Por Hamidreza Azizi para The Cairo Review of Global Affairs
El 10 de octubre, la capital ucraniana Kiev, y otras ciudades sufrieron una de las oleadas más intensas de ataques rusos desde que comenzó la guerra a finales de febrero. Volodímir Zelenski, Presidente ucraniano, Rusia utilizó docenas de misiles y drones de fabricación iraní, dirigidos contra infraestructuras energéticas y centros civiles de Kiev. Estos ataques fueron el caso más alarmante de utilización de drones iraníes por parte de los rusos en su agresión militar contra Ucrania.
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Aunque Teherán niega oficialmente haber suministrado drones a Moscú para su uso en la guerra de Ucrania, o haber apoyado la invasión rusa en general, las pruebas de la participación indirecta de Irán son innegables. De hecho, los medios de comunicación iraníes de “línea dura”, especialmente aquellos afiliados a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), se jactan del rol de los drones iraníes en la guerra contra Ucrania, describiéndolo como un logro. En cualquier caso, el rol de Irán en el suministro de armas a Rusia llevó al gobierno ucraniano a expulsar al embajador iraní y a degradar las relaciones con la República Islámica.
Mientras tanto, a pesar de que el Ministerio de Asuntos Exteriores iraní sigue insistiendo en la “neutralidad” en la guerra de Ucrania, la retórica oficial de Irán fue cambiando hacia un apoyo público a Rusia. En una reunión con el presidente ruso Vladimir Putin, el líder supremo de Irán, el ayatolá Seyyed Ali Jamenei, prácticamente respaldó la invasión rusa de Ucrania como medida preventiva. “Con respecto a Ucrania, si usted no hubiera tomado la iniciativa, la otra parte lo habría hecho y habría iniciado una guerra”, dijo Jamenei a Putin, según una declaración de la oficina del líder supremo iraní.
Cabe afirmar, por tanto, que Teherán aparece cada vez más como aliado de Moscú en la guerra de Ucrania. La postura de Irán se deriva de consideraciones ideológicas y de su hostilidad hacia Occidente, pero para comprender mejor su enfoque es necesario tener en cuenta otros elementos, como la percepción que tienen los dirigentes iraníes de la transición en la política mundial, sus cálculos geopolíticos y la evolución interna del país.
Irán y el orden internacional emergente
Durante más de cuatro décadas, la República Islámica se situó como la oposición a Estados Unidos (EE.UU) y al orden internacional liderado por este último país, siendo el punto de mayor importancia de su agenda de política exterior. Desde noviembre de 1979, cuando los revolucionarios estudiantiles tomaron la embajada estadounidense en Teherán, Irán fue reconocido como un Estado revisionista que intenta atacar los intereses de EE.UU y, por extensión, de los aliados de Washington en Medio Oriente. Las sucesivas administraciones de Irán, ya sean moderadas o de línea dura, abogaron unánimemente por un cambio en las estructuras y procedimientos internacionales, incluida la Organización de Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad, para que estén menos dominados por Occidente.
Mientras tanto, altos cargos iraníes, incluido Jamenei, hablaron cada vez más en los últimos años sobre el declive del rol global de EE.UU, haciendo hincapié en la inevitabilidad de un cambio en el sistema internacional hacia un orden no occidental. Según esta interpretación, la transición en curso en la política internacional permite a potencias revisionistas, como China y Rusia, aumentar su influencia internacional y desafiar a EE.UU. En línea con esto, Irán puede asumir un papel más asertivo y ampliar su propia esfera de influencia.
Desde esta perspectiva, la guerra en Ucrania y la variedad de reacciones internacionales en su apoyo se consideran una clara señal de que el orden unipolar ya llegó a su fin. Los dirigentes iraníes siguen con interés cómo Washington es incapaz de convencer a sus aliados tradicionales de Medio Oriente, y de otras regiones, salvo Europa, para que presionen diplomática y económicamente a Rusia, considerando esto una prueba de la disminución del rol de liderazgo estadounidense en la escena mundial. Por ejemplo, el general de división Yahya Rahim Safavi, principal asesor militar del Líder Supremo iraní, considera que la guerra de Ucrania es una señal de que comenzó la “transición de poder de Occidente a Oriente”.
Según la narrativa del gobierno iraní, dado que la guerra en Ucrania alcanzó un punto irreversible, especialmente en lo que respecta a la reconfiguración de la competencia y la política de las grandes potencias, ahora es el momento de que Irán desarrolle lazos con las potencias emergentes a nivel bilateral y multilateral. En otras palabras, el acuerdo de Asociación Estratégica Global con China de marzo de 2021, la plena pertenencia a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), dominada por Rusia y China, que se realizó en septiembre de 2022, y el apoyo militar a Moscú en la guerra de Ucrania forman parte de una estrategia única para sacar partido del “orden internacional emergente”.
Adopción de medidas geopolíticas
Teniendo en cuenta el declive del liderazgo de Washington, otros actores regionales, al igual que Irán, intentaron ajustar sus políticas exteriores y de seguridad a las nuevas realidades mundiales. En lo que respecta a los rivales regionales de Irán, aliados tradicionales de EEUU, están preocupados, y este ajuste adoptó principalmente la forma de nuevos alineamientos regionales y acuerdos de seguridad.
Los vecinos árabes de Irán en el Golfo Pérsico, por ejemplo, optaron por cooperar estrechamente y formar una coalición de seguridad con Israel con el objetivo de llenar el vacío de apoyo estadounidense y establecer un contrapeso a Irán. Al mismo tiempo, Turquía, aliada de EEUU en la OTAN (N.d.T.: Organización del Tratado del Atlántico Norte), asumió un papel más independiente y asertivo en Medio Oriente, el Cáucaso Meridional y Asia Central.
El rol de Turquía en el apoyo a Azerbaiyán en la guerra de 2020 con Armenia por Karabaj fue un ejemplo de ello. Azerbaiyán, otro vecino de Irán, desarrolló una creciente asociación política y militar con el archienemigo de Irán: Israel. Estos acontecimientos elevaron la percepción de amenaza de Irán hacia su vecindario regional a un nivel sin precedentes.
Haciéndole frente con eficacia a este entorno geopolítico cada vez más amenazador, Irán adoptó dos medidas principales, una relativamente antigua y otra nueva. En los últimos cuarenta años, los principales pilares de la estrategia iraní para mejorar su capacidad de disuasión y conjurar las amenazas a su seguridad fueron desarrollar capacidades militares y de defensa autóctonas y, al mismo tiempo, crear una red de aliados armados no estatales en toda la región, conocida como el “eje de resistencia”. El término suele referirse al Hezbolá libanés, las Fuerzas de Movilización Popular (FMP) iraquíes, los Houthis de Yemen y el régimen sirio.
El primer pilar es el resultado de los embargos internacionales de armas contra Irán y de la imposibilidad de mejorar los sistemas de defensa con ayuda exterior. El segundo pilar tiene que ver con el relativo aislamiento de la República Islámica y la falta de aliados estatales, lo que fomenta su deseo de trabajar con actores no estatales.
Sin embargo, lo que es nuevo es el aparente y creciente deseo de Teherán de formar alianzas con potencias mundiales emergentes, especialmente Rusia y China. Dado que los dirigentes iraníes creen que Rusia y China están tratando de formar coaliciones y aliados de distintas regiones del mundo para contrarrestar a las potencias tradicionales, Irán está tratando de hacer lo mismo. Al abandonar la política de “ni Oriente ni Occidente”, que fue uno de los principales pilares de la Revolución Islámica de 1979, la República Islámica busca formar alianzas con Rusia y China como parte de su propia estrategia de equilibrio frente a los rivales regionales. Además, los funcionarios iraníes probablemente esperan que, en un futuro próximo, Rusia les devuelva el favor suministrándoles armamento avanzado, en particular aviones de combate de última generación.
¿Por qué estrechar lazos con Rusia?
Aunque las distintas administraciones de la República Islámica, independientemente de su orientación en política interna, siempre adoptaron una postura crítica hacia Estados Unidos y el orden internacional liberal, hubo diferencias considerables en la forma en que los dirigentes iraníes ven a Rusia y en cómo Teherán debe regular sus relaciones con Moscú. En términos generales, las llamadas facciones moderadas y reformistas de Irán adoptaron un enfoque más cauto hacia Rusia, hasta el punto de mostrarse escépticas ante una alianza o incluso una asociación con Moscú. Este enfoque quedó patente en una entrevista filtrada al ex ministro de Asuntos Exteriores Mohammad Javad Zarif en abril de 2021, en la que criticó duramente el papel de Rusia en la política exterior de Irán, especialmente en la crisis siria y en las negociaciones nucleares previas a 2015 que desembocaron en el Plan Integral de Acción Conjunta, también conocido como el acuerdo nuclear iraní.
Por otra parte, la facción conservadora próxima al Líder Supremo, así como el propio Jamenei, mantuvieron una opinión favorable de Rusia y de las relaciones con el Kremlin. De hecho, durante más de tres décadas de liderazgo, Jamenei aprovechó cualquier oportunidad para elogiar a Rusia y a Putin. La actual administración iraní del presidente Ebrahim Raisi comparte este punto de vista y persigue estrechar lazos con Moscú en el contexto de su estrategia de “mirar hacia Oriente”. Si, en el pasado, la presencia de los moderados en el poder habría hecho que la política de Irán fuera un acto de equilibrio entre Oriente y Occidente, el gobierno iraní en su conjunto está ahora abiertamente a favor de estrechar lazos con Moscú.
El deseo de estrechar relaciones con Moscú también tiene que ver con el creciente autoritarismo en la política interna de Irán. Las elecciones presidenciales de 2021, en las que todos los candidatos reformistas fueron descalificados, mostraron claramente lo decididos que estaban el Líder Supremo y su entorno a disuadir cualquier actividad democrática significativa. De hecho, los signos de las tendencias autoritarias del gobierno habían empezado a aparecer mucho antes, al menos desde 2009 y la represión del Movimiento Verde. El movimiento fue inicialmente una reacción al fraude en las elecciones presidenciales, pero pronto se convirtió en un levantamiento público masivo que desafió a todo el sistema político. El creciente despotismo del gobierno iraní, junto con la corrupción y las dificultades económicas, fueron los principales factores que provocaron un movimiento de protesta masivo en Irán desde septiembre de 2022.
Mientras tanto, a diferencia de Europa, que siempre se mostró crítica con la situación de los derechos humanos y las libertades políticas y sociales en Irán, tanto Rusia como China -a su vez gobernadas por gobiernos autoritarios- se consideran socios fiables de la República Islámica. Estos dos Estados no sólo no critican a la República Islámica por cuestiones internas, sino que ayudan activamente al gobierno iraní a establecer un control más estricto sobre su sociedad y a mantener prácticas antidemocráticas proporcionándole asistencia tecnológica y cooperación en materia de inteligencia. Por tanto, al margen de la política exterior, los dirigentes iraníes consideran que la asociación con Rusia es necesaria para garantizar sus intereses dentro del país.
Contradicción respecto a Ucrania
No es posible entender la postura de Teherán ante la guerra de Ucrania sin comprender la percepción iraní del cambiante sistema internacional, las implicaciones geopolíticas de las rivalidades regionales en Oriente Medio y Eurasia Central, y las consideraciones relacionadas con la política interior de Irán. La combinación de estos factores hizo que Irán se ponga efectivamente del lado de Rusia en lo que los dirigentes iraníes perciben no sólo como una guerra contra Ucrania, sino como una guerra contra Occidente. Sin embargo, la razón por la que el gobierno iraní sigue reclamando “neutralidad” y se abstiene de apoyar oficialmente a Moscú en la guerra puede encontrarse en la preocupación de Irán por las consecuencias de la crisis ucraniana.
En primer lugar, el apoyo abierto de Irán a Rusia significa tomar partido por el agresor. Irán, que vivió la guerra de agresión del presidente iraquí Sadam Husein durante ocho años en la década de 1980, durante la guerra Irán-Iraq, tendría dificultades para justificar una postura así. Además, la composición étnica mixta de las provincias fronterizas de Irán al este y al oeste suscitó sistemáticamente la preocupación de que Estados hostiles puedan manipular las diferencias étnicas y sectarias para socavar su integridad territorial, al igual que hizo Rusia con Ucrania. Esto podría convertirse en un serio desafío, especialmente en las zonas donde los kurdos, los árabes, los azeríes y los baluchis son mayoría, es decir, en el suroeste, el oeste, el noroeste y el suroeste de Irán, respectivamente. Por eso, ocho años después de la anexión de Crimea por Rusia, Irán sigue sin reconocer esa región como parte de la Federación Rusa. Por lo tanto, la posición de Irán hacia la guerra de Ucrania tiene una contradicción inherente en su núcleo, lo que explica la diferencia entre las posiciones oficiales de Teherán y su comportamiento práctico.
A nivel social, la creciente asociación con Moscú se topó con una reacción principalmente negativa por parte de la opinión pública iraní, que históricamente se mostró sensible al rol de Rusia en el país. Los iraníes reconocen a Rusia como una potencia agresiva que en el siglo XIX, a través de los tratados de Golestán y Turkmanchai, adquirió una parte significativa de los territorios iraníes en el Cáucaso Sur, y más tarde, durante la Segunda Guerra Mundial, ocupó el norte de Irán. Por ello, entre otros aspectos, la guerra de Ucrania refleja también una gran brecha entre las prioridades del gobierno y las de la opinión pública iraní. Esto significa que las relaciones entre Teherán y Moscú carecen de apoyo social e infraestructuras y dependen en gran medida de la viabilidad de los regímenes gobernantes en ambos países. Por lo tanto, cabe suponer que las protestas generalizadas en Irán, que ya se convirtieron en un desafío crítico para la República Islámica, también suscitaron preocupación en el Kremlin. Cualquier cambio político fundamental en Irán privaría con toda probabilidad a Rusia de un socio fiable en la región estratégica que es Medio Oriente.
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Hamidreza Azizi es profesor visitante en el Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP) de Berlín. Fue profesor adjunto de estudios regionales en la Universidad Shahid Beheshti de 2016 a 2020 y profesor invitado en el Departamento de Estudios Regionales de la Universidad de Teherán de 2016 a 2018.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por The Cairo Review of Global Affairs en invierno de 2023.