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El Interprete Digital

La amistad en Qaryatayn iba más allá de la religión antes del Ejército Islámico

Por Ammar Hamou y Madeline Edwards para Syria Direct

Señal de ruta de Homs, Palmira y Bagdad. [Bernard Gagnon/ Creative Commons]

En la tranquila y remota ciudad de Qaryatayn, en la provincia de Homs, ubicada a lo largo de una ruta que cruza el desierto entre Damasco y Palmira, Abu Mohammad Farouq, dueño de una tienda, conoció al sacerdote siríaco católico Jack Murad hace 17 años.

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En esos momentos, Bashar Al Asad acababa de reemplazar a su padre como presidente sirio y la guerra civil que luego destrozaría la ciudad —y el país en su conjunto— llegaría en más de 10 años. Todavía faltaban años para las dos invasiones mortales de Qaryatayn por parte del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), así como también para el éxodo masivo tanto de musulmanes como de los últimos cristianos que quedaban de esta ciudad religiosamente mixta —tragedias que presagiaban el fin de la coexistencia pacífica entre las dos religiones de Qaryatayn.

Farouq, que en ese momento tenía 33 años, acababa de regresar a Qaryatayn para volver a radicarse en su ciudad natal después de varios años trabajando en el extranjero, particularmente en Arabia Saudí.  Una vez de regreso en Qaryatayn, abrió una modesta tienda que vendía materiales de construcción para mantener a su esposa y sus pequeños hijos.

Farouq relata lo que ocurrió una mañana poco después de su regreso. “Me dirigía al trabajo y detuve mi automóvil en la entrada de la tienda. Afuera estaba este hombre que claramente era un extraño en la zona. Ya estaba atendiendo a un cliente, pero le dije que esperara para poder ver quién era este recién llegado”, contó y continuó: “Llevaba ropa normal, pantalón y camisa, pero para mí era claro que era alguien importante”. 

Farouq recuerda: “Me preguntó (si podía indicarle) una carpintería local, así que le dije que había una cerca”. Más aún, envió a su hijo Mohammad de siete años para guiar al extraño al taller de carpintería cercano. Por el acento del hombre, Farouq dice: “Me di cuenta de que era de Alepo”.

“Una semana después, el tipo volvió a verme. Todavía recuerdo exactamente cómo se veía”, rememora. Farouq lo invitó a tomar una taza de té y los dos se sentaron juntos en la tienda para pasar el tiempo. “Todavía no sabía si era musulmán o cristiano, dónde trabajaba o qué estaba haciendo (en Qaryatayn). Así es como comenzó nuestra amistad”, cuenta.

El padre Jack Murad —o simplemente el padre Jack, como Farouq se refiere a su amigo —acababa de llegar a Qaryatayn desde su natal Alepo, donde trabajaba como sacerdote siríaco católico, para servir como jefe del antiguo monasterio de San Elián de la ciudad. Incluso en el año 2000, años antes de que estallara la guerra, el lugar se encontraba en gran parte en mal estado. San Elián era nativo de la antigua Emesa, ahora ciudad de Homs. Se dice que murió hace más de mil años mientras viajaba por el desierto que rodeaba Qaryatayn y fue enterrado en una parcela de tierra donde ahora se encuentra el monasterio. Al igual que el hombre que dio nombre al monasterio, el padre Murad llegó a Qaryatayn, a unos 70 kilómetros al sureste de la ciudad de Homs, en gran parte, por casualidad —en asignación del ministerio católico siríaco.

“En mi primer día en Qaryatayn, necesitaba gente que me ayudara a restaurar algunas de las antiguas habitaciones del monasterio”, recuerda Murad y continúa: “No llevaba la ropa de sacerdote, pero (Abu Mohammad) aún así mandó a su hijo a acompañarme, con total confianza y generosidad”. Antes de su destino, Murad había oído que era una comunidad musulmana conservadora y que era un tanto cerrada e insular. Pero con el encuentro de Murad con Farouq y luego la estrecha amistad que tuvieron cambió esa idea. “Fue muy importante para mí, y me dio una idea de cómo es realmente la (comunidad) musulmana en Qaryatayn. ¿Qué más podríamos querer?”, dice.

Casi dos décadas y una guerra civil después, los dos amigos viven dispersos lejos de Qaryatayn después de huir del país en el transcurso de la guerra. Hoy, las casas y comercios de la ciudad están desiertos y marcados con agujeros de bala después de que las fuerzas del régimen sirio expulsaran al EIIL hace dos semanas —por segunda vez.

El rumbo de la amistad de Farouq y Murad, ahora dispersa más allá de las fronteras, refleja la trayectoria de la antigua ciudad donde convivían diversas religiones y que hoy se recupera después de que los combatientes del EIIL desataran una ‘masacre’ contra sus residentes —tanto musulmanes como cristianos— el mes pasado. El denominado Estado Islámico de Irak y el Levante asesinó a 100 hombres de Qaryatayn, jóvenes y viejos, durante el mes de octubre en ejecuciones sumarias contra residentes con presuntos vínculos con el régimen sirio, según informó el periódico local de noticias a favor de la oposición Badia 24.

Al menos dos de las víctimas eran parte de los últimos 30 residentes cristianos que quedaban en Qaryatayn, declaró a Syria Direct Jamil Diarbakerli, director del Assyrian Monitor for Human Rights, con sede en Suecia. “Los demás abandonaron Qaryatayn después de que el régimen sirio recuperó el control de la ciudad”, señaló Diarbakerli.

Su grupo registró abusos de derechos humanos contra cristianos en Siria e Irak. Hoy, dijo Diarbakerli, Qaryatayn está totalmente vacía de su población cristiana, sin “esperanza de regresar” en un futuro próximo.

Al mismo tiempo, miles de residentes musulmanes que también huyeron del EIIL viven en el exilio, lejos de su ciudad natal, en campos de desplazados mal atendidos o como refugiados en el extranjero. “Lo que sucedió en Qaryatayn, fue una operación para expulsar a musulmanes y cristianos todos juntos”, asegura Murad.

Entre vecinos

Era un viernes por la noche a finales de septiembre cuando los combatientes del EIIL irrumpieron en Qaryatayn y lanzaron un ataque sorpresa contra la ciudad. La captura de Qaryatayn —ubicada en las profundidades del territorio del régimen sirio— fue una victoria poco común para el EIIL, que estaba sufriendo grandes pérdidas en otras partes del este de Siria. El ataque del grupo, dijeron los residentes a Syria Direct en ese momento, fue un “sobresalto”. Durante las próximas semanas, cuando el EIIL restableció su control sobre la ciudad, los combatientes presuntamente allanaron farmacias y cortaron las conexiones telefónicas e Internet durante días. Hombres armados fueron de puerta en puerta juntando a hombres y, según los informes, al menos a un adolescente de 16 años para su ejecución, reportó la página de noticias pro-oposición Badia 24.

Después de tres semanas de gobierno del EIIL en Qaryatayn, las fuerzas del régimen regresaron y los expulsaron nuevamente a finales de octubre. Con las líneas telefónicas e Internet funcionando nuevamente, comenzaron a surgir noticias de los asesinatos. Todos los residentes cristianos restantes huyeron de Qaryatayn, en dirección suroeste a Damasco, controlado por el régimen. Y así, el segundo período del EIIL en el control de Qaryatayn también marcó la segunda vez que el grupo extremista alteró drásticamente el tejido social de la ciudad ahora desierta.

Antes de la guerra, la demografía de Qaryatayn generalmente reflejaba la de Siria en su conjunto. Los cristianos, una minoría considerable, constituían el 10% de los 14 mil residentes estimados de la ciudad, dice Abdullah Al Kareem, exresidente y director de Badia 24. El resto eran musulmanes sunitas, quienes, aunque conservadores y religiosos en su mayor parte —la ciudad alberga varias mezquitas— participaron activamente de la vida social de sus vecinos cristianos, explica Al Kareem a Syria Direct.

Murad recuerda su “sorpresa” al trabajar por primera vez en el monasterio de San Elián, cuando vio a los residentes musulmanes locales visitar la iglesia adyacente para reuniones sociales. “Pronto me di cuenta de que esto no era inusual”, indicó y continuó: “Las salas de estar de la iglesia estuvieron abiertas mucho tiempo antes que yo, desde la época del sacerdote que estaba allí en la década de 1970, y estaban abiertas tanto a musulmanes como a cristianos. Venían a charlar, comer pasas y tomar té. Básicamente, la iglesia también era su hogar, al igual que la mezquita era su hogar”.

Como propietario de un comercio, Farouq recuerda que había “negocios y algunas profesiones cristianas locales que dependían de los musulmanes, debido al pequeño número de cristianos. Trabajaban con artesanos y fabricantes musulmanes”. Los hijos de Farouq crecieron en escuelas donde maestros musulmanes y cristianos trabajaban juntos. “Nuestras casas estaban una al lado de la otra”, recuerda.

A lo largo de los años, Farouq se acercó tanto a Murad que eran como miembros de la familia. “Yo le presenté a mis hermanos y nos visitábamos”, recuerda. “Si hubiera visitado Qaryatayn, dudo que hubiera podido distinguir entre un musulmán o un cristiano, en términos de vestimenta o tradiciones. Nos ayudamos unos a otros y estuvimos uno al lado del otro en ocasiones importantes. Somos una familia”, resume.

Luego, a principios de 2011, comenzó la revolución siria. Al principio, Qaryatayn era neutral, pero finalmente quedó bajo el control del Ejército Sirio Libre (FSA). Cuando las fuerzas gubernamentales comenzaron a bombardear la ciudad, cuenta Farouq, “el régimen no apuntó al monasterio. Entonces Murad abrió el monasterio a los civiles. Dios mío, a veces la gente (que se refugiaba) eran musulmanes en un 90%”. Farouq dice que él y otros ayudaron a Murad a proporcionar comida y agua a los residentes que se refugiaban dentro de los muros de la iglesia. “Incluso durante la revolución, no vi ninguna división”, dice el exresidente Al Kareem, que ahora vive en territorio controlado por la oposición en otra parte de Siria. “¿Viste como uno trata a sus propios vecinos? Así fue entre musulmanes y cristianos en Qaryatayn”, concluye.

Estado Islámico de Irak y el Levante

Pero en agosto de 2015, tras una gran victoria en Palmira, aproximadamente a 100 kilómetros al noreste a través del desierto central de Siria, el EIIL llegó por primera vez a Qaryatayn y se unió a simpatizantes locales dentro de la ciudad. “Por supuesto, los cristianos que pudieron huir se fueron”, buscando refugio en las ciudades vecinas controladas por el régimen y en otras partes de Siria, explica el padre Murad. “Los 250 (cristianos) restantes fueron tomados como prisioneros y, por supuesto, yo también fui prisionero junto a ellos”, añade.

Los secuestradores del EIIL, recuerda Murad, “eran de este pueblo y, lamentablemente, de entre aquellos que solían trabajar en el monasterio y cuyas familias solían pedir ayuda”. “Fui y bebí té con su zaeem, que estaba afiliado a EIIL, 10 días antes de mi secuestro”. Durante casi tres meses, Murad y otro sacerdote de Qaryatayn estuvieron cautivos en Raqqa, la capital de facto del EIIL en ese momento. (N.d.T.: la palabra árabe zaeem significa literalmente ‘líder o responsable de’).

En su ausencia, las fuerzas del EIIL arrasaron el monasterio de San Elián e incendiaron la iglesia adyacente. Junto con otros residentes musulmanes de Qaryatayn, Farouq trabajó para negociar la liberación de Murad. “Éramos varios. Hacíamos llamadas telefónicas”, le comenta Farouq a Syria Direct. Finalmente, el EIIL liberó a Murad y a otros cristianos cautivos de la ciudad. Cuando Murad fue liberado, fue acogido por simpatizantes en una iglesia local durante los siguientes cuatro días. “La mayoría de los que vinieron eran de familias musulmanas de la zona”, dice Murad.

Luego, 15 años después de llegar por primera vez a Qaryatayn, el sacerdote huyó en motocicleta a la ciudad de Homs controlada por el régimen para salvaguardar su seguridad. Para Farouq, su rol en asegurar la liberación de su amigo, así como su “postura anti-EIIL”, significó que él también necesitaba huir. “Recibí la noticia de que el EIIL me buscaba”, recuerda Farouq. Rápidamente, Farouq y su familia pagaron a unos contrabandistas para que los llevaran al norte a través del territorio de la oposición siria, a Turquía y luego a través del mar Egeo hasta Grecia en una balsa improvisada. Finalmente, llegaron a Alemania, donde la familia se separó. La esposa, los hijos y los nietos de Farouq llegaron primero a territorio alemán y registraron su condición de refugiados por separado de él. Como resultado, los miembros de la familia fueron reasentados en diferentes ciudades. 

Mientras Farouq y su familia viajaban a Europa, miles de otros residentes musulmanes de Qaryatayn huyeron hacia el sur, cruzando más de 100 kilómetros al sureste a través del desierto abierto hacia una tierra de nadie: una franja de tierra en la frontera entre Siria y Jordania. Fueron unos de los primeros residentes del campamento de Rukban, que ahora alberga a decenas de miles de personas del antiguo territorio del EIIL en el centro y este de Siria. En Rukban, el agua y los medicamentos escasean. El Estado de derecho es prácticamente inexistente y la delincuencia es común, ya que tribus dispares del desierto oriental de Siria se apiñan una al lado de la otra, en tiendas de campaña raídas y casas de barro improvisadas. Las fuerzas del régimen sirio eventualmente recuperaron Qaryatayn del EIIL, al menos por primera vez, en 2016. Pero para los miles de residentes que ya habían huido, era demasiado tarde, ya que estaban en el extranjero o en campamentos y sentían que el viaje de regreso era un riesgo demasiado grande.

“Necesito preguntarte algo”

En marzo, Farouq recibió una llamada telefónica. En ese momento, el ahora abuelo de unos 50 años vivía solo en Alemania, su esposa, hijos y nietos se habían reubicado a lo largo del país, y el más cercano se encontraba en una ciudad a una hora de distancia. Aún no tenía residencia, recuerda, y no podía viajar fácilmente para visitar a su familia. La voz en la línea era el padre Murad, que se encontraba en Roma durante un viaje por Europa predicando y asistiendo a conferencias religiosas. “Me dijo que se dirigía a Suecia, que quería verme en el camino”, cuenta Farouq.

El sacerdote tenía sólo cuatro horas de sobra en Alemania para ver a su viejo amigo de Qaryatayn. Farouq recordó cuando Murad lo había protegido a él y a otros residentes en el monasterio, y cuando, a cambio, él y otros musulmanes de la ciudad ayudaron a asegurar la liberación del sacerdote del encarcelamiento en Raqqa. Quizás recordó un día hace 17 años en Qaryatayn cuando un extraño llegó a su taller y pidió un carpintero. Los dos viejos amigos se reunieron en Alemania ese mismo mes. Esta vez, Farouq fue el que pidió ayuda, recuerda. “Honestamente —le dije— necesito preguntarte algo”. Le contó a Murad su problema. La separación de hijos y nietos a una hora de distancia en un estado alemán al que no podía llegar fácilmente. Farouq había ido anteriormente a Cáritas, una organización de ayuda católica, para organizar una reunificación familiar en una ciudad, pero no tuvo éxito.

Durante las cuatro horas que Murad pasó con Farouq en Alemania, el sacerdote llevó a su amigo a la oficina local de Cáritas. Allí, Murad, ahora un sacerdote católico relativamente conocido debido a su secuestro por parte del EIIL, pidió a los trabajadores humanitarios que reunieran a Farouq con sus hijos. “Accedieron a transferirme”, recuerda Farouq. “Ahora estoy con mis hijos y nietos, todos en la misma región del suroeste de Alemania”. 

El padre Murad dice que visitó y ayudó a varios viejos amigos de Qaryatayn —tanto musulmanes como cristianos— mientras estaban en Europa. “Estas son relaciones normales que continuaron después de la catástrofe que sucedió con EIIL”, afirma y concluye: “Continuarán incluso si el Estado Islámico vuelve a aparecer. Estos lazos son profundos entre la gente, porque dicen que las tradiciones humanas son más fuertes que las normas religiosas”.

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Ammar Hamou es editor en jefe de Syria Direct. Originario de East Ghouta, en las afueras de la capital siria, Hamou estudió periodismo en la Universidad de Damasco. 

Madeline Edwards fue editora asistente de Syria Direct. Trabajó con Syria Direct hasta 2019 colaborando anteriormente para el periódico Daily Star en Beirut. 

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Syria Direct el 6 de noviembre de 2017.