Por Mohammed Soliman para Middle East Institute
Después de décadas de introspección para definirse a sí mismo como un Estado, Egipto está construyendo su propio Estado-civilización y busca unirse a un club emergente de naciones que centran la tradición histórica y cultural en sus políticas y estructuras de gobierno y rechazan el dominio cultural de Occidente. El Estado-civilización es el prisma a través del cual los capitales occidentales deben ver y comprender los movimientos de la política interior y exterior de Egipto.
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El pasado abril, Egipto celebró un evento único, ‘El Desfile Dorado de los Faraones’, durante el cual el gobierno trasladó 22 momias de reyes y reinas del Nuevo Reino del Antiguo Egipto del Museo Egipcio al recientemente establecido Museo Nacional de la Civilización Egipcia. El Desfile Dorado de los Faraones tenía un objetivo cultural y turístico, pero también representa y simboliza el nuevo discurso ideológico de El Cairo y busca construir un Estado-civilización con su narrativa cultural, histórica y política distintiva. Al hacerlo, El Cairo aspira a unirse a la liga de otros Estados-civilización — entre ellos China, Rusia e India — que creen que sus sistemas representan civilizaciones y deben preservar la fe, la tradición y la herencia, que, en su opinión, choca inherentemente con las democracias liberales multiculturales posnacionales y post religiosas occidentales y el orden mundial liberal dominante.
La identidad cambiante de una nueva república
El presidente Gamal Abdel Nasser defendió el nacionalismo árabe secular, ‘panarabismo’, mientras que el presidente Anwar Sadat abrazó un discurso de ‘Egipto primero’. Sin embargo, bajo el gobierno de Hosni Mubarak, Egipto se estancó ideológicamente durante más de tres décadas. La Revolución de Tahrir de 2011 representó un momento único en el discurso ideológico de Egipto con el surgimiento de muchas narrativas políticas que compitieron para definir a Egipto — principalmente la Hermandad Musulmana y los nacionalistas. Desde 2013, Egipto estuvo en un viaje para definir la estructura política emergente post-Mubarak/post-Revolución del país. Los nuevos gobernantes de Egipto heredaron una sociedad consumida por la agitación política y la lucha social, y enfrenta una creciente insurgencia islámica en el Sinaí y el continente. Desde 2013, el gobierno de El Cairo fue un archienemigo del islam político, tanto en Egipto como en la región, y fue un crítico abierto de los sectores dominantes religiosos por su negativa a modernizar el islam y recuperar la fe de las organizaciones terroristas. Además de rechazar los movimientos islamistas, el gobierno del presidente Abdel Fattah el Sisi tampoco adoptó la narrativa nasserista. Sisi pasó su primer mandato en el cargo buscando un modelo que se ajuste a su visión de un nuevo Egipto y la república que está comprometido a construir. Como era de esperar, la herencia faraónica de Egipto resurgió como la base del Egipto de Sisi.
¿Qué es un Estado-civilización?
A diferencia del Estado-nación de Westfalia, el Estado-civilización se refiere a naciones con una naturaleza social y política distintiva que proviene de su unidad cultural y continuidad histórica. La lista de Estados-civilización incluye a China, India, Rusia y Turquía. En opinión de Bruno Maçães, el Estado-civilización se organiza en torno a la cultura más que a la política y debe proteger sus tradiciones culturales. El surgimiento del Estado-civilización está vinculado al ascenso de las potencias asiáticas que desafían la cultura occidental actual y el sistema de valores que dominó el escenario mundial desde la hegemonía europea. Maçães sostiene que “los Estados-nación son una invención occidental, naturalmente vulnerables a la influencia occidental. Las civilizaciones son una alternativa a Occidente”.
La definición colonialista de Egipto
La invasión francesa de Egipto (1798-1801) y la ocupación británica de Egipto (1882-1956) dieron a París y Londres un monopolio colonialista sobre la egiptología y el control físico de la propia herencia egipcia. En la percepción colonial occidental, la antigua civilización egipcia ‘faraónica’ era parte de la herencia europea debido a los vínculos raciales y culturales ‘visualizados’ con Roma y Grecia. Esto resultó en una conquista colonialista deliberada para probar la naturaleza europea del antiguo Egipto, separándolo intencionalmente de las civilizaciones copta e islámica que siguieron. Esto, en última instancia, creó una discontinuidad en la identidad cultural egipcia, haciendo que el antiguo Egipto pareciera una civilización extraña para los egipcios contemporáneos, que se relacionan principalmente con las civilizaciones islámica y copta.
En pocas palabras, la egiptología fue de europeos para europeos sin ninguna inclusión de los egipcios en el estudio y examen de su propia herencia hasta la Revolución de 1919 contra el colonialismo británico.
Después de la Revolución de 1919, el recién formado movimiento nacional egipcio buscó egiptizar la herencia egipcia del colonialismo británico y europeo. El gobierno democráticamente electo del partido al Wafd — liderado por Saad Zaghlul, el líder de la Revolución de 1919 — luchó contra el colonialismo británico por la propiedad de la Tumba del Rey Tutankamón. El gobierno de Zaghlul logró retener los tesoros del rey Tutankamón en el Museo Egipcio — una lucha que centró el papel de la herencia del antiguo Egipto en la configuración del nacionalismo egipcio.
El caso para un Estado-civilización egipcio
Saltando a 2021, Egipto es una nación de 100 millones de personas que estuvo luchando por salir de la agitación política, los conflictos sociales y la insurgencia islámica en el norte del Sinaí, que dominó el período posterior a la Revolución de Tahrir. Hoy en día, Egipto se caracteriza por sus desacuerdos públicos con los sectores dominantes religiosos locales, su lucha con el Islam político y su malestar con el arabismo. Los dos últimos coincidieron con las turbulentas relaciones de Egipto y la disidencia abierta — después de la Revolución de Tahrir — con Occidente y su sistema de valores que se centra en los derechos individuales. Eventualmente, El Cairo comenzó a buscar un nuevo modelo que encapsule una visión para la nueva república egipcia.
El Desfile Dorado de los Faraones
La nueva república visualizada priorizó presentar al Egipto contemporáneo como una continuidad de las diversas civilizaciones antiguas de Egipto. Como era de esperar, en el Desfile Dorado de los Faraones, las 22 momias reales fueron enviadas al Museo de la Civilización Egipcia, junto con artefactos que pertenecen a diferentes épocas de Egipto: faraónica, ptolemaica, copta e islámica. Además, el desfile de las momias incluyó una antigua canción egipcia extraída de ‘Himnos a Isis’, con un llamativo espectáculo de danza. El desfile cerró con el presidente Sisi dando la bienvenida y prestando respeto a las 22 momias reales — un símbolo de una transición fluida entre el pasado y el presente donde los gloriosos reyes y reinas de Egipto pasan el bastón a su actual presidente, Sisi. Muchos egipcios — principalmente la clase media en las grandes ciudades metropolitanas — percibieron el Desfile Dorado de los Faraones como un intento serio y real, liderado por el Estado, de reconceptualizar la identidad egipcia y abrazar la herencia faraónica como piedra angular de la misma. Fue un excepcional momento de reunión alrededor de la bandera.
Más allá del desfile
Si bien el Desfile Dorado de los Faraones es la representación visual más simbólica del Estado-civilización imaginado de Egipto hasta el momento, existe un esfuerzo sistemático más amplio para abrazar los símbolos faraónicos en las nuevas ciudades actualmente en construcción — desde el palacio presidencial en forma de anj (n.d.t.: jeroglífico egipcio que significa ‘vida’) a la nueva plaza del pueblo, y desde la nueva sede octogonal del Ministerio de Defensa al nuevo palacio presidencial en la Costa Norte. Más allá de la inclusión de símbolos faraónicos y el éxito del Desfile Dorado de los Faraones, el Ministerio de Educación anunció la enseñanza de jeroglíficos en las escuelas, lo que indica la seriedad del gobierno en querer integrar la identidad faraónica en el sistema educativo.
Orden internacional liberal injusto
Los sectores dirigentes militares, de política exterior e intelectuales de Egipto creen ampliamente que el orden internacional liberal es un vehículo para la dominación cultural occidental. Esta creencia se combinó con la invasión estadounidense de Irak en 2003 — un símbolo de la doble moral y la injusticia del orden liberal internacional liderado por Occidente contra el mundo árabe — y se intensificó después de la Primavera Árabe y su impacto radical en la dinámica más amplia dentro de Medio Oriente y el Norte de África. En efecto, construir un Estado-civilización egipcio basado en su tradición cultural distintiva sirve como la forma de Egipto de hacer retroceder el orden internacional liberal dominado y dirigido por Occidente y sus valores culturales liberales y el intervencionismo liberal.
Los funcionarios egipcios no rehuyen su descontento con el orden internacional liberal en sus encuentros con sus homólogos occidentales. En particular, en una conferencia de prensa conjunta con el presidente Emmanuel Macron en 2020, el presidente Sisi refutó la definición de Macron del liberalismo occidental y dejó en claro que su república cree que los valores religiosos inspirados por Dios — en referencia a las tres religiones abrahámicas — son más sagrados y sustituyen a los valores creados por el hombre, originados y dominados por Occidente.
Egipto, los Estados-civilización y el surgimiento del resto
Al crear una continuación de la civilización entre el antiguo Egipto y el Estado moderno de Egipto con sus características musulmanas, el gobierno egipcio tiene como objetivo construir un Estado-civilización distinto que contrasta con el Estado-nación westfaliano dominado por Occidente y sus valores liberales. En última instancia, Egipto se uniría a la liga de China, Rusia e India — prominentes Estados-civilización que centran su tradición histórica y cultural en sus políticas y estructuras de gobierno y rechazan el ‘dominio cultural’ de Occidente, que favorece a los individuos por sobre las tradiciones sociales, y su proclamado atractivo y validez universal.
Comprender el Egipto de hoy es reconocer que El Cairo está construyendo su propio Estado-civilización. Y si la política global se está acercando a una era de multipolaridad y al surgimiento del resto, entonces el caso de Egipto no es único, y los Estados-civilización pueden en efecto representar la nueva norma.
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Mohammed Soliman es Magíster en Servicio Exterior por la Universidad de Georgetown, asociado senior de la consultora de diplomacia McLarty Associates e investigador no residente de Middle East Institute.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Middle East Institute el 16 de septiembre de 2021.