Por Horriya Marzouk para The New Arab
El 25 de enero de 2011 fue un día histórico para millones de egipcios. Lo que empezó como manifestaciones masivas contra la corrupción y la brutalidad policial se convirtió en una auténtica revolución popular de 18 días que derrocó una autocracia de 30 años.
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Pero después de una década, y con un brusco retorno al autoritarismo tras un efímero experimento democrático, ¿cómo se puede evaluar el impacto del 25 de enero?
Después de que el dictador Hosni Mubarak dimitiera el 11 de febrero, activistas y diversas fuerzas políticas sobre el terreno no tenían ningún líder preparado para unirlos y gobernar el país.
Tampoco estaban lo suficientemente organizados para mantener y aprovechar su victoria, lo que allanó el camino para que los militares tomaran el control de Egipto y privaran al movimiento popular de conquistas a corto plazo.
Parecía lógico entonces que los Hermanos Musulmanes ganarían las elecciones presidenciales en 2012, al ser el único grupo organizado con recursos y hombres dentro y fuera del país en ese momento.
Pero los enfrentamientos y desacuerdos que el grupo tuvo con otros frentes políticos, así como con el Ejército, acabaron por provocar su caída ya que el primer Presidente de Egipto elegido democráticamente, Mohamed Morsi, fue derrocado en un golpe militar en 2013.
Desde que tomó el poder, el Presidente egipcio Abdel Fattah Al Sisi adoptó posturas contradictorias hacia la revolución, pero se alimentó de las pérdidas del levantamiento. En algunas ocasiones glorificó el 25 de enero como una ‘gran revolución’, en otras lo denostó y lo describió, en 2018, como el ‘tratamiento erróneo para un diagnóstico equivocado’.
Aunque al principio se apropió de los símbolos del levantamiento, Sisi, sus partidarios y los medios de comunicación afines al régimen se instalaron en una narrativa de desestabilización, culpando a la revolución de las dificultades económicas.
Más lejos que nunca de las aspiraciones de la revolución, ¿se hará realidad la demanda de ‘pan, libertad y justicia social’?
Said Sadek, profesor de sociología política en la Universidad del Nilo, cree que una década es un periodo demasiado corto para determinar si el levantamiento fracasó o tuvo éxito.
“Las revoluciones rara vez se apoderan de los países o gobiernan ellas mismas. Suelen tardar más tiempo en alcanzar sus objetivos. Por ejemplo, la revolución francesa de 1798 no consiguió la libertad y las mujeres no pudieron votar hasta 1945”, argumentó Sadek.
“Las mujeres de Estados Unidos consiguieron el derecho al voto en 1920, mientras que los negros fueron parcialmente liberados en 1863. Tuvieron que pasar más de 150 años para que el ex Presidente de Estados Unidos, Barack Obama estuviera en la Casa Blanca. Creo que victorias graduales acumulativas están todavía presentes”, declaró a The New Arab.
El activista y defensor de los derechos humanos, Sherif Azer, que fue una voz destacada en la revolución egipcia, coincide en cierta medida con Sadek.
“Creo que el levantamiento no fue un fracaso, por más que las condiciones actuales sean peores que antes de 2011, especialmente en lo que respecta a los derechos humanos. Esto es normal, ya que los regímenes dictatoriales y represivos intentan protegerse, temiendo que pueda estallar otro levantamiento, lo que les hace cometer abusos y reaccionar con agresividad ante cualquier esfuerzo político o intento de revuelta”, dijo Azer a The New Arab.
“Es cierto que el levantamiento no gobernó el país… pero éste no era su objetivo principal cuando estalló”, agregó Azer. “El levantamiento no fue un movimiento organizado afiliado a ninguna entidad o liderazgo. Fue una iniciativa espontánea desencadenada por la rabia de la gente. Es cierto que los manifestantes sabían lo que no querían; pero no sabían lo que querían”, expresó.
¿Se alzarán los egipcios de nuevo?
En los últimos años, el régimen intensificó la represión contra los disidentes. Muchos creen que la represión vivida durante el reinado de Sisi es mucho peor que cualquier época bajo Mubarak.
Decenas de miles de activistas, miembros de grupos de la oposición, abogados, médicos y periodistas están actualmente entre rejas, algunos por el mero hecho de expresar sus opiniones, otros en un exilio autoimpuesto fuera del país, mientras que decenas fueron condenados a muerte o ya fueron ejecutados.
El Estado reforzó su control sobre los medios de comunicación privados, que ahora actúan como máquinas de lavado de cerebro en manos de los organismos de seguridad. Las restantes voces libres son censuradas o perseguidas. Se bloquearon más de 500 sitios web de medios de comunicación locales e internacionales y de grupos de derechos humanos, mientras que las condiciones económicas se deterioraron, lo que provocó más pobreza y rabia entre los pobres.
Parece que Sisi quiere evitar el error de Mubarak, temiendo que tratar con ligereza a los activistas de las redes sociales, a los grupos de la oposición y a los periodistas pueda desembocar en su destitución. Por eso, gobierna el país con puño de hierro, sin dejar espacio para la libertad de pensamiento y expresión ni para los medios de comunicación independientes.
“El régimen considera que Mubarak fue blando con la oposición, lo que condujo a una revolución y a su caída. La reacción de Sisi fue perseguir a sus opositores, lo que no es más que una repetición de la falta más grave de Mubarak”, dijo Azer.
“Un régimen exitoso es aquel que promueve el buen gobierno, el estado de derecho y la democracia. Fuimos testigos a lo largo de la historia de dictaduras que cayeron. Sisi no aprendió de la experiencia egipcia ni de las de otros países”, añadió.
Una pregunta obligada ahora es si las condiciones de represión en el país podrían sentar las bases para una nueva revuelta popular contra el régimen, especialmente desde la promulgación de la tristemente célebre ley antiprotesta diseñada para silenciar cualquier posible intento de manifestación masiva.
Sin embargo, Sadek cree que hay luz al final del oscuro túnel. “La ley antiprotesta no impide que la gente se rebele. Mubarak aprobó leyes similares respaldadas con balas. Si la gente quiere salir a la calle, lo hará”, reflexionó Sadek y agregó: “Sólo necesitan estar organizados y comprender los altibajos que sucedieron en 2011”.
“Creo que el cambio se producirá cuando se siga creando conciencia en la gente. Tengo la esperanza de que haya otro levantamiento, pero llevará más tiempo y será más lento en acción que el anterior”, continuó Azer.
“La gente maduró políticamente en un momento en que el régimen sigue fuera de juego como siempre. Pero, en pocas palabras, en 2021 los egipcios no dejaron de rebelarse a diario contra las políticas y los juegos políticos del gobierno a través de las redes sociales”, concluyó.
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Horriya Marzouk es un seudónimo. El autor reside en una jurisdicción en la que la publicación de su identidad puede crear un problema de seguridad o de libertad de circulación.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por The New Arab el 25 de enero de 2021.