Por Jonathan Kuttab para Institute for Palestine Studies
Los jóvenes evangélicos, en particular, tienen puntos de vista diferentes a los de sus padres sobre una variedad de temas: uno de ellos es que se sienten menos cómodos con un apoyo ciego y acrítico al Estado de Israel.
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Aquellos que siguen la política estadounidense sobre el conflicto palestino-israelí a menudo hablan de la influencia de los cristianos evangélicos y su impacto en la política estadounidense. Sin embargo, es importante comprender la base de estas posiciones y las preocupaciones que abordan, especialmente cuando somos testigos de un cambio en las actitudes hacia los palestinos en una serie de comunidades que durante mucho tiempo se asumió que eran pro-Israel por defecto.
Para empezar, los evangélicos no son un grupo homogéneo con una jerarquía clara y una estructura transparente que oriente y dirija sus acciones en el ámbito de la política, o en cualquier otro ámbito. De hecho, una de las características definitorias de los evangélicos es que rechazan tales estructuras e insisten en que la única autoridad sobre sus vidas es la Biblia misma, y que cada creyente es competente para leer, comprender e interpretar las Escrituras. En este sentido, es engañoso incluso hablar de una posición ‘evangélica’ hacia el conflicto en Tierra Santa, ya que existe una amplia variedad de puntos de vista y un amplio espacio para la discusión, el análisis y el cambio dentro de la comunidad evangélica. De hecho, actualmente existe un debate abierto, bajo el título “Reclamando a Jesús”, por muchos líderes evangélicos prominentes que se sienten incómodos con la demarcaciones de los evangélicos de derecha, conservadores y generalmente antiliberales en sus posiciones políticas sobre una serie de temas que van desde el aborto y la homosexualidad hasta el cambio climático y el racismo.
Sin embargo, en lo que respecta al Medio Oriente, es cierto que muchos evangélicos aceptaron pasivamente y se dejaron identificar con una minoría particular cuya visión teológica es el ‘sionismo cristiano’. Este movimiento comenzó en el siglo XVIII y fue popularizado por la Biblia anotada de Scofield, que dividió la historia en siete “dispensaciones” y otorgó al pueblo judío un papel específico que desempeñar en el “Fin de los tiempos”. En términos generales, según el sionismo cristiano, los judíos serán reunidos de todos los países del mundo y regresarán a la Tierra Prometida antes del Fin de los Tiempos, donde establecerían un Estado, que luego será atacado por las naciones del mundo, durante la batalla de Armagedón, hasta que Cristo regrese de nuevo, eleve a los creyentes al Cielo e interfiera en dicha batalla, derrotando al Anticristo y las naciones invasoras, así como convirtiendo a un remanente de 144 mil judíos que creerán en él. Entonces, Cristo inaugurará un reinado milenario de mil años de paz y justicia.
Si bien pocos teólogos cristianos, y ningún judío, dieron mucho crédito al sionismo cristiano y sus fantásticas profecías como predicciones sobre el fin de los tiempos, los sionistas cristianos se aferraron a ciertos eventos en la historia de Medio Oriente como prueba de que las profecías bíblicas son verdaderas. Específicamente, la creación del Estado de Israel y su espectacular victoria militar en 1967. Por lo tanto, surgió una profana alianza entre el sionismo y los evangélicos creyentes en la Biblia que tenían poco conocimiento de la situación política actual, pero que crecieron escuchando historias de la Biblia en la escuela dominical que alegremente asociaron con el Estado moderno de Israel.
La ficción popular, como la serie “Left Behind” (Dejado atrás), así como los televangelistas transformaron esta afinidad en un arma al convertirla en una poderosa fuerza política. Esta se basa en la idea de que es deber de los buenos cristianos apoyar las acciones de Dios en la historia y acelerar la Segunda Venida de Cristo apoyando ciegamente las políticas del Gobierno israelí y exigiendo que cualquier político “temeroso de Dios, creyente en la Biblia” debe apoyar tales políticas.
Gran parte de la fuerza del lobby proisraelí se debió a su capacidad para movilizar a este electorado y luego afirmar que hablan en nombre de esos evangélicos, que suman más de 70 millones de fieles. Se pensó que el apoyo automático que estos grupos dieron a Israel era fundamental y no estaba sujeto a consideraciones políticas o a los compromisos asociados con la política estadounidense. Esta visión reforzó el supuesto “compromiso moral” con Israel y fue apuntalada por la culpa por el Holocausto. Este punto de vista también formó la base para la afirmación de que Dios “bendice a los que te bendicen y maldice a los que te maldicen”, que se citó para argumentar que Dios bendecirá a Estados Unidos siempre que apoye a Israel militar y diplomáticamente.
A la luz de esta visión ‘basada en la fe’, las cuestiones del Derecho Internacional, el interés nacional y las realidades geopolíticas son irrelevantes, y cualquiera que desafíe tales creencias sería repudiado y vilipendiado por completo. De esta manera, el acaudalado y sofisticadamente organizado lobby pro-Israel también podría contar con un apoyo popular masivo que ningún político se atrevió a desafiar sin temer consecuencias directas y devastadoras.
La falta de cualquier desafío basado en la fe a las enseñanzas del sionismo cristiano afianzó su influencia en numerosos estadounidenses, particularmente en aquellos que no dan una seria reflexión o análisis a los enigmas morales que plantea con respecto a Israel y Palestina. Oponerse a los asentamientos o incluso argumentar a favor de una solución de dos Estados no recibe tracción entre aquellos que piensan que Dios mismo les dio la tierra a los judíos y que sus reivindicaciones son, por tanto, histórica y moralmente superiores a las de cualquier otra persona.
La buena noticia es que el sionismo cristiano no es una doctrina esencial del cristianismo evangélico y que porciones significativas de esa comunidad, particularmente los jóvenes, están cambiando de posición y ya no están dispuestos a aceptar automáticamente las acciones reprobables de Israel bajo el pretexto de la autoridad divina. Los jóvenes evangélicos tienen puntos de vista diferentes a los de sus padres sobre una variedad de temas. Es más probable que sean sensibles a los problemas sociales, como la pobreza y el racismo, menos dispuestos a asociarse con la política de derecha, más tolerantes hacia las comunidades LGBTQ y se sienten menos cómodos con el apoyo ciego y acrítico al Estado de Israel. Estos evangélicos están más abiertos a un enfoque matizado, que toma en consideración los requisitos de justicia, paz y derechos humanos, así como los intereses de los palestinos.
Estos cambios no surgieron en el vacío. Varios activistas, incluidos cristianos palestinos, lucharon resueltamente en lo que parecía ser una batalla cuesta arriba. Con demasiada frecuencia, los partidarios de los palestinos cometen el error de asumir que los evangélicos apoyan automáticamente a Israel y que son inmunes a los argumentos racionales en ese sentido o que sus fantasías del fin de los tiempos solo garantizan ser descartadas por ridículas. Sin embargo, este electorado es extremadamente significativo y podría volverse aún más importante si el Vicepresidente Pence llega a ser presidente de Estados Unidos.
Los sionistas reconocen esto ya que invierten fuertemente en mantener una ventajosa alianza financiera y política con líderes de opinión en grandes franjas de la comunidad evangélica. Es lamentable que muchos de los que se solidarizan con Palestina a menudo no vean esta conexión.
La mayor conciencia de las realidades sobre el terreno, así como de la existencia de cristianos palestinos y sus puntos de vista, ya contribuyeron a un cambio significativo entre los cristianos evangélicos. Pero para que este éxito crezca, es necesario presentar los argumentos en términos teológicos que los evangélicos puedan escuchar y comprender. A pesar de la retórica descarada de muchos cristianos sionistas, simplemente descartar sus puntos de vista como ridículos no es ni sabio ni útil.
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Jonathan Kuttab es cofundador del grupo palestino de derechos humanos Al Haq y cofundador de Non Violence International. Es un conocido abogado internacional de derechos humanos que ejerce en Estados Unidos, Palestina e Israel. Es miembro de la Junta de Bethlehem Bible College y es presidente de la Junta de Holy Land Trust.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Institute for Palestine Studies el 30 de agosto de 2018.