Por Majid Rafizadeh para Arab News
Pocas rivalidades son tan potentes y peligrosas como la que enfrenta a Israel e Irán. La reciente escalada de tensiones entre estas dos potencias regionales — como puso de relieve el ataque de Israel contra el consulado iraní en Damasco la semana pasada y el ataque de represalia con drones y misiles de Irán contra Israel el sábado por la noche — ha provocado serias preocupaciones a escala mundial.
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Cada día que pasa, el espectro de un conflicto directo se cierne con más fuerza, arrojando una sombra de incertidumbre sobre toda la región. En este entorno fluido e impredecible, aumenta el riesgo de errores de cálculo y de escaladas imprevistas, lo que incrementa la probabilidad de nuevos conflictos y crisis con ramificaciones globales.
Si este nido de pólvora se convirtiera en una guerra abierta, las consecuencias repercutirían mucho más allá de las fronteras de estas dos naciones, pudiendo desencadenar una cadena de acontecimientos y consecuencias imprevistas con implicaciones catastróficas. Una guerra directa entre Israel e Irán tiene el potencial de remodelar el panorama geopolítico mundial de formas difíciles de predecir, con implicaciones de largo alcance para la paz y la estabilidad en todo el mundo.
La primera consecuencia, y quizá la más inmediata, de un conflicto directo entre Irán e Israel sería la desestabilización del ya de por sí inestable Oriente Próximo. Ambas naciones ejercen una influencia significativa sobre los Estados vecinos y los actores no estatales, que podrían verse rápidamente arrastrados a la contienda. Probablemente proliferarían los conflictos por delegación, los movimientos insurgentes y las crisis de refugiados, exacerbando aún más las tensiones existentes y sembrando el caos en toda la región. El delicado equilibrio de poder en Oriente Medio podría romperse, abriendo la puerta a una nueva era de incertidumbre y violencia.
Es importante señalar que, si se propagan las llamas de la guerra, los civiles inocentes se llevarían inevitablemente la peor parte del sufrimiento. Un conflicto entre Irán e Israel, con sus avanzadas capacidades militares y sus centros urbanos densamente poblados, provocaría sin duda una destrucción y una gran pérdida humana. El coste humanitario sería asombroso, con millones de posibles desplazados, heridos o muertos en el fuego cruzado. Lo más probable es que las organizaciones humanitarias tuvieran dificultades para hacer frente al número de refugiados y a la abrumadora demanda de ayuda, lo que agravaría aún más una situación ya de por sí desesperada.
Otra problemática es la de la proliferación nuclear. El programa nuclear iraní preocupa desde hace tiempo a la comunidad internacional, que teme que pueda desencadenar una carrera armamentística regional o conducir a la proliferación de armas nucleares entre agentes no estatales. Un conflicto directo con Israel podría empujar a Irán a acelerar sus ambiciones nucleares, aumentando el riesgo de una carrera armamentística nuclear en Oriente Medio. Esto, a su vez, socavaría los esfuerzos mundiales de no proliferación y aumentaría la probabilidad de una guerra nuclear o una escalada accidental, con consecuencias catastróficas para todo el planeta.
Además de las tácticas militares convencionales, es probable que en un conflicto entre Israel e Irán se produzca también una escalada significativa de la guerra cibernética. Ambas naciones poseen sofisticadas capacidades cibernéticas y han demostrado su voluntad de utilizarlas en el pasado. Una guerra de este tipo entre estos dos adversarios podría tener como objetivo infraestructuras críticas, perturbar las redes de comunicación y sembrar el caos en los mercados financieros. Las consecuencias de estos ataques podrían ser de gran alcance, socavando la confianza en los sistemas digitales y causando pánico e incertidumbre generalizados en la región y en el escenario mundial.
Una guerra directa entre Israel e Irán proporcionaría un terreno fértil para que las organizaciones terroristas lo explotaran, exacerbando aún más la amenaza del terrorismo global. Los grupos radicales afines a uno u otro bando podrían aprovechar el caos y la inestabilidad para lanzar ataques contra sus enemigos o promover sus propias agendas. La proliferación de armas, la desintegración de las fuerzas de seguridad y el desplazamiento de poblaciones crearían un caldo de cultivo para el extremismo, lo que supondría una grave amenaza para la seguridad regional y mundial.
Tampoco hay que olvidar el aspecto medioambiental de la guerra. Una guerra directa entre Irán e Israel no sólo asolaría las poblaciones humanas y las infraestructuras, sino que también infligiría graves daños al medio ambiente. Oriente Próximo alberga ecosistemas frágiles y vías fluviales vitales, que se verían en peligro por el uso generalizado de la fuerza militar y la destrucción de infraestructuras críticas. La pérdida de recursos vitales y la degradación de los ecosistemas agravarían los problemas medioambientales existentes, como el cambio climático y la escasez de agua, agudizando aún más el sufrimiento de las generaciones futuras.
Mientras tanto, las repercusiones económicas de una guerra directa entre Israel e Irán se dejarían sentir no sólo en Oriente Medio, sino en todo el mundo. Ambos países son actores importantes en la economía mundial, con amplias redes comerciales y recursos estratégicos a su disposición. Cualquier interrupción del suministro de petróleo del Golfo Arábigo, en particular, enviaría una sacudida al mercado internacional, disparando los precios y desestabilizando las economías que dependen de las importaciones de energía. El efecto dominó se dejaría sentir muy probablemente en sectores que van desde las finanzas a la agricultura, sumiendo en la recesión a economías ya frágiles y exacerbando el malestar social.
Por último, un conflicto directo y pleno entre Israel e Irán tendría profundas implicaciones para las relaciones diplomáticas y la cooperación internacional. Las naciones se verían obligadas a elegir bando, polarizando aún más a la comunidad internacional y socavando los esfuerzos por resolver los conflictos mediante la diplomacia y el diálogo. La ruptura de los canales diplomáticos podría conducir a un mayor aislacionismo así como a un endurecimiento de los nacionalismos, lo que dificultaría aún más la búsqueda de soluciones pacíficas a los innumerables retos a los que se enfrenta el mundo actual.
En conclusión, la escalada de tensiones entre Israel e Irán representa una grave amenaza para la estabilidad regional y mundial. Las consecuencias de una guerra directa entre estas dos naciones serían graves y de gran alcance, con el potencial de desencadenar una cadena de acontecimientos que podría remodelar el panorama geopolítico en los años venideros.
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Majid Rafizadeh es un politólogo iraní-estadounidense educado en Harvard.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 14 de abril de 2024.