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El Interprete Digital

Sionismo liberal: Un pilar del proyecto colonial de los colonos israelíes

Por M. Muhannad Ayyash para Al-Shabaka: The Palestinian Policy Network.

Protesta en contra de la Guerra en Gaza, Universidad de Tel Aviv 2009 [Yair Mahalalel/ Creative Commons]

A pesar de las políticas cada vez más derechistas del régimen israelí, el sionismo liberal sigue desempeñando un rol dominante en la ideología sionista. Cumple la función específica y crítica de proporcionar al proyecto colonial de los colonos un barniz de civilización occidental ilustrada y de política democrática y progresista.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

A pesar de las políticas cada vez más derechistas del régimen israelí, el sionismo liberal sigue desempeñando un papel dominante en la ideología sionista. Cumple la función específica y crítica de dotar al proyecto sionista del barniz de la civilización occidental ilustrada y de una política democrática y progresista. Como resultado, el régimen israelí rara vez es descrito en los círculos occidentales dominantes como lo que es: un Estado colonial de colonos que practica el apartheid. [1]

Políticos y medios de comunicación de todo el espectro político de Europa, Norteamérica y otros lugares describen en gran medida a Israel como la “única democracia de Medio Oriente”, que comparte valores occidentales que lo convierten en un faro para la política progresista en una región que, de otro modo, sería autoritaria e irredimible. Esta retórica se utiliza después para justificar el apoyo desenfrenado de Occidente al régimen israelí, incluso proporcionándole los medios diplomáticos, económicos y militares necesarios para mantener y ampliar su colonización de Palestina.

Aunque las ideologías sionistas de derechas abundan y cuentan con partidarios en todo el mundo, especialmente entre los sionistas cristianos, a los que hay que hacer frente, es fundamental desacreditar el sionismo liberal. Mientras los líderes mundiales y los principales medios de comunicación siguen expresando su preocupación por el gobierno de coalición extremista israelí y piden que se vuelva a la solución de los dos Estados, hay que refutar la idea de que existe una forma liberal de sionismo que merece la pena salvar. Tras definir el sionismo liberal, exponer sus fundamentos coloniales y de apartheid, y ofrecer un estudio de caso de Estados Unidos, este informe político propone un marco orientativo para afrontar e invalidar la noción de sionismo liberal.

Entender el sionismo liberal

El sionismo liberal contemporáneo surge del sionismo laborista, el llamado brazo socialista de izquierdas del movimiento sionista que surgió hace más de un siglo y desempeñó un rol decisivo en la formación del Estado sionista. Desde la creación del Estado, el sionismo liberal surgió en las políticas de los sucesivos gobiernos de izquierdas y en las misiones de organizaciones no gubernamentales, grupos de presión, partidos políticos y redes e instituciones académicas que promueven Israel como un Estado judío liberal. El sionismo liberal disfrutó de hegemonía ideológica durante muchas décadas después de 1948. Como escribe el sionista liberal Yehuda Kurtzer en referencia a los primeros sionistas: “los sionistas triunfantes entendían que lo que estaban haciendo era construir un movimiento político liberal. El liberalismo se coció en el sionismo político que finalmente condujo a la construcción del Estado”.

Al igual que Kurtzer, la mayoría de los analistas israelíes se centran en la interacción entre las ideologías de izquierda y derecha como una cuestión de política intraisraelí e intrajudía. Sin embargo, el sionismo se define mejor a través de las experiencias de sus víctimas: Los palestinos. Desde esta perspectiva, el sionismo liberal sólo puede entenderse como colono-colonial, de raíz y tallo, ya que es directamente responsable de la Nakba de 1948. Aunque el sionismo liberal no es un monolito, sus defensores operaron en los círculos dominantes bajo las siguientes creencias centrales durante décadas: 

1.     El establecimiento del Estado israelí es el único método para garantizar la seguridad judía y resolver el exilio judío;

2.     Los judíos tienen derechos inherentes, bíblicos y soberanos sobre la tierra de Palestina;

3.     El proyecto sionista es un esfuerzo heroico y milagroso que llevó la antorcha de la modernización y la civilización a la llamada tierra de Israel; y

4.     La “Guerra de la Independencia” de 1948 fue necesaria, y los resultados de la guerra -a saber, la expulsión de más de 750.000 palestinos de sus tierras y hogares y la destrucción de Palestina- fueron naturales y deben aceptarse.

No todos los sionistas liberales están de acuerdo con cada uno de los cuatro puntos. Por ejemplo, algunos utilizan un lenguaje muy diferente para el cuarto punto, argumentando que los palestinos se fueron y no fueron expulsados. Sin embargo, en todas sus variantes, la corriente principal de la ideología sionista liberal sostiene que la conquista de Palestina por los colonos en 1948 fue justa, legítima, válida y plenamente justificable. Por lo tanto, no se pueden dirigir críticas serias contra el establecimiento de Israel en 1948.

El sionismo liberal es hostil a las críticas decoloniales palestinas de 1948 y a menudo las tacha de antisemitas para marginarlas y censurarlas. La eliminación de la crítica palestina mediante la noción del “nuevo antisemitismo” se remonta al menos a principios de la década de 1970, cuando el ministro de Asuntos Exteriores israelí del gobierno laborista, Abba Eban, comenzó a impulsar la narrativa de que el antisionismo es antisemitismo. Además, los sionistas liberales utilizan estas creencias fundacionales para criticar la ocupación en 1967 de Cisjordania, incluido Jerusalén Este, y Gaza, al tiempo que evitan cuidadosamente llamar la atención sobre 1948.

Un artículo de opinión publicado en 2023 en el Washington Post por los sionistas liberales Paul Berman, Martin Peretz, Michael Walzer y Leon Wieseltier es una buena ilustración de estas críticas tácticas. Los autores sitúan a Israel desde el momento de su fundación dentro de las “naciones amantes de la libertad” del mundo, argumentando que el nuevo gobierno de derechas de Benjamin Netanyahu “amenaza la posición de Israel en los asuntos mundiales”. La centralidad del problema de la imagen se acentúa al final del artículo, donde insisten en la financiación militar continua y total de Estados Unidos para Israel y piden el apoyo de Estados Unidos para los israelíes que protestan contra el gobierno de coalición de derechas de Netanyahu. 

El “apoyo doble, pero no contradictorio”, como dicen, es de hecho una descripción acertada, pero no porque, como sugieren, protegería la democracia en la batalla global entre “democracia contra autocracia”. Más bien, es porque subyace a esta petición a la administración Biden un reconocimiento implícito de que: (a) lo que se tomó por la fuerza en 1948 sólo puede mantenerse por la fuerza, de ahí la necesidad continua y perpetua de financiación militar independientemente de la ideología política que esté en el poder, y (b) rechazar las políticas expansionistas y anexionistas del nuevo gobierno salvará al Estado judío como Estado para una mayoría judía, impidiendo de manera crucial que la crítica palestina a Israel entre en el discurso dominante.

Esto demuestra que el apoyo de los sionistas liberales a las protestas israelíes de 2023 en los territorios de 1948 no es en absoluto una oposición al proyecto colonial de los colonos del Estado sionista, sino más bien una indicación de su preocupación por que la vía de la derecha pueda desbaratar el barniz liberal del colonialismo de los colonos israelíes. En última instancia, la izquierda y la derecha están de acuerdo en la creación y “defensa” de Israel como Estado para una mayoría judía. 

Por último, es fundamental entender el sionismo liberal como parte integrante de la modernidad colonial. En otras palabras, que la modernidad, concebida como un fenómeno occidental, no puede separarse de las herramientas utilizadas para alcanzarla: La colonización y la esclavitud. No es de extrañar que los sionistas liberales no se comprometan críticamente con los fundamentos violentos y coloniales de las llamadas democracias liberales occidentales. En su lugar, aceptan como sabiduría convencional y como un hecho que la civilización occidental es superior a todas las demás y que cuenta con los sistemas democráticos más avanzados del mundo.

Además, Occidente está difundiendo de forma legítima y global una civilización que se desarrolló endógenamente dentro de Occidente. Un ejemplo de ello es el libro más reciente de Walzer, en el que alaba y promueve la “moral liberal” y el “liberalismo” como “producto de la Ilustración y del triunfo […] del individuo emancipado, una figura occidental”. Sostiene que esta invención supuestamente occidental, de la que Israel forma parte, es necesaria para evitar que nos volvamos “monistas, dogmáticos, intolerantes y represivos”. En el libro está ausente un paradigma decolonial que centre las experiencias y aspiraciones de quienes han sufrido y fueron borrados debido al proyecto colonial occidental. Al separar la civilización de Occidente de lo que Occidente hace, el sionismo liberal justifica, legitima y naturaliza el violento proyecto sionista de colonos-coloniales en la Palestina colonizada y más allá. 

Las políticas de colonos-coloniales y de apartheid del sionismo liberal

Como demuestra la expulsión masiva de palestinos en 1948 y la justificación ideológica y legitimación de esa expulsión a partir de entonces, todas las políticas que surgen dentro del marco del sionismo liberal son coloniales y de apartheid. Fundamentalmente, el establecimiento del Estado sionista en 1948 fue colonialista; requirió la expulsión y desposesión de los palestinos. Poco después, Israel promulgó una serie de leyes de apartheid para hacer permanente la expulsión y comenzar el proceso de judaización de la Palestina colonizada: la Ley del Retorno de 1950, la Ley de Propiedad de los Ausentes de 1950 y la Ley de Nacionalidad de 1952, entre muchas otras.

Como parte de su cuidadosa atención al problema de imagen de Israel, los sionistas liberales evitan un lenguaje que revele esta realidad colonial de los colonos. Por ejemplo, en su crítica al último gobierno de coalición de Netanyahu, Berman, Peretz, Walzer y Wieseltier describen las políticas coloniales de los colonos y de apartheid de Israel como “una campaña cada vez más agresiva” para establecer nuevos asentamientos y “desafíos cada vez mayores” para los ciudadanos palestinos de Israel. Describen además al gobierno de Netanyahu como alentador del “vigilantismo judío extremista” y de los “etnonacionalistas”, advirtiendo que Israel se está acercando a la Hungría de Viktor Orban. En su discurso, Israel se convierte en otra víctima de la ola global de etnonacionalismo que amenaza a las democracias liberales occidentales, algo que otros, como Kurtzer, hacen más explícito para reafirmar la imagen de Israel como una democracia liberal.

Este planteamiento dista mucho de ser cierto. Israel sigue afianzando un sistema que espacial, política, militar, económica y jurídicamente sitúa al colono en una posición superior a la población autóctona. Esto se hace de tal forma que beneficia material y simbólicamente al colono; por un lado, se amplían los asentamientos y, por otro, se indigeniza al colono mientras se desplaza al palestino. En este sentido, el apartheid es un paso más en el continuo de violencia colono-colonial que comienza con la expulsión y el desplazamiento masivos de los indígenas. Es un proceso que elimina la soberanía indígena, sirviendo así como herramienta para cimentar y expandir la conquista colono-colonial.

Dado que los sionistas liberales supuestamente apoyan una solución de dos Estados a lo largo de las fronteras de 1967, en teoría ya no deberían estar interesados en la expansión; de hecho, consideran que la ocupación es peligrosa para el proyecto del Estado judío. Esto se expresa a veces a través de una crítica de las políticas y prácticas de apartheid (sin utilizar el término apartheid) que amplían el Estado israelí desatando un poder totalitario sobre los palestinos. 

Aún así, debe entenderse que este apoyo a una solución de dos Estados se basa en su temor último a una solución de un Estado en la que la soberanía israelí “no oficial” sobre los palestinos se transforme en soberanía israelí “oficial” sobre toda la Palestina colonizada, dejando a Israel con una población palestina significativa que amenace el estatus de Israel como Estado judío. Dado que el sionismo liberal no puede conciliar el sueño sionista de un Estado judío etnocrático con una verdadera democracia, la realidad de un Estado único pondrá al descubierto esta falacia fundacional. De este modo, las políticas de colonos-coloniales y de apartheid están incrustadas en la ideología sionista liberal que se niega a enfrentarse a los hechos de lo que el sionismo es y siempre fue.

Un estudio de caso sobre el sionismo liberal estadounidense

Una de las principales organizaciones sionistas liberales de EE.UU. es J Street, que se describe a sí misma como una organización “pro-Israel, pro-paz, pro-democracia” que trabaja contra “la intolerancia, la desigualdad y la injusticia”. Y lo que es más importante, J Street sostiene que Israel comparte estos “principios democráticos” con Estados Unidos, pintando la “intensa amenaza” a la “democracia liberal” en Israel como parte de una reciente ola global de extremismo y etnonacionalismo que también amenaza a Estados Unidos. Además, pretende trabajar “en coaliciones multiconfesionales y multirraciales con las comunidades en sus esfuerzos por superar… la opresión y fortalecer la democracia liberal”. Por último, cree que Israel se enfrenta a “enemigos peligrosos” y tiene derecho a defenderse y, por extensión, a la democracia, el progreso y la civilización.

Partiendo de esta base que considera ilegítimo “cuestionar el derecho fundamental de Israel a existir como patria judía”, J Street construye su oposición a la ocupación. De hecho, la organización reconoce que los palestinos “merecen plenos derechos civiles y el fin de la injusticia sistémica de la ocupación” y que “apoya la creación de un Estado de Palestina independiente, desmilitarizado y con fronteras definidas”. De este modo, J Street se posiciona directamente como liberal y razonable.

Aun así, J Street no explica por qué cree que un Estado palestino debería ser desmilitarizado. Esto sirve como ejemplo revelador de cómo los sionistas liberales sostienen que los palestinos ya son, o siempre pueden llegar a ser, enemigos peligrosos que, si se les da acceso a la violencia militar organizada, la desatarán inevitablemente. Este lenguaje se inscribe perfectamente en los discursos y políticas sionistas que durante décadas radicalizaron a los cuerpos palestinos como violentos.

La postura de J Street sobre las fronteras también es reveladora. El sitio web de la organización afirma que Israel debe “renunciar a la gran mayoría del territorio ocupado en el que se puede construir un Estado palestino a cambio de la paz”. Al pedir a Israel que “ceda” territorio, J Street reconoce implícitamente que Israel tiene derechos sobre él, reflejando la lógica fundacional del sionismo liberal de que Israel tiene derecho a la tierra desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo.

Además, J Street deja claro en su política sobre fronteras que su idea de un plan de paz “permitiría que los barrios judíos establecidos en Jerusalén Este y algunos de los grandes bloques de asentamientos de Cisjordania cercanos a la Línea Verde se incorporaran al Estado de Israel”. Esta política indica el apoyo a la anexión y se alinea con los gobiernos israelíes de todo el espectro político.

El enigma de la anexión

Para J Street y organizaciones similares, la anexión debe limitarse por temor a que la expansión ponga al descubierto los fundamentos coloniales de Israel. Aunque los sionistas liberales ignoran que las tierras ocupadas en 1948 se convirtieron en judías y democráticas, sólo para judíos, gracias a las políticas y leyes coloniales y de apartheid, esta realidad está siempre presente en su ideología. Aparece, ante todo, en su oposición al derecho de los palestinos a regresar a su tierra natal. Pero también aparece en su preocupación por que la creciente visibilidad de la violencia diaria de Israel contra los palestinos -gracias a la revolución digital y al activismo palestino- pueda llevar a los espectadores internacionales a cuestionar todas las políticas de Israel y, posiblemente, su propia fundación. 

Este temor lleva a los sionistas liberales a criticar al gobierno de coalición de derechas de Netanyahu. ¿Cómo pueden mantener la narrativa de Israel como un Estado democrático y judío si se anexionan la totalidad de la Palestina colonizada? Así pues, la principal implicación del nuevo régimen israelí para el sionismo liberal es que lo expone como el mito que es. En otras palabras, el nuevo régimen israelí acompaña las políticas eliminatorias con una articulación honesta de la aspiración que hay detrás de estas prácticas, como cuando el ministro de Finanzas Bezalel Smotrich pidió al Estado israelí que “aniquilara” la ciudad cisjordana de Huwara- desmantelando así el barniz de políticas democráticas y progresistas que los sionistas liberales han pasado décadas construyendo.

En sus esfuerzos por salvar ese barniz, los sionistas liberales respondieron protestando contra el ataque a Huwara utilizando el lenguaje de “anti-ocupación“, “colonos extremistas” e incluso “terror judío”. Pero siguen ignorando que las tierras que ellos llaman “Israel propiamente dicho” -desde las que llevan a cabo sus protestas- fueron establecidas como “israelíes” por la misma estructura de violencia colono-colonial que busca el borrado de Huwara.   

El sionismo liberal se sitúa, en el mejor de los casos, en una política liberal multicultural que considera que los fundamentos de las políticas coloniales de los colonos son quizá trágicos, pero fundamentalmente sólidos y orientados hacia el progreso y la civilización. En ese sentido, se une a una larga lista de apologistas de los proyectos coloniales occidentales, ocultando sus fundamentos y estructuras y marginando y eliminando así las alternativas a esas estructuras. Si las políticas progresistas de hoy no consideran que el proyecto antirracista debe ser necesariamente decolonial y estar comprometido con el desmantelamiento de las estructuras de la modernidad colonial, entonces no son políticas progresistas en absoluto.

La des/sionización es el único camino a seguir

El sionismo liberal es una ideología que ampara y promueve la conquista colonial de Palestina en nombre de la racionalidad, el progreso, la igualdad, la tolerancia, la democracia e incluso el antirracismo. Por lo tanto, es fundamental contrarrestar esta ideología en todos los espacios en los que opera. Esto significa rechazar el sionismo liberal como “socioen la paz” e insistir en la liberación decolonial palestina para toda la Palestina colonizada y para los palestinos de todo el mundo.

Un marco de liberación descolonial también es beneficioso para los judíos israelíes a largo plazo. A esto se refiere la desionización: comienza con el reconocimiento por parte de los judíos israelíes de que el sionismo nunca resolvió la “cuestión judía” en Europa, sino que más bien la interiorizó y reprodujo el proyecto colonial occidental en Palestina; termina en un lugar en el que los judíos israelíes ya no serían “nativos o colonos en la Palestina histórica”, sino más bien “inmigrantes […] bienvenidos residentes en una patria histórica”. Es importante destacar que este concepto significa la reimaginación del Estado, el nacionalismo y la soberanía alejados de los modelos coloniales occidentales.

Más allá de la Palestina colonizada, el sionismo liberal debe ser desacreditado en todos los partidos políticos e instituciones, medios de comunicación y colectivos de la sociedad civil. Desde los espacios activistas hasta los más convencionales, la gente debe formar coaliciones interseccionales comprometidas con la justicia decolonial. Estos colectivos deben organizar actividades como reuniones comunitarias, peticiones, campañas de envío de cartas, etc., con el fin de elaborar estrategias para hacer frente a la inevitable reacción sionista.

Estas coaliciones deben seguir cinco prácticas principales para garantizar la des/sionización:

1.     Contrarrestar la ideología con la realidad: periodistas, académicos y activistas deben rechazar las posturas de las organizaciones sionistas liberales, como J Street, respecto a la soberanía sobre Jerusalén, lo que significa realmente la autodeterminación palestina, etcétera. Los sionistas liberales no quieren abordar la liberación decolonial palestina, por lo que es necesario desviar la conversación hacia ese tema y rechazar la normalización de la colonización israelí.

2.     Rechazar la militarización del antisemitismo: el sionismo liberal no presenta respuestas sustantivas a las críticas decoloniales y, por tanto, cuando se le presiona, responde con la acusación de antisemitismo. Las instituciones y organizaciones deben rechazar las definiciones de antisemitismo que incorporan la cuestión de Palestina de cualquier forma (desde la derecha, la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA), a la izquierda, la Declaración de Jerusalén sobre el Antisemitismo).

3.     Centrar los paradigmas palestinos: no basta con escuchar las historias de sufrimiento de los palestinos. El discurso público debe centrarse en paradigmas palestinos que expliquen por qué y cómo sufren los palestinos y, lo que es más importante, proporcionar una plataforma para las aspiraciones palestinas de liberación. Para hacer posible este cambio, hay que presionar a los medios de comunicación para que desafíen el statu quo de censura y silenciamiento de los paradigmas palestinos.

4.     Hacer hincapié en el antirracismo decolonial: Las oficinas de Equidad, Diversidad e Inclusión (EDI) se han generalizado en las instituciones políticas y sociales. Muchas se basan en un antirracismo corporativista, multicultural y liberal, y sostienen que las críticas decoloniales a Israel son antisemitas y, por tanto, no tienen cabida en los espacios antirracistas. Oponerse a la iniciativa corporativa EDI es necesario no sólo para la liberación palestina, sino para la liberación de todos los que siguen sufriendo la violencia de la modernidad colonial.

5.     Desmantelamiento del sionismo: El sionismo no puede conducir a la liberación descolonial. Ya sea liberal o de derechas, el sionismo es la soberanía judía exclusiva sobre la tierra, estableciendo a Israel como el poder supremo e indivisible. Esto significa necesariamente la continua expulsión de los palestinos de sus tierras y la eliminación de la soberanía indígena palestina. Sólo el desmantelamiento de la soberanía colonial de los colonos sionistas puede conducir a un proyecto sustantivo decolonial y antirracista. Para que esto sea posible, las comunidades judías e israelíes -en cuyo nombre pretenden hablar los intereses sionistas- deben participar en el proyecto de des/sionización.

[1] Para leer este artículo en francés, haga clic aquí. Al-Shabaka agradece los esfuerzos de los defensores de los derechos humanos por traducir sus artículos, pero no se hace responsable de ningún cambio de significado.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

M. Muhannad Ayyash nació y creció en Silwan, Al-Quds, antes de emigrar a Canadá, donde ahora es profesor de Sociología en la Universidad Mount Royal. Es autor de A Hermeneutics of Violence (UTP, 2019). Ha publicado varios artículos en revistas como Interventions, European Journal of International Relations, Comparative Studies of South Asia, Africa and the Middle East y European Journal of Social Theory. 

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Al-Shabaka: The Palestinian Policy Network el 14 de junio de 2022.