Por Sami Zubaida para MERIP
Esta obra aborda las perennes preguntas sobre las concepciones del desarrollo y la modernidad en relación con la autenticidad, el patrimonio y la tradición. El problema central para Binder es determinar las condiciones en las que el liberalismo burgués puede incorporarse a las estructuras políticas y sociales de los países islámicos modernos.
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Biden argumenta que en las circunstancias actuales parece poco probable que un liberalismo secular pueda tener algún atractivo en estos Estados. Sin embargo, difícilmente se puede decir que el islam liberal sea un aspecto dominante en la actualidad en relación con el escrituralismo fundamentalista. Por lo tanto, la pesquisa “debe limitarse a un examen de la configuración discursiva del paradigma (liberal) y las condiciones bajo las cuales puede llegar a ser dominante”. No obstante, los capítulos subsiguientes no siguen esta búsqueda de manera sistemática, aunque plantean preguntas pertinentes a partir de consideraciones de diversas teorías y enfoques, que abarcan las teorías del desarrollo, la cuestión del capitalismo, la singularidad de Occidente y perspectivas que “deconstruyen el orientalismo”. Por otro lado, la contribución más distintiva de Binder es el análisis de diversas discusiones que los pensadores árabes modernos escribieron sobre estos temas.
En Egipto se libraron las principales batallas intelectuales e ideológicas del siglo, por ello, este país proporcionó la mayoría de los ejemplos descritos en la obra. Inicia con el intento de Ali Abd Al Raziq de separar la religión del Estado y la política, y con el rechazo consecuente de esta alternativa por parte de prácticamente todos los sectores de la opinión islámica. Por consiguiente, ancló su búsqueda en las alternativas políticas dentro del islam. Por lo cual, el liberalismo tendría que venir en una forma islámica y tendría que lidiar con un islam fundamentalista opuesto al pluralismo político y religioso.
Binder explora las posibilidades de reconciliar el liberalismo con el islam fundamentalista en los debates posteriores sobre Abd al Raziq, especialmente, en los escritos de Muhammad Imara, un prominente liberal islámico. Sin embargo, estos esfuerzos intelectuales tuvieron poco efecto en la política partidista, que en el lado islámico estuvo dominada por los Hermanos Musulmanes y sus ramificaciones.
Un extenso capítulo sobre Sayyid Qutb contiene una interesante y original interpretación sobre esta intrigante figura islámica. La interpretación de Binder hace hincapié en el enfoque estético de Qutb sobre el Corán, que lo distingue del literalismo fundamentalista de los Hermanos. Binder concluye con optimismo que “el Schwanengesang de Qutb abre al menos un camino filosófico para la cooperación de fundamentalistas y movimientos políticos contemporáneos de derecha e izquierda” (N.d.T.: Schwanengesang es una frase metafórica que se refiere al último gesto, obra o actuación de alguien justo antes de la muerte). Sin embargo, los únicos caminos políticos que siguieron realmente las ideas de Qutb son los de islamistas extremistas y mesiánicos como los grupos que adhieren a la Yihad.
Por otro lado, la mayoría de sus capítulos se inician con incursiones en la teoría social moderna (o ‘posmoderna’). Esta es una característica refrescante en un libro sobre Medio Oriente, un campo que se destaca por su escasez teórica, incluso cuando las teorías parecen ser solo indirectamente relevantes para los temas en cuestión. No obstante, una de las lecciones que debemos aprender de Derrida o Foucault es desconfiar de los conceptos de totalidad, ya sean textuales o sociales. Estos incluyen las totalidades marxistas de modos de producción —feudalismo, capitalismo, socialismo o innovaciones recientes del modo tributario (Samir Amin)— y las clases sociales basadas en ellas como sujetos políticos unitarios.
Otras formas notables de totalización son culturales, como las nociones de ‘islam’ y ‘Occidente’. Muchos de los autores discutidos en este libro operan en términos de binomios conceptuales, y de hecho, el autor no separa claramente su propio discurso de estos. Es crítico, por ejemplo, de la esencialización intelectual del islam y Occidente como entidades distintas y antitéticas. Sin embargo, parece caer en posiciones que implican estas distinciones, como cuando sostiene que los intelectuales burgueses que utilizan las formas retóricas occidentales, y en la medida en que su discurso político se adapte al islam (más que al nacionalismo), deben negar la razón de ser filosófica de las formaciones discursivas que emplean. La situación epistemológica en muchos países musulmanes, afirma, sigue siendo “preburguesa”, mientras que Occidente progresa intelectualmente hacia una condición “posburguesa”. En esta discusión, Binder parece acercarse peligrosamente a la noción de una mentalidad que excluye a los intelectuales musulmanes de las bases filosóficas de las ideologías seculares. Esto es contrario al concepto de ‘discurso’ de Foucault. Según el pensador francés, los discursos no son inherentes a los sujetos, sino que forman parte de instituciones y prácticas. Un sujeto individualizado puede participar en varios discursos —en este caso religioso, técnico, político, etc. Durante el período de dominio de los discursos políticos seculares del nacionalismo y el socialismo, muchos musulmanes personalmente devotos participaron en ellos sin mezclarlos con los discursos religiosos de su fe, puesto que entonces parecían en gran medida irrelevantes. Es más, en muchos escenarios políticos, unos límites claramente definidos delimitaron las dos esferas discursiva e institucional. Por ejemplo, los chiítas libaneses, en tanto que estaban politizados, unieron fuerzas con sectores de izquierda y muchos, incluso, compartían su ideología y objetivos. Los primeros líderes kurdos, aunque mulás, hablaban el idioma del nacionalismo, no del islam.
Una separación así es mucho menos probable en la actualidad. Esta sigue a la transformación de los campos políticos y los discursos después de la revolución iraní, y no se trata de algún producto de una creación mental esencial. Muchos de los escritores en discusión, como muestra Binder, partieron de un contexto intelectual o discursivo dominado si no por el marxismo, por el lenguaje marxista. Esto incluye a Tariq Al Bishri, quien parece haber tomado elementos de este discurso incluso en su posición actual sobre la autenticidad islámica. Un elemento importante de la narrativa marxista es la referencia constante a las clases como sujetos políticos indivisibles directamente representados en el escenario político, donde los más importantes son la burguesía y su hermana menor, la pequeña burguesía.
Un axioma de este discurso es que el liberalismo tiene algún vínculo intrínseco con la burguesía, excepto en las condiciones anormales del ‘bonapartismo’ cuando algunos sectores cobardes de la burguesía hacen tratos que limitan su libertad. La búsqueda de las condiciones previas para el liberalismo, por lo tanto, se convierte en una búsqueda de las condiciones para el dominio de la burguesía. Su oponente en el Medio Oriente es el Estado autoritario nacional o nacionalista (en el modelo de Nasser), que se juzga en manos de la pequeña burguesía, una categoría que parece comprender una gama extraordinaria de personajes que incluyen a todos los funcionarios estatales, oficiales del ejército e intelectuales. Dado que estas categorías son la fuente principal de activistas políticos en todo el espectro político, se percibe que toda la política, excepto el ilusorio liberalismo burgués, se convierte en ‘pequeña burguesía’. Ciertamente, los islamistas entran en esta categoría, al igual que los nasseristas y los comunistas.
La búsqueda de las condiciones previas del liberalismo procede, entonces, a intentar determinar los posibles motivos de convergencia o acuerdo entre las dos burguesías en términos favorables a la misma y sus predicciones liberales. En las condiciones actuales estos motivos deben incluir el islam. La cuestión de reconciliar el liberalismo con el fundamentalismo surge nuevamente, en relación con las clases sociales, y no recibe una respuesta más satisfactoria que en el nivel de la ideología. Puesto que los grupos sociales definidos como burguesía y pequeña burguesía aportaron cuadros y electores a toda una gama de posiciones políticas y luchas partidarias, como categorías de análisis políticos, estos conceptos son débiles, si no inútiles.
¿Dónde encaja el liberalismo en la problemática de la autenticidad? Los primeros intentos de Abduh y otros de presentar la democracia y el constitucionalismo como legítimamente islámicos son poco convincentes y, para los islamistas, están irremediablemente manchados de “ideas importadas”. De los escritores discutidos en la obra, el más interesante a este respecto es Tariq Al Bishri, quien pasó de una posición de izquierdista (con tendencias marxistas) a una simpatizante con la política islámica, en busca de la autenticidad egipcia. Esta autenticidad, reconoce Al Bishri, incluye el pluralismo, tanto el pluralismo religioso de musulmanes y coptos (el tema de uno de sus principales libros) como el pluralismo político. El pluralismo político no se remonta a la historia de Egipto más allá del episodio del régimen ‘liberal’ prenasserista, cuyos principales componentes fueron el Wafd (partido liberal burgués) y los Hermanos Musulmanes (populista pequeño burgués). Entonces, parecería que el único elemento ‘no auténtico’ de la historia reciente es el Estado y la ideología nasserista. Sin embargo, otros escritores sostienen que el Estado burocrático directivo, como el de Nasser, es lo más auténtico en la historia de Egipto, dado que se remonta a la época faraónica y continúa en una sociedad ‘hidráulica’. El juego de la autenticidad sigue abierto a muchas nuevas construcciones.
La pesquisa de Binder sobre la problemática teórica de la autenticidad en la tradición existencialista y en la hermenéutica no conduce a ninguna revelación esclarecedora en el debate de Al Bishri y de otros intelectuales analizados, ni hace que los pilares de la autenticidad sean menos inestables. Lo que hace que el proyecto de Al Bishri sea particularmente pertinente es su preocupación por mantener el pluralismo religioso y político. La pregunta obvia es: ¿Hasta qué punto es compatible esta búsqueda con su intento de establecer la corriente islámica y su abierto apoyo a ella?
Una consideración más pertinente sobre la cuestión del liberalismo es que tendría que ocuparse de las posibilidades y limitaciones de tales procesos de desarrollo dentro de las estructuras políticas y sociales existentes. ¿Quiénes son los garantes del sistema político egipcio ahora? ¿La burocracia? ¿El Ejército? ¿Pueden adaptarse al verdadero pluralismo político y al proceso electoral? Y sobre todo, ¿puede este sistema hacer frente a la crisis económica y demográfica que se avecina? Estos problemas, en la actualidad, parecen alimentar la corriente islámica, los principales comerciantes de la autenticidad, para quienes el liberalismo no parece contar mucho. ¿Podrán Al Bishri y otros liberales residuales alterar su dirección? ¿Los garantes del sistema político responderán con combates o con acuerdos?
Vale la pena leer esta obra principalmente por sus importantes e interesantes discusiones y percepciones, sus muy informadas y detalladas exposiciones sobre los principales pensadores árabes modernos y su seria preocupación por las cuestiones teóricas. Binder persigue un proyecto más amplio de buscar esporádicamente las condiciones previas del liberalismo, principalmente en relación con las posibilidades del liberalismo dentro del trabajo de los pensadores abordados y bajo ciertas condiciones de desarrollo. No obstante, su capítulo final no parece trazar los hilos de las discusiones precedentes y esbozar las posibilidades y limitaciones del liberalismo de una manera sistemática.
Leonard Binder, Islamic Liberalism: A Critique of Development Ideologies (Chicago, 1988).
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Sami Zubaida es profesor emérito de política y sociología en Birkbeck, Universidad de Londres. Como profesor visitante “Hauser Global” enseñó derecho y política en el mundo islámico en la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por MERIP julio/agosto de 1991.