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El Interprete Digital

El frágil estado de la seguridad alimentaria en el Magreb: implicaciones de la crisis de los cereales de 2021 en Túnez, Argelia y Marruecos

Por Michaël Tanchum para Middle East Institute (MEI)

Recolección tradicional en Marruecos, 2017 [Radiaouadie / Wikimedia Commons]

El norte de África se encuentra en una crisis de seguridad alimentaria. Túnez, Argelia y Marruecos están presenciando niveles de inflación de alimentos no vistos desde los disturbios civiles de la Primavera Árabe hace una década. Para entonces, el aumento vertiginoso de los precios de los alimentos, particularmente el precio del pan, impulsó los movimientos de protesta popular contra la corrupción y la injusticia que desencadenaron en el derrocamiento del perdurable dictador de Túnez, Zine El Abidine Ben Ali, e incitó la caída de otros regímenes autocráticos en el Medio Oriente y África del Norte (MENA, por sus siglas en inglés). En Marruecos y otros países de MENA, el malestar social provocó una importante reforma política y socioeconómica. Aunque la actual crisis alimentaria del Magreb fue precipitada por la recesión económica, local y global, del COVID-19 en 2020 y sus secuelas en 2021, la fragilidad estructural de los sistemas alimentarios en Túnez, Argelia y Marruecos es responsable de la severidad del problema. En el centro de esta fragilidad se encuentra la falta de implementación de medidas adecuadas que aborden el impacto de la creciente escasez de agua y el cambio climático.

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La principal vulnerabilidad del Magreb es su alta dependencia de las importaciones de cereales, tanto para consumo humano como para la alimentación de los animales. El precio medio global de los cereales aumentó un 27,3% en septiembre de 2021, comparado con septiembre del año anterior, y desde entonces, los precios siguen subiendo a un ritmo acelerado. En los hogares de Túnez, Argelia y Marruecos, la crisis alimentaria se siente de manera más aguda por el precio del pan. El precio del trigo blando, utilizado en la fabricación de pan, alcanzó los $271 dólares por tonelada al cierre del tercer trimestre de 2021, con un aumento interanual del 22%. En el cuarto trimestre de 2021, el precio se disparó aún más a medida que los inventarios mundiales se redujeron, ya que los productores de EEUU, Canadá, Rusia y el resto de la región del Mar Negro sufrieron daños en sus cultivos debido a sequías, heladas y fuertes lluvias. En EEUU, por ejemplo, se proyecta que la reserva de trigo será de solo 580 millones de fanegadas para el 1 de junio de 2022, la más pequeña en 14 años.

El aumento de los precios de los cereales se ha visto agravado por los elevados costes de fertilizantes a base de nitrógeno, que a su vez han sido impulsados ​​por los crecientes costes del gas natural o el carbón utilizados en su fabricación. En el caso del fertilizante de trigo, alrededor del 80% del costo de producción proviene del gas natural, cuyo precio se ha quintuplicado para los fabricantes de fertilizantes europeos y casi se ha duplicado para los fabricantes estadounidenses. Como consecuencia de todos estos factores, el precio del trigo blando llegó a $7,95 USD por fanegada en la Bolsa de Comercio de Chicago el 1 de noviembre de 2021, lo que representa un aumento del 57% respecto a julio del mismo año y una cifra que no se veía desde enero de 2013.

Cuando se mira como una prueba de esfuerzo la gestión económica, agrícola y ambiental de Túnez, Argelia y Marruecos, la crisis de los granos de cereales de 2021 expone las terribles fragilidades de los sistemas alimentarios de los países del Magreb y que podrían traducirse en inestabilidad social y política. Sin embargo, este pronóstico puede ser remediado y mitigado por medio de políticas decisivas, algunas de las cuales ya están comenzado a implementarse en la región.

Túnez

La creciente inseguridad alimentaria en Túnez es otro factor desestabilizante de la ya precaria situación política del país tras la adopción de una constitución democrática en 2014. En el período posterior a ese hito histórico, señal del giro de Túnez hacia una democracia liberal, la inseguridad alimentaria ha aumentado a un ritmo desorbitante. Según el promedio de tres años de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 25,1% de los tunecinos estuvieron entre un estado de inseguridad alimentaria moderada y grave durante el periodo 2018-20, en comparación al 18,2% entre 2014-16. Aunque el país haya alcanzado autosuficiencia en el suministro de lácteos, verduras y frutas, Túnez sigue siendo extremadamente dependiente de los cereales comprados en el exterior, importando el 50% de cereales para el consumo humano y el 60% de los utilizados para alimentar los animales. Los tunecinos se han beneficiado, hasta ahora, de los subsidios alimentarios del gobierno. Sin embargo, el impacto económico del COVID-19, sumado al incremento de los precios mundiales de cereales desprendido de las sequías, indican que los subsidios ya no son sostenibles teniendo en cuenta la disminuida situación financiera del país.

Como consecuencia directa del COVID-19, el déficit fiscal de Túnez en 2020 alcanzó la mayor cifra de los últimos 40 años, llegando al 11,5 % del PIB. Para hacer frente a la inminente crisis sanitaria y el devastador impacto económico de la pandemia, el gobierno del entonces primer ministro Hichem Mechichi aceptó un préstamo de emergencia de USD 750 millones del Fondo Monetario Internacional (FMI) en abril de 2020. Con una economía colapsada y un gobierno paralizado por un sistema parlamentario disfuncional, Túnez entró al 2021, año que marcó el décimo aniversario de la transición democrática experimental, con un sentimiento agridulce. El imperecedero descontento social producido por el deterioro de las condiciones de vida y agudizado por los precarios servicios básicos del país, se exacerbó aún más por las pobres jornadas de vacunación contra el COVID-19. En medio de una inflación de alimentos que no se veía desde la Primavera Árabe, estalló una nueva ola de protestas en la ciudad norteña de Siliana.

Después de que su PIB sufriera una contracción del 8,8% en 2020, Túnez seguía pagando deudas por el valor de USD 5800 millones, de los cuales 1000 millones debían ser completamente reembolsados  en julio y agosto de 2021. A fines de mayo de 2021, el presidente del Banco Central de Túnez advirtió que rechazar préstamos del FMI conduciría a una inflación de tres dígitos, situación que recordaría el “escenario de Venezuela”. Durante el primer trimestre de 2021, la balanza comercial de alimentos del país registró un déficit de 251,7 millones de dinares tunecinos (TND), revirtiendo el superávit de TND 176,8 millones en el mismo período del año anterior. El 31 de marzo, el poderoso Sindicato General Tunecino (UGTT, por sus siglas en inglés) falló a favor de una reforma económica que incluía la eliminación de los subsidios alimentarios como prerrequisito para que el gobierno del primer ministro Mechichi iniciara conversaciones con el FMI. Sin embargo, en junio de 2021, la UGTT revocó su apoyo al gobierno de Michichi, alegando que este no había proporcionado una red de seguridad social y criticando los ascendentes precios de alimentos y otros productos básicos atribuidos a las medidas impuestas por el FMI.

En 2021, se estimó que Túnez necesitará importar el 70% de cereales y el 90 % del trigo blando utilizado para hacer pan y productos horneados. En el primer semestre de 2021, el aumento en la tasa de importaciones de cereales del país fue del 20,9%, lo que contribuyó a un desequilibrio comercial de alimentos de 290,9 millones de dinares tunecinos , frente a los 49,4 millones durante el mismo período en 2020. La agencia de granos de Túnez compró a comerciantes europeos 50.000 toneladas métricas de trigo blando en junio y luego 100.000 toneladas adicionales en julio, así como 100.000 toneladas métricas de cebada para los animales. Pero estas medidas fueron tomadas demasiado tarde y probaron ser muy limitadas para estabilizar los precios y aliviar el descontento social.

El 25 de julio de 2021, el presidente Kais Saied -haciéndose pasar por un héroe nacional- destituyó al primer ministro Mechichi y suspendió el Parlamento de Túnez basándose en una controvertida interpretación del artículo 80 de la constitución. Posteriormente, Saied extendió la suspensión más allá del período prescrito constitucionalmente de un mes y anunció que gobernaría por decreto presidencial. Sin embargo, la realidad de la seguridad alimentaria en Túnez no ha mejorado bajo su mandato directo. El desequilibrio comercial de alimentos experimentado al final del tercer trimestre de 2021 se situó en TND 1320 millones, donde el aumento de precios de cereales importados fue del 23,9% para el trigo blando y 12,6% para el trigo duro. Los precios de los cereales para la manutención animal también se dispararon, los costos de la cebada y el maíz tuvieron un salto del 18,4% y 46,9%, respectivamente.

El mejoramiento de la producción nacional de cereales en Túnez no será ni rápido ni fácil. Túnez tiene, en medio de una escasez mundial de suministros de fertilizantes, problemas haciéndose de reservas suficientes. Los elevados precios de la energía en el mundo son directamente proporcionales al encogimiento de producción de fertilizantes en muchos países de Asia, Europa y América del Norte y, a su vez, provocan que los precios de productos agrícolas crezcan. En octubre de 2021, Túnez tan solo pudo saciar el 25% de la demanda interna de fertilizantes. Asimismo, la cantidad de suministros domésticos cayeron drásticamente por el cierre de seis meses, de noviembre de 2020 a mayo de 2021, de la planta de fertilizantes químicos de Mdhilla en Gafsa, como resultado de repetidas huelgas y protestas. Aunque el gobierno autorizó importaciones de emergencia, los agricultores tunecinos experimentaron un aumento de entre 30% y 50% en los costos de los fertilizantes.

La escasez de agua es otro obstáculo colosal de la producción agrícola del país,  exacerbada por la mala administración de los escasos recursos hídricos de Túnez, de los cuales el 80% son destinados para la agricultura. La situación climática del país oscila entre temperaturas récord o sequías y episodios de lluvias torrenciales e inundaciones, que han causado estragos en la agricultura y el suministro de agua para consumo humano. La mala gestión del agua y la frágil infraestructura hacen que el país sea muy vulnerable a los fenómenos meteorológicos extremos provocados por el cambio climático. En algunas áreas de Túnez, el 50% del agua se desperdicia antes de llegar al grifo debido a la pobre infraestructura de distribución y las sequías, también, causan una grave disminución de las reservas de agua. En septiembre de 2021, el volúmen de agua en las represas de Túnez era de 730 millones de metros cúbicos, es decir, estaba por debajo de los 1100 millones de metros cúbicos obtenidos en el mismo período de 2020. Paralelamente, la capacidad de almacenamiento de agua de Túnez está disminuyendo por la sedimentación de sus represas. Para el año 2035, se pronostica que las represas de Mellègue y Rmili se llenarán completamente de sedimentos, con el mismo destino para la represa Siliana en 2047.

Si bien existen soluciones a muchos de los problemas que contribuyen a la crisis de alimentos y agua de Túnez, hay pocas viables a corto plazo. La construcción de nuevas represas, sistemas de riego e instalaciones de desalinización, junto con plantas de energía que las operen, requerirán una importante inversión de tiempo y capital. Sobre todo, las soluciones a los problemas de Túnez necesitan el cuidadoso desarrollo de políticas y una excelente gobernanza para implementar las medidas.

Argelia

Argelia tiene retos, económicos y climáticos, similares a los de Túnez cuando se trata de garantizar la seguridad alimentaria de su población, pero los desafíos que enfrentan los argelinos son de un nivel mayor. Con el 17,4% de su territorio, mayoritariamente desértico, compuesto por tierras agrícolas, Argelia es el mayor importador de alimentos de África. Antes del COVID, las importaciones de alimentos cubrían casi el 75% de las necesidades de su población de 45 millones. A pesar de la magnitud del desafío, Argelia había logrado algunos avances en la reducción de la inseguridad alimentaria antes del estallido de la pandemia. De acuerdo con el promedio de tres años de la FAO, el porcentaje de la población que experimentaba moderada o grave inseguridad alimentaria se redujo al 17,6% para el período 2018-20, frente al 22,9% reportado entre 2014-16. No obstante este avance, previo al COVID-19, por lo menos 24 millones de argelinos asignaron más del 60% de sus ingresos solo para satisfacer sus necesidades alimentarias. Si bien el país es rico en hidrocarburos, la continuación de la política de subsidios para las importaciones de alimentos en medio de una galopante inflación mundial y el déficit de producción nacional, que es provocado por las sequías, se han convertido en gastos excesivos para su presupuesto nacional.

Las importaciones de alimentos más importantes de Argelia son los cereales, las cuales aportan el 43% del total de calorías y el 46% de las proteínas de la dieta argelina. Previo a la reciente escasez mundial de suministros, el gasto anual destinado para las importaciones de cereales en el país era de alrededor de 1300 millones de USD. Incluso en época de buena cosecha, Argelia sigue dependiendo considerablemente de importaciones de cereales, 70% de las cuales es trigo blando que se utiliza para hacer pan.

La agricultura de cereales de Argelia es muy vulnerable a condiciones climáticas extremas. Se pronostica que su producción nacional de granos caerá en un 38% para el año comercial 2021/22 debido a la leve cantidad de precipitaciones. Por lo tanto, se espera que sus importaciones de trigo, entre 2021/22, lleguen a 8,1 millones de toneladas métricas, un 25% por encima de las importaciones del año pasado. La mayoría de sus importaciones de trigo provienen de la Unión Europea (UE), siendo Francia su mayor proveedor. Sin embargo, con la crisis mundial del suministro de cereales, las exportaciones alemanas superaron las francesas en 2021. Ahora bien, más allá de las severas condiciones climáticas y las interrupciones a la cadena de suministro ocasionadas por el COVID-19, la demanda de trigo en China para alimentar sus animales, saciada también por el mercado francés, ha incidido en la escasez global de suministros. Beijing quiere repoblar rápidamente la población local de cerdos que fue reducida a la mitad por la peste porcina africana para garantizar un consumo de proteína animal a sus habitantes.

Para satisfacer las crecientes necesidades de importación de Argelia, el gobierno del presidente Abdelmadjid Tebboune busca diversificar sus proveedores dentro de la UE y, de igual forma, mira a Rusia, Estados Unidos y Canadá como grandes abastecedores de cereales. A finales de octubre de 2021, Polonia envió 60.000 toneladas métricas de trigo a Argelia. Argel también compró 60.000 toneladas métricas a la empresa rusa Demetra Trading, primer envío de trigo ruso que entra al país desde 2016. No obstante la diversificación de sus proveedores, la escasez del suministro global obliga a Argelia a lidiar con la inflación de productos alimentarios. Como respuesta inmediata, el gobierno argelino pospuso su plan para eliminar los subsidios al trigo indefinidamente. Además del trigo, el encarecimiento de cebada y maíz importado, principalmente usados como alimento para animales, eleva de paso los precios de carnes rojas y blancas. La falta de lluvia en la región del altiplano argelino, donde se cultivan trigo y cebada, obliga a incrementar las importaciones de cebada. De igual forma, Argelia importará 5 millones de toneladas métricas de maíz para alimentación animal este año.

A diferencia de otros países del Magreb, Argelia atraviesa una crisis de suministro de leche. La leche es la principal fuente de proteína animal en la dieta argelina y proporciona, aproximadamente, el 16% de la ingesta diaria promedio de proteínas, superando el combinado de carnes rojas y blancas y huevos, que representan solo el 10,24%. Argelia es el segundo mayor importador mundial de leche entera en polvo, importaciones que se estiman han alcanzado las 255.000 toneladas métricas en 2021, y el quinto mayor importador de leche descremada en polvo, importando 160.000 toneladas métricas. En 2020, Argelia registró un aumento del 3,8% en la producción doméstica de leche como resultado de la ampliación de las tierras destinadas a la crianza ganadera, y de la prohibición sobre el uso de leche en polvo subsidiada para fabricar leche pasteurizada. Si bien son una mejora, estas medidas están lejos de cerrar la brecha. En 2017, el país tenía unas 200.000 vacas lecheras, pero en 2021 Argelia necesitaría más de 1 millón de vacas para satisfacer su demanda interna de leche. Adicionalmente, ya que el ganado se cría a base de granos, incrementar la cantidad de animales pondría una doble presión sobre las importaciones de cereales.

El enfoque actual de Argelia para aliviar la inseguridad alimentaria depende de que los subsidios estatales protejan a los consumidores locales del aumento de los precios de los alimentos en el mercado mundial. Argelia es un estado rentista en el que el 95% de sus ingresos se desprenden de las exportaciones de petróleo y gas, y su población recibe subsidios alimentarios gracias a estas ganancias. Sin embargo, la crisis económica producida por la pandemia redujo significativamente la capacidad del país para financiar estos subsidios. En 2020, el PIB de Argelia se contrajo un 4,6%, y sus exportaciones de petróleo crudo y gas natural líquido experimentaron una caída de alrededor del 30%. Aunque los rampantes precios de hidrocarburos pueden beneficiar el crecimiento económico de Argelia (el Banco Mundial proyectó un crecimiento del 3,7% en 2021 y del 2,5% en 2022), parte de este crecimiento podría verse compensado por las costosas facturas de importación de alimentos, agravadas por la caída del valor del dinar argelino (DZD). Dado la constante disminución del dinar de DZD 118 frente al dólar estadounidense el 1 de enero de 2019 a DZD 138 a fines de octubre de 2021, será cada vez más difícil para Argel cubrir los crecientes costos de sus importaciones de alimentos y subsidios.

Al igual que Túnez, el uso de fertilizantes en Argelia y la mejora de las capacidades de gestión del agua son fundamentales para impulsar la producción agrícola nacional. Aunque Argelia es rica en gas natural y fosfatos, dos de los principales recursos utilizados en la fabricación de fertilizantes, el sector agrícola del país suele utilizar muchos menos fertilizantes que países vecinos. En 2018, el consumo de fertilizantes para la agricultura argelina fue de 20,7 kilogramos (kg) por hectárea de tierra cultivable, frente a los 44,2 kg de Túnez y los 74,9 kg de Marruecos. Para ayudar a aliviar el problema, la empresa energética estatal de Argelia, Sonatrach, firmó un acuerdo en 2018 con la constructora china CITIC Construction para erigir un complejo integrado de producción de fosfato de USD 6 mil millones. La megaplanta haría que la producción anual de fosfato de Argelia se disparara a 10 millones de toneladas métricas, lo que resultaría en una mayor producción anual de fertilizantes por un valor de alrededor de USD 2 mil millones en los mercados globales, mientras que el consumo doméstico conduciría a la ampliación de cultivos en el futuro.

La escasez de agua es otro desafío crítico que enfrenta Argelia. Similar al caso de Túnez, Argelia administra torpemente sus escasos recursos hídricos. En 2012, su extracción de agua dulce subterránea fue de 3 mil millones de metros cúbicos, oséase el doble de la tasa de recarga anual. Según la FAO, la tasa de extracción saltó a 8100 millones de metros cúbicos en 2017. La desastrosa gestión del agua en Argelia es empeorada por una infraestructura defectuosa que provoca pérdidas de hasta el 30 % en el transporte de agua a zonas urbanas. Al igual que Túnez, las represas de Argelia se ven gravemente afectadas por la sedimentación y la contaminación. En un esfuerzo por aumentar el suministro de agua, el gobierno recurrió a la utilización de tecnología de desalinización, sistemas que requieren del uso intensivo de energía, e intenta mejorar y desarrollar plantas de desalinización de agua de mar. A día de hoy, Argelia posee 11 plantas de desalinización repartidas en nueve provincias, cuatro de las cuales se encuentran en proceso de rehabilitación y mejora, y tres nuevas están planeadas por el gobierno. 

Marruecos

Marruecos comparte muchos de los desafíos de seguridad alimentaria de Túnez y Argelia, pero su experiencia de la crisis actual es moldeada por su énfasis genuino en el desarrollo de exportaciones agrícolas de alto valor, estrategia que se ha venido implementado en la última década. La planificación agrícola del país en los últimos 20 años, y particularmente durante el último decenio, no sólo ha logrado impulsar sus exportaciones pero al mismo tiempo ha reducido el nivel de desnutrición de su población por debajo del 5%. A pesar de estos logros, el promedio de tres años de inseguridad alimentaria moderada o grave en Marruecos, de 2018 a 2020, se situó en el 28%. Si bien la autosuficiencia alimentaria es un principio fundamental de la estrategia de desarrollo del reino marroquí desde su independencia, la creciente dependencia en subsidiados para importaciones de alimentos representa un peligro para su tejido socioeconómico. Al igual que sus vecinos, Marruecos depende notablemente de cereales importados.

En 2008, el reino lanzó el Plan Marruecos Verde (Plan Maroc Vert, PMV), un programa multifacético de diez años (2010-2020) que promueve el desarrollo socioeconómico por medio de la intensificación de exportaciones agrícolas de alto valor. El PMV consiguió engrosar el valor de las exportaciones agrícolas del país en un 117%, equivalente a USD 3.500 millones, y creó 342.000 nuevos empleos. En 2019, las ganancias del sector agrícola de Marruecos representaron el 13% del PIB y el mismo sector empleó el 38% de la mano de obra local -incluyendo el 74% de los empleos en las zonas rurales. Dado que el segmento de la población empleada en la agricultura es mayor que en las otras economías de la cuenca del Mediterráneo, el desarrollo de una producción agroalimentaria de alta calidad para la exportación se ha considerado clave para mejorar la calidad de vida de una gran franja de la sociedad. Resultante del PMV, el sector agroalimentario de Marruecos ya representa el 21% de sus exportaciones.

A mitad de la implementación del PMV, las importaciones de cereales representaron el 54% del consumo total de cereales de Marruecos, más del triple del promedio mundial del 16%. Debido al enfoque del PMV en la agricultura para la exportación, Marruecos redujo la cantidad de tierra destinada a la producción de cereales. No obstante el recorte del terreno cultivable, la producción de cereales utilizó el 59% de las tierras agrícolas de Marruecos en 2019. Para impulsar la producción de cereales, el PMV modernizó los métodos de cultivo e introdujo variedades de trigo tolerantes a climas cambiantes. En 2021, los esfuerzos marroquíes dieron frutos y el país gozó de una temporada excepcional de cosecha de trigo y cebada, recolectando 5,06 millones de toneladas métricas de trigo blando, 2,48 millones de toneladas métricas de trigo duro y 2,78 millones de toneladas métricas de cebada. Su producción de trigo para 2021 fue tres veces mayor que la del 2020, año que fue sacudido por una sequía, y un 58% más alta que el promedio de 2016-20. Como si fuera poco, la producción de cebada de Marruecos superó la de años anteriores por un margen aún más amplio. Después de haber proyectado que 2021 sería un año récord para la producción nacional de trigo, Rabat buscó promover fortalecer el sector agrícola elevando los aranceles de importación para el trigo blando en abril de 2021 y  el trigo duro en junio, en  135% y 170%, respectivamente.

Marruecos es el décimo tercer mayor importador de trigo del mundo, y no ha hecho lo suficiente para escapar de la crisis global de suministros. Cuando el precio del pan comenzó a trepar en septiembre y octubre, el gobierno fue obligado a cambiar de táctica y, consecuentemente, suspendió los aranceles de importación sobre el trigo blando y el trigo duro a partir del 1 de noviembre. Además, las subvenciones proporcionadas por la Caja de Compensación de Marruecos trataron de estabilizar el precio y cubrir la diferencia del pan fabricado con trigo blando. A fines de 2015, Marruecos inició la implementación de un programa multifase para reformar el sistema subsidiario, ya que los crecientes costos del Fondo de Compensación, agravados por la crisis financiera del 2008, se han convertido en una carga insostenible para el presupuesto estatal. Aunque la segunda fase del programa se pensó para liberalizar los precios de los productos básicos más demandados en Marruecos, el gobierno suspendió el programa indefinidamente para garantizar la estabilidad de los precios durante la crisis actual, decisión que puede extenderse en el largo plazo. El Ministerio de Economía y Finanzas prevé que los subsidios al trigo le costarán al gobierno USD 161,1 millones en el año fiscal 2022.

Marruecos dio continuidad al PMV con la iniciativa de diez años llamada Generación Verde 2020-2030 destinada a robustecer la resiliencia y la sostenibilidad de la producción agrícola para la exportación y el consumo interno, al mismo tiempo que eleva a 400.000 hogares a la clase media. Para alcanzar satisfactoriamente estos objetivos, Marruecos deberá aminorar su vulnerabilidad al impacto del cambio climático y las sequías. Las altas temperaturas y las condiciones de sequía prolongada están provocando la degradación de la tierra, donde casi la mitad del territorio marroquí sufre la erosión del suelo.

El PMV dispuso un total de 542.000 hectáreas bajo el método de riego por goteo, comparado con las 128.000 existentes en 2008. De esta vasta franja de tierra irrigada se desprende al menos la mitad del crecimiento del PIB agrícola desde el lanzamiento del PMV. En 2019, las tierras de regadío generaron el 75% de las exportaciones agrícolas de Marruecos. Sin embargo, solo el 16% de la tierra cultivable del reino está irrigada por represas locales, haciendo del cultivo de cereales una producción cambiante y vulnerable a fenómenos meteorológicos.

Al igual que Túnez y Argelia, las grandes y gastadas represas marroquíes son afectadas por la gradual sedimentación que está alcanzando los 75 millones de metros cúbicos por año. En febrero de 2021, Rabat anunció la construcción de cinco nuevas grandes presas con una capacidad de almacenamiento total de 525 mm3 como parte de la fase 2020-27 de su plan nacional para el manejo de recursos hídricos, que busca aumentar la capacidad total de las represas a 27 mil millones de metros cúbicos. Rabat ya tiene listo, también, el 65% de la construcción de una nueva planta desalinizadora de agua de mar en Agadir, la cual suministrará agua potable y agua para el riego de sembradíos.

Conclusiones

Existen soluciones para la inseguridad alimentaria del Magreb pero estas no son rápidas ni fáciles de aplicar. La tecnología agrícola, incluido el riego de precisión que funciona con fuentes de energía renovables, contribuiría en gran medida a mejorar la producción agrícola de la región, especialmente si se combina con mecanismos de gestión del agua de última generación. La desalinización del agua es un proceso que consume mucha energía y podría resultar en mayores costos de energía o requerir de fuentes renovables adicionales. Todas estas medidas necesitan de una importante inversión de capital. El Plan Nacional del Agua de Marruecos 2020-2050, que contempla la construcción de nuevas presas y plantas de desalinización, así como la expansión de las redes de riego, entre otras medidas para promover la agricultura sostenible y la preservación de los ecosistemas, tiene un costo aproximado de  USD 40 mil millones.

Si bien una perspectiva holística es óptima, medidas más limitadas podrían generar impactos positivos significativos. La expansión del riego es esencial para impulsar la producción de cereales en todo el Magreb. En Argelia, únicamente el 43% de la tierra agrícola bajo riego está sembrada con cereales. A finales de 2020, Argel dio a conocer una hoja de ruta 2020-24 que pretende reducir los gastos de importación de alimentos claves. En el sector del trigo, se espera que la modernización del sistema de riego propuesta duplique o triplique la producción actual, incrementando los cultivos a más de 7 millones de toneladas métricas de trigo por año para 2024.

Además, los países del Magreb necesitan reforzar sus reservas alimentarias. Argelia apunta a construir 31 silos que tendrían la capacidad de almacenar 670.000 toneladas métricas adicionales. El 8 de octubre de 2021, el rey Mohammed VI de Marruecos contempló el tema como una prioridad nacional en un discurso televisado en el que, también, inauguró el nuevo parlamento del país. En su discurso, el rey “insistió” en que Marruecos necesita un “sistema nacional integrado” de reservas estratégicas para alimentos esenciales, medicinas y recursos energéticos con el fin de responder a los impactos de futuras crisis mundiales de suministros y otras emergencias. Túnez, que ha sido comparativamente más lento tomando medidas para frenar la inseguridad alimentaria, firmó un acuerdo en enero de 2021 con la FAO para monitorear la situación de seguridad alimentaria del país.

Las necesidades del Magreb abren la puerta para que EEUU y sus aliados europeos intensifiquen sus alianzas con Túnez, Argelia y Marruecos -participando en nuevas áreas de cooperación que, en algunos casos, podrían mejorar las relaciones. Frente a la ausencia de un compromiso proactivo por parte de los miembros de la comunidad transatlántica, es probable que China, las monarquías árabes del Golfo y otras naciones llenen el vacío y aumenten su influencia en la región.

La comunidad internacional no debe ignorar la crisis de cereales de 2021 en el Magreb. La escasez de suministros reflejan las graves fragilidades estructurales de los sistemas alimentarios en Túnez, Argelia y Marruecos que, en últimas, son causadas por la falta de medidas adecuadas para tratar la creciente escasez de agua y el cambio climático. El costo de la inacción o de la falta de acción podría ser bastante alto pues, sin políticas apropiadas, la crisis podría desencadenar en inestabilidad social y política.

Si bien algunas de las políticas necesarias han comenzado a implementarse, una buena gobernanza determina el éxito de los esfuerzos en Túnez, Argelia y Marruecos. Existen soluciones para mejorar la inseguridad alimentaria del Magreb, pero como es probable que los precios mundiales de los alimentos sigan aumentando en 2022, a medida que se intensifican los retos para la producción agrícola provocados por el clima, Túnez, Argelia y Marruecos -junto con sus socios internacionales- tienen poco tiempo para perder si de evitar consecuencias catastróficas se trata.

 [Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

Michaël Tanchum es miembro no-residente del Programa de Economía y Energía del Middle East Institute y enseña en la Universidad de Navarra.

N.d.T: El artículo original fue publicado en MEI en noviembre de 2021.