Por Nadia Arafat y Omaima Ismail para Mada Masr
Bajo el calor abrasador del Alto Egipto, entre tierras que vibran en tonos de verde y tierras inundadas de una árida monotonía, una modesta casa se erige en las montañas de Garah.
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Mohamed Khairy, de 29 años, vive en esta casa. Tiene un diploma en educación técnica y estuvo trabajando como agricultora desde que tiene memoria. Pero, no puede atender a los siete feddans (N.d.T: unida aérea utilizada en Egipto, Sudán, Siria y Omán) que tiene en el oeste de la aldea debido a la falta de agua, por lo que se puso a trabajar como conductor para mantenerse a sí mismo y a su familia.
Khairy y su aldea se destacan como un ejemplo de muchas iguales en el Alto Egipto que comúnmente se conocen como ‘aldeas de montaña’ debido al hecho de que se encuentran a una altura del Nilo y su actividad agrícola dependió durante años de la extracción de agua subterránea con sistemas diésel.
Sin embargo, cuando el gobierno comenzó a eliminar gradualmente los subsidios a la energía como parte de su acuerdo de ajuste económico estructural con el FMI por valor de USD 12.000 millones en 2016, el diésel necesario para extraer las aguas subterráneas para mantener los medios de vida de las personas se volvió más difícil de conseguir.
Algunas personas abandonaron por completo el trabajo agrícola y otras recurrieron a rutas alternativas para encontrar diésel ante la incapacidad del gobierno para manejar la crisis.
Al igual que Khairy, los 15.000 habitantes de Garah dependen, principalmente, de la agricultura. Las tierras agrícolas se dividen entre el este y oeste del asentamiento urbano. Las primeras son antiguas y están cercanas al Nilo, representando alrededor de 700 feddans y son irrigadas por los canales secundarios del río. Mientras que las occidentales están más lejos del Nilo y dependen del agua subterránea para el riego. Constituyen alrededor de 2000 feddans desérticos en plena montaña e irrigados durante 30 años por los habitantes de las aldeas.
El padre de Khairy fue una de las personas que se fueron a las montañas. Pudo recuperar siete feddans del desierto que le pasó a su hijo, quienhasta hace poco, cuando se levantaron los subsidios a la energía y se devaluó la moneda, se ganaba la vida con la tierra para su familia.
Khairy perseveró en el trabajo agrícola después de que el plan económico del FMI entró en vigor. Sin embargo, no pudo pagar el costo de adquirir agua a partir de entonces. “Después de que subió el precio del gas, no tenía sentido seguir trabajando la tierra. Una temporada tras otra, perdí dinero y me endeudé aún más. Así que decidí dejar de cultivar” señaló Khairy a Mada Masr.
Como consecuencia de los recortes de los subsidios, el precio del diésel aumentó de 1,6 piastras por litro a 7 en los últimos años, lo que multiplicó el costo del riego de la tierra.
Según Khairy, un feddan necesita ser regado tres veces al mes y requiere alrededor de dos tanques de diésel de 40 litros cada vez. Antes de que se levantaran los subsidios, el costo de irrigar un océano era de 128 piastras. Después de que se levantaron los subsidios, el coste saltó a LE (libras egipcias) 270.
A su vez, Khairy y otros agricultores indicaron que la cantidad de riego necesaria para los cultivos de verano tales como melón, tomates, trébol y maíz están aumentando constantemente debido a las temperaturas más altas. Esto, a su vez, elevó el costo de acceso al agua en verano. Esto ha hecho que el trabajo agrícola en esa temporada sea casi imposible en los pueblos de montaña.
En consecuencia, según un ingeniero agrícola del mismo pueblo que habló con Mada Masr bajo condición de anonimato, los agricultores más acomodados pasaron a cultivar sólo una parte de su tierra y otros agricultores solo se enfocaron en la temporada de invierno.
Khairy no tuvo más remedio que buscar otra fuente de ingresos. Cuando tuvo la oportunidad de viajar con su hermano a Arabia Saudita, decidió dejar atrás la tierra de su padre. “La pobreza inquebrantable en Garah no nos dejó otra opción. Tengo una casa, un niño y una tierra que no puedo cultivar”, señaló.
Khairy no fue el único en el pueblo que vivió tal experiencia. Mada Masr habló con varios otros terratenientes en Garah que tenían historias similares. Ashrat Atef, de 34 años, trabaja, actualmente, como supervisor de servicio de habitaciones en un hotel en Marsa Alam después de no poder seguir trabajando en su tierra.
Al terminar sus estudios en El Cairo, Atef había trabajado incansablemente para asegurar el costo de la agricultura de cinco feddans en el oeste de Garah, que había heredado de su padre. Pero después de que el gobierno levantó los subsidios hace seis años, ya no podía permitírselo.
Cuando Khair y Atef fueron obligados a regresar a Garah después de perder sus trabajos lejos de la aldea en medio de la pandemia, descubrieron que sus vecinos podían cultivar sus tierras una vez más utilizando energía solar.
Uno de esos vecinos es la familia Samman, que posee 20 feddans de tierra. Después de no haber podido cultivar más del 85% de sus propiedades durante años, la familia Samman pudo cultivar en todas sus tierras en su temporada de crecimiento a principios de este año.
“Durante tres años, cultivamos la comida y el forraje de nuestra casa solo en 3 feddans. El resto quedó sin cultivar”, dice Omar al-Samman, un estudiante de estudios islámicos, y agrega que irrigar incluso esta parte de la tierra de su familia le había costado LE3.000 semanales.
La familia Samman no dudó en continuar entusiasmada con la perspectiva de utilizar energía solar para el riego cuando un ingeniero que trabajaba en la zona les ofreció el servicio con un plan de instalación. No lo dudaron, sobre todo después de ver resultados increíbles en las tierras de sus vecinos que también decidieron instalar energía solar, lo que les ahorró grandes cantidades de dinero y problemas mecánicos interminables con los métodos de riego tradicionales.
A pesar del elevado precio que conlleva la instalación de paneles solares, que llegó a 352.000 LE para la familia Samman, Omar dice que es una carga temporal para una mayor productividad.
Según Shazly Yassin, propietaria de una empresa de energía solar que brinda servicios a la gente de Garah y otras gobernaciones en el Alto Egipto, la demanda de paneles solares para la agricultura aumentó en los últimos cinco años después de que subió el precio del diésel y la electricidad. La mayoría de las empresas ofrecen diferentes planes de pago de sus servicios para alentar a los agricultores a cambiar a la energía solar, dice.
El costo de instalar paneles solares para bombear agua subterránea para riego difiere según el tamaño del terreno y la profundidad del agua.
Pero esta opción no es adecuada para todos los agricultores de Garah, incluidos Atef y Khairy, ya que solo alrededor del 20% de las tierras en las aldeas de montaña pudieron cambiar de diésel a solar, según el ingeniero. Los agricultores más pequeños y aquellos en desventaja recurrieron a compartir paneles solares y dividir el costo y el programa de riego entre ellos.
Los pueblos de montaña al oeste de Nilo, que incluyen a Garah y otros estuvieron durante mucho tiempo en el mapa de pobreza que CAPMAS publica cada dos años, que incluye un informe detallado sobre distribución geográfica en todo el país.
En su último informe de ingresos y gastos, CAPMAS fijó la línea de pobreza en LE857 mensuales, que es de alrededor de LE10283 anuales o $ 1,79 diarios. El umbral de pobreza del Banco Mundial se sitúa en 1,90 dólares diarios.
El gobierno está tratando de mitigar las consecuencias de la pobreza que se multiplicó ante el declive del trabajo agrícola. Por ejemplo, muchos de esos pueblos de montaña se incluyeron en el programa Hayah Karima (Vida decente) a principios de año.
La iniciativa fue lanzada por el gobierno en 2019 para brindar ayuda a las comunidades necesitadas, incluida la atención médica, la educación y la vivienda. Un empleado de la unidad local de la iniciativa le dijo a Mada Masr que considera que esto es una mitigación de los síntomas de la pobreza y el descuido de su causa principal: la pobreza de agua.
Amr Adly, profesor de economía política en la Universidad Americana de El Cairo, le dice a Mada Masr que Garah ejemplifica la ausencia de coordinación entre las iniciativas de desarrollo local y el capital social, por un lado, y la inversión pública del gobierno, por el otro. Para él, este es el resultado directo de la falta de administración local, fruto de una larga y antigua tradición de gobierno centralizado.
Según Adly, la falta de inversión del gobierno en el Alto Egipto tiene una explicación política, que es que el gobierno no considera al Alto Egipto como un escenario potencial para la movilización popular y colectiva. “Su marginación no solo se debe a que son pobres, sino también a que están muy lejos del centro de la administración y el gobierno, y por lo tanto no hay miedo de ellos cuando se trata de la lucha colectiva”.
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Nada Arafat es periodista en Mada Masr.
Omaima Ismail es periodista en Mada Masr.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Mada Masr el 19 de septiembre de 2021.