Por Omar Al Nidawi para 1001 Iraqi Thoughts
La semana pasada, funcionarios iraquíes revelaron que el gobierno estaba planeando construir ocho plantas de energía nuclear por el valor de 40.000 millones USD. El objetivo es agregar 11 gigavatios (GW) en capacidad de generación de energía para satisfacer una demanda de electricidad en constante crecimiento, que se prevé superará los 40 GW para 2030.
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La energía nuclear tiene méritos innegables. Es más limpia que los combustibles fósiles en términos de emisiones de carbono. Las centrales nucleares producen grandes cantidades de energía. También producen electricidad confiable, a diferencia de los parques solares y eólicos que dependen de las condiciones climáticas. Tampoco se enfrentan al tipo de fluctuaciones que encuentran las instalaciones de gas iraquíes, donde gran parte del gas natural proviene de un subproducto de la actividad petrolera.
No obstante, hay problemas considerables que hacen de este plan una búsqueda de respuestas en la dirección equivocada.
En primer lugar se halla el alto costo de construir reactores y centrales eléctricas. Con los ingresos petroleros cubriendo un porcentaje cada vez menor del gasto y el lento avance de los planes de diversificación de ingresos, Irak no puede permitirse la suma necesaria para financiar la construcción por su propia cuenta. El país también está lejos de ofrecer un entorno empresarial favorable que atraiga a inversores extranjeros a fin de proveer fondos.
Quizás lo más importante es que la crisis energética iraquí no reside meramente en la generación. De hecho, más de la mitad de la electricidad generada en el país se pierde en las etapas de transmisión y distribución. El simple hecho de enviar más electricidad por las líneas eléctricas no garantiza que la energía llegue a los consumidores previstos.
En tercer lugar, hay consideraciones geopolíticas que no se pueden ignorar. Los vecinos de Irak, especialmente Israel y los Estados del Golfo, probablemente intentarán bloquear la construcción de reactores si el plan llegase a las etapas de implementación. Aunque Bagdad ya no es la amenaza que era para estos países durante el periodo de Saddam Hussein (1979-2003), quien invadió Kuwait y amenazó con incinerar a Israel, la clase política iraquí se encuentra fuertemente influenciada por Irán. Esto puede generar sospechas sobre el propósito de los planes nucleares iraquíes y si funcionarán como extensiones de la ambición iraní de obtener armas nucleares. La impunidad con la que las milicias respaldadas por Teherán atacan misiones diplomáticas y bases del ejército iraquí agrega más dimensiones a estas preocupaciones de seguridad. Esto sugiere que Irak seguirá siendo un entorno inseguro para este tipo de instalaciones durante algunos años.
En cuarto lugar, el país en su estado actual carece de la capacidad tecnológica y las salvaguardias de seguridad para operar instalaciones nucleares de forma segura. Dicha situación se caracteriza por el estado decrépito de la infraestructura iraquí, la corrupción y mala calidad asociadas con las nuevas obras públicas, y la incompetencia de las instituciones gubernamentales. Estos factores simplemente no inspiran confianza en la capacidad de Bagdad para manejar proyectos sofisticados y de alto riesgo como los de este tipo, al menos en el futuro cercano.
Irak estaría mejor si se concentrara en reparar y mejorar su red de distribución energética y poner en marcha los mecanismos necesarios para una recaudación de tarifas eficiente. Esos son pasos cruciales para reducir el desperdicio, racionalizar el consumo y generar ingresos para hacer que el sector eléctrico sea más sostenible.
De hecho, las recomendaciones de la Agencia Internacional de Energía (AIE) para el país no prescribieron la alternativa nuclear como el remedio preferible para los problemas eléctricos del país. En cambio, la AIE señaló que: “el camino más asequible, confiable y sostenible requiere reducir las pérdidas de la red al menos a la mitad, fortalecer las interconexiones regionales, utilizar el gas capturado en plantas de energía eficientes y aumentar la participación de las energías renovables en la mezcla”. Los dos primeros elementos de esta lista requieren principalmente reparaciones de redes de baja tecnología, aplicación de la ley y esfuerzos diplomáticos. Los otros dos necesitan una fracción de la suma de 40 mil millones USD del plan nuclear, sin padecer los obstáculos geopolíticos y de seguridad.
La energía nuclear funciona bien para muchos países, pero Irak no es uno de ellos, al menos todavía. Lo último que necesita el sector eléctrico iraquí es desperdiciar recursos y tiempo preciosos en estudios y consultores inútiles y, peor aún, en los sobornos y la corrupción convertidos en el sello distintivo de los mega acuerdos gubernamentales.
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Omar Al Nidawi es Magíster en Asuntos Internacionales por la School of International and Public Affairs de la Universidad de Columbia. Es Manager de Programas en el Enabling Peace in Iraq Center (EPIC) y conferencista invitado de historia y política iraquí en el Instituto del Servicio Exterior de Estados Unidos.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por 1001 Iraqi Thoughts el 17 de junio de 2021.