Por Khelil Bouarrouj para Institute for Palestine Studies
El anuncio público de la novelista irlandesa Sally Rooney de cortar lazos con su antigua editorial israelí para su tercera novela provocó titulares internacionales y una predecible indignación del gobierno israelí y sus defensores. Las dos novelas anteriores de Rooney habían sido traducidas al hebreo por una editorial israelí.
En una declaración, Rooney dijo que tomó su decisión en solidaridad con el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) liderado por palestinos para hacer responsables a las “empresas e instituciones israelíes cómplices en respuesta al sistema de apartheid y otras graves violaciones de derechos humanos”.
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“Entiendo que no todos estarán de acuerdo con mi decisión, pero no creo que sea correcto para mí, en las circunstancias actuales, aceptar un nuevo contrato con una empresa israelí que no se distancia públicamente del apartheid y apoye los derechos estipulados por la ONU del pueblo palestino”, agregó Rooney.
El periódico israelí Haaretz dio la noticia, pero la historia inicial fue mal caracterizada por algunos como un boicot al idioma hebreo en lugar de a una empresa israelí. La declaración de Rooney corrigió el registro: los derechos de la traducción al hebreo de la nueva novela permanecen disponibles. “Si puedo encontrar una manera de vender estos derechos que cumpla con las pautas de boicot institucional del movimiento BDS, estaré muy complacida y orgullosa de hacerlo”, escribió Rooney.
El BDS es considerado una amenaza estratégica por el Estado de Israel y sus partidarios en Estados Unidos (EEUU) y en otros lugares. Rooney fue objeto de la acusación común de antisemitismo que se lanza contra cualquier crítico del apartheid israelí. Una aplicación de redes sociales israelí, por ejemplo, pidió a sus usuarios que pusieran ‘me gusta’, y así amplificaron, un comentario de Facebook que implicaba que Rooney estaba señalando injustamente a Israel, otra línea de ataque muy usada por Israel.
Entre los observadores más sobrios, sin embargo, hubo muchos elogios por la decisión de Rooney. El novelista judío estadounidense Michael Chabon, que había encabezado delegaciones de artistas a los Territorios Palestinos Ocupados, dijo a Associated Press (AP): “Digo yasher koach (en hebreo ‘Buen trabajo’ o ‘Más poder para vos’) a Rooney” y agregó que podría unirse al boicot cultural a Israel en el futuro.
Rooney no está sola en la negativa a asociarse con editoriales israelíes vinculadas al Estado. En 2019, la novelista británica Kamila Shamsie habló sobre su falta de voluntad para cerrar contratos con empresas israelíes. “Me alegraría mucho que me publicaran en hebreo, pero no conozco a ninguna editorial (de ficción) en hebreo que no sea israelí, y entiendo que no hay editorial israelí que esté completamente desvinculada del Estado. No quiero cruzar la línea de piquete formada por la sociedad civil palestina”, dijo Shamsie a una editorial israelí.
En 2012, la autora ganadora del premio Pulitzer Alice Walker ha sido la primera novelista reconocida en negarse públicamente a ser publicada por una empresa israelí cuando citó “el apartheid y la persecución del pueblo palestino” como su razón para rechazar un contrato propuesto.
Los escritores árabes evitaron durante mucho tiempo a las editoriales israelíes debido al apoyo de principios al BDS, las sanciones de sus propios gobiernos o el temor a una reacción violenta interna. El año pasado varios autores árabes boicotearon dos premios literarios financiados por los Emiratos Árabes Unidos (EAU) debido a la normalización de las relaciones del gobierno con Israel.
Si bien Israel culpa a los partidarios del BDS por los crecientes boicots y trabajó con los gobiernos estatales de EEUU para socavar el movimiento, sus propias acciones brindaron gran parte de la motivación para la solidaridad. Más de una década de gobiernos israelíes de derecha que se oponen a la autodeterminación palestina, incluido el actual, junto con destacadas organizaciones de derechos humanos calificando el régimen militar israelí como apartheid, cambiaron enormemente las percepciones de Israel.
La opresión cada vez más visible de Israel sobre los palestinos y la ridícula realidad de un proceso de paz dirigido por Estados Unidos e Israel que parece más interesado en gestionar que en poner fin al conflicto, llevó a muchos artistas a ir más allá de simplemente expresar solidaridad y examinar sus propias relaciones con las instituciones israelíes. “Ya no es tan simple como tener las conversaciones o representar tus ideales a través de tu trabajo — los autores se sienten animados a participar activamente en la distribución y representación de ese trabajo”, observó Alex Primiani, directora adjunta de la editorial Melville House, sobre el boicot literario a Israel. “[La editorial israelí] Cohen-Barak tiene razón en que la ficción traducida puede ayudar a cerrar brechas, pero ¿cuál es el costo cuando nada cambia?”
Además, la solidaridad palestina está cada vez más arraigada en un movimiento más amplio por la justicia racial que exige que la gente trabaje activamente para desmantelar los sistemas de injusticia. Finalmente, gran parte de la tracción detrás del BDS puede deberse a la viabilidad en declive del sionismo liberal. Antes, los autores que se negaban a boicotear a Israel podían citar a las fuerzas de oposición nacionales israelíes como razón suficiente para evitar los boicots. Pero es difícil argumentar que existe oposición significativa alguna a la ocupación en la corriente principal de Israel cuando incluso el jefe del Partido Laborista de centro izquierda se niega a usar el término ‘ocupación’, que ridiculiza por ser políticamente correcto. Y su paciencia aparentemente interminable por la intransigencia israelí junto con su falta de voluntad para apoyar cualquier acción para imponer sanciones a Israel minó su credibilidad.
Como señaló el periodista liberal israelí Larry Derfner, autor de No Country for Jewish Liberals (Ningún país para los liberales judíos), “si decís que la ocupación está mal pero denunciás todos los intentos de hacer que Israel pague un precio por ella, entonces estás diciendo que la ocupación está bien”.
Cada vez más, para muchos, parece que el cambio sólo vendrá desde el exterior. Sally Rooney definitivamente llegó a esa conclusión.
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Khelil Bouarrouj es magíster en Estudios del Cercano y Medio Oriente por la Universidad de Nueva York y asociado de extensión del Comité americano-árabe antidiscriminación.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Institute for Palestine Studies el 25 de octubre de 2021.