Por Khaled Dawoud para MEI
En una pequeña mezquita del barrio de clase media llamado Agouza, en El Cairo, el tradicional sermón de oración de los viernes no trató cómo los musulmanes se deben comportar o de las prácticas religiosas adecuadas. En cambio, se habló del pan, conocido en el dialecto árabe local como aish o simplemente “vida”.
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El predicador de la mezquita hizo un emotivo llamado a los propietarios de panaderías y comerciantes para que se abstengan de aumentar el precio del pan y otros productos básicos como el azúcar, el arroz, el aceite de cocina y el té. “Consideren las duras condiciones por las que está pasando la gente. No sean codiciosos. Los comerciantes honestos están en pie de igualdad con los mártires y los profetas en el Día del Juicio”, dijo.
Apenas una semana después de que Rusia invadiera militarmente Ucrania, el 24 de febrero, y con la reserva estratégica de trigo cuatro-mesecina del gobierno llena, el precio de una tonelada del cereal subió en el mercado local de EGP 9.000 a EGP 11.000. Los precios volvieron a aumentar considerablemente después de que el gobierno decidiera repentinamente, el 21 de marzo, devaluar la moneda local por segunda vez en cinco años, perdiendo el 14% de su valor. De la noche a la mañana, un dólar pasó de EGP 15.65 a EGP 18.20. Por lo tanto, la factura de las importaciones aumentó a la par de una rápida caída en casi todas las fuentes de divisas, en particular del sector turismo.
Egipto es el mayor importador de trigo del mundo, con casi el 85% proveniente de Rusia y Ucrania. Egipto importó más de 6 millones de toneladas de trigo en 2021, lo que le costó USD 2,4 mil millones. Rusia exportó 4,2 millones de toneladas a Egipto a cambio de USD 1.200 millones, y Ucrania 651.400 toneladas por USD 650 millones.
El notable incremento del precio de trigo se tradujo en un aumento del 25% en el precio de tipos de panes populares, distintos de la variedad subsidiada por el gobierno —disponible, junto con otros bienes esenciales, en tarjetas de racionamiento computarizadas— y de los que la gran mayoría de egipcios, cerca de 100 millones de personas, dependen. El gobierno dice proporcionar pan subsidiado para el 80% de los egipcios, las tarjetas de racionamiento cubren hasta cinco panes al día para cada miembro de la familia, mientras que cualquier pieza de pan adicional debe comprarse en el mercado privado.
Históricamente, los egipcios han llamado al pan aish o “vida” por una razón clave: es el alimento más barato y que más llena a los pobres del país, asequible incluso para aquellos que viven por debajo del umbral de la pobreza. A diferencia de los países del Sudeste Asiático, o incluso de las cercanas monarquías del Golfo, los egipcios no consumen fundamentalmente arroz. La lógica de los pobres en relación con el pan es la siguiente: comer todo lo que se pueda del pequeño pan plano redondo local, hecho de trigo y granos, y preferiblemente relleno, a un costo de 5 piastras, o USD 0.00318, y su hambre se mantendrá a raya.
Según cifras oficiales, los egipcios consumen casi el doble del promedio mundial de entre 70-80 kg de pan por persona, con un estimado de 150-180 kg. La producción local de trigo de casi 9 millones de toneladas métricas (MTM) cubre menos de la mitad de su consumo local, el cual alcanza 21,3 MTM. Además de un esfuerzo de reducir cultivos que requieran mucha agua, para conservar este líquido vital, los funcionarios del gobierno generalmente justifican la reducción de la producción local de trigo afirmando que alentar a los agricultores a producir cultivos que puedan exportarse al exterior puede generar los ingresos necesarios para importar trigo a precios razonables. Previo a trepar en un 25% tras el comienzo de la guerra de Ucrania, el pan no subvencionado se vendía en el mercado local por entre 50 piastras y EGP 2.
A pesar de las innumerables presiones que la guerra entre Rusia-Ucrania ejercen sobre la economía egipcia, entre las cuales se cuentan el duro golpe a una industria del turismo que todavía intenta ponerse de pie, y un fuerte aumento en los precios de la energía, el gobierno ha estado tratando de mantener la calma en medio del aumento de los precios de los productos básicos, incluido el pan. El 15 de marzo, el presidente egipcio Abdel Fattah Al Sisi presidió una reunión con el primer ministro, el ministro de defensa, el jefe de inteligencia y los ministros del interior y suministro de alimentos para discutir las necesidades de los mercados de Egipto antes del comienzo del mes sagrado del Ramadán, una ocasión religiosa durante la cual la población consume mayores cantidades de alimentos.
Según el portavoz de la presidencia, Sisi instruyó a las autoridades locales a reforzar su control sobre los mercados y fijar un precio fijo para el pan vendido fuera del sistema de subsidios. Así, el 22 de marzo, el gobierno anunció un precio fijo que oscila entre 50 piastras y EGP 1, y además advirtiendo a los posibles infractores.
Poco después de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) anunciara que estaba negociando otro préstamo con El Cairo para hacer frente a las nuevas dificultades económicas, Sisi trató de asegurar a los egipcios, el 24 de marzo, que no tenían que preocuparse por la disponibilidad de alimentos básicos. “Tenemos suficiente raciones para una cantidad razonable de meses por venir”, dijo Sisi.
Dado que se espera que la temporada de cosecha de trigo en Egipto comience a mediados de abril, junto con sus cuatro meses de reservas, el gobierno debería tener suficiente trigo para los próximos nueve meses. Periódo de tiempo en el cual la guerra entre Rusia y Ucrania podría llegar a su fin. El gobierno también dijo que está listo para abastecerse de trigo de otros mercados, considerando que los suministros de Ucrania se han detenido y la parte de Rusia puede disminuir si la guerra se prolonga por mucho tiempo.
La historia del llamado pan baladí de Egipto es larga y complicada. Desde que el golpe militar de 1952 derrocó a la monarquía y el difunto presidente egipcio Gamal Abdel Nasser adoptó el modelo socialista, fortaleciendo lazos con la antigua Unión Soviética, el contrato social entre el gobierno y la mayoría de la población pobre ha sido simple: el gobierno proporciona salarios muy bajos a cambio de servicios subsidiados buenos y baratos.
El fallecido presidente Anwar Sadat y su sucesor, el difunto presidente Hosni Mubarak, quien fue sacado del poder por la revuelta popular del 25 de enero de 2011, mantuvieron vivo ese contrato, a pesar de un cambio radical en las políticas económicas y las alianzas estratégicas, convirtiéndose en un aliado clave de EE.UU. y liberalizando la economía. Una de las demandas clave del levantamiento contra Mubarak hace 11 años fue aumentar el salario mínimo y mejorar las condiciones de vida. El lema central coreado por los manifestantes en la plaza Tahrir fue “pan, libertad y justicia social”.
Sobre el papel, y según las cifras oficiales del gobierno egipcio y el FMI, la economía egipcia estaba alcanzando niveles de crecimiento sin precedentes bajo Mubarak, con un promedio del 7%. Sin embargo, la mayoría de la población del país seguía siendo pobre, con salarios entre USD 70 y USD 100 al mes.
El presidente Sisi asumió su cargo en junio de 2014, luego de que el anterior presidente Mohamed Morsi de la Hermandad Musulmana fuera destituido por protestas masivas en su contra. Sisi ha ido incluso más lejos que sus predecesores en la liberalización de la economía y la reducción de los subsidios gubernamentales. La devaluación de la moneda local en noviembre de 2016, un movimiento audaz que duplicó los precios de casi todos los bienes importados en un país que depende en gran medida de las importaciones, cercenó severamente cualquier alivio provocado por el aumento en los salarios aprobado por el gobierno para hacer frente a la alta inflación. Sisi aprobó personalmente dos aumentos del salario mínimo, que ahora llega a EGP 2.700 o USD 148, pero estos no pueden seguir el ritmo del aumento de los precios de los bienes y servicios.
El pan, particularmente, se considera la prueba de fuego de la popularidad de cualquier gobierno egipcio, si no de su estabilidad y supervivencia. Cuando el expresidente Sadat comenzó a liberalizar la economía, aprobó un ligero aumento del precio del pan. Eso condujo a los infames “disturbios del pan” (Bread Riots) de 1977, en los que turbas atacaron edificios gubernamentales y propiedad privada, y les prendieron fuego. Sadat tuvo que huir de El Cairo a Asuán, cerca de la frontera con Sudán, temiendo por su propia seguridad y, en cuestión de días, echó para atrás su decisión y canceló el aumento previsto del precio del pan.
Sin embargo, los tiempos son diferentes y Sisi no es Sadat. El exministro de defensa y exjefe de inteligencia militar cree que los egipcios confían en él y en sus intenciones y deseo de fortalecer la economía de Egipto.
A pesar de la devaluación de la libra egipcia, los aumentos graduales en el precio del petróleo y el gas (prácticamente acabando con cualquier subsidio del gobierno) y un fuerte aumento en el costo de los servicios gubernamentales y muchos otros bienes, los egipcios no han tomado las calles para protestar. Incluso antes de la invasión rusa de Ucrania, Sisi había discutido públicamente la posibilidad de aumentar el precio del pan subsidiado en agosto de 2021 y dijo que era inaceptable que su precio permaneciera sin cambios durante 34 años. “¿Cómo es que por el precio de un cigarrillo se puede comprar 20 piezas de pan baladí?” dijo Sisi en declaraciones.
A pesar de su evidente voluntad de impulsar la reforma, bajo el lema de construir “una nueva república”, Sisi no da muestras de querer seguir su deseo de aumentar el precio del pan subsidiado durante los últimos seis meses. Tan pronto como sus declaraciones sobre el pan fueron públicas, los medios locales transmitieron recordatorios de los disturbios del pan de 1977 y advirtieron a los funcionarios de que la gente ya ha tenido más que suficiente en términos de dificultades económicas y aumentos de precios en los últimos ocho años, y que no aguantarían más.
Un resultado de la guerra entre Rusia y Ucrania podría ser abrir la puerta a un posible aumento en el precio del pan subsidiado por primera vez en décadas, quitándole la responsabilidad al gobierno, que no tendrá que citar la necesidad de reformar la economía o reducir el déficit presupuestario. Es suficiente culpar a una guerra externa que está poniendo en suspenso a toda la economía mundial, inmediatamente después de las grandes pérdidas, aún no mitigadas, causadas por dos años de consecuencias de la pandemia.
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Khaled Dawoud es el editor del periódico egipcio Al-Ahram y ex-presidente del partido socio-liberal de Dostour.
N.d.T.: El artículo original, el cual fue publicado por MEI el 28 de marzo de 2022.