Por Ramzy Baroud para Arab News
La guerra de Israel contra los deportes palestinos es tan antigua como el propio Estado israelí. Para los palestinos, el deporte es un aspecto fundamental de su cultura popular y, dado que la cultura palestina es un objetivo en el actual ataque israelí contra la vida palestina en todas sus manifestaciones, los deportes y los atletas fueron blancos deliberados. Sin embargo, el organismo rector del fútbol mundial, la FIFA, junto con otras organizaciones deportivas internacionales, no hicieron nada para responsabilizar a Israel por sus crímenes contra el deporte palestino.
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Ahora que la FIFA, junto con la UEFA, el Comité Olímpico Internacional y otros, se unieron rápidamente a las medidas de Occidente contra Rusia como resultado de su invasión de Ucrania, los palestinos y sus defensores están desconcertados. Años de incansables pedidos de sanciones a Israel en las competiciones deportivas internacionales dieron pocos o ningún resultado. Este siguió siendo el caso, a pesar de los ataques intencionales de Israel contra los estadios palestinos, las restricciones de viaje a los atletas, la cancelación de eventos deportivos y los arrestos e incluso asesinatos de futbolistas palestinos.
Muchos palestinos, árabes y activistas internacionales ya resaltaron la cuestión de la hipocresía occidental en el caso de la ocupación militar de Palestina por el apartheid israelí tras el inicio de la operación rusa en Ucrania. Casi tan pronto como comenzó el ataque, se inició una ola sin precedentes de boicots y sanciones a todo lo ruso, incluida la música, el arte, el teatro, la literatura y, por supuesto, los deportes. Lo que el movimiento contra el apartheid en Sudáfrica tardó décadas en lograr se llevó a cabo contra Rusia en cuestión de días.
Los palestinos tienen razón en estar desconcertados, ya que la FIFA les informó repetidamente que el deporte y la política no se mezclan. Maravillate ante esta hipocresía para apreciar verdaderamente la frustración palestina: “El Consejo de la FIFA reconoce que la situación actual (en Palestina e Israel) se caracteriza, por razones que nada tienen que ver con el fútbol, por una complejidad y sensibilidad excepcionales y por ciertas circunstancias que no pueden ser ignoradas ni modificadas unilateralmente por organizaciones no gubernamentales como la FIFA”. Esa fue, en parte, la posición oficial de la FIFA declarada en octubre de 2017 en respuesta a una solicitud palestina de que los “seis clubes de fútbol israelíes con sede en asentamientos ilegales en los territorios palestinos ocupados deberían trasladarse a Israel o ser excluidos de las competiciones reconocidas por la FIFA”.
Dos años más tarde, Israel canceló cruelmente la Copa Palestina de la FIFA que estaba destinada a reunir al mejor equipo de fútbol de Gaza, Khadamat Rafah, y al FC Balata de Cisjordania para una final dramática. Los palestinos ven el fútbol como un respiro de las penurias de la vida bajo el asedio y la ocupación. El tan esperado partido habría ofrecido un momento de unidad preciosa entre los palestinos y habría sido visto por un gran número de personas, independientemente de su afiliación política o ubicación geográfica. Pero “sin razón aparente”, como informa la revista estadounidense The Nation, Israel decidió negar a los palestinos ese breve momento de alegría.
Incluso entonces, la FIFA no hizo nada, a pesar de que el evento llevaba el nombre del organismo rector. Mientras tanto, los equipos de fútbol israelíes abiertamente racistas como Beitar Jerusalén pueden jugar sin obstáculos, viajar sin restricciones y permitir que sus fanáticos expresen sus cánticos racistas favoritos como si el racismo en los deportes fuera la rutina aceptada.
El doble estándar de la FIFA es abominable, por decir lo mínimo. Pero no es el único hipócrita. El Comité Paralímpico Internacional la semana pasada llegó a negar a los atletas de Rusia y Bielorrusia el derecho a competir en los Juegos Paralímpicos de Invierno de este año en Beijing. La decisión se justificó sobre la base de que la participación de estos atletas pondría en peligro la “viabilidad” de los eventos y, supuestamente, haría “insostenible” la seguridad de los atletas, a pesar de que los atletas rusos y bielorrusos estaban, debido al contexto político, preparados para participar como neutrales.
No sólo los atletas israelíes son bienvenidos en todos los eventos deportivos internacionales, sino que cualquier mero intento por parte de atletas individuales de mostrar una postura moral en apoyo de los palestinos, como negarse a competir contra los israelíes, puede resultar muy costoso. Por ejemplo, el año pasado, el judoka argelino Fethi Nourine y su entrenador fueron suspendidos por 10 años por retirarse de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 para evitar enfrentarse a un oponente israelí. Medidas similares se tomaron contra jugadores y equipos de fútbol por mostrar solidaridad con Palestina, incluso cuando los fanáticos ondearon banderas palestinas o cantaron por la libertad palestina.
Mohammed Aboutrika, el excapitán de la selección nacional de fútbol de Egipto, recibió una tarjeta amarilla en 2009 por simplemente mostrar una camiseta que decía, tanto en árabe como en inglés, “Simpatizá con Gaza”. Por ese acto supuestamente atroz, la Confederación Africana de Fútbol le advirtió que no mezclara la política con el deporte. Aboutrika comentó la semana pasada que la “decisión de suspender a los clubes y equipos rusos de todas las competiciones debe ir acompañada de una prohibición a los asociados a Israel (porque Israel) estuvo matando a niños y mujeres en Palestina durante años”.
Debe señalarse que la hipocresía aquí va mucho más allá de Palestina e Israel hacia numerosas situaciones en las que quienes exigen justicia y rendición de cuentas a menudo están afiliados a naciones pobres del Sur Global o causas que desafían el statu quo, como el movimiento Black Lives Matter.
Pero hay mucho que se puede hacer además de simplemente delinear el doble estándar o denunciar la hipocresía. Es cierto que el movimiento sudafricano contra el apartheid tardó muchos años en aislar al gobierno racista de Pretoria en las plataformas deportivas internacionales de todo el mundo, pero esa tarea aparentemente imposible finalmente se logró.
Los palestinos también deben usar estos canales y plataformas para continuar presionando por la justicia y la rendición de cuentas. No llevará días, como fue el caso de Rusia y Ucrania, pero eventualmente lograrán aislar a Israel. Resulta que, después de todo, la política y los deportes se mezclan.
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Ramzy Baroud es Doctor en Estudios Palestinos por la Universidad de Exeter, consultor de medios, columnista, editor en jefe de Palestine Chronicle y presidente de la ONG People Media Project.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 7 de marzo de 2022.