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El Interprete Digital

Conoce a la DJ palestina que desató una tormenta política

Por Ziad Al Qattan para The New Arab

DJ Sama en un festival organizado por el Instituto Cultural Franco-Palestino. [Aurélia Mazoyer/Creative Commons]

Sama Abdulhadi, también conocida como DJ Sama, fue arrestada por la Autoridad Palestina (AP) el 27 de diciembre, un día después de alojar un evento de música tecno dentro del complejo que alberga el santuario del profeta Moisés. Abdulhadi está acusada de profanar un espacio religioso y violar los protocolos de COVID-19. Sama, de 30 años, fue encarcelada durante ocho días y fue liberada bajo fianza el 3 de enero. Permanece vedada de viajar internacionalmente y se enfrenta a hasta dos años de prisión si se la prueba culpable.

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“No fue una fiesta. No había drogas ni alcohol. Fue un aburrido set de filmación y mis amigos estaban ahí como extras. Ni siquiera estuvimos en la mezquita, y teníamos permiso de las autoridades”, dijo Sama a The New Arab.

El estado cultural y/o religioso del Maqam Nabi Musa, como es conocido en árabe, es ambiguo. La estructura del siglo XV contiene una mezquita, pero también un albergue, un restaurante y una plaza con estilo de bazar, donde en realidad tuvieron lugar la filmación y el set de DJ.

Sama había sido encargada por el grupo Beatport de EE. UU de producir una serie de videos musicales en lugares de importancia cultural e histórica alrededor de los territorios palestinos ocupados. Los correos electrónicos publicados por el servicio en árabe de The New Arab, Al Araby Al Jadeed, confirman que el evento había sido impulsado por Jehad Yasin, Director General de Museos y Antigüedades en el Ministerio de Turismo de la AP, que supervisa el sitio.

Todo estaba bien, parecía, hasta que el rodaje fue interrumpido por un grupo de hombres jóvenes no identificados, armados con bastones, a quienes se escuchó gritando: “¡Salgan! ¡Esto es una mezquita!” No queriendo escalar la situación, Sama, el equipo, y sus amigos empacaron y se fueron, esperando que este fuera el fin del asunto.

Sin embargo, los videos del acalorado altercado se extendieron rápidamente en línea, junto con falsos rumores sobre ‘bailarines desnudos’ y drogas y alcohol en el evento. “Estuve recibiendo amenazas de muerte desde ese día”, cuenta Sama.

Temerosos de una reacción pública, los oficiales de la AP se apuntaron el dedo entre ellos, o, como el ex Ministro de Educación, Sabri Saidam, trataron de capitalizar la controversia borrando  los sentimientos religiosos para obtener ganancias personales.

El primer ministro Mohammed Shtayyeh anunció la designación de un comité de investigación. Sin embargo, informes en el periódico de Al Quds revelaron que algunos funcionarios, incluidos ministros, se habían negado a siquiera presentarse para ser interrogados, generando dudas sobre la integridad de la investigación.

Al mismo tiempo, muchos se alinearon en apoyo de Sama, incluidos los miembros de varios grupos de la sociedad civil. En una publicación de Facebook, el grupo de derechos humanos Al Haq condenó el encarcelamiento ‘ilegal’ de Sama. Mientras tanto, una petición en el sitio web change.org llamando a su inmediata liberación reunió más de 100.000 firmantes.

Tras una investigación inicial de la policía, el fiscal recomendó que Sama fuera excarcelada pero, sorprendentemente, el 29 de diciembre, un juez extendió su detención por 15 días adicionales.

“Parece que había presión desde arriba, de lo contrario habrían seguido la recomendación del fiscal y liberado a Sama antes”, sugirió un abogado palestino a The New Arab. Por su parte, la AP afirmó que estaban reteniendo a Sama por su propia seguridad.

Independientemente del resultado de su juicio, los desafortunados eventos que rodean el arresto de Sama revelan un conjunto de tensiones más profundo.

En los últimos años, el estrangulamiento de Israel sobre la Cisjordania ocupada se estrechó, particularmente en el Valle del Jordán, donde se encuentra el complejo de Nabi Musa, un área que Israel abiertamente manifestó que desea anexar permanentemente.

Durante décadas ya, los palestinos vieron cómo sitios de importancia cultural, histórica y religiosa, les fueron lentamente quitados. La ira y el resentimiento hacia el status quo se estuvieron construyendo durante años, los sentimientos exacerbados por un proceso de paz moribundo, niveles de vida en caída y ahora el COVID-19.

En este contexto, parte de esta ira puede haber sido dirigida a Sama. El viernes posterior a su arresto, hombres palestinos oraron en el santuario afirmando el estatus islámico del sitio. También quemaron muebles y colchones del albergue, en una aparente sugerencia de que habían sido manchados por Sama y sus amigos.

Unos días después, colonos judíos armados fueron filmados en el Maqam, solo que esta vez la reacción de los palestinos fue comparativamente silenciada. “¿Dónde están los musulmanes?” pregunta el hombre detrás de la cámara.

Mientras que las represalias contra los colonos de la ocupación o armados son difíciles y peligrosas, Sama fue un objetivo fácil. Como mujer de una familia notable palestina fue un chivo expiatorio, un miembro de una élite privilegiada que se percibe que vive a lo grande mientras que la despojada mayoría sufre el embate de la ocupación y la pobreza.

¿Sama debería haberlo pensado mejor? “No”, insiste ella. “Nunca había estado en Nabi Musa antes ni había oído hablar de ella. Me acababan de contar que había un albergue y estaba bien filmar ahí”. Esto es plausible: el sitio había caído en mal estado en los últimos años, convirtiéndose en un centro de rehabilitación de drogas hasta que fue renovado por la AP con la ayuda del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Unión Europea (UE) en 2019.

Si bien no tiene remordimientos, Sama insinúa cierta empatía con sus críticos. “Nunca supimos cuánto vivimos en una burbuja. Nosotros [palestinos] estamos separados por la ocupación a un punto en el que ya no nos conocemos”, comenta.

En cuanto a los jóvenes que se colaron en el evento, están siendo reclamados por una serie de facciones y grupos políticos, pero se sabe muy poco sobre su verdadera identidad. “Dijeron ser de Shuafat,” un campo de refugiados pobre de Jerusalén Oriental, dijo un asistente, pero lo que esto significa social o políticamente aún no está claro.

La controversia también provocó un debate sobre lo que constituye la cultura ‘nacional’. Muchos parecían haberse enojado más por el género tecno en sí mismo que por la supuesta ‘profanación’ del santuario, donde históricamente se interpretó siempre música durante el festival religioso anual de Nabi Musa. De hecho, en la ceremonia de reapertura del santuario en 2019, a la que asistió el Primer Ministro Shtayyeh, también se tocó música en vivo, aunque de una vertiente más tradicional.

Sin embargo, la escena de música en vivo alternativa en Palestina hoy se limita a los enclaves de la clase media y alta de Ramallah y Belén, y el tecno sigue continúa en gran medida ‘bajo tierra’, según Sama.

A los puritanos culturales, que niegan que su arte sea palestino o árabe, Sama dice sarcásticamente: “El tecno es Amr Diab [n.d.t.: cantante y compositor egipcio] sin la voz. Es música electrónica, que ya está en todas partes en la música árabe”, señala.

Comprensiblemente, se siente herida y traicionada: “Cuando toco en grandes festivales en Europa, soy la única palestina. Siempre estuve orgullosa de eso. Nunca recibí mensajes de odio. Me sorprende que la primera vez que esto sucede, proviene de dentro de Palestina, de palestinos”, explica.

En cuanto a lo que viene, Sama tiene la intención de terminar los proyectos que comenzó, pero obviamente está agitada.

“Todavía estoy confundida. Estuve teniendo sentimientos retorcidos. Estoy en una encrucijada. Un camino a la luz, y otro a la oscuridad”, agrega.

Sama Abdulhadi fue sin duda atrapada en medio de una tormenta social, cultural y política más amplia, de la que es solo una parte. En el estado actual de caos y anomia de Palestina, las historias como la de ella encuentran un terreno fértil para crecer y extenderse fuera de control, dejándola en el fuego cruzado, pero revelando una sociedad profundamente dividida que vive un momento de transición y crisis.

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Ziad Al Qattan es Magister en Filosofía con especialización en Estudios Modernos de Medio Oriente por la Universidad de Oxford. Además, es periodista independiente y actualmente realiza una pasantía de investigación sobre asuntos públicos en la consultora Maitland/AMO.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por The New Arab el 28 de enero de 2021.