Mohammad y Amin se escabulleron a bordo del barco mercante atracado en el puerto de Beirut. Era 1913. Se acababan de convertir en polizones, Mohammad a los 17 años y Amin a los 14. Los chicos no serían descubiertos hasta después de que el barco hubiera llegado a alta mar. Según la historia, transmitida de generación en generación en mi familia, su corta edad evitó que los arrojaran por la borda después de que fueron descubiertos y confesaron su ‘crimen’. El viaje, sin embargo, no sería gratuito. Los dos jóvenes polizones sirios asistieron a la tripulación en las tareas diarias y, a medida que pasaban los días, el barco se acercaba cada vez más a su destino final: Buenos Aires, Argentina. Allí, Mohammad y Amin construirían un nuevo hogar a más de 12 mil kilómetros de donde habían partido.