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El Interprete Digital

La estabilidad en Marruecos pasa por la estabilidad de los precios

Por Rachid Aourraz para Middle East Institute

Marruecos – Los últimos días [Paulbence / Creative Commons]

Dado que cada acentuación de la inflación acaba por provocar un aumento de las protestas, Marruecos aprendió la importancia de hacer frente a la inflación de forma eficaz. Después de 2010, cuando la tasa de inflación superó el 2%, también aumentaron las tensiones sociales. Los ingresos y el poder adquisitivo de los ciudadanos eran muy bajos, ya que la inmensa mayoría de la población no podía ahorrar ni diversificar sus ingresos. 

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Al igual que Estados Unidos y Europa, Marruecos también registró recientemente un aumento en los índices de inflación, con una suba del 6,4% en julio de 2022, un signo revelador de la llamada “inflación importada”. El gobierno ve esta situación en desarrollo con gran aprensión, especialmente porque Marruecos había logrado evitar la inflación desenfrenada que afectó a gran parte de Medio Oriente y el Norte de África durante la última década. Gracias a su sólida política monetaria, Marruecos pudo mantener la inflación al mínimo, pero ahora la situación cambió y la política monetaria nacional parece incapaz de hacer frente a los factores externos que impulsan la reciente subida. 

Tras una reunión del gobierno a finales de mayo, el viceministro de Presupuesto nacional declaró que la inflación había alcanzado el 4,1% a finales de abril de 2022. Sin embargo, a principios de marzo, luego de su reunión trimestral, el banco central de Marruecos -Bank al Maghrib- declaró que la tasa de inflación anual alcanzaría el 4,7% en 2022. 

Desde entonces, el Banco Central siguió pronosticando una tasa de inflación superior a la prevista por el Gobierno, declarando tras su reunión de junio que esperaba que la inflación anual alcanzará el 5%. Pero mientras la Reserva Federal de Estados Unidos subió los tipos de interés para frenar la inflación, el Banco Central de Marruecos no siguió tal ejemplo, sino que mantuvo los tipos estables. Esto se debe a que Marruecos se enfrenta a una inflación importada y el aumento del tipo de interés impediría la inversión privada y crearía más desempleo.

El gobierno marroquí lucha en una situación difícil: la elevada inflación va acompañada de una desaceleración simultánea del crecimiento económico. En marzo, el Banco al Maghrib pronosticó una tasa de crecimiento del 0,7% para 2022, antes de ajustar su estimación en junio a alrededor del 1%. Se trata de un fuerte descenso respecto al crecimiento del 7,9% en 2021. La tasa de inflación y la tasa de crecimiento son valores inversos, lo que significa que cuando la inflación aumenta, el crecimiento económico disminuye, poniendo en riesgo la estabilidad social.

Marruecos se benefició de una relativa estabilidad en las dos últimas décadas gracias a una sólida política monetaria que mantuvo las tasas de inflación nacionales por debajo del 2% la mayoría de los años. Esta política monetaria también contribuyó a mantener la relativa estabilidad política y social de Marruecos durante un periodo de revueltas sociales en gran parte de Medio Oriente y el Norte de África. 

Este éxito le dio a Abdellatif Jouahri, actual Presidente del Banco al Maghrib, una reputación de estabilidad, en comparación con sus homólogos de toda la región, muchos de cuyos países se vieron afectados por oleadas masivas de inflación. El enfoque reflexivo del presidente le mantuvo al frente del banco central durante mucho tiempo.

Jouahri aporta una gran experiencia al Banco Central, pero su etapa como Ministro de Finanzas entre 1981 y 1986 es quizá la más significativa. En aquella época, Marruecos estaba al borde de la quiebra y el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial impusieron al país un estricto programa de ajuste estructural que saneó la economía y las finanzas públicas. Las duras lecciones del pasado enseñaron al gobernador que la estabilidad de Marruecos está vinculada en primer lugar a garantizar la estabilidad de los precios y a reducir la inflación a los niveles más bajos posibles.

En el pasado, los precios elevados provocaron en Marruecos trágicas convulsiones sociales que escapaban al control del Estado. El 29 de mayo de 1981, cuando Jouahri era Ministro de Finanzas, estallaron sangrientas protestas, en las que las víctimas fueron apodadas los “mártires del pan”, especialmente en Casablanca, después de que el gobierno subiera los precios de los alimentos básicos como la harina, el azúcar, el aceite, la leche y la mantequilla. Estas protestas fueron sólo uno de los casos en los que la inflación puso a prueba la estabilidad social.

En las dos últimas décadas, a pesar de las tasas de inflación relativamente bajas en comparación con las de los años 80 y 90, algunas olas inflacionistas sacudieron la estabilidad social. Marruecos experimentó tres grandes oleadas de protestas: las protestas del 20 de febrero (la primavera árabe marroquí), las protestas del Rif y de Jerada, y la campaña de boicot económico, todas ellas relacionadas con los altos precios y la inflación, aunque cada una tiene su propio contexto.

Dado que cada aumento de la inflación acabó por provocar el aumento de las protestas, Marruecos aprendió la importancia de hacer frente a la inflación de forma eficaz. Después de 2010, cuando la tasa de inflación superó el 2%, también aumentaron las tensiones sociales. Los ingresos y el poder adquisitivo de los ciudadanos eran muy bajos, ya que la inmensa mayoría de la población no podía ahorrar ni diversificar sus ingresos. La mayor parte de sus ingresos, especialmente los salarios y los beneficios, se destinaban a necesidades básicas como la vivienda, el transporte, la comida y la ropa. Incluso la clase media era crónicamente incapaz de ahorrar debido a su escaso poder adquisitivo, su dependencia de los servicios educativos privados, y los altos precios de los inmuebles residenciales urbanos.

Tras la crisis financiera mundial de 2008, pero antes del estallido de las revueltas de la Primavera Árabe, ciudades de todo el país celebraron reuniones para coordinar acciones contra los altos precios y el deterioro de los servicios sociales. En 2008 y 2009, la calle marroquí fue testigo de continuas protestas contra la subida de precios, después de que la inflación alcanzará el 3,7% en 2008, su nivel más alto desde el año 2000.

Entre 2000 y 2008, la economía marroquí logró un importante crecimiento, y los niveles de renta anual per cápita de los ciudadanos se duplicaron con creces, pasando de 1.334 dólares en 2000 a 2.890 dólares en 2008. Por lo tanto, el aumento de los ingresos disminuyó, y el impacto de la inflación en la estabilidad social. Sin embargo, desde 2011, el PIB per cápita anual se mantuvo en torno a los 3.046 dólares, sin que exista ninguna mejora significativa en la década siguiente, alcanzando apenas 3.058 dólares en 2021. 

Este estancamiento puede explicarse en gran medida por el débil crecimiento económico de Marruecos, así como por otros factores expuestos en el Nuevo Modelo de Desarrollo, un informe de evaluación elaborado por un comité especial sobre el desarrollo en 2021. El informe identifica cuatro factores clave que limitan el crecimiento:

1. La falta de coherencia vertical entre la visión de desarrollo y las políticas públicas anunciadas y la escasa convergencia horizontal entre estas políticas.

2. El lento ritmo de la transformación estructural de la economía, obstaculizado por los elevados costes de los insumos y el limitado acceso de nuevos actores innovadores y competitivos.

3. La limitada capacidad del sector público para prestar y garantizar el acceso a servicios públicos de alta calidad en ámbitos fundamentales para la vida cotidiana y el bienestar de los ciudadanos.

4. Una sensación de inseguridad jurídica e imprevisibilidad que limita las iniciativas, debido tanto a la desconexión percibida entre las “zonas grises” legales y las realidades sociales sobre el terreno, como a la falta de confianza de los ciudadanos en el sistema judicial, la burocracia y el proceso de apelación.

Después de 2008, dada la incapacidad de la economía marroquí para aumentar los niveles de renta per cápita anual, las altas tasas de inflación se convirtieron en una preocupación mayor, y durante la Primavera Árabe los manifestantes del movimiento del 20 de febrero se manifestaron contra los altos precios. En 2022, se celebraron marchas para conmemorar el aniversario de las protestas del 20 de febrero y condenar los altos precios, en una aparente repetición de la historia. 

Pero en esta ocasión, también entraron en juego otros factores que contribuyeron al aumento de la inflación: la sequía en Marruecos, los efectos del COVID-19, y la guerra rusa contra Ucrania, que provocó un fuerte aumento de los precios de la energía, así como la ola de inflación en las economías avanzadas.

La pandemia del COVID-19, combinada con el estancamiento de los niveles anuales del PIB per cápita durante la última década provocó el agotamiento de las clases medias y trabajadoras marroquíes. Afectando especialmente a las del sector informal, que representa el 30% del PIB y el 70% del empleo del país. Sumado, a una inflación en estas circunstancias supone una pesada carga para las familias y las empresas, y puede debilitar la estabilidad social, si la historia lejana o reciente sirve de referencia.

El gobierno tiene un estrecho margen para abordar el problema de la inflación antes de que las cosas empeoren. Aunque Marruecos pueda parecer estable, la historia sugiere que esto no durará y el estado de ánimo en las calles puede cambiar rápidamente. Ya existen cánticos en los estadios pidiendo la salida del primer ministro por la situación actual y la falta de comunicación del gobierno. El momento de actuar es ahora.

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Rachid Aourraz es economista y cofundador del Instituto Marroquí de Análisis Político (MIPA), así como analista senior. Además, también es becario no residente del Programa del Norte de África y el Sahel del MEI. 

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Middle East Institute el 18 de agosto de 2022.