Saltar al contenido

El Interprete Digital

El trasfondo económico de las protestas en Irán

Por Nikolay Kozhanov para Middle East Institute

Ciudadanas caminando en Teherán. [Si1ngshot / Creative Commons]

El malestar popular actual es único. Desde 2017 hubo al menos una enorme protesta al año, pero rara vez las protestas habían durado tanto, o alcanzando una trascendencia geográfica tan amplia y atrayendo a una base social tan considerable. Asimismo, la principal diferencia entre las protestas actuales y las anteriores son las reivindicaciones de los manifestantes. 

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

Las actuales protestas de Irán se desencadenaron por la muerte de Mahsa Amini, una ciudadana iraní de 22 años, en un hospital de Teherán hace un mes, tras ser detenida por la llamada “policía de la moral” (Gasht e Ershad) por llevar supuestamente un pañuelo de forma incorrecta en la cabeza. El gobierno no consiguió silenciar la noticia de la muerte de Amini el 16 de septiembre, como las historias de otras víctimas de la brutalidad a manos de la policía de la moral, que provocaron el estallido general dentro la sociedad iraní. De ahí que, el malestar popular actual es único. 

Desde 2017 hubo al menos una enorme protesta al año, pero rara vez las protestas habían durado tanto, o alcanzando una trascendencia geográfica tan amplia y atrayendo a una base social tan considerable. Asimismo, la principal diferencia entre las protestas actuales y las anteriores son las reivindicaciones de los manifestantes. Es evidente que dejaron atrás sus anteriores reivindicaciones, en gran medida económicas, y la idea de perseguir el cambio desde dentro del sistema existente. En lugar de esto, ahora exigen una transición política que incluya el desmantelamiento del régimen. 

No obstante, los problemas económicos crónicos de Irán son un notable telón de fondo que, durante años, acumuló la ira y el resentimiento social, creando condiciones fértiles para la crisis actual. Las acciones de los manifestantes en el último mes sugieren también otro cambio cualitativo: una profunda crisis de legitimidad por parte del régimen. Si las autoridades del país consiguen sobrevivir a la actual agitación, como todavía parece probable, será muy difícil que recuperen la confianza de la población.

Problemas económicos

Como dejaron en claro los lemas y cánticos de los manifestantes, las protestas actuales no tienen que ver con la economía, sino con la oposición al régimen en general y su opresión política y social. 

Sin embargo, los problemas económicos de Irán crearon una atmósfera que alentó y alimentó la ira de los manifestantes y no ayudó para  nada al régimen. En 2022, la tasa de inflación superó el 50% y con ellos los estratos más bajos de la sociedad iraní fueron los más expuestos a sus efectos negativos. Los precios siguieron aumentando de forma constante mientras el poder adquisitivo de los hogares caía y la tasa de crecimiento del PIB se ralentizaba; que la economía no se contrajera se debió en gran medida a los altos precios del petróleo. 

Las medidas adoptadas por el gobierno para hacer frente a los retos económicos del país fueron claramente insuficientes. Al principio, el nuevo presidente, Ebrahim Raisi, no pudo reunir un equipo económico de personas afines a su gobierno. Las contradicciones que surgieron entre ellos no hicieron más que complicar la introducción de las medidas necesarias; y cuando Raisi adoptó finalmente un plan de reforma económica, éste presentaba una serie de deficiencias críticas.

La supresión del tipo de cambio especial del dólar, que se utilizaba para la importación de bienes esenciales (incluidos los alimentos), estimuló inevitablemente el crecimiento de los precios al consumo de los bienes importados, no obstante eliminó otra fuente de corrupción y despilfarro de dinero. La decisión de reestructurar el pago de subsidios directos ayudó a aliviar la carga presupuestaria asociada a largo plazo, pero también aceleró la tasa de inflación y no se propuso ningún mecanismo alternativo para contenerla. 

Por el contrario, el gobierno fue reduciendo constantemente el volumen de bonos emitidos ante la falta de demanda y la inversión privada en la economía iraní disminuyó en medio de una mayor desconfianza popular hacia las políticas económicas del gobierno; en una situación normal, ambos podrían ayudar a absorber el exceso de liquidez. 

El sector bancario también se encontró en una difícil situación. Según los economistas iraníes, las elevadas tasas de inflación y la depreciación de los ingresos impulsaron a las pequeñas empresas a pedir más préstamos, mientras que los bancos se niegan a prestar ayuda financiera o la ofrecen a tipos de interés extremadamente altos.

Un desacertado modelo 

En términos más generales, el modelo de “economía de resistencia” promovido por los dirigentes iraníes parece insostenible a largo plazo si no se producen cambios importantes. Aunque, fue capaz de estabilizar la situación tras el choque inicial de la imposición de sanciones en 2010-12 y 2018, no pudo hacer frente a su impacto en los propios cimientos de la economía iraní, como su capacidad para desarrollar una base de producción, atraer inversiones extranjeras, utilizar préstamos bancarios extranjeros a largo plazo y entrar en nuevos mercados. Mientras tanto, el deterioro de la base productiva de Irán se convirtió inevitablemente en el principal obstáculo para el desarrollo económico y la estabilidad presupuestaria del país.

En cierto sentido, el presidente Raisi también tuvo mala suerte: fue elegido cuando el impacto negativo de las sanciones sobre la base económica de Irán se hizo sentir con mayor intensidad. Desde 2019, la producción de muchas de las industrias iraníes, incluidos los fabricantes de automóviles y los productores de alimentos y textiles, siguieron contrayéndose de forma constante. 

Estas tendencias, a su vez, se reflejaron directamente en el comercio internacional del país: el volumen de las exportaciones iraníes está disminuyendo tanto en términos de valor como de peso, mientras que la balanza comercial (excluyendo el petróleo y el gas) es cada vez más negativa. Para hacer frente a estos retos, los dirigentes de Teherán tendrán que resolver los problemas económicos estructurales causados por las particularidades de la economía iraní y agravados por las sanciones impuestas por Estados Unidos y sus aliados.

El factor social

La incapacidad de los dirigentes iraníes para transformar incluso el lento crecimiento económico en desarrollo social es otro reto estructural a largo plazo. Desde mediados de la década de 2010, el poder adquisitivo y los ingresos de los hogares iraníes fueron disminuyendo constantemente. Además, el gasto en necesidades básicas, incluida la alimentación, se redujo en favor del pago de la vivienda. En 2022, el 18,4% de la población de Irán vivía en la pobreza absoluta, mientras que se estima que el 60% estaba en el umbral de la pobreza o por debajo de él.

Tampoco es de extrañar que las mujeres jóvenes sean el rostro de las actuales protestas, ya que representan los dos grupos más vulnerables de la sociedad iraní. Según estimaciones de economistas iraníes, la tasa de desempleo entre las mujeres es del 13%, mientras que entre los hombres es aproximadamente la mitad (7,2%). Estas cifras se duplican aproximadamente entre los jóvenes de 18 a 35 años. Según otras fuentes, el porcentaje de desempleados entre las personas de 15 a 24 años llega al 77% ( unos 7,1 millones). Asimismo, existe una disparidad de género en el empleo, ya que sólo una de cada cinco mujeres participa en la economía.

Cerrando la válvula de seguridad nacional

Sin embargo, el empeoramiento de la situación económica no fue suficiente para desencadenar unas protestas sin precedentes. De hecho, Irán ya se enfrentó antes a un rápido aumento de los precios, y no siempre dio lugar a protestas masivas que afectaran a todo el país. Desde finales de 2017, hubo una serie de protestas menores que reflejan sobre todo las quejas económicas -y rara vez las políticas- de la población local. Los indicadores sociales negativos tampoco son un problema nuevo, el alto desempleo y la estratificación social fueron problemas de la sociedad iraní durante las últimas décadas. Los problemas económicos de Irán sólo ayudaron a preparar el escenario para las actuales protestas, mientras que los factores políticos fueron el verdadero catalizador, es decir, el pueblo iraní pierde la confianza en la propia idea de la República Islámica.

Las participación históricamente bajas en las elecciones presidenciales de 2021, ilustradas de facto, en las que el número de votos nulos fuese mayor que el total de votos obtenidos por cualquier candidato que no fuera Raisi, fue una clara señal de alarma para el sistema político iraní. La gente no aceptó la decisión del gobierno de despejar el panorama electoral para asegurar la victoria de Raisi, descalificando a otros candidatos populares y privando al electorado de su derecho a elegir. 

El fracaso de las políticas socioeconómicas del gobierno de Raisi durante el último año no hizo más que agravar las cosas, destruyendo cualquier ilusión entre los que todavía creían en la capacidad de los sectores conservadores para mejorar la situación. Mientras tanto, el fracaso de sus predecesores de otros campos en hacer lo mismo planteó una pregunta legítima sobre si existen fuerzas dentro del sistema político actual capaces de hacerlo realidad.

El punto sin retorno fue la decisión de Raisi de tomar medidas enérgicas y privar a la población iraní de cualquier margen de maniobra en ámbitos como el incumplimiento de las exigencias de que las mujeres lleven el pañuelo en la cabeza y el derecho a los “placeres culpables”, como la celebración de ruidosas fiestas en casa, la celebración de veladas musicales en restaurantes y el consumo de drogas y alcohol (aunque están oficialmente prohibidos). 

Esto formaba parte de un acuerdo tácito entre la población y el gobierno: la población sufría dificultades económicas, a cambio de tener derecho a ignorar una serie de normas. Sin embargo, con la llegada del conservador Raisi, este acuerdo, que servía como una especie de válvula de seguridad, se rompió, y con él también la paciencia de la gente.

Hasta ahora, la intensidad de las protestas sugiere que Teherán no podrá simplemente reprimirlas. Incluso si se pueden sofocar tarde o temprano el sistema político iraní, aunque sea de forma temporal, tendrá que hacer cambios. Además, la amplitud y profundidad del descontento en la sociedad iraní significa que el sistema político no podrá salirse con la suya con reformas menores en la esfera económica o política. Para tener alguna posibilidad de recuperar la confianza, los cambios tendrán que ser profundos y extensos, y afectar a todos los aspectos de la vida dentro de Irán.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

Nikolay Kozhanov es profesor asociado de investigación en el Centro de Estudios del Golfo de la Universidad de Qatar y becario no residente del Programa de Economía y Energía del MEI.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Middle East Institute el 17 de octubre de 2022.