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El Interprete Digital

La crisis financiera de Siria y su efecto en el Líbano

Por Tala Jarjour para Arab News

Frontera Líbano-Siria, ayuda a refugiados. [IHH Insani Yardim/Creative Commons]

Líbano ganó la atención de todos los boletines informativos mundiales desde la explosión que devastó su capital, Beirut, hace casi un año. Este fenómeno profundizó el camino hacia una crisis económica sin precedentes en la historia del Estado moderno.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

Una falla importante del sector bancario del país, que los expertos describieron como un esquema de Ponzi, y la consiguiente falta de divisas precipitaron la tan discutida crisis económica y sus múltiples repercusiones. Sin embargo, rara vez se habla de una de sus consecuencias: el hecho de que Siria —que sigue recuperándose de los efectos de la guerra, su pérdida de territorio generador de ingresos y de capital humano— también se está recuperando de una situación devastadora y aparentemente interminable.

Uno de los efectos más directos del colapso bancario libanés es la pérdida de capital privado sirio. Desde que Líbano implementó su Ley de Secretario Bancario de 1956 —que solo fue levantada temporalmente por el Parlamento durante un año en diciembre de 2020—, muchos árabes, incluidos los sirios, utilizaron estas entidades para ahorrar, mover e invertir capital. Hecho que sucedió inclusive durante los años de guerra libanesa, y especialmente, durante la última etapa del conflicto en Siria.

A medida que los disturbios internos en Siria se intensificaron en la primera mitad de la década de 2010, y que el creciente conflicto parecía extenderse cada vez más, Líbano se transformó en la ruta más rápida para que las personas sacaran efectivo de la estancada economía siria.

Si bien el gobierno de Bashar Al Assad trabajó para reducir activamente esta tendencia, los bancos libaneses se convirtieron, en algunos casos, en el único depósito de efectivo sirio privado. Esto se acentuó especialmente, después de la creciente imposición de sanciones al país y las transacciones financieras globales de sus ciudadanos.

En un gesto bastante sorprendente, el presidente sirio hizo referencia a estos fondos en su cuarto discurso de asunción. Assad indicó que las estimaciones de la cantidad de efectivo que no pueden recuperar los nacionales de bancos del Líbano oscilan entre USD 40.000 millones y USD 60.000 millones. Dejando en claro que esto incluye enormes sumas que fueron desviadas ilegalmente a través de la frontera, lo que deja entrever es el reclamo de la propiedad de partes de cualquier posible rescate económico libanés, así como las enormes pérdidas que ello conlleva.

Independientemente de la suma exacta, y de cuán problemática fue la ocasión para muchos sirios tanto dentro como fuera del país, lo que señaló Assad dio en el blanco. Para los sirios, especialmente, aquellos cuyos ahorros completos se depositaron al otro lado de la frontera, tener solo una fracción de su efectivo después de todas las transacciones de retiro no es fácil de asimilar. Sin embargo, tras reclamos, para algunos de ellos, algo de efectivo es mejor que nada.

Franjas enteras de la población siria sobreviven con paquetes de alimentos racionados, en su mayoría enviados por donantes internacionales. Esto no es diferente a la situación de aquellos que huyeron del país, incluso en los campos de refugiados en Líbano. Ellos también están experimentando crecientes dificultades para encontrar su pan de cada día.

Cuando leo sobre cierres de tiendas locales en Beirut o veo informes sobre familias de clase media de dos padres profesionales a tiempo completo que luchan por llegar a fin de mes, me preguntó si las familias sirias que fueron confinadas en los campos de refugiados sin permiso para trabajar tienen algo de comer diariamente. Sé que algunos en Siria no.

Después de soportar oleadas de medidas de austeridad durante la última década, agravadas por la desaceleración económica causada por la pandemia, los sirios ahora enfrentan incertidumbres aún más sombrías que las de sus vecinos libaneses.

A principios del mes de julio, el gobierno anunció un aumento salarial del 50%. A la mañana siguiente, el precio del pan aumentó un 100%. De la noche a la mañana, el coste de un lote estándar de pan subió de 50 libras sirias a 100.

Frente al dólar estadounidense, el valor de la libra siria o lira continúa su fuerte declive. Un dólar esta semana osciló a SYP 3150 en el mercado paralelo y 2500 en las cajas del Banco Central. En comparación con los tipos de cambio anteriores a la guerra de entre 50 y 52 liras/dólar, esto muestra que el aumento numérico de los salarios es una disminución efectiva del poder adquisitivo.

Para bien o para mal, el bienestar financiero de Siria estuvo estrechamente vinculado al del Líbano. Este último, después de todo, comparte con Siria la mayoría de su frontera terrestre, que es permeable al flujo de bienes, personas y otros factores, de forma legal e ilegal. Sin embargo también es sensible a las crisis y la escasez, así como a los efectos de las sanciones y la corrupción.

Mientras el presidente sirio entraba y salía de la sala con piso de mármol del Palacio del Pueblo, acompañado de música de la Orquesta Sinfónica Nacional, me pregunté cuántos de esos músicos tocarían cerca de la fuente de colores, o incluso de los asistentes al evento exclusivo, tenían todas las comidas para ellos y sus hijos.

La dependencia mutua entre Líbano y Siria, y la inevitabilidad de las crisis que se extienden a través de la frontera compartida, me hacen desear que más expatriados puedan visitar este verano el país. Esa es la única oportunidad que tienen muchas personas de tener su pan de cada día, probablemente, durante los próximos meses.

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Tala Jarjour es autora de “Sense and Sadness: Syriac Chant in Aleppo”. También es  Investigadora Invitada en King’s College, Londres y Asociada en Yale College.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 21 de julio de 2021.