Por Yazan Al Saadi para The Public Source
“Imagine a Beirut, y al Líbano en general, como una vela. La cera se derritió, la mecha se redujo, la llama se atenuó […] hay oscuridad. No sólo la oscuridad cuando se va la electricidad, sino una oscuridad más profunda que envuelve a todos aquí”.
Así es como Youssef al Khodor, un poeta sirio de veintitantos años, respondió a la pregunta de qué significaba Beirut para él hoy. Él estuvo viviendo en la ciudad desde 2007, cuando su familia dejó su pequeño pueblo en la provincia del noreste sirio de al Hasakah en busca de una vida mejor.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Al Hasakah es donde hace 11 años, un 26 de enero de 2011, Hassan Ali Akleh de 37 años, se roció con gasolina y se prendió fuego — un mes después de la autoinmolación del vendedor ambulante Mohammed Bouazizi en Túnez. Aunque el acto de Akleh no llegó a ocupar un lugar tan central como el de Bouazizi en las narrativas predominantes de las revueltas árabes, porque ese espacio específico en el contexto sirio está reservado a los grafitis anti-Assad hechos por los niños en Dara. Pero el acto de Akleh fue uno de los primeros de rechazo en Siria en 2011, seguido de otros en el período previo al levantamiento nacional del país.
En la década transcurrida desde que el levantamiento sirio se transformó en guerra, Youssef vivió en el vecino Líbano dos crisis de proporciones históricas: la crisis de refugiados más grande del mundo de nuestro tiempo presente y una de las peores crisis económicas del siglo.
Para Youssef, su familia y los casi 2 millones de sirios que viven en El Líbano, las consecuencias socioeconómicas siguen siendo nefastas. Nueve de cada diez sirios viven en la pobreza, sobreviviendo con menos de la mitad del salario mínimo libanés, y la mayoría depende de la asistencia social en efectivo. La mitad de los hogares sirios en el Líbano sufren inseguridad alimentaria (el doble que en 2019), el 93% se ve obligado a pedir dinero prestado para alimentos básicos y casi el 60% tiene un familiar que necesita medicamentos. Los refugiados sirios enfrentan una tasa de mortalidad por COVID-19 de más de 4 veces el promedio nacional. Más de la mitad de los niños sirios no van a la escuela, más de un tercio de las niñas contraen matrimonio infantil y el trabajo infantil aumentó del 2% al 5% entre 2019 y 2021.
Mientras navegan por este abrumador panorama socioeconómico, el político no es menos indulgente. La creciente discriminación, el aumento de las restricciones en la vida diaria y la represión por parte de la seguridad libanesa de cualquier intento organizado de resistir estas amenazas dejaron a una comunidad ya fragmentada incapaz de organizarse colectivamente para mejorar sus condiciones.
Tratados como amenazas a la seguridad doméstica o como objetos de asistencia humanitaria, los sirios en el Líbano no se constituyen como sujetos políticos. Se encuentran atrapados en ‘políticas del ping-pong’, enfrentando respuestas reaccionarias y violencia desde arriba y abajo. Junto con la desvinculación de la vida política de su país de origen, fueron despojados de toda su agencia política.
Una comunidad fragmentada
“Es difícil categorizar a los sirios en el Líbano como una comunidad de refugiados porque tienen una multitud de experiencias”, dice Sima Dardari, una antropóloga siria que trabajó con comunidades de refugiados en el Líbano y actualmente reside en Turquía.
“Por ejemplo, la división urbano-rural era muy común y se mencionaba rutinariamente durante las discusiones entre los sirios. Una de las formas más visibles de privilegio tiene que ver con si una persona todavía tiene su pasaporte sirio, o mejor aún, si tiene otro pasaporte”, señaló en una entrevista con The Public Source.
“Lo inmediato que reconozco es que tengo un pasaporte sirio y un pasaporte extranjero, ambos ya me dan muchos privilegios en comparación con otros sirios”, se hizo eco Louai, un médico socorrista en el Líbano de mediana edad que solicitó permanecer en el anonimato para poder hablar libremente.
“Ese pasaporte me da una ventaja en comparación con otros [sirios] en el Líbano en términos de documentación y vida diaria, y el pasaporte extranjero me da la posibilidad de salir del país temporalmente y regresar, lo que me ayuda a revitalizarme mental y físicamente”, agregó Louai.
Los sirios en el Líbano varían mucho en cuanto a clase social, privilegios, estatus migratorio y situación de vivienda, y además están dispersos geográficamente. Alrededor del 20% vive en casi 6.000 asentamientos informales de tiendas de campaña agrupados en el norte y el Valle de la Becá, y el resto fue absorbido por el entorno urbano. Sin embargo, sólo el 16% tiene permisos de residencia legal.
También están divididos políticamente a lo largo de las trincheras de la guerra. Dados los peligros y desafíos, no se dispone de encuestas exhaustivas sobre las preferencias políticas de los sirios en el Líbano. Las encuestas existentes muestran que la mayoría se aferra a la esperanza de regresar a Siria, pero muchos temen las repercusiones del régimen de Assad o de los grupos armados de oposición, mientras que otros no tienen un hogar al que regresar.
A pesar de las diferencias que los separan, lo que une a los sirios en el Líbano es “la experiencia de ser sirios en el Líbano (…) existe una ansiedad relacionada con ser discriminado, y esa ansiedad disminuye según la clase, pero aún permanece. Existe un estrés cuando hablas con tu acento, y lo que eso implica, además de las leyes y políticas restrictivas” comenta Dardari.
Un creciente espiral de discriminación y desinformación
“No fue hasta el año pasado, cuando vi este video en el que estas dos personas venían y quemaban un campo de refugiados sirios, que odié El Líbano”, reflexiona el poeta Youssef cuando The Public Source le preguntó cómo se sentía acerca de la vida allí.
En diciembre de 2020, más de 300 refugiados sirios se vieron obligados a huir después de que su campamento fuera incendiado por residentes libaneses tras una disputa en el norte del país.
Entre el verano y el otoño de 2012, 900 refugiados sirios fueron expulsados del pueblo de Kawkaba y 6 sirios fueron secuestrados por la embajada siria, en colaboración con la inteligencia militar libanesa.
En noviembre, el municipio de Ras Baalbek emitió restricciones para los sirios, incluido un toque de queda de 7 pm a 6 am y un límite en los salarios diarios que los empleadores locales pueden pagar a los trabajadores sirios.
“El odio y la xenofobia están aumentando (…) El gobierno [libanés] no puede hacerse cargo de toda la población, y probablemente culpe a los sirios como chivos expiatorios”, advirtió Dardari.
De hecho, los llamamientos de los políticos libaneses para devolver por la fuerza a los sirios a Siria se volvieron más fuertes. Aunque las declaraciones xenófobas contra los sirios eran comunes entre algunas fuerzas políticas mucho antes de la crisis siria, entre 2011 y 2014 la respuesta oficial libanesa a la crisis fue no tener una respuesta oficial (o lo que algunos llamaron ‘la política del ñandú o esconder la cabeza bajo la arena’). En 2014, cuando el número de refugiados sirios en El Líbano llegó a 1 millón, la política oficial reconoció la crisis e introdujo planes a largo plazo y medidas reglamentarias, percibidas por los activistas de derechos humanos como un intento de hacer que la estadía de los refugiados sea tan administrativamente difícil y discriminatoria como fuera posible.
La base de las políticas discriminatorias fue la dudosa afirmación de que los refugiados sirios están socavando la economía libanesa.
Para Cynthia Saghir, investigadora socioeconómica, es fundamental que hagamos retroceder los mitos que alimentan estas narrativas. “No podemos hablar de las contribuciones de los refugiados en El Líbano sin hablar de los problemas que aquejan al sistema económico del Líbano. Es muy costoso crear un trabajo en El Líbano en primer lugar (…) El Líbano no tiene los componentes básicos de lo que necesita el desarrollo económico”, declaró a The Public Source.
“Debe haber una mayor conciencia de que si se llevara a cabo una devolución masiva de sirios, esto tendría sus propias repercusiones negativas en El Líbano (…) la cura de la que siguen hablando probablemente envenenará el cuerpo”, advirtió.
Según el académico Joseph Daher, los llamamientos para que los sirios regresen a Siria marcan un crescendo en una vieja partitura. “Independientemente de las divisiones entre la clase dominante libanesa, los sirios siempre fueron utilizados como chivos expiatorios. Todos [los miembros de la clase dominante] atacaron a los sirios e instrumentalizaron el racismo hacia los sirios para sus objetivos”, dijo a The Public Source.
Sin recursos
De las 253 muertes por la explosión del puerto de Beirut el 4 de agosto de 2020, más de 50 tenían pasaportes sirios. Los residentes sirios de la zona que tuvieron la suerte de salir ilesos de la explosión fueron especialmente vulnerables a la ola de desalojos que siguió, dada su frágil situación legal.
Al igual que sus homólogos libaneses, las familias de las víctimas sirias de la explosión del puerto de Beirut no recibieron justicia del Estado libanés. Además, las familias sirias no recibieron compensación oficial según lo dictado por la Ley 196/2020, porque no pudieron afrontar los gastos de producción de la documentación oficial requerida. Algunos informaron que el ejército libanés negó socorro o ayuda porque era responsabilidad del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Las familias de las víctimas sirias tampoco recibieron apoyo de la embajada siria ni de ninguno de los grupos de oposición sirios.
Algunos familiares de las víctimas recurrieron a participar en las protestas y sentadas que se desarrollaban, como Mona Jawesh, la madre de la víctima Rawan Misto, de 20 años.
Además, las víctimas sirias son prácticamente invisibles en la cobertura de la explosión en El Líbano, excepto cuando se trata de culpabilizarlos. Por ejemplo, cuando se menciona que los soldadores sirios pueden haber provocado la explosión.
La represión del Estado libanés contra la acción política
“Cuando estuve [en el Líbano] en 2011-2012, hubo actividades y eventos políticos para la revolución siria”. Pero desde el principio, los sirios “debían tener cuidado en cuanto a cómo operar”, recuerda Daher.
Daher se refería a la breve apertura en la que los activistas sirios en El Líbano pudieron organizar mítines en la Plaza de los Mártires en Beirut para conmemorar los aniversarios del levantamiento, u organizarse en movimientos que se movilizaban por un cambio positivo tanto dentro de Siria como para los sirios en El Líbano, organizar proyecciones de películas sobre la guerra en Siria y debates privados entre activistas sirios, y reunirse en vigilias silenciosas por los prisioneros y desaparecidos frente a las oficinas de la Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia Occidental en el centro de Beirut. Este período también permitió el establecimiento de ONGs dirigidas por sirios como Sawa for Syria (Sawa para Siria), ahora Sawa for Development and Aid (Sawa para desarrollo y ayuda), o Basmeh y Zeitooneh.
Luego, entre 2016 y 17 las circunstancias cambiaron radicalmente. “Una política de aplastamiento de cualquier actividad siria” entró en pleno efecto, según Daher.
Uno de los últimos actos públicos de actividad política tuvo lugar en julio de 2016, cuando unas 200 personas marcharon contra la discriminación contra Siria.
El cierre del espacio para la acción política se produjo cuando la guerra siria fue testigo de intervenciones militares más agresivas por parte de los partidos políticos libaneses, feroces batallas a lo largo de la frontera sirio-libanesa, y una serie de explosiones por parte de grupos anti-Assad en pueblos y ciudades de todo el Líbano.
Usando un marco de ‘Guerra contra el Terrorismo’, el aparato de seguridad libanés se volvió más represivo hacia las organizaciones dedicadas a problemas que afectan a los sirios. La “securitización de los refugiados sirios” significó que las autoridades libanesas solo toleraran actividades estrictamente humanitarias o de socorro.
La transformación se resumió cuando el Foro Socialista, un partido político de izquierda radical ahora desaparecido establecido en Líbano en 2011, intentó organizar una protesta en julio de 2017 por la muerte de cuatro refugiados sirios detenidos por las fuerzas de seguridad libanesas, y en respuesta al discurso xenófobo en torno a la próxima Batalla de Arsal.
Inmediatamente, la protesta fue prohibida, los activistas del Foro Socialista fueron amenazados de muerte y algunos simpatizantes y periodistas fueron arrestados.Una campaña de odio y desinformación también se dirigió a ellos, con poco o ningún respaldo de organizaciones aliadas.
Una declaración del Foro Socialista sobre el incidente señaló: “a pesar de que el Foro Socialista organizó numerosas reuniones de solidaridad con los refugiados sirios a lo largo de los años, esta es la primera vez que la convocatoria a una sentada recibe tantas amenazas abiertas. Creemos que esta incitación tiene como objetivo allanar el camino para una guerra total en Arsal, e imponer un acuerdo con el régimen sirio en el marco de una resolución que requeriría el traslado forzoso de refugiados sirios a las llamadas ‘zonas seguras’ dentro de Siria”.
¿Reavivar la llama política?
Desde la represión de 2017 por parte de los servicios de seguridad libaneses, la única muestra pública de actividad política de los sirios en el Líbano fue votar en las elecciones presidenciales sirias en mayo. Miles de residentes sirios del Líbano fueron transportados en autobús por el régimen sirio y sus aliados a la embajada siria para votar, y algunos de los votantes fueron atacados por una multitud de manifestantes libaneses.
La única forma de cambiar el rumbo, de reavivar la actividad política entre los sirios en El Líbano, es a través de “un cambio radical desde abajo en términos del sistema sociopolítico en El Líbano”, argumentó Daher.
El poeta señaló el hecho de que durante los primeros seis meses del levantamiento de octubre de 2019 en El Líbano, los movimientos de base desafiaron el discurso antisirio, y tales acciones se disiparon cuando el movimiento se debilitó. “Existe una correlación, esto demuestra que no es imposible” comentó.
Daher agregó que esto también requiere de una “colaboración entre comunidades” a mayor escala, en la que “los sirios, al igual que los palestinos y otros también, deberían tener plenos derechos como los libaneses”.
Para Youssef, el joven poeta, este es un punto de inflexión: “A lo largo de todos estos años, nunca me importó prestar atención a la política. No me parecía necesario. Pero después de todo lo que sucedió, me encuentro inevitablemente atraído por la cuestión política. Parece cada vez más probable que sea la única respuesta”.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Yazan Al Saadi es Magíster en Derecho, Desarrollo y Globalización por la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, editor del blog Kabobfest, corresponsal de Al Akhbar y guionista principal de Comictern de The Public Source.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por The Public Source el 26 de enero de 2022.