Por Christophe Abi Nassif y Jessica Obeid para Middle East Institute
En medio del ausentismo gubernamental, el secretario general de Hezbollah, Hassan Nasrallah, anunció el 19 de agosto que el partido había asegurado envíos de combustible desde Irán. Afirmó que el primero de muchos barcos petroleros zarparía hacia el país ese mismo día.
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Horas más tarde, la embajadora de Estados Unidos en Líbano, Dorothy Shea, declaró que el país estaba trabajando en estrecha colaboración con Egipto, Jordania y el Banco Mundial para encontrar soluciones a la agobiante escasez de combustible. Los comentarios de la representante diplomática implican la voluntad de Washington de aflojar las restricciones de la Ley César. De otro modo, estas evitarían que Líbano importe gas natural y electricidad a través de Siria desde Egipto y Jordania respectivamente.
Los dos anuncios se hicieron hace poco, pero ambos se producen en un momento en que la infraestructura física y humana del país se está desmoronando ante la ausencia de fuentes de energía y combustibles esenciales.
Las ventajas de ser un pionero
Al atacar primero, Nasrallah obligó a Estados Unidos a adoptar un modo de diplomacia reactiva y dejó a Washington con dos opciones incómodas. Debido a la magnitud del desastre humanitario del Líbano y la incapacidad del gobierno local para actuar en conjunto para resolver la escasez de combustible, Estados Unidos puede optar por pasar por alto las supuestas importaciones de combustible.
Independientemente de si los barcos atracan en el Líbano —grave— o Siria —menos grave—, esta opción corre el riesgo de hacer que Estados Unidos parezca inconsistente y en violación de sus propias reglas de imponer sanciones a los países que tratan con Irán.
Alternativamente, Washington podría seguir adelante con la imposición de sanciones al Líbano. Sin embargo, al hacerlo, reforzaría la teoría de la conspiración, defendida por Hezbollah y adoptada por el Movimiento Patriótico Libre, de que los problemas del Líbano son el resultado directo de un embargo económico liderado por Estados Unidos sobre el país.
Las dos opciones asumen que eventos como la acción militar israelí o el sabotaje —factores contra los que Nasrallah advirtió como parte de la ecuación de disuasión de Hezbollah— no se llevarán a cabo.
De cualquier manera, Hezbollah comercializará los envíos de combustible entrantes, así como cualquier reacción de Estados Unidos o la falta de ella, como un rotundo éxito antiimperialista tanto para sus propios partidarios como para los de sus aliados. Los miles de millones de dólares de contrabando con destino a Siria que tuvieron lugar en los últimos años y que contribuyeron a la situación actual del Líbano de repente no importarán.
En el otro extremo del espectro político, y en línea con la notoria noción de soberanía libanesa selectiva, los oponentes internos de Hezbollah denunciarán una dependencia flagrante de Irán y los riesgos que conlleva, independientemente de cuán desesperadamente el país necesite el combustible. Sin embargo, optarán por seguir ignorando la agresión israelí o negar y minimizar el control que los actores extranjeros como Arabia Saudita tienen sobre ellos tanto financiera como físicamente.
Al final del día, el establecimiento político del Líbano tiene un talento innato para convertir las crisis en oportunidades. Las propuestas iraníes y estadounidenses de esta semana serán aprovechadas muy rápidamente por partidos políticos subordinados para intercambiar culpas, apaciguar a los partidarios y duplicar las apuestas externas.
Más peligrosamente, y en la ausencia criminal de una diplomacia libanesa fuerte que trate a los jugadores extranjeros por lo que son —extranjeros— la maniobra de Hezbollah empujará a los libaneses hacia la política del eje Este-Oeste y los arrinconará para que dependan de enclaves clientelares y sectarios.
Viabilidad de los planes de Hezbollah y la propuesta de EEUU
Las propuestas iraníes y estadounidenses se producen en el contexto de la dependencia del sector energético libanés de soluciones temporales para evitar un apagón total. En junio pasado, el Líbano firmó un acuerdo con Irak por el cual Bagdad ofreció suministrar fuel oil pesado a cambio de servicios médicos y de consultoría.
El combustible, —que es inadecuado para su uso en las centrales eléctricas del Líbano— se cambiaría a través de un tercero no revelado por combustible con menor contenido de azufre. Los detalles y el modelo de pago del acuerdo no se revelaron hasta la fecha y los barcos de combustible aún no arribaron a las costas libanesas.
Incluso si el envío del barco de combustible iraní es serio y logra eludir los cuellos de botella políticos y diplomáticos, los detalles y la logística no se anunciaron. Además, el combustible sólo cubriría algunos días de las necesidades del país, o las necesidades de regiones específicas bajo la influencia de Hezbollah durante un período de tiempo más largo.
Esto será particularmente ineficiente porque los envíos iraníes entrantes probablemente proporcionarán diésel para generadores en lugar de combustible para plantas de energía. Depender de los generadores resultaría más costoso, más insostenible y quedaría a merced de las mafias y las redes clientelares del Líbano.
Según la propuesta estadounidense, para que Jordania venda electricidad al Líbano, tiene que transportar energía a través de Siria. La interconexión con Damasco por la subestación libanesa Ksara requiere refuerzo. La capacidad actual de intercambio de electricidad es de 160 MW, pero podría ampliarse para alcanzar un límite superior de 400-500 MW si Jordania tiene suficiente capacidad de venta y voluntad para hacerlo.
El fortalecimiento de esta interconexión Líbano-Siria llevará algunos meses, pero se puede lograr. Actualmente se están llevando a cabo negociaciones con el Banco Mundial para asegurar la financiación. Es un paso en la dirección correcta a pesar de no alcanzar la brecha de suministro de energía del Líbano, que actualmente supera los 1.500 MW y sigue creciendo.
En los últimos años, Jordania, que tiene un excedente de generación de electricidad, expresó su voluntad de vender energía al Líbano. Pero el rechazo de Siria a manejarlo, además de los conflictos de intereses libaneses internos, había impedido que esta propuesta se materializara, supuestamente debido a las bajas tarifas de transporte.
Del mismo modo, las importaciones de gas podrían realizarse a través del gasoducto árabe, que se extiende desde Egipto hasta el norte del Líbano a través de Jordania y Siria. El Banco Mundial también proporcionaría garantías de pago para el proyecto de gas, lo que ahorraría millones de dólares gastados anualmente en importaciones de fuelóleo pesado más caro y contaminante.
Con algunos trabajos de rehabilitación, casi la mitad de la capacidad de generación disponible en el Líbano puede funcionar con gas, que sigue siendo una fuente de generación de energía subexplotada.
Una problemática clave a tener en cuenta es el estado del gasoducto en el lado sirio, que sufrió daños durante el conflicto allí. A esto se suma el riesgo de que Damasco corte el acceso al gas en caso de una disputa con Beirut, en Líbano, en su propia versión libanesa de las luchas por el gas entre Rusia-Ucrania.
Las soluciones rápidas podrían mitigar el colapso inmediato y mortal del suministro de combustible en sectores críticos como la atención médica y el suministro de agua. Sin embargo, no resolverán permanentemente los problemas del sector energético del Líbano. De hecho, pueden alimentar la inacción del gobierno, la complacencia y la suposición errónea de que los países extranjeros deben salvar y salvarán al Líbano.
Las fuentes de combustible y electricidad no son un problema tan grande como la reducción de las reservas de moneda extranjera, en medio de la inacción total del gobierno a casi 18 meses del primer incumplimiento del país. Pero Líbano aún enfrentaría importantes brechas de suministro de energía y pérdidas técnicas y no técnicas en el futuro. Esto implica que Beirut necesitaría importar grandes volúmenes de combustible para las centrales eléctricas restantes y para los generadores diésel que continúan llenando parcialmente estas brechas.
Sin un gobierno fuerte y creíble que implemente de una vez por todas reformas sostenibles del sector energético y negocie un paquete financiero con el FMI, la libra libanesa continuará su caída libre y los ciudadanos libaneses no podrán permitirse las escasas horas de suministro eléctrico que quedan.
En el camino, el Líbano seguirá siendo utilizado como garantía y como campo de pruebas, atrapado entre el impulso de Hezbollah de mover el país hacia el este y los intentos de Occidente de contener la creciente influencia de Irán en la región.
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Christophe Abi Nassif es director del Programa Líbano para el Middle East Institute. Jessica Obeid es analista independiente en política energética y miembro no residente de los Programas MEI Líbano, Economía y Energía.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Middle East Institute el 20 de agosto de 2021.