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El Interprete Digital

Jin, Jiyan, Azadi: un nuevo capítulo del movimiento feminista

Por Bahar Oghalai para Syria Untold

Jin Jiyan Azadi [HOGRE / Creative Commons]

Una entrevista con el Grupo Jiyan sobre el levantamiento revolucionario en Irán. Sobre las protestas que se titularon como la Revolución de Jina o “Jin, Jiyan, Azadi” – que tienen lugar en Irán desde septiembre de 2022. Tras el feminicidio de la mujer kurdo-iraní Jina Amini a manos de la policía del hiyab en Irán, donde la rabia contra el gobierno misógino de la República Islámica se extendió por todo el país. 

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En el funeral de Jina, celebrado en la ciudad kurda de Saqqez, las mujeres asistentes se quitaron el pañuelo para protestar contra el hiyab obligatorio en Irán y corearon Jin, Jiyan Azadi – Mujeres, Vida, Libertad. Un lema que hunde sus raíces en el movimiento feminista kurdo transnacional y que se extendió por todo el país. Posteriormente, las calles de Irán desde los rincones más marginados del país, así como en Teherán y otras grandes ciudades, se llenaron de ciudadanos, expresando de diversas formas su rabia y rechazo a la República Islámica.

Hablé de la actual revolución en Irán con el grupo Jiyan, un grupo feminista surgido de las actividades políticas y sociales de una serie de activistas en Irán tras la Revolución por la Libertad de las Mujeres. 

¿Dónde sitúa los meses transcurridos desde el inicio de la Revolución de 2022 en relación con el movimiento feminista en Irán desde la Revolución Islámica de 1979? ¿Ve continuidades o más bien una ruptura?

Por supuesto, en estos años las mujeres se encomendaron mutuamente la continuación del legado de la resistencia. Así pues, lo que brota hoy es el resultado de años de lucha. Pero el levantamiento actual tiene características que nos permiten hablar de un nuevo capítulo en el movimiento feminista. La distinción más importante es el vínculo entre la cuestión de la mujer y toda la lucha de liberación del pueblo en Irán. Analizar el levantamiento de Jina únicamente en el contexto del movimiento feminista es engañoso. La última década fue un punto de inflexión en el que casi todas las fuerzas sociales progresistas se distanciaron de la política basada en la demanda. Las protestas de enero de 2018 y las posteriores a noviembre de 2019, tuvieron un carácter espontáneo, también empujaron a los activistas sociales en esa dirección. Durante estos años, aunque existieron actividades en el conjunto de mujeres sobre todo en pequeños colectivos y espacios menos públicos, las activistas feministas no estuvieron al frente de la lucha.

Trabajadores, profesores y estudiantes fueron quienes desempeñaron un rol destacado durante los últimos años. El género era una cuestión que aún no se abordaba como se debería. Aunque en este periodo la resistencia de las mujeres llamadas “hijas de la calle Revolución” desempeñó un rol importante e inspirador en la configuración de la figura de la mujer luchadora que dice “No” al hiyab obligatorio también para el levantamiento de Jina. 

Si pensamos en la “Acción del millón de firmas para cambiar las leyes discriminatorias” en los años comprendidos entre 2006 y 2009 como punto de referencia y uno de los claves esfuerzos organizativos de las mujeres tras la revolución de 1979, el movimiento Jina muestra una clara diferencia en el grado de expansión y espontaneidad y puede calificarse de discontinuidad en cuanto al rechazo del marco político-social dual y la superación de la centralidad de dirigirse al Estado. Pero si observamos la evolución de los últimos diez años, vemos un camino continuo que nos trajo hasta el punto actual.

¿Diría que estamos asistiendo a una revolución feminista? ¿Por qué?

El levantamiento de Jina siguió a una serie de protestas en los últimos años, pero esta vez las luchas feministas y las de las minorías nacionales, étnicas y religiosas son más importantes que la cuestión económica. Además, las mujeres se convirtieron en las activistas más importantes de la revolución. El trabajo pionero de las mujeres refuerza la legitimidad de sus reivindicaciones en la lucha de hoy y por la libertad de mañana, del mismo modo que la resistencia en Kurdistán y Baluchistán dificulta a los nacionalistas centristas la conquista de la revolución. Todos estos factores nos hicieron avanzar algunos pasos en el camino de la liberación. ¿Pero una revolución feminista? La fragilidad de la ideología y la organización feministas hace que el movimiento sea muy vulnerable a la hegemonía patriarcal. Si vemos el vaso medio lleno, podemos decir que la consigna “hombre, patria, desarrollo” no pudo triunfar tanto como la consigna “mujer, libertad de vida”. Sin embargo, existieron muchas ciudadanas que valoraron estas dos consignas como complementarias. En cualquier caso, las fuerzas progresistas no son los únicos jugadores en el campo cuando se trata de derrocar al gobierno actual; la derecha nacionalista patriarcal está equipada con poderosas herramientas mediáticas cuyo único antídoto es organizar a los oprimidos.

¿En qué medida está relacionada la lucha contra el hiyab obligatorio con otras reivindicaciones feministas?

El hiyab obligatorio no puede separarse de otros aspectos de la opresión de género. Las políticas demográficas, la informalización del trabajo femenino de cuidados, la violencia sexualizada, el empobrecimiento de las mujeres, etc. Son elementos que tienen una conexión orgánica entre sí y juntos crean el patriarcado capitalista. En la lucha por la liberación, siempre hay que tener presente el panorama general. De esta manera es posible impedir la apropiación de nuestras reivindicaciones por las fuerzas reaccionarias. El supuesto básico problemático que también parece estar en el centro de esta tesis es que la cuestión de la mujer consiste en una serie de reivindicaciones. Esta suposición conduce a un conflicto de prioridades, que fue una de las razones por las que el hiyab obligatorio no era una prioridad absoluta para una parte del movimiento de mujeres.

Este enfoque está centrado en las reivindicaciones legales que adoptaron diferentes formas en distintos periodos. En el período en que las tendencias reformistas dominaban el espacio de las actividades sociales, uno de los criterios para destacar las reivindicaciones era que fueran negociables.  Por supuesto, el hiyab obligatorio, que era la línea roja de la soberanía, no encajaba en tales criterios. Otra tendencia del movimiento feminista, sobre todo en los últimos años, cuando la lógica de la “negociación” perdió importancia, fue lo que se puede denominar “necesidades urgentes”. Esto significaba que había que centrarse en las reivindicaciones más necesarias para la supervivencia de las mujeres, como la violencia o la igualdad salarial. Este enfoque nos dejó indefensas ante la ola de feminismo imperialista que se puso de relieve en los últimos años. En algún momento, esta tendencia fue capaz de separar el hiyab obligatorio de la cuestión de la mujer en su conjunto y apoderarse de ella para su propio beneficio. Nuestra reacción defensiva (algunas feministas de izquierdas) dio aún más cancha a esta tendencia. Pero la agencia de las mujeres y otras personas subalternas dieron forma a la historia de otras maneras. En el levantamiento de Jina, a través del lema “Mujeres, vida, libertad”, el hiyab se convirtió en un puente entre la opresión de género y nacional y la exigencia de democracia e igualdad.

Aunque la visión liberal de la cuestión del hiyab, que lo reduce a los derechos y libertades individuales, sigue siendo fuerte, el levantamiento de Jina nos enseñó que el control del velo está tan conectado a la naturaleza del Estado moderno en Irán que la lucha contra el hiyab obligatorio tiene la capacidad de sacudir los pilares del orden existente. Para entender la posición del hiyab obligatorio, primero tenemos que desvincularlo de una comprensión de tradición/cultura y captarlo como una de las capacidades del Estado moderno. El gobierno sella su control sobre todos los aspectos de la vida de las mujeres y, en general, de las personas mediante el hiyab obligatorio. El hiyab es una licencia para el Estado y una puerta de entrada. Se impone en diferentes ámbitos con diferentes estrategias: en el ámbito de la familia, la calle, el lugar de trabajo, las oficinas de la autoridad, la universidad, etc. En cada uno de estos ámbitos se prescribe el hiyab y su código de vestimenta específico, estableciéndose así como norma. 

El hiyab obligatorio es una política de subordinación de las mujeres en los espacios públicos, y esta asimilación se lleva a cabo en la calle (el más público de los espacios públicos) bajo la supervisión y la intervención directa de la policía. Fue este encuentro directo en la calle lo que encendió la confrontación entre el pueblo y el gobierno en el reciente levantamiento. En vista de ello, este movimiento tiene la capacidad de dejar atrás el planteamiento de negociar con el Estado (incluso de cara al futuro gobierno). Pero aún queda mucho camino por recorrer para descartar la idea de “buen gobierno” y sustituirla por la de “autogobierno”.

Muchos hablan de que estamos viviendo una revolución interseccional. ¿Está de acuerdo? ¿Cómo ve la relación entre las distintas luchas?

El levantamiento de Jina es sin duda un levantamiento contra la opresión interseccional; su chispa inicial y su fuerza motriz son opresiones entrelazadas. Aparte de la propia posición de Jina (una mujer suní kurda que es una “extraña” en Teherán), lo que hizo que este movimiento fuera tan radical y revolucionario fue el alzamiento de la voz de los sin voz, los marginados y los oprimidos: mujeres, homosexuales, discapacitados, estudiantes, naciones y pueblos oprimidos, trabajadores (precarios), desempleados, minorías religiosas, etc. La amplitud y la escala del levantamiento indican su carácter inclusivo. Una de sus características es que la identidad marginada se ha convertido en una cuestión pública a gran escala, la motivación de la lucha y el contenido de los eslóganes. De repente, los que estuvieron enterrados vivos durante años se levantan de sus tumbas y corean la consigna de la vida. Quedo claro que los esfuerzos del gobierno por silenciar, despolitizar y marginar a sectores enteros de la sociedad fueron infructuosos. Mientras movimientos estudiantiles sin precedentes cobraban vida fuera del centro y en un amplio perímetro, esas universidades mantenían encendido el fuego de la protesta, que se suponía se habían convertido en instituciones huecas por las políticas de marginación del Estado. Aparte de eso, un gran número de trabajadores precarios y desempleados forman la parte principal de este movimiento (como lo hicieron en los levantamientos de 2018 y 2019).

Sin embargo, cabe señalar que por muy extendido que en esté movimiento se presente un enfoque interseccional exige que identifiquemos siempre a los ausentes y las razones de su no participación. Por ejemplo, a diferencia de noviembre de 2018, los árabes están desempeñando un rol menor en el Levantamiento de Jina. Es crucial encontrar las razones de ello. Además, otras minorías nacionales como los turcomanos no tuvieron una presencia organizada en los recientes levantamientos, o si la tuvieron, no estuvieron ampliamente representados en los medios de comunicación. Aparte de esto, la clase trabajadora como cuerpo organizado también tiene una presencia débil. Si no encontramos una respuesta a estas deficiencias, no podremos desarrollar estrategias verdaderamente liberadoras. Cada grupo oprimido tiene una posición particular, una voz distinta y demandas diferentes. Porque nadie será libre hasta que todos lo seamos.

Hoy, el levantamiento interseccional y la empatía y solidaridad entre los grupos oprimidos conmocionaron a las fuerzas reaccionarias de ambos frentes, tanto islamistas como nacionalistas. Por eso, la República Islámica, por un lado, emprendió una represión de varios niveles, como de costumbre (proyectiles de guerra en Kurdistán y Baluchistán, escopetas en Teherán y otras ciudades centrales). Por otro lado, los nacionalistas intentan apropiarse del levantamiento de los oprimidos y acallar su grito de rabia movilizando fuerzas contrarrevolucionarias (con apoyo financiero y mediático).

Sabemos que el lema Jin Jiyan Azadi tiene su origen en el movimiento feminista kurdo y se extendió por todo el país en los primeros días de la revolución. ¿Qué otras conexiones ve entre esta revolución y los movimientos feministas de la región (Medio Oriente)?

En este sentido, la cuestión no puede verse únicamente a través de la lente del género. Lo que dio pie al lema “Mujer, vida, libertad” en Irán fue la identidad múltiple del pueblo rojhelat, que podría servir de puente entre Irán y el Kurdistán. Cada una de las minorías nacionales que viven en Irán ofrece ventanas que pueden conducirnos a otro mundo de cultura y lucha, ventanas que el Estado centralista de Irán se negará a abrir hasta el final de su dominio. En cualquier caso, nuestra misión como feministas es romper las fortalezas que nuestros Estados construyeron.

Estos muros existen en la mente de muchas de nosotras. Una breve mirada a las obras feministas que se traducen en Irán muestra que nuestra mirada en los últimos años se centro principalmente (no exclusivamente) en la historia y la teoría feminista en Occidente, de una manera que a menudo nos impidió hacer de nuestra región la unidad de análisis. Ésta, por supuesto, es también una de las características del feminismo centralista, que puede abstraer su posición de tal manera que se identifique más con la lucha de las mujeres en Occidente que con las de la región. Un análisis del impacto del levantamiento de Jina en la región requiere una conexión de la que carecemos. Por supuesto, hemos escuchado los mensajes de solidaridad de nuestras hermanas de los países de la región, especialmente de nuestras hermanas de Afganistán que, como nosotras, fueron heridas por el fundamentalismo. A pesar del gran número de mujeres inmigrantes en Irán, aunque las activistas feministas iraníes abordan el problema de la opresión de los inmigrantes en Irán, no fueron capaces de desarrollar un enfoque significativo de resistencia conjunta. Sin embargo, éste sería precisamente un nexo que puede crear un fuerte vínculo entre las mujeres iraníes, afganas y queers.

Aunque no se debe ignorar la fuerte presión de la seguridad en la República Islámica, que es el principal obstáculo para la comunicación internacional, las feministas iraníes también necesitan derrotar al gigante del nacionalismo iraní. La visión nacionalista provoca que no se reconozcan las luchas de las mujeres de la región, como las mujeres árabes. 

El antiarabismo no sólo representa posiciones explícitamente racistas. La indiferencia hacia las luchas y los logros de nuestras hermanas árabes y el imaginarlas como generalmente atrasadas es también un nivel de antiarabismo. Por supuesto, en comparación con el pasado, hemos dado más pasos para comprender la región y hemos reconocido la necesidad de una organización regional. Las feministas exiliadas de los países de la región también pueden desempeñar un rol eficaz en la creación de una conexión más profunda y ya lo han hecho. 

Por último, cabe añadir que las respuestas a estas preguntas y a las anteriores son el resultado de nuestra experiencia y observaciones limitadas. Dado que la comunicación intergeneracional está interrumpida debido a la represión generalizada, y que el diálogo entre los diferentes grupos de activistas y el intercambio de experiencias es difícil, existe la posibilidad de que no seamos conscientes de las luchas que contradicen algunas de las afirmaciones de esta entrevista.

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Oghalai es científica social e investiga biografías políticas de feministas migrantes de Irán y Turquía. También es investigadora asociada en la Universidad Alice Salomon. Publica regularmente sobre feminismo y migración, con especial atención a la región NAWA.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Syria Untold el 8 de junio de 2023.