Saltar al contenido

El Interprete Digital

Crece la organización laboral entre los petroleros iraníes

Por Mohammad Ali Kadivar, Peyman Jafari, Mehdi Hoseini y Saber Khani para Middle East Research and Information Project

Vista de la capital iraní, la ciudad de Teherán. [Ensie & Matthias/Creative Commons]

El 19 de junio de 2021, un día después de las elecciones presidenciales en la República Islámica de Irán, comenzó una ola de huelgas laborales. Su fin fue exigir salarios más altos, estabilidad laboral y mejores condiciones de seguridad y salud en las industrias del petróleo, el gas y la petroquímica iraníes.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

Las noticias electorales desviaron la atención de las huelgas durante los primeros días. Sin embargo,  a medida que la ola de paros se extendió a nuevas refinerías y regiones petroleras y petroquímicas, una serie de grupos sociales y políticos comenzaron a tomar nota. Debido a su tamaño, extensión geográfica y fuerza organizativa relativa, estas acciones adquirieron una ventaja política. 

Además, sus quejas y demandas están resonando en grandes sectores de la población trabajadora y reviviendo la memoria política del papel especial que los trabajadores petroleros ocuparon en acontecimientos históricos en torno a la revolución iraní de 1978-1979. Lo más importante es que, por más que las protestas de enero de 2018 y noviembre de 2019 —que resultaron de una movilización espontánea en torno a un tema nacional— fueron pequeñas, el alcance de estas últimas medidas petroleras fue facilitado por la coordinación nacional.

La dinámica de las huelgas petroleras de este verano es notable por al menos cuatro razones. En primer lugar, esta ola de protestas de los trabajadores contratados y temporales muestra cómo aprendieron de sus luchas anteriores y la experiencia acumulada en la consecución de sus demandas. Una estimación de 2011 sitúa el número oficial de trabajadores en la industria petrolera en 90.000 y los trabajadores informales en 160.000 (64 por ciento del total). 

Otro estimado señaló que los trabajadores subcontratados constituyen el 75 por ciento de la fuerza laboral. (1) Aunque no hay cifras oficiales del número de huelguistas, se estima que unos 10.000 trabajadores acompañaron a las huelgas en un inicio, algo sin precedentes desde las huelgas petroleras masivas a fines de 1978. Un número significativo de trabajadores subcontratados acumularon experiencias, que les permiten aprender de luchas anteriores para organizar huelgas de manera más eficaz y mantenerlas durante un período más largo. Esta ventaja es en parte resultado de la continuidad relativa del activismo laboral en la industria petrolera. 

Por ejemplo,el año pasado surgió una huelga similar entre los trabajadores subcontratados, y se produjeron protestas durante la mayoría de los últimos años. La naturaleza de esta industria también facilitó el proceso de aprendizaje entre los trabajadores petroleros, dado que la concentración relativamente grande de empleados provenientes de lugares remotos como Asaluyeh, en la provincia de Bushehr, en instalaciones recientemente construidas.

Figura 1. El mapa de 2020 cubre las huelgas notificadas del 1 de agosto al 6 de septiembre de 2020. El mapa de 2021 comprende las huelgas del 19 de junio al 2 de agosto de 2021. Las fuentes de datos brutos de estos mapas son artículos de noticias publicados en Hrana, Akhbar-e Rooz y Radio Zamaneh.

En segundo lugar, al igual que el año pasado, los trabajadores temporales formaron un comité coordinador de huelgas en varios sitios de la industria petrolera. Como se ilustra en la Figura 1, la extensión geográfica de los paros es impresionante. Involucró 102 fábricas y refinerías y 39 condados, del 19 de junio al 11 de julio. Este proceso se extendió más que el ocurrido en agosto de 2020, que abarcó 42 sitios en 17 condados durante aproximadamente dos meses.

El comité es particularmente importante porque la industria petrolera es un sector altamente securitizado y vigilado, y el Estado reprime a las organizaciones laborales independientes. Sin embargo, los trabajadores subcontratados formaron organizaciones laborales autónomas a través de medios inventivos, como la creación de una organización coordinadora y la celebración de reuniones locales. 

En algunos casos, los trabajadores invitaron a las autoridades a presentar demandas en sus reuniones en lugar de enviar representantes laborales. Estas reuniones son importantes para sostener las protestas, pero también para cultivar una cultura democrática radical de abajo hacia arriba.

En tercer lugar, gracias a esta fuerza organizativa, las huelgas se coordinaron en diferentes localidades. Durante los últimos años, se produjeron numerosas protestas mensualmente. Sin embargo, a pesar de su gran número y demandas similares, esas protestas a menudo eran independientes entre sí. Ocasionalmente, docentes, camioneros o jubilados coordinaron manifestaciones el mismo día en diferentes ciudades, aunque por lo general no duraron mucho. 

La coordinación y la continuidad resultante de las huelgas de este verano se pueden comparar con las protestas que estallaron unas tres semanas antes en la provincia de Juzestán, el 15 de julio, por la mala calidad del agua. Por su intensidad y ubicación en espacios urbanos, esas movilizaciones ganaron mucha más atención en los medios y en la opinión pública que las acciones petroleras. Los reclamos por el agua no duraron más de diez días, ya que enfrentaron una severa represión del gobierno. En cambio, las huelgas petroleras duraron más, entrando en su novena semana.

Una cuarta característica notable de las huelgas es su alto nivel de solidaridad visible. Inicialmente, los trabajadores formales del sector manifestaron su apoyo y solidaridad con los empleados temporales. Conforme recibieron más atención en los medios, otros grupos sociales y políticos también emitieron declaraciones de apoyo a la ola de protestas. Entre estos grupos se incluyen: los trabajadores del acero en Ahvaz; el Sindicato de Trabajadores de Teherán y la Compañía de Autobuses Suburbanos; el Consejo de Jubilados; el Sindicato de Trabajadores de la Caña de Azúcar de Haft Tappeh; la Asociación de Maestros de Eslam Shahr y Teherán, un grupo de abogados y diferentes grupos de la oposición política dentro del país y entre la diáspora exiliada. Organizaciones sindicales en Suecia, Canadá y Francia también manifestaron su apoyo. 

Si bien las protestas obreras y de otros grupos sociales fueron frecuentes en los últimos años, este nivel tan alto de apoyo social y político no tiene precedentes. Por ejemplo, cuando los petroleros realizaron su huelga el año pasado al mismo tiempo que las protestas de otros grupos, como jubilados y docentes, éstos no se conectaron y no se presentó el nivel de respaldo social como el que hoy experimentan.

Los trabajadores rechazan el neoliberalismo autoritario

Debido a su tamaño, alcance y dinámica, las huelgas petroleras atrajeron mucha atención política, tanto de la élite política iraní como de la oposición. El Ministerio de Petróleo declaró que las demandas de los trabajadores temporales están fuera de su jurisdicción y deben dirigirse a las empresas contratantes. 

El presidente Hassan Rouhani también dijo que el problema “no tiene nada que ver con la industria petrolera”. Muchos funcionarios iraníes, particularmente a nivel regional y local, simpatizaron con los trabajadores contratados en huelga y culparon a contratistas codiciosos por sus malas condiciones. Del lado de la oposición, de izquierda a derecha, dentro o fuera del país, el apoyo a las huelgas petroleras fue universal. Entre las figuras opositores y de organizaciones de derecha, las malas condiciones laborales suelen atribuirse a la mala gestión, el amiguismo y la corrupción. Sin duda, estos factores influyen. 

En la industria petrolífera, por ejemplo, a menudo se otorgan contratos a empresas vinculadas a la Guardia Revolucionaria u organizaciones benéficas, aunque también hay cientos de empresas privadas que operan en este sector. (2) La narrativa, tanto del gobierno como de la oposición, ignora hasta qué punto la difícil situación de los trabajadores subcontratados está conectada con las fuerzas globales sistémicas que dieron forma a las decisiones políticas iraníes y en otros lugares.

Después del fin de la guerra Irán-Irak en 1988, el gobierno iraní, en línea con las tendencias globales, adoptó cada vez más prácticas neoliberales como la privatización y la subcontratación de la fuerza laboral. En el pasado, los trabajadores del sector eran empleados del Ministerio de Petróleo iraní. Sin embargo, con la expansión de la subcontratación, el Ministerio ahora recurre a contratistas privados. Éstos emplean trabajadores de manera temporal sin los beneficios ni seguros otorgados en el sector estatal ni las protecciones que brindan las leyes laborales aplicadas a contratos permanentes. Este sistema hace que la contratación y el despido sean convenientes para los empleadores, lo cual no proporciona mucha estabilidad laboral a los trabajadores. (3)

Como resultado, Irán fue testigo del surgimiento de una forma de neoliberalismo que no es única, sino que es una manifestación de su posición dentro del orden económico global. Aunque las organizaciones laborales independientes están prohibidas y las protestas se encontraron con medidas represivas  —factores que hacen que este modelo sea autoritario, como las relaciones Estado-sociedad en general en Irán— el neoliberalismo iraní está marcado por la hibridación y períodos de apertura y cierre. (4) Como resultado, todavía hay organizaciones en funcionamiento. Entre ellas están los consejos y asociaciones laborales islámicos aprobados por el Estado, así como una plétora de sindicatos independientes más pequeños, que pese a todas sus limitaciones tradujeron las presiones desde abajo hacia el Estado. Esta hibridación también se extiende a las políticas neoliberales, moldeadas por la intervención estatal en la economía y una red de políticas sociales como subsidios y seguros.

Al expresar sus demandas, los petroleros están rechazando el neoliberalismo autoritario del Estado iraní. En su primera declaración, los trabajadores temporales en huelga exigieron salarios más altos, un salario mínimo mensual de 480 USD, o 120 millones de riales iraníes (IRR), pagos a tiempo y contratos permanentes. También se opusieron a las condiciones de trabajo peligrosas, pidieron medidas de seguridad más estrictas y exigieron diez días libres por cada 20 días hábiles. Finalmente, demandaron el fin de las medidas punitivas contra sus actividades y enfatizaron su derecho a formar organizaciones autónomas y a reunirse libremente.

La respuesta estatal al aumento de las protestas

El contrato social populista del Irán posrevolucionario — a través de la cual partes de la clase trabajadora y los sectores urbanos pobres se incorporaron al sistema sociopolítico de la República Islámica— se está desmoronando. 

Al empeoramiento de las condiciones económicas  —debido a la corrupción, las políticas internas y las sanciones estadounidenses— se suma el debilitamiento de los grupos e instituciones políticas y sociales que canalizan las presiones sociales. Con todo ello, se dio un aumento constante en el número de protestas con demandas cada vez más radicales. La acumulación de crisis políticas y socioeconómicas en el país, incluyendo los fracasos en el manejo de la pandemia de COVID-19, está socavando la eficacia y la capacidad de respuesta del sistema político y sus instituciones. 

Mientras tanto, la expansión de la privatización y la subcontratación laboral dio lugar a huelgas y protestas de trabajadores de diversos sectores económicos. La Figura 2 muestra el número total de protestas de trabajadores manuales, como los pertenecientes al sector industrial y de la construcción, junto a otras protestas organizadas por profesionales (como enfermeras o docentes), jubilados, autónomos y desempleados. 

También se hallan acciones de ciudadanos que protestan por cuestiones ajenas al trabajo, como la degradación ecológica, los recortes de subsidios o la situación general de la República Islámica. Las cifras son mensuales  —desde marzo de 2015 hasta marzo de 2020 — y se basan en informes de la Agencia Nacional de Noticias Laborales iraní (ANNL) donde se utilizaron la palabra ‘trabajador’, generalmente aplicada a obreros manuales. 

Como muestra la Figura 2, las protestas de este sector representan una gran proporción del total de manifestaciones en el país. En promedio, la ANNL informó de alrededor de 36 manifestaciones de todo tipo y 21 de trabajadores manuales por mes. En total durante este período, hubo 2183 protestas (427 por año); las acciones obreras representan el 57 por ciento. En términos de su distribución geográfica, en promedio alrededor de 16,5 condados reportaron tener una manifestación por mes. De estos, en 11,4 (69 por ciento) los eventos fueron de carácter obrero. Durante todo el período de cinco años, 165 de un total de 429 condados informaron de al menos una protesta. De estos 165 condados, en 126 (76 por ciento) hubo acciones de trabajadores. [Figura 3]

Figura 2. Protestas mensuales reportadas por la ANNL.

Figura 3. Número mensual de condados con protestas reportadas por la ANNL.

No solo las protestas son más frecuentes, sino que el Estado también demostró su capacidad para intervenir a través de las instituciones existentes, como los consejos locales de ciudades y pueblos y los consejos y asociaciones laborales islámicas. Aunque su eficacia se vio debilitada, su número aumentó de unos 2.000 en 1990 a más de 5.000 en 2010, llegando a más de 10.000 en 2018. (5) 

Los funcionarios estatales suelen utilizar estas y otras instituciones para canalizar las demandas obreras, a través de negociaciones ordenadas, como se dio en las huelgas petroleras recientes. Además, el gobierno y sus contratistas intimidaron a los trabajadores con despidos, listas negras y vigilancia por parte de las fuerzas de seguridad. También apuntaron a crear divisiones entre trabajadores al iniciar negociaciones, alentar el establecimiento y la participación de consejos laborales islámicos y hacer concesiones.

El 19 de junio, cuando los trabajadores subcontratados iniciaron sus huelgas, esperaban verse acompañados por los trabajadores oficiales de la industria petrolera. Estos últimos ya habían organizado sus propias protestas en Teherán, Ahwaz y Asaluyeh el 26 de mayo para exigir mejores condiciones de empleo.  Anunciaron que reanudarían sus manifestaciones el 30 de junio si el gobierno no cumplía con sus demandas. 

Sin embargo, tras las acciones de los subcontratados, los funcionarios gubernamentales reaccionaron rápidamente para negociar con los trabajadores oficiales: la Comisión de Energía del Parlamento comenzó a investigar el tema y el presidente Rouhani declaró que el gobierno fijaría sus salarios. Los consejos laborales islámicos de trabajadores permanentes en el sur de Irán también aumentaron sus actividades, peticionando al parlamento y al jefe de la judicatura, Ebrahim Raisi, electo presidente en junio.

Al mismo tiempo, los funcionarios locales organizaron activamente reuniones con trabajadores contratados en huelga, prometiendo resolver sus problemas y presionar a las autoridades en Teherán. Aunque los funcionarios estatales habían expulsado incluso a los consejos laborales islámicos de la industria petrolera en las últimas dos décadas, comenzaron a traerlos de regreso en respuesta a las recientes huelgas petroleras. Algunos funcionarios plantearon la idea de reorganizar la oficina de relaciones laborales, controlada por los empleadores en Asaluyeh, en un Consejo Laboral Islámico para proporcionar a los trabajadores un canal oficial para las negociaciones. Sin embargo, el Consejo Organizador de las Protestas de Trabajadores Petroleros Contratados, políticamente independiente, se opone a estas iniciativas y se presenta como la única organización genuina de trabajadores formales. 

La cuarta declaración de los huelguistas dice: “Declaramos que el establecimiento de consejos islámicos o cualquier otra entidad como organizaciones de trabajadores ‘independientes’ por parte del gobierno es una acción contra los trabajadores y no es la respuesta adecuada para nosotros. El historial de los consejos islámicos y otras organizaciones títeres como ellos es claro. Estas organizaciones siempre fueron una herramienta para controlar a los trabajadores y para servir a los empleadores. ¿No son suficientes los 40.000 miembros del personal de seguridad de la industria petrolera para que ahora también quieran agregar consejos islámicos?”. (6)

Estos intentos de reintroducir los consejos islámicos en la industria petrolera demuestran la importancia de las organizaciones intermediarias entre el Estado y los trabajadores. Sin embargo, la rutinización de las protestas se ve socavada permanentemente por la falta de voluntad y la incapacidad de los funcionarios públicos para institucionalizar las protestas laborales y hacer concesiones significativas. Esta situación genera una dinámica donde las protestas laborales aparecen continuamente fuera de los canales oficiales y transgreden los límites del sistema político. También crea serias divisiones entre activistas obreros, debido a sus diferentes puntos de vista sobre estrategias y tácticas. El Consejo para la Organización de Protestas de Trabajadores Petroleros Contratados, por ejemplo, siguió un enfoque radical que pide la continuidad de las huelgas, la organización de asambleas, y protestas hasta que se cumplan todas sus demandas y elevar reclamos políticos. 

Sin embargo, otra organización, el Grupo de Entubado y Proyectos de Irán, organizó las huelgas de trabajadores subcontratados el año pasado, e hizo hincapié en los aspectos socioeconómicos de las demandas, alejándose de planteos más políticos. Así, buscaron reducir el riesgo de represión y aumentar la disposición de más trabajadores a unirse.

¿Cómo deben interpretarse todos estos desarrollos? ¿Las protestas se están volviendo rutinarias dentro del sistema político existente o son, como creen algunos medios y partidos políticos opositores, un preludio de un levantamiento mayor? Enmarcar las huelgas de esta manera dicotómica corre el riesgo de ignorar las demandas y padecimiento de los trabajadores y la variedad de opiniones entre ellos. Las protestas se volvieron una práctica común en la sociedad iraní, pero el gobierno retrocedió y trató de restringir estas actividades al prohibir los sindicatos independientes.

Sin embargo, la afirmación de que las huelgas petroleras representan un paso inevitable hacia un movimiento revolucionario que apunta a derrocar al Estado ignora tanto los procesos que aún median en múltiples niveles entre el Estado y la sociedad. También ignora los límites reales de las huelgas actuales. 

Las protestas revivieron recuerdos de aquellos paros petroleros que jugaron un papel importante en la caída de la monarquía en 1978-1979. Dada la importancia económica del sector —la renta petrolera constituye una parte significativa de los ingresos del gobierno—, estas acciones podrían adquirir una importancia estratégica si realmente detienen la producción de petróleo. Sin embargo, para que eso suceda, los trabajadores oficiales de la industria petrolera, en particular quienes trabajan en los pozos y los departamentos de proceso de las refinerías, tendrían que participar de la huelga. Esto no es fácil debido tanto a la estructura de la industria como a la acciones de funcionarios. Esos obstáculos pueden superarse, pero solo si existe un movimiento de masas que les dé a estos trabajadores la confianza para emprender acciones de protesta, como ocurrió durante la revolución de 1978-79.

El movimiento de protesta contra la monarquía estalló en áreas urbanas desde enero hasta el verano de 1978. Inspirados por las protestas callejeras, diferentes trabajadores y empleados estatales también se declararon en huelga durante el otoño de 1978. Entre estas huelgas, las acciones de trabajadores de la Compañía Nacional de Petróleo fueron clave ya que detuvieron la producción y distribución de petróleo del país. La participación de los empleados formales fue crucial para estas huelgas, y solo en las últimas etapas se unieron los trabajadores del proceso en las refinerías. 

Aunque el número de contratados no era tan alto como hoy, esos trabajadores también estaban en huelga demandando ser empleados oficialmente por la industria petrolera. Las divisiones entre los trabajadores de cuello azul y de cuello blanco y los trabajadores oficiales y subcontratados fueron un serio obstáculo en 1978 como lo son hoy.

La situación es muy diferente hoy en día. Los trabajadores petroleros oficiales no realizaron huelgas, los trabajadores subcontratados tienen principalmente demandas socioeconómicas y no existe un movimiento revolucionario de masas organizado. Obviamente, la crisis política y económica en el país influyó en las huelgas actuales. Las protestas podrían involucrar a trabajadores oficiales y extenderse a otros sectores también en el futuro. Por lo tanto, es importante apreciar la naturaleza contingente y fluida de estos eventos, en lugar de concebirlos como repeticiones del pasado o proyectar sobre ellas objetivos políticos particulares en un acto de deseo.

Si bien los observadores externos de diferentes inclinaciones políticas contemplaron las posibles consecuencias de las huelgas, la undécima declaración del Comité Coordinador presenta una de las evaluaciones más importantes de los logros de su campaña. El comunicado menciona concesiones ya ofrecidas por los contratistas sobre aumento salarial y la visibilización de la mala calidad de los alimentos para los trabajadores contratados. 

Además, la declaración señala cómo las huelgas lograron en parte romper la atmósfera fuertemente securitizada de la industria petrolera. Finalmente, se menciona la emergencia del poder organizativo de los trabajadores como su principal logro hasta el momento: “Lo más importante es que experimentamos nuestro gran poder como trabajadores, y esto nos coloca en una posición más fuerte para perseguir nuestras demandas. Particularmente, logramos formar un consejo organizador que sea el verdadero representante de los trabajadores”. (7)

Las huelgas petroleras son representativas de una tendencia importante en Irán: el crecimiento de las protestas laborales. Es demasiado pronto para sacar una conclusión definitiva sobre su resultado, pero, como indican los propios trabajadores, podrían contribuir a la formación de nuevas organizaciones obreras. Más allá del movimiento sindical, la convergencia de la protesta sindical y la movilización política más amplia en 1978-1979 sugieren que estas dos tendencias de protesta en curso en el país pueden informarse y apoyarse mutuamente.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

Mohammad Ali Kadivar es Doctor en Sociología por la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y Magíster en Ciencia Política por la Universidad de Teherán. Es Profesor Asistente en Sociología y Estudios Internacionales en el Boston College.

Peyman Jafari es Doctor en Historia por la Universidad de Leiden y Magíster en Ciencia Política por la Universidad de Amsterdam. Es investigador asociado postdoctoral en el Centro Bijan y Sharmin Mossavar Rahmani de Estudios de Irán y el Golfo Pérsico de la Universidad de Princeton.

Mehdi Hoseini es estudiante de sociología en el Boston College.

Saber Khani es Magíster en Sociología por la Universidad de Western Illinois y estudiante de Doctorado en Sociología en el Boston College.

Referencias

(1) Mohammad Maljoo, “Temporalization of Labor Force Contracts in the Oil Industry After the War” Negah-e No Quarterly 105 (2015). (en persa)

(2) Frederic M Wehrey et al., The Rise of the Pasdaran: Assessing the Domestic Roles of Iran’s Islamic Revolutionary Guards Corps (Santa Monica, CA: RAND National Defense Research Institute, 2009).

(3) Maljoo, “Temporalization of Labor Force Contracts in the Oil Industry After the War”.

(4) Peyman Jafari, “Impasse in Iran: Workers versus Authoritarian Neoliberalism” If Not Us, Who? Workers Worldwide against Authoritarianism, Fascism and Dictatorship (Hamburg: VSA, 2021).

(5) Peyman Jafari, “Impasse in Iran: Workers versus Authoritarian Neoliberalism”, p. 145.

(6) The Organizing Committee of the Protests by Oil Contract Workers, “We Don’t Want Islamic Councils; The Response of Oil Temporary Workers to Raisi’s Proposal,” Akhbar-e Rouz, July 3, 2021. (en persa)

(7) The Organizing Committee of the Protests by Oil Contract Workers, “The 11th Statement; Where Are We in Our Strikes?” The Organizing Committee for The Strike of the Oil Contract Workers Telegram, July 25, 2021. (en persa).

N.d.T.: El artículo original fue publicado por MERIP el 25 de agosto de 2021.