Por Kareem Shaheen para New Lines Magazine
La semana pasada, Mohamed Aboutrika, una leyenda del fútbol egipcio y experto en deportes, avivó la controversia luego de que pronunció comentarios contra los homosexuales en los que instó a los futbolistas musulmanes a boicotear una campaña de la Premier League que apoya a la comunidad LGBT. Aboutrika está en la lista de terroristas egipcios por su presunto apoyo a la Hermandad Musulmana, pero sigue siendo un icono querido de la época dorada del Al Ahly, el principal club de fútbol del país, así como de la selección nacional.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Mohamed Salah, el delantero del Liverpool y de la selección egipcia, también se metió en problemas la semana pasada en una entrevista con la personalidad mediática Amr Adib. Cuando se le preguntó sobre el alcohol, en lugar de decir que no bebe porque está prohibido en el islam, Salah dijo que se abstiene porque “no es un gran problema para mí y no me inclino por ello”.
Más allá de ser una superestrella egipcia, Salah es un ícono global cuyas palabras y posiciones son observadas mucho más allá de su país de origen.
En un tuit visto como una crítica velada a la superestrella del fútbol, Dar Al Iftaa de Egipto, el organismo encargado de promulgar edictos religiosos, dijo que el acto de “ni siquiera pensar en llevar a cabo algo prohibido es una forma de adoración”.
Al Azhar, el centro preeminente de aprendizaje sunita, también emitió una declaración sobre la homosexualidad, diciendo que normalizarla era una forma de “decadencia moral”.
¿Qué significa esto?
Los jugadores de fútbol en Egipto a menudo son elogiados por su religiosidad abierta y aparente como una forma de moralidad y como un ejemplo para los miembros jóvenes de la sociedad. Tanto Aboutrika como Salah realizaban sajdat shukr, una postración que expresa gratitud a Dios, en el campo después de marcar goles. Las anécdotas que ilustran su compromiso con la fe, como el hecho de que la esposa de Salah use el hiyab, se consideran dignas de elogio y representantes de la rectitud moral. Contribuyó al apodo digno de meme de Salah, ‘fakhr al arab’ (el orgullo de los árabes).
Esta es una espada de doble filo, porque crea una imagen que la mayoría de las celebridades no pueden cumplir y conduce a la condena cuando inevitablemente no logran adherirse a la perfección impuesta por los estándares públicos.
Con respecto a Salah, la fachada de rectitud ya había sido ligeramente perforada.
Fue criticado —y elogiado— por publicar hace dos años una imagen de su familia posando frente a un árbol de Navidad, porque muchos conservadores creen que los musulmanes no deberían celebrar las festividades cristianas.
Dos meses antes de ese incidente, fue criticado por posar en una sesión de fotos de GQ con la exmodelo de Victoria’s Secret Alessandra Ambrosio. Se consideró que las fotos no correspondían a un hombre árabe conservador.
Los comentarios de Salah sobre el alcohol fueron vistos como dignos de condena porque se negó a decir abiertamente que beber está prohibido y a condenar la práctica, y optó por presentarlo como una cuestión de elección y preferencia personal.
Las palabras de Aboutrika, por otro lado, están más estrechamente alineadas con la opinión pública general, pero han provocado la condena de comentaristas más liberales.
Por qué importa:
Las controversias gemelas plantean preguntas sobre el papel de la religión en la vida pública y el estado de los modelos a seguir en la sociedad. Ambos han provocado debate en Egipto desde la experiencia del país con el gobierno de la Hermandad Musulmana. También plantean preguntas sobre el tema de la elección personal y la adhesión a normas sociales más amplias que se utilizan para vigilar las expresiones de sentimiento personal.
Los detractores de Salah argumentan que sus comentarios se desvían de la ortodoxia islámica que impone un rechazo absoluto del pecado e intenta cambiarlo o prevenirlo, en lugar de presentar el problema como una cuestión de elección personal. Se considera que describir la cuestión de beber alcohol como una elección personal debilita el consenso.
Esta tendencia se manifiesta en otros temas que pueden parecer algo esotéricos para una audiencia occidental. Tomemos como ejemplo la muerte por suicidio el año pasado de Sarah Hegazi, una activista LGBT que fue encarcelada por izar una bandera del orgullo en un concierto del grupo libanés Mashrou’ Leila. Después de ser liberada, se instaló en Canadá, donde luego se suicidó.
Los mensajes de luto en las redes sociales causaron revuelo, y muchos usuarios de las redes sociales condenaron a quienes presentaron sus respetos en línea con la oración habitual “Alá yerhamha” (“Que Dios tenga piedad de ella”), diciendo que, como ella rechazó los edictos de la fe por quitarse la vida, los musulmanes están obligados a no orar por misericordia para ella.
Sin embargo, tanto las redes sociales como los principales medios están creando una vía para el debate sobre cuestiones como la vigilancia del pensamiento religioso y las opiniones públicas aceptables, una ligera pero significativa expansión de lo que se conoce como la ventana de Overton, o lo que se permite para el discurso.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Kareem Shaheen es editor de Medio Oriente y boletines en New Lines. Es periodista, columnista, editor y consultor con sede en Montreal y anteriormente fue corresponsal en Medio Oriente para The Guardian, con sede en Beirut y Estambul.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por New Lines el 14 de diciembre de 2021.