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El Interprete Digital

Compitiendo por el islam: Turquía, Arabia Saudí e Irán en los Balcanes

Por Dimitar Bechev y Ahmet Erdi Öztürk para MEI

Puente de piedra, Prizren, Kosovo. [Tobias Klenze / Creative Commons]

Los Balcanes son conocidos por su diversidad étnica y religiosa, como resultado de los legados imperiales y su ubicación geográfica de la región, donde también la religión juega un rol central en la sociedad y la política. 

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Según un estudio realizado en 2018, alrededor del 60% de los encuestados en los Balcanes se definían como religiosos, llegando al 80% en Kosovo y Macedonia del Norte. Lo que es claramente comparable con el 30%-40% en Europa continental, excluyendo Italia.

Privadas durante mucho tiempo del poder político y económico, las comunidades musulmanas de los Balcanes fueron el blanco de países extranjeros de mayoría musulmana que compiten por el liderazgo sobre sus correligionarios, que representan el 25% de la población de la región. La lucha refleja una competencia sobre quién —y de qué manera— debería actuar como patrón de los musulmanes en todo el mundo, incluidos los Balcanes.

Turquía, Arabia Saudí e Irán fueron los principales competidores en esta carrera regional. Estos tres países son muy diferentes en términos de su huella histórica, presencia económica y política y redes locales. Sin embargo, Lo que comparten es el uso del islam para ejercer un poder blando, tanto a través de canales formales como informales. El islam se utilizó durante siglos como una fuente de poder en la política exterior, pero sigue existiendo una gran incertidumbre sobre cómo los países islámicos ven la religión como un medio para ejercer un poder blando. Esta estrategia surgió recientemente, en las últimas dos décadas más o menos, y los Balcanes parecen ser un nuevo escenario para la competencia entre Turquía, Arabia Saudí e Irán. Este documento discutirá cómo buscan ejercer influencia, cómo los actores regionales responden a sus propuestas y si estos tres países están logrando sus objetivos en la región.

Turquía: Un controvertido pero importante actor

“Invitamos a Turquía a nuestro país en la década de 1990 para que brindaran servicios a los musulmanes en nuestro país. Pensamos que podíamos prevenir los movimientos wahabí y salafista de esta manera. Pero desde principios de la década de 2000, hemos estado luchando contra el islam político proveniente de Turquía”. Esta declaración de Mihail Ivanov, asesor para asuntos de minorías del expresidente búlgaro Zhelyu Zhelev, refleja una ambivalencia significativa hacia Turquía.

En la década de 1990, luego de ser invitada por los gobiernos de los Balcanes, Turquía ingresó a la región animada por el legado otomano compartido y beneficiándose del final de la Guerra Fría. Diyanet, la Dirección de Asuntos Religiosos de Turquía, abrió oficinas en Bulgaria, Albania y Macedonia del Norte. También comenzó a construir mezquitas y envió clérigos e imanes de capacitación a países clave como Bosnia y Herzegovina, Serbia y Kosovo. Por lo tanto, Turquía recuperó cierta influencia en una región de la que se había retirado con el colapso del Imperio otomano a principios del siglo XX. Ankara también participó a través de canales informales: por ejemplo, grupos civiles como el polémico Movimiento Gülen y la políticamente influyente Orden Naqshibandi. A pesar de estas iniciativas, la inestabilidad política y las crisis económicas de la década de 1990 impidieron que Turquía capitalizara plenamente su presencia. Las élites e instituciones turcas siguieron preocupadas por los asuntos internos y los desafíos de seguridad externos, como la rivalidad con Grecia, con los Balcanes cayendo en la lista de prioridades.

El ascenso al poder del Partido Justicia y Desarrollo (PJD) en 2002 trajo cambios, ya que introdujo un programa basado en los principios de la Unión Europea y el libre mercado, transmitiendo el mensaje de que el islam y la democracia eran totalmente compatibles. A pesar de este comienzo prometedor, el posterior giro autoritario del líder del PJD, Recep Tayyip Erdoğan, particularmente después de 2016, colocó al islam en el centro de la política turca. Esto se debió a tres factores y tuvo un gran impacto en los Balcanes.

Primero, Erdoğan quería usar su influencia en los Balcanes y entre sus musulmanes en la política interna. El PJD se enfrentó a grupos religiosos como el Movimiento Gülen, una batalla que se extendió más allá de las fronteras de Turquía. Tanto por razones históricas como sociológicas, los Balcanes se convirtieron en un escenario prominente para esta lucha, y el PJD enfatizó el islam como su principal punto de venta.

En segundo lugar, Erdoğan utilizó medios económicos para obtener una influencia que no pudo establecer directamente. Turquía intensificó su compromiso a través del Diyanet mediante la construcción de mezquitas y otros establecimientos religiosos, así como con el apoyo a las comunidades islámicas. Si bien no existe un problema inherente con esto, existe la percepción de que el apoyo turco está impulsado por las prioridades políticas internas de Erdoğan y que favorece a los sunitas sobre otros musulmanes en la región.

En palabras de un alto funcionario de Albania, “[L]a era del PJD para Turquía comenzó como un proceso significativo y esperanzador para los Balcanes. Pero no puedo decir que los eventos y políticas posteriores desarrollados para la región fueran muy beneficiosos. Vemos la religión y su formulación de políticas relacionadas en casi todos los temas”. Ese punto se destacó en muchas otras entrevistas, pero cabe señalar que el activismo de Turquía es un arma de doble filo, ya que muchos musulmanes balcánicos se benefician de las políticas de Ankara, mientras que otros grupos quedan fuera.

La tercera razón del activismo turco en la esfera religiosa es que Turquía se enfrentó a la competencia de Arabia Saudí y, en menor medida, de Irán. Estos dos Estados también buscaron proyectar influencia en la región a través de conexiones religiosas y culturales.

Arabia Saudí: Creciente influencia religiosa a través del poder económico

Aunque el interés de Arabia Saudí en los Balcanes aumentó recientemente, comenzó a involucrarse en la región inmediatamente después de la Guerra Fría. La monarquía del Golfo se volvió importante para los musulmanes de los Balcanes debido al hach, especialmente cuando los estudiantes y el clero comenzaron a viajar a Arabia Saudí a mediados de la década de 1990 y establecieron un fuerte vínculo. Eso es lo que obligó a Turquía a adoptar una postura más competitiva, ya que consideraba que el sudeste de Europa era su propio territorio.

Arabia Saudí también amplió su presencia y se ganó el respeto de los musulmanes debido a la asistencia que brindó durante la guerra de Bosnia. Si bien Turquía aceptó el liderazgo occidental para un enfoque multilateral del conflicto, incluido el embargo de armas impuesto por la ONU, Riad brindó apoyo material al gobierno bosnio.

A partir de la década de 1990, los saudíes comenzaron a promover su versión del islam. Aunque el islam sufí es más prominente en los Balcanes, la monarquía del Golfo y su lectura purista de la religión hicieron algunos avances, especialmente entre la juventud. Según funcionarios serbios, el wahabismo se extendió a fines de la década de 1990 y se volvió influyente entre las comunidades económicamente desfavorecidas. Por ejemplo, en la región de mayoría musulmana de Sandzak, así como entre musulmanes pomacos y romaníes en Bulgaria. Aunque fue incluida en la lista negra de EEUU, la Fundación al Haramain, que recibe apoyo indirecto del gobierno saudí, tiene influencia en la región, especialmente entre la población más joven. Esta organización suelen dirigirse a los jóvenes de toda la región, al igual que las organizaciones turcas. En 2009, las autoridades albanesas arrestaron a activistas afiliados a la fundación y generaron bastantes aplausos en Washington. (N.d.T.: Los pomacos son un grupo étnico de religión musulmana que se localiza esencialmente en Bulgaria, Grecia y Turquía, considerados como una minoría étnica).

La expansión del wahabismo puso en alerta a las autoridades en varios países. Por ejemplo, Serbia estuvo tratando de limitar su influencia en Sandzak. En otros países, los institutos educativos y mezquitas wahabíes generalmente mantienen operaciones discretas. Bosnia y Herzegovina, por el contrario, fue mucho más permisiva y abrió la Mezquita Rey Fahd Bin Abdul Aziz Al Saud en 2000, cinco años después de los Acuerdos de Dayton. Fue la mezquita más grande de la región hasta que Turquía comenzó la construcción de la Gran Mezquita de Tirana en Albania en 2015, que aún continúa. En 2015 y 2016, en la época de los ataques terroristas en París, hubo un vigoroso debate en Bosnia sobre la “reintegración” de los wahabíes, que a menudo vivían en la segregación, en la comunidad musulmana mayoritaria. Al igual que con las actividades de Turquía en la región, las comunidades y élites musulmanas locales tienen sentimientos variados y ambivalentes sobre las actividades religiosas de Arabia Saudí.

Irán: Exportar el islam a través de redes transnacionales

Al igual que Arabia Saudí, Irán llegó relativamente tarde a los Balcanes y no tiene las conexiones históricas ni la presencia económica de las que disfruta Turquía. El hecho de que la gran mayoría de los musulmanes balcánicos sean sunitas —de la corriente hanafí, que prevalece en Turquía— también limita el atractivo del islam chií de Teherán. Aún así, existen comunidades heterodoxas, como los bektashíes y los alevíes —kizilbash—, que fueron más receptivas a la influencia iraní. Además, la República Islámica se involucró activamente aprovechando la dinámica política y los acontecimientos de la región. (N.d.T.: La Orden Bektashi comenzó como una orden sufí islámica chií en Anatolia, establecida por Balım Sultan en el siglo XVI y nombrada en honor a Haji Bektash Veli).

Al igual que las monarquías sunitas, Irán asumió un rol destacado durante la guerra de Bosnia. Según los informes, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) envió varias toneladas de armas a las fuerzas gubernamentales de Bosnia. Sus asesores y entrenadores también ayudaron a construir una dirección de inteligencia militar para el ejército liderado por Sarajevo que lucha contra las tropas de la República Srpska, una entidad disidente dominada por Serbia. Los Acuerdos de Dayton que pusieron fin a la guerra y establecieron un protectorado internacional de la ONU hicieron que Irán fuera menos relevante para las élites políticas bosnias. Por el contrario, Turquía adquirió un lugar en el Consejo de Implementación de la Paz y aportó un contingente de mantenimiento de la paz a las misiones de la OTAN sobre el terreno. Arabia Saudí también se mantuvo involucrada gracias a su fuerza financiera, el trabajo de organizaciones benéficas y el crecimiento de las comunidades wahabíes en Bosnia.

Desde mediados de la década de 1990 en adelante, Irán cambió su enfoque hacia la sociedad civil y la religión. En 1996, después de que las potencias occidentales exigieron que la autoridad bosnia expulsara a los asesores y agentes de seguridad iraníes, Teherán estableció el Instituto Ibn Sina. Su principal actividad es la publicación de libros de no ficción académicos y populares en bosnio/ croata/ serbio, incluidas las obras del ayatolá Ruhollah Jomeiní y el ayatolá Alí Jamenei, otros autores chiíes eminentes y algunos intelectuales occidentales. El Instituto Ibn Sina cultivó lazos con la Facultad de Estudios Islámicos de la Universidad de Sarajevo y pronto se ramificó fuera de Sarajevo. Las organizaciones iraníes lograron ganar terreno en la vecina Sandzak, apoyándose en teólogos y activistas, algunos de los cuales se convirtieron al chiísmo. Aún así, estas incursiones no se han traducido en influencia política, e Irán va a la zaga de Turquía y Arabia Saudí en términos de influencia.

Además de Bosnia, Albania también fue un foco de operaciones de poder blando de Irán. Eso no es una coincidencia, ya que la orden heterodoxa bektashí fue bienvenida en Albania en la década de 1920 después de que Mustafa Kemal Atatürk abolió las tariqas sufíes en Turquía. El renacimiento de la religiosidad en la década de 1990, y específicamente de la orden bektashí, después de la caída del régimen comunista ateo proporcionó una apertura a las potencias musulmanas, incluido Irán. En 1995, Teherán organizó la fundación Saadi Shirazi para la promoción de las relaciones culturales iraní-albanesas. Trabajando en conjunto con la embajada iraní, la fundación desarrolló vínculos con destacados intelectuales y formadores de opinión. La influencia iraní se extendió en la década de 2000 a través de una red de organizaciones de la sociedad civil como la Fundación Corán, apoyada por la Organización de Madrasas en el Extranjero (Sazman e Madares e Kharej az Keshvar), la Universidad Al Mustafa, la Fundación Flladi, presidida por un clérigo chií albanés, y la Fundación Rumi. A mediados de la década de 2000, estas organizaciones tenían acceso a las emisoras públicas y podían difundir su mensaje a audiencias más amplias.

Sin duda, la atractiva ofensiva de Irán enfrentó límites. Fuertes grupos prooccidentales en Albania, así como en Kosovo, siempre han favorecido el compromiso con EEUU, y la UE. Irán también se niega rotundamente a reconocer la independencia de Kosovo. Además, como gesto al gobierno de EEUU, en 2013 Tirana aceptó albergar a los Muyahidines del Pueblo (Mujahedin e Khalq, MDP), un controvertido grupo de resistencia iraní opuesto al gobierno de Teherán. La mudanza de MDP a Albania en 2016 convirtió al país en el objetivo de una acción encubierta por parte de los servicios de seguridad de Teherán. En 2018 y 2019, por ejemplo, la policía albanesa informó que había frustrado planes de la Fuerza Quds del CGRI para atacar a miembros del MDP. Esto fue visto como una represalia por la política estadounidense de ‘máxima presión’ contra Irán anunciada por la administración de Trump en ese momento. Teherán vio al MDP como representante de EEUU y parte de un plan para el cambio de régimen en Irán presentado por miembros del equipo de Trump, como el asesor de seguridad nacional John Bolton. Por lo tanto, Albania se convirtió en un escenario en el enfrentamiento entre Occidente e Irán, además de la carrera a tres bandas entre Turquía, Arabia Saudí y la República Islámica por la influencia sobre los musulmanes de la región.

Conclusión

Las estrategias y tácticas de Turquía, Arabia Saudí e Irán en los Balcanes muestran que lo ‘blando’ en el poder blando religioso debe tomarse con pinzas, ya que estos países exportan y explotan la fe en nombre del poder. En segundo lugar, el despliegue externo de la religión es una extensión de la identidad misma del Estado y de las estructuras domésticas. Factores tales como el carácter del líder, la organización gubernamental y la capacidad del Estado afectan la habilidad del Estado para proyectar influencia sobre el dominio religioso. Esta situación sugiere que los Estados no pueden usar la religión como una herramienta unidimensional de poder blando. Además, países como Turquía, Irán y Arabia Saudí se comportan de manera diferente en su proyección del poder blando religioso debido a su propia historia, roles, y posiciones normativas en el sistema global en general y en los Balcanes específicamente, pero parecen provocar percepciones similares en los individuos de la región: sospecha y ambivalencia.

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Dr. Dimitar Bechev es profesor en la Escuela de Estudios Globales y de Área de Oxford y académico visitante en Carnegie Europe. 

Dr. Ahmet Erdi Öztürk es profesor asociado de política y relaciones internacionales en la Universidad Metropolitana de Londres, becario Marie Sklodowska-Curie en la Universidad de Coventry en el Reino Unido y GIGA en Alemania, investigador asociado en el Institut Français d’Études Anatoliennes.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Middle East Institute el 11 de enero de 2022.