabilidades en virtud del acuerdo. El resultado de la retirada estadounidense y de la complacencia europea fue una reactivación de las sanciones a un ritmo y con una intensidad sin precedentes en los últimos cuarenta años.

El PAIC, y su abandono, alteraron la geopolítica de Oriente Próximo. El acuerdo habría sentado las bases de un mundo libre de armas nucleares gracias al sólido régimen de inspección que se estableció para garantizar que Irán cumpliera las leyes y reglamentos del Tratado de No Proliferación (TNP). Al retirarse del PAIC, la administración Trump echó por tierra todas las perspectivas de resolución de las tensiones entre Irán y Estados Unidos. Así como su derogación condujo a más inseguridad en el escenario internacional, su reactivación puede conducir a más paz y seguridad, tanto en Oriente Medio como en todo el mundo.

La crisis nuclear: Breve historia

Como parte del programa Átomos para la Paz del presidente estadounidense Dwight Eisenhower, Irán inició su programa nuclear bajo el gobierno de Mohamed Reza Shah en 1957. Poco después de que Estados Unidos e Irán concertaran un acuerdo de cooperación nuclear civil -conocido como “Cooperación relativa a los usos civiles de los átomos”-, el sha estableció el Centro de Investigación Nuclear de Teherán (TNRC) bajo supervisión estadounidense. A continuación, comenzó a negociar y a presionar a Estados Unidos para que proporcionará a Irán tecnología y materiales nucleares hasta su caída en la Revolución de 1979.

La revolución cambió la trayectoria del programa nuclear del país. Irán, que perseguía seriamente la tecnología nuclear, decidió frenar estas ambiciones. Al no cumplir sus compromisos basados en el acuerdo que el gobierno iraní tenía con Occidente durante el gobierno del sha, Estados Unidos y otros países occidentales, incluida Alemania, se retiraron de sus acuerdos. Alemania dejó de suministrar barras de combustible al reactor de investigación de Teherán y renegó de su contrato para construir una central nuclear en la ciudad meridional de Bushehr, mientras que Francia canceló un acuerdo con Irán firmado en 1973 para enriquecer su uranio. En aquel momento, Irán no tenía planes de llevar a cabo actividades de enriquecimiento de uranio ni de agua pesada en su propio territorio.

La política de doble rasero de Estados Unidos y sus aliados occidentales obligó a Irán a proseguir sus esfuerzos para desarrollar sus propias capacidades nucleares. Tras la revolución, Estados Unidos dio la espalda a Irán, que ahora ya no se consideraba un aliado de Washington. Como consecuencia, Irán no consiguió adquirir el combustible necesario para alimentar sus instalaciones. Además, Estados Unidos y sus aliados occidentales apoyaron al difunto presidente iraquí Sadam Husein en su invasión de Irán en 1980. Esto afectó enormemente a los cálculos de seguridad de Irán; Teherán vio cómo el mundo occidental no dudaba en suministrar armas químicas a Sadam mientras Irán luchaba por acceder a armamento convencional.

El programa nuclear iraní saltó verdaderamente a la palestra en el verano de 2003, cuando el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) publicó un informe en el que revelaba que el país había obtenido capacidad de enriquecimiento pero seguía cumpliendo el TNP. Unos meses después, sin embargo, se publicó otro informe que señalaba la existencia de trazas de uranio altamente enriquecido en la central nuclear de Natanz. Como consecuencia, la Junta de Gobernadores del OIEA aprobó una resolución exigiendo que Irán suspendiera el enriquecimiento y todas las actividades relacionadas por un periodo indefinido, así como que aplicará el Protocolo Adicional a su acuerdo de salvaguardias. El Protocolo Adicional implicaba el mayor nivel de medidas de transparencia jamás concebido por el organismo. En octubre de 2003, el Líder Supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, decretó su fatwa prohibiendo la producción y el uso de todas las armas de destrucción masiva, incluidas las armas nucleares. Sin duda, Irán, tanto antes como después de la Revolución de 1979, apoyó la iniciativa de establecer una Zona Libre de Armas Nucleares (ZLAN) en la región. Es decir, tanto el difunto sha como el actual ayatolá expresaron su firme oposición al desarrollo de armas nucleares.

Es importante señalar que los Estados miembros del TNP pueden adquirir capacidad nuclear con fines pacíficos. Irán no es una excepción. Desde 2003 se celebraron numerosas rondas de negociaciones para resolver la crisis nuclear iraní. El 21 de octubre de 2003, Irán y varios países europeos firmaron la Declaración de Teherán, por la que se comprometían voluntariamente a reducir a la mitad la introducción de gas en las centrifugadoras y a aplicar el Protocolo Adicional. A cambio, los europeos acordaron reconocer el derecho legítimo de Irán a la tecnología nuclear con fines pacíficos, retirar el expediente nuclear de la agenda de la junta del OIEA y ampliar las relaciones políticas y económicas con el país. Las negociaciones Irán-UE3 (Francia, Alemania y Reino Unido) se prolongaron hasta 2005. A pesar de las diversas propuestas presentadas por Hassan Rouhani, principal negociador de Irán en aquel momento, las negociaciones no condujeron a una solución duradera y sostenible de la crisis.

En 2005, Irán hizo una oferta a la UE3 y se mostró dispuesto a limitar el enriquecimiento al 5% y exportar todo el uranio poco enriquecido más allá de las necesidades nacionales o convertirlo en barras de combustible, entre otras cosas. El principal objetivo de la propuesta era garantizar que el programa de enriquecimiento civil de Irán no pudiera convertirse en un arma, al tiempo que se reconocía su derecho al enriquecimiento en virtud del TNP.

A cambio de estos compromisos, el OIEA vería las actividades nucleares de Irán con una mirada más neutral y la Unión Europea buscaría una cooperación política, económica y de seguridad más amplia con Teherán, que incluiría el fin de las sanciones comerciales y económicas. Sin embargo, aunque Inglaterra, Francia y Alemania estaban a favor de la oferta, el gobierno de George W. Bush la rechazó e insistió en su exigencia maximalista de “enriquecimiento cero” en Irán.

El fracaso de las conversaciones nucleares, a pesar de los intentos de Irán de operar exclusivamente con fines pacíficos, dio lugar al populismo de derechas en Irán representado por el ex Presidente Mahmud Ahmadineyad. De hecho, la mayoría de los analistas creen que el fracaso de las negociaciones nucleares de 2003-2005 durante el mandato del ex presidente Mohammad Jatami contribuyó a la victoria de Ahmadineyad en las elecciones presidenciales iraníes de junio de 2005.

Una vez Ahmadineyad en el cargo, Irán reinició sus instalaciones de conversión de uranio en Isfahan, y el 24 de septiembre de 2005, la junta de gobernadores del OIEA determinó que Irán incumplía su acuerdo de salvaguardias. El 10 de enero de 2006, Irán reanudó las actividades de enriquecimiento en su planta de Natanz, y el 4 de febrero, el OIEA votó a favor de remitir el expediente al Consejo de Seguridad de la ONU. Entre 2006 y 2009, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó las resoluciones 1696, 1737, 1803 y 1835, en las que imponía sanciones al tiempo que exigía la suspensión total de las actividades de enriquecimiento y agua pesada en Irán. En octubre de 2009, se celebró en Ginebra una reunión entre Irán, Alemania y el representante permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) para debatir la posible transferencia de las reservas iraníes de uranio poco enriquecido fuera del país a cambio de combustible para el reactor de investigación de Teherán. Como parte de las negociaciones del canje, el principal negociador nuclear iraní, Saeed Jalili, y el subsecretario de Estado estadounidense, William Burns, mantuvieron el mayor nivel de conversaciones directas en treinta años. Al final, esta ronda de negociaciones también fracasó, aunque en una fase posterior, Brasil y Turquía intervinieron para mediar en el proceso.

El 17 de mayo de 2010 se llegó a un acuerdo para transferir 1.200 kilogramos de uranio iraní poco enriquecido a Turquía, a cambio de lo cual Irán recibiría el combustible de uranio enriquecido al 20% necesario para el funcionamiento del reactor de investigación de Teherán. Sin embargo, funcionarios estadounidenses y europeos rechazaron el acuerdo. En su lugar, el CSNU aprobó inmediatamente la Resolución 1929, que incluía un embargo de armas y restricciones más estrictas a las empresas financieras y navieras. Durante el primer mandato de Barack Obama, las instalaciones nucleares iraníes sufrieron ciberataques y varios de sus científicos nucleares fueron asesinados. Según los medios de comunicación, los ciberataques fueron operados conjuntamente por Estados Unidos e Israel y los asesinatos fueron llevados a cabo por Israel. Las propuestas de Teherán para llegar a un acuerdo mutuamente aceptable no llegaron a ninguna parte, principalmente porque Estados Unidos mantenía que no debía haber ni una sola centrifugadora en Irán. La negación total por parte de Estados Unidos del derecho de Irán al enriquecimiento y su bloqueo de los esfuerzos por disponer de barras de combustible para su reactor enviaron señales claras de que Estados Unidos no estaba interesado en resolver la cuestión nuclear. Durante su visita a Nueva York para asistir a la Asamblea General de la ONU en 2011, Ahmadineyad anunció que Irán dominaba el enriquecimiento al 20% y almacenaba uranio enriquecido al mismo grado, pero propuso poner fin a su enriquecimiento al 20% a cambio de barras de combustible proporcionadas por Occidente para el reactor de investigación de Teherán. Además, como muestra de buena voluntad hacia Estados Unidos, Ahmadineyad anunció la liberación de dos estadounidenses encarcelados en Irán bajo sospecha de espionaje. Estados Unidos rechazó las ofertas de Irán, lo que algunos analistas creen que se hizo como pretexto para intensificar las sanciones económicas.

En otoño de 2011, Estados Unidos y la UE impusieron un embargo de petróleo a Irán, sancionaron a su banco central e introdujeron dos resoluciones de la ONU condenando su historial en materia de derechos humanos y terrorismo. Al mismo tiempo, el director general del OIEA, Yukiya Amano, expresó públicamente que el OIEA “sigue sin poder confirmar que todo el material nuclear se dedique a actividades pacíficas”.

El 3 de agosto de 2013, el presidente Hassan Rouhani tomó posesión de su cargo en Teherán. Su postura moderada en política exterior le permitió lograr impulsar un acuerdo. Como ya se señaló, según sus términos y condiciones, Irán aceptó limitar gran parte de su programa nuclear y abrir sus instalaciones a las mayores medidas de transparencia jamás aceptadas por un Estado soberano a cambio del alivio de las sanciones. Es necesario señalar que el PAIC se logró porque el presidente Obama cambió la política estadounidense de “enriquecimiento cero” a “bomba nuclear cero” en Irán.

El impacto del PAIC en la geopolítica de la región

Las políticas que Occidente aplicó hacia Irán -especialmente en lo que respecta a su programa nuclear y al PAIC, tuvieron graves consecuencias para la geopolítica de la región. A continuación se enumeran catorce de esas consecuencias.

En primer lugar, poco después de la Revolución de 1979, Irán decidió renunciar a todos sus ambiciosos proyectos nucleares, incluido un plan ideado por Estados Unidos para construir veinte centrales nucleares. Irán no tuvo más remedio que mantener el reactor de investigación de Teherán, construido por Estados Unidos en 1967, simplemente porque necesitaba producir isótopos con fines médicos y para el tratamiento del cáncer. De hecho, Irán no tenía previsto desarrollar ninguna planta nacional de enriquecimiento ni agua pesada en su territorio, pero se vio obligado a ello tras muchos intentos fallidos de importar los recursos necesarios de los países occidentales. De hecho, la geopolítica regional habría sido muy diferente si Estados Unidos y sus aliados occidentales hubieran acogido favorablemente la política de suministrar combustible para el programa nuclear iraní. Irán habría seguido recibiendo sus combustibles nucleares de Estados Unidos sin tener que desarrollar sus propias capacidades.

En segundo lugar, cuando comenzaron las negociaciones entre Irán y la UE3 en 2003, ambas partes estaban en condiciones de llegar a un acuerdo, pero Estados Unidos se interpuso en su camino. Jack Straw, entonces ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, dio testimonio de ello:

“Todos aceptamos el derecho de Irán a un programa nuclear civil. Yo personalmente acepté el derecho de Irán a poner en marcha algunas centrifugadoras para su programa de bajo enriquecimiento. Obtuvimos el acuerdo provisional en octubre de 2003 que se acordó en Teherán, y tuvimos dos acuerdos más en París y Bruselas. Pero estuvimos muy cerca del acuerdo final; y cuando vi al Dr. Zarif a principios de 2014, en una delegación parlamentaria, reconoció que lo que detuvo el acuerdo en 2005 no fueron las centrifugadoras; fue nuestra incapacidad para obtener el acuerdo de los estadounidenses para concesiones como las piezas de repuesto de los aviones.”

Por lo tanto, un acuerdo a principios de la década de 2000 habría tenido un efecto fundamentalmente distinto en la región si Estados Unidos hubiera aceptado un acuerdo nuclear en 2005 en lugar de en 2015. Dicho acuerdo habría influido principalmente en el curso de las elecciones presidenciales iraníes de 2005. La elección del conservador Ahmadineyad, al menos en parte, fue una respuesta a las políticas hostiles del presidente Bush contra Irán, a pesar de la anterior política de acercamiento a Occidente del presidente Jatamí. Además, los levantamientos de 2011 en la región y sus secuelas en Yemen, Siria y el ascenso del ISIS podrían haberse evitado de no ser por los fracasos anteriores en las relaciones de Irán con Occidente.

En tercer lugar, al movilizar la atención internacional, a menudo proporcionando información errónea sobre el programa nuclear iraní, Israel distorsionó las realidades de la no proliferación en Oriente Medio. A pesar de su retórica contra Irán, Israel es el único Estado de la región de Oriente Medio que posee armas nucleares, no es miembro del TNP y posee un volumen estimado de 80 y 400 cabezas nucleares. Irán, en cambio, es miembro del TNP, no posee ni una sola arma nuclear y aceptó el régimen de inspección más intrusivo del mundo en lo que respecta a las actividades relacionadas con la energía nuclear. Esto ha retrasado considerablemente el proceso de creación de una zona libre de armas nucleares en Oriente Medio, que fue presentado formalmente por Irán y Egipto en 1974.

En cuarto lugar, desde el colapso del PAIC, se intensificó la preocupación por la competencia nuclear en Oriente Medio. Por ejemplo, cuando las restricciones del PAIC estaban en vigor, Estados Unidos predijo en 2015 que Irán tardaría doce meses en producir suficiente combustible nuclear para una bomba en caso de que decidiera abandonar el acuerdo y buscar un arma viable. En la actualidad, esa estimación se reduce a aproximadamente un mes, ya que Teherán instaló centrifugadoras más avanzadas en sus centros nucleares, enriqueció uranio de un grado muy superior al permitido por el pacto nuclear original y restringió el acceso de los inspectores internacionales a las instalaciones nucleares iraníes. Irán consiguió así capacidad de enriquecimiento y agua pesada, lo que supone un nuevo desafío al monopolio nuclear de Israel en Oriente Próximo. Ahora, otros países como Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Turquía quieren aumentar su capacidad nuclear.

En quinto lugar, al propagar la idea de que Irán es una amenaza, Israel se alineó con países como Arabia Saudí y los EAU, entre otros. El 13 de agosto de 2020, el secretario de Estado de Asuntos Exteriores de EAU, Anwar Gargash, anunció un acuerdo para normalizar las relaciones con Israel, afirmando que su país quería hacer frente a las amenazas que se ciernen sobre la solución de los dos Estados, concretamente la anexión de los territorios palestinos. “Esta nueva arquitectura -las capacidades compartidas que estamos construyendo- intimida y disuade a nuestros enemigos comunes, en primer lugar Irán y sus apoderados”, declaró el ministro israelí de Asuntos Exteriores, Yair Lapid. De ahí que surgiera una alianza de cuatro países -Estados Unidos (la administración Trump), Israel (el gobierno de Natanyahu), Arabia Saudí (el príncipe heredero Mohammad Bin Salman) y Emiratos Árabes Unidos (el presidente Mohammed bin Zayed), contra Irán.

En sexto lugar, el conflicto de larga duración en Oriente Próximo -la ocupación ilegal de los territorios palestinos- quedó completamente relegado a un segundo plano. Trump pasó a reconocer formalmente Jerusalén como capital de Israel, revirtiendo casi siete décadas de una política exterior estadounidense fallida y trasladando la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén. “Hoy por fin reconocemos lo obvio: que Jerusalén es la capital de Israel”, tronó Trump desde la Casa Blanca.

En séptimo lugar, los efectos de la retirada estadounidense del acuerdo en mayo de 2018 fueron perjudiciales para los civiles iraníes. Después de que Estados Unidos impusiera sanciones unilaterales, la Unión Europea fue incapaz de resistir la presión estadounidense. El complejo conjunto de sanciones unilaterales contra Irán, agravado por las políticas de riesgo cero de las empresas e instituciones financieras europeas, empeoró los desafíos humanitarios y económicos existentes y afectó negativamente a la vida de la población, en particular a los iraníes de bajos ingresos y de clase trabajadora. El acceso a determinados tipos de medicamentos fue especialmente difícil.

En octavo lugar, Irán negoció y firmó el acuerdo nuclear más completo del mundo con Occidente, en particular con Estados Unidos, pero no fue capaz de recoger los frutos de este acuerdo ampliando sus lazos comerciales y económicos con Estados Unidos. Como resultado, Irán se vio obligado a recurrir a ampliar seriamente sus lazos con China y Rusia con un amplio acuerdo político, económico y de seguridad a largo plazo conocido como el Programa de Cooperación Irán-China a 25 años, que facilitaría cientos de miles de millones de dólares de inversiones en la economía iraní. Los gestores estatales de Teherán simplemente consideran los acuerdos con las principales potencias de Oriente como un medio necesario para combatir la hegemonía y la hostilidad de Estados Unidos. La nueva política de Irán de pivotar hacia Oriente ganó aún más credibilidad entre los funcionarios iraníes tras la desacertada medida de Estados Unidos de renegar del PAIC.

En noveno lugar, debido a la retirada de Trump del acuerdo, Irán se convirtió en un Estado en el umbral nuclear. Según los términos del acuerdo de 2015, Irán podía almacenar hasta 300 kilogramos de uranio poco enriquecido y operar algo más de 5.000 centrifugadoras de primera generación en la planta de enriquecimiento de combustible de Natanz. Irán no enriqueció uranio con una concentración superior al 3,67%. De hecho, desde la retirada de Estados Unidos del pacto nuclear, Irán fue enriqueciendo uranio de manera constante a niveles más altos. En julio de 2019, Irán comenzó a enriquecer hasta el 5%, y luego al 20% en enero de 2021 y al 60% en abril de 2021. Por lo tanto, la retirada del PAIC aceleró significativamente el programa de enriquecimiento de Irán, y esto seguramente tendrá enormes impactos en la diplomacia y la geopolítica regionales.

En décimo lugar, el PAIC había brindado a Irán y Estados Unidos la oportunidad de mantener conversaciones directas a nivel ministerial por primera vez desde la Revolución iraní de 1979. De hecho, los más altos poderes ejecutivos tanto de Irán como de Estados Unidos se comunican directamente entre sí en una conversación telefónica. Obama reiteró que el acuerdo nuclear impide que se produzca la amenaza más grave, que es que Irán obtenga un arma nuclear. Así, las negociaciones entre 2013 y 2015 demostraron que el acuerdo entre Estados Unidos e Irán es de hecho posible, y que un asunto tan difícil puede negociarse y acordarse. Al retirarse del acuerdo, Estados Unidos destruyó la confianza que había construido con Irán. Tras la retirada de Trump del PAIC, Jamenei declinó la oferta de conversaciones sin condiciones de la administración Trump, reiterando que “la retirada de EEUU del acuerdo nuclear de 2015 fue una prueba clara de que no se puede confiar en Washington”. Por eso Irán solo aceptó negociar con Estados Unidos a través de un mediador de la UE en un intento de reactivar el acuerdo nuclear. La profundización de la desconfianza entre Washington y Teherán provocó más animadversiones bilaterales, regionales e internacionales.

En undécimo lugar, Jamenei anunció la estrategia oficial de Irán de “Ni guerra ni paz con Estados Unidos” tras la retirada de Trump del PAIC. Incluso si Irán opta por negociar sobre cuestiones regionales para resolver sus diferencias, no es seguro que Estados Unidos acate cualquier acuerdo alcanzado. Pero si Estados Unidos se compromete a cumplir sus obligaciones internacionales y otros posibles acuerdos importantes que afecten a la geopolítica regional -como el terrorismo y el extremismo, así como cuestiones relacionadas con la seguridad a largo plazo del Golfo Pérsico-, dichos acuerdos podrían conducir a la mejora de muchas cuestiones que preocupan a ambos países.

En duodécimo lugar, el PAIC sentó las bases para la regionalización del régimen de inspección más completo para prevenir la proliferación de armas nucleares. Se trata de un gran paso hacia la desnuclearización de Oriente Medio. En medio del aumento de las tensiones en la región, Irán presentó su plan Hormuz Peace Endeavor (HOPE) -el primer esfuerzo concertado para garantizar que el Golfo Pérsico permanezca libre de armas nucleares- en la Asamblea General de la ONU de septiembre de 2019. La invitación de Irán a todos los Estados ribereños del Golfo Pérsico, a saber, Arabia Saudí, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Irak y Omán- a unirse a HOPE dilucidaba una serie de objetivos y principios, así como una hoja de ruta concreta para la paz y la seguridad en Oriente Medio. HOPE se inspiraba en el PAIC y pretendía construir una zona libre de armas nucleares en Oriente Próximo. Si Trump no se hubiera retirado del PAIC, HOPE probablemente no se habría acordado.

En decimotercer lugar, es probable que la oposición de Israel al acuerdo desde el principio desemboque en una guerra regional. Netanyahu, por ejemplo, presionó a Trump para que se retirara del PAIC, impusiera una política de “máxima presión”, designará al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní como organización terrorista, asesinara a científicos nucleares iraníes y saboteara las instalaciones nucleares del país, incluso mediante ciberataques. Los israelíes también animaron a Estados Unidos a asesinar al general del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica Qasem Soleimani, que murió en Bagdad el 3 de enero de 2020.

Como parte de una alianza mayor para enfrentarse a Irán de forma encubierta, Israel y Estados Unidos establecieron el Acuerdo de Abraham, que en última instancia podría ampliarse a una guerra total. El largo conflicto árabe-israelí se está convirtiendo ahora en un conflicto árabe-iraní.

En decimocuarto lugar, el acuerdo nuclear habría garantizado un mundo más seguro si se hubiera concluido. Un reciente informe de la ONU confirmó que Irán dispone de uranio suficiente para producir armas nucleares. Como resultado de la presión de Israel para que Trump se retirara del PAIC, las existencias de uranio enriquecido al 60% de Irán se estiman ahora en 55,6 kg, lo que le permite producir suficiente material para una bomba si lo decide. En ausencia de la reactivación del PAIC, el mundo deberá convivir con Irán como nuevo Estado umbral nuclear, lo que tendría un impacto dramático en la geopolítica y el equilibrio de poder en la región.

Esta lista de consecuencias de la retirada de Trump del PAIC no es exhaustiva. Se podría seguir. Por ejemplo, Mohammad Bin Salman prometió que “si Irán desarrollara una bomba nuclear, nosotros haríamos lo mismo”. El PAIC ofrecía una oportunidad perfecta para que el OIEA contuviera la proliferación de armas nucleares en la región y, al mismo tiempo, vigilará las actividades nucleares de Irán, pero Estados Unidos simplemente decidió no aprovechar tal oportunidad.

El único camino a seguir

No se puede lograr una paz sostenible sin la participación de Irán en un acuerdo regional. Se argumentó falazmente que un acuerdo conjunto que normalice las relaciones árabe-israelíes puede contribuir a estabilizar la región, pero la realidad demuestra lo contrario, ya que las tensiones en Oriente Próximo no muestran signos de remitir a corto plazo. Si el presidente Joe Biden pretende restablecer una paz y una seguridad sostenibles en la región, tiene que empezar por reactivar el PAIC como trampolín.

En ausencia del PAIC, Irán seguirá siendo miembro del TNP. Pero la ausencia del PAIC también significa que Irán se retiraría del Protocolo Adicional y del Acuerdo Subsidiario. La posible retirada de Irán del TNP limitaría la capacidad del OIEA para realizar verificaciones técnicas, ya que su acceso a las instalaciones iraníes se vería gravemente restringido. Además, Irán hará caso omiso de todos los límites impuestos en el PAIC, como el almacenamiento limitado y el enriquecimiento por debajo del 5%. En efecto, la ausencia del PAIC podría traducirse en la capacidad de Irán para enriquecer uranio hasta el 90%, que es el nivel de ruptura y un paso para producir una bomba nuclear.

Es importante señalar que, según el TNP, todas estas actividades son legítimas si no se trata de una bomba nuclear. Aun así, la Unión Europea tiene el snapback a su disposición. Si la UE utiliza el procedimiento de snapback y remite el expediente nuclear iraní al CSNU para restablecer las sanciones, es probable que Irán se retire del TNP. Y en caso de posibles ataques militares estadounidenses o israelíes, es probable que Irán comience a construir una bomba nuclear.

Para evitar todos estos resultados potencialmente desastrosos, queda una opción más segura y menos costosa a través del PAIC. Es decir, si Estados Unidos ofrece garantías de que no volverá a retirarse del PAIC si éste se restablece. De hecho, una legislación bipartidista del Congreso puede proporcionar tal garantía. La reactivación del PAIC evitaría futuros conflictos en la región.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital.]

Seyed Hossein Mousavian es especialista en Seguridad y Política Nuclear de Oriente Medio en el Programa sobre Ciencia y Seguridad Global de la Escuela Woodrow Wilson de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Princeton. Anteriormente fue embajador de Irán en Alemania (1990-97) y portavoz del equipo iraní en las negociaciones nucleares con la Unión Europea y el Organismo Internacional de Energía Atómica (2003-05). Es autor de “The Iranian Nuclear Crisis: A Memoir, Iran-Europe Relations: Challenges and Opportunities”, y de su próximo libro, “Iran and the United States: An Insider’s View on the Failed Past and the Road to Peace.”

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Cairo Review of Global Affairs en Invierno de 2023.