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El Interprete Digital

¿Necesidad o lujo? Sostenibilidad ambiental y crecimiento económico en MENA

Por Amin Mohseni Cheraghlou para Middle East Institute (MEI)

Puerto Saíd, Egipto. [Vyacheslav Argenberg / Wikimedia Commons]

El Medio Oriente y el Norte de África —MENA— está lidiando con muchos desafíos al mismo tiempo. La contaminación del aire, la escasez de agua y el cambio climático en general son algunos frentes que afectan a las economías y los residentes del MENA, los cuales, se vieron ensombrecidos por los debates políticos acerca de energía y seguridad.

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No obstante, considerando su significativo impacto negativo en el desarrollo económico, el crecimiento inclusivo, sostenible y estable requerirá soluciones oportunas y efectivas para los desafíos ambientales de la región.

La contaminación del aire le está costando a la región el 2,2% de su PBI

Ocho países del MENA —Bahréin, Egipto, Irán, Kuwait, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos— albergan 29 de las 100 ciudades más contaminadas a nivel mundial según las concentraciones de PM10 [N.d.T: pequeñas partículas dispersas en la atmósfera]. Como se ve en la Figura 1, más del 90% de la región tiene niveles de concentración de PM 2.5 que están por encima de las pautas de calidad del aire de la Organización Mundial de la Salud.

Según las cifras más recientes, se estima que la contaminación del aire le costó al MENA alrededor del 2,2% de su PBI, lo que se traduce en USD 80.000 millones solo en 2019. [1] Además, anualmente alrededor de 127.000 muertes prematuras son atribuibles a enfermedades asociadas con la contaminación. Si se multiplica este número muchas veces  se alcanza el número de enfermos terminales vinculados a este fenómeno de polución.

Gráfico N°1- Ubicaciones donde las concentraciones medias anuales de PM2.5 (ug/m3) de 2013 cumplen o superan las pautas de calidad del aire de la OMS o los objetivos provisionales.

Fuente: Brauer et al. 2016 [2]

La desalinización está arruinando el medio ambiente en la región del Golfo Pérsico

La escasez de agua es un fenómeno clave en la región. Especialmente, a partir  de las últimas décadas, cuando la situación se agravó, aumentando la probabilidad y la frecuencia de conflictos por los limitados recursos hídricos. El promedio de recursos renovables de agua dulce en MENA es de alrededor de 444 metros cúbicos per cápita por año, lo que está significativamente por debajo del límite de escasez de la ONU de 1.000 metros cúbicos.

Un informe del Banco Mundial estima que para el 2050, la pérdida económica por la escasez de agua relacionada con el clima estará entre el 6% y 14% del PBI. Claramente, estos costos ambientales astronómicos socavan seriamente la salud a largo plazo de cualquier economía, incluidas las que están bajo estudio.

La situación es más crítica para los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), donde las plantas desaladoras satisfacen más del 15% de su demanda de agua potable. A su vez, se espera que la demanda crezca en paralelo con el incremento poblacional de 60 millones en 2021 a 80 millones en 2050.

Por otra parte, a medida que las fuentes tradicionales de agua —como la lluvia, reservas superficiales y subterráneas— disminuyeron, quedaron lejos de satisfacer la creciente demanda regional. Así, aumentar la capacidad de desalinización sigue siendo la única solución viable para estas economías, con altos costos para el medio ambiente.

La desalinización es un procedimiento de uso intensivo de energía que conduce a la emisión de gases de efecto invernadero y al calentamiento regional y global. Esto agrava aún más las condiciones de sequía y escasez de agua que enfrenta la región. Además, el subproducto de cualquier proceso de desalinización es un concentrado hipersalino, denominado ‘salmuera’.

Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Qatar son responsables del 55% de la producción mundial total de salmuera. Entre los países del Golfo, los primeros dos lideran el ranking a nivel mundial, representando entre el 22% y 20% del total. Esta práctica provocó un aumento de la salinidad, dañó el ecosistema regional, afectó la pesca y demandó mayores cantidades de energía para desalinizar.

Por lo tanto, satisfacer las demandas de agua dulce de los países del Golfo a través de la desalinización conlleva importantes consecuencias ambientales negativas, cuyo costo no se incluye en el precio del agua potable en el CCG.

Reducir y eliminar todos los subsidios energéticos e hídricos es fundamental para cualquier estrategia en torno a los desafíos ambientales del MENA

No existe una fórmula mágica para abordar los crecientes desafíos ambientales que enfrentan las economías del MENA, y se requiere una estrategia multifacética para frenar y revertir el ritmo de degradación ambiental. Sin embargo, una pieza crucial consiste en la reducción del desperdicio de energía y los recursos hídricos, promoviendo la eficiencia en ambos frentes. Reducir los subsidios a la energía y el agua es un paso importante en esta dirección.

Los subsidios masivos a la energía llevan el sello distintivo de las economías regionales y son la principal causa del despilfarro de diversos recursos. Según un informe del FMI de 2019, esta política constituye alrededor del 13% del PBI regional, con una asombrosa cifra de USD 111 mil millones para Irán, o el 25% de su PBI. El agua también está fuertemente subsidiada, ya que la región tiene algunas de las tarifas más bajas del mundo. Los consumidores pagan menos del 35% del costo de producción —de agua potable— en el caso de fuentes superficiales y subterráneas, y solo el 10% del costo en caso del recurso desalinizado. El resto de las cuentas la paga el Estado, costándole al MENA alrededor del 2% del PBI —el valor más alto del mundo—.

Estos subsidios son derrochadores e injustos ya que los hogares más ricos de la región son sus principales beneficiarios. Por lo tanto, aunque esta política en materia energética e hídrica a menudo se justifica como una medida de alivio a la pobreza presenta una importante ‘filtración de beneficios’ a los ricos.

Como resultado de subsidios tan masivos, 10 países de MENA tienen niveles de consumo de agua y electricidad per cápita más alto que el promedio mundial, lo que pone de relieve el carácter derrochador e ineficiente del consumo de ambos recursos. Por ejemplo, los ciudadanos de Qatar disfrutan de agua gratis y electricidad para una vivienda, mientras que sus residentes extranjeros también se benefician de servicios muy subvencionados.

Sin duda, el aumento de las tarifas al nivel de los promedios mundiales reduciría el consumo de electricidad y agua en MENA.  Esto mejoraría la calidad del aire y reduciría  los daños ambientales relacionados con la desalinización y el uso excesivo de recursos subterráneos. Al mismo tiempo, los ahorros del gobierno de la reducción o eliminación de subsidios tan masivos pueden, a su vez, canalizarse hacia I+D (Investigación + Desarrollo) de la energía eólica y solar, que tienen un enorme potencial no realizado en esta parte del mundo.

Lo mismo ocurre con el subsidio de I+D de generadores de agua atmosférica (AWG) que tienen un potencial increíble  —dado el alto calor y la humedad en gran parte de la región del MENA— para satisfacer la demanda de agua potable al tiempo que tienen una huella ambiental mucho menor que varias tecnologías enfocadas en desalinizar.

Durante las últimas décadas, tener acceso al aire libre y agua potable segura se convirtió en un lujo para millones de personas en la región. La sostenibilidad ya no puede ser una ocurrencia tardía cuando se trata de inversiones y políticas. Más bien, debería ser una parte indispensable de tales decisiones. 

La opinión popular que sostiene que abordar el cambio climático supone un coste neto para la economía ya no es cierta. Como se destacó brevemente, la degradación ambiental socava directamente el desarrollo económico y la prosperidad a largo plazo al imponer costos significativos. 

Hace mucho tiempo que los formuladores de políticas, los líderes empresariales y consumidores de la región reconocen el hecho de que la sostenibilidad ambiental es un requisito necesario, pero no suficiente, para el crecimiento inclusivo y a largo plazo en la región.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital].

Amin Mohseni Cheraghlou es Profesor Asistente en el Departamento de Economía en la Universidad Americana en Washington DC. Sus áreas de investigación son desarrollo macroeconómico, energía y finanzas islámicas en la región MENA.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Middle East Institute el 22 de abril de 2021. 

Referencias

[1] Algunas estimaciones sitúan el costo hasta el 4% del PBI o USD 146 mil millones en 2019.

[2] Brauer, Michael, Greg Freedman, Joseph Frostad, Aaron Van Donkelaar, Randall V. Martin, Frank Dentener, Rita Van Dingenen, et. 2016. ““Ambient Air Pollution Exposure Estimation for the Global Burden of Disease 2013.” Ciencia y tecnología ambientales 50 (1). 77-88.