Por Fatemah Farah para Al Bawaba.
¿Qué debemos saber y recordar acerca de la mutilación genital femenina (MGF) en Egipto, para que la nueva enmienda que refuerza las medidas de penalización de esta práctica – ahora ratificada – suponga un cambio positivo?
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¿Cómo puede ser efectiva la ley cuando la sociedad se niega a cumplirla? Este es un enigma que ha oscurecido el debate y las sucesivas medidas adoptadas a lo largo de los años para combatir la MGF en Egipto.
Y aunque la aprobación de una enmienda a la ley actual, el 26 de marzo de 2021, con el objetivo de prohibir la MGF, se celebra como una victoria en la batalla contra la práctica, la trayectoria de los últimos 25 años y las conversaciones en el parlamento en el día de ayer son indicios de que se trata de otro comienzo en una larga batalla hacia la erradicación de la práctica en Egipto.
Hasta 1994, hace apenas 27 años, la mutilación genital femenina era una costumbre aceptada.
En las zonas rurales, muchas familias celebraban la circuncisión de sus hijas y recibían regalos. En 1994, la cuestión se convirtió en un tema candente cuando la CNN emitió imágenes de la circuncisión de una niña de 9 años.
Esto ocurrió antes de la Cuarta Conferencia sobre la Mujer celebrada por la ONU en Pekín, y el vídeo avergonzó a los egipcios y a su gobierno. En ese momento se dio un impulso a los grupos de mujeres y a las organizaciones de la sociedad civil, que habían denunciado esta práctica ante oídos sordos.
Pero en 1994, no estábamos ni cerca de un discurso hacia la erradicación. Por aquel entonces se promulgó un decreto que obligaba a los hospitales públicos a reservar un día a la semana para realizar el procedimiento.
En 1995, Egipto adoptó la Declaración y la Plataforma de Pekín, pero sólo en 1996, y tras la muerte de una niña de 11 años a causa del procedimiento, el gobierno prohibió que el personal médico afiliado al Estado realizara el procedimiento, lo que supuso un cambio en la política sanitaria, que pasó de intentar controlar la práctica manteniéndola bajo supervisión gubernamental a condenarla.
Sin embargo, hubo que esperar otros nueve años para cerrar la brecha de ese mismo decreto, cuando el Ministerio de Sanidad emitió un Decreto ministerial (271), que prohibía a todo el mundo, incluidos los profesionales de la salud, practicar la MGF en hospitales y clínicas gubernamentales o no gubernamentales.
También hubo que esperar otros 14 años para que el Parlamento egipcio aceptara tipificar como delito la MGF en el Código Penal, y en 2008 aprobó establecer una pena mínima de tres meses de prisión y una máxima de dos años, o una pena mínima alternativa de 1.000 EGP y una máxima de 5.000 EGP.
Las escasas penas fueron obviamente ineficaces, y pasaron otros 8 años antes de que se introdujeran penas agravadas en virtud de la Ley 78/2016.
Pero los vacíos legales de esa ley continuaron abriendo puertas traseras, facilitando la continuación de la práctica. En 2015, por ejemplo, una encuesta llevada a cabo por el Ministerio de Salud y Población mostró que se puede estimar que el 82% de las MGF realizadas a mujeres de hasta 19 años fueron llevadas a cabo por médicos u otro personal sanitario, lo que indica una “medicalización” de la práctica.
Esto ocurrió a pesar de que, en 2012, la Unión de Ginecólogos y Obstetras de Egipto publicase una declaración en la que afirmaba que la MGF no es un procedimiento médico y no está incluida en ningún plan de estudios de medicina.
Además, el Comité Nacional para la Eliminación de la Mutilación Genital Femenina, creado en 2019, ha admitido en repetidas ocasiones que, a pesar de los incansables esfuerzos, el delito continúa como consecuencia de “normas culturales y falsos discursos religiosos.”
Todo ello a pesar de que en 2008, el Gran Mufti Ali Gomaa emitiera una fatwa condenando la MGF y el Consejo Supremo de Investigación Islámica de Azhar emitiera una declaración explicando que la MGF no tiene ninguna base en el núcleo de la sharia islámica ni en ninguna de sus disposiciones parciales.Es lamentable que la resistencia de la misoginia cultural frente a años de campañas de concienciación pública, acciones legales e información médica no haya sido suficiente evidencia para algunos diputados durante el debate de dos horas de la enmienda que fue aprobada ayer por el parlamento.
“Hay que tener en cuenta la cultura de la sociedad”, “hay que proteger a la familia, y esta ley amenaza a la familia”, “la ley no puede cambiar la sociedad y nuestra sociedad no está convencida”, “hay tipos de circuncisión que tienen una razón médica”, “lo dijo el Profeta”, “criminalizar a los médicos sólo obligará a la gente a recurrir a especialistas no médicos”, “la definición de mutilación permanente no se aplica, ya que sólo puede utilizarse para definir la pérdida de una parte útil del cuerpo, como una mano o un pie”, fueron algunas de las citas recogidas por los medios locales.
Y son argumentos como estos los que mantienen a Egipto como el país que ostenta el récord mundial de víctimas de la MGF. En 2017, la ONU estimó que, en todo el mundo, más de 200 millones de niñas y mujeres han sufrido alguna forma de MGF, mientras que se espera que otros 15 millones de niñas pasen por el proceso hasta 2027.
Una de cada cuatro de estas mujeres vive en Egipto, más que en cualquier otro país del mundo.
Pero digan lo que digan, podemos lograr un cambio positivo. La Encuesta sobre Cuestiones de Salud de Egipto (EHIS) de 2015 indicó que el porcentaje global de mujeres que sufren esta práctica se redujo del 97 al 92%.
La mayor victoria es que se descubrió que el porcentaje de niñas de entre 15 y 17 años, que se han sometido al procedimiento, ha bajado del 74% en 2008 al 61% en 2014, y el gobierno tiene como objetivo reducir la cifra en otro 15%.
Tenemos que saber que la ley sólo será tan eficaz como nosotros la hagamos, y es necesaria nuestra acción colectiva.
No podemos limitarnos a decir que la mutilación genital femenina es un delito, sino que tenemos que reformular nuestra comprensión de la cultura para que no refleje la mutilación y la violencia contra las niñas, sino el cuidado y la protección, para garantizar que crezcan en una sociedad en la que la igualdad y el respeto sean los valores culturales.
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Fatemah Farah es columnista de Al Ahram online
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Al Bawaba el 31 de marzo de 2021.