Por edición Jadaliyya
Entrevista de Jadaliyya con Michael Dumper, el autor del libro Power, Piety, and People: The Politics of Holy Cities in the Twenty-First Century [Poder, religiosidad y pueblo: la política de las ciudades santas en el siglo XXI] (Columbia University Press, 2020).
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—¿Qué te hizo escribir este libro?
—Al igual que muchos otros investigadores que se habían involucrado en el proceso de paz de Oriente Medio, el hecho de no lograr un acuerdo sobre Jerusalén provocó no solo una decepción sino también una reflexión crítica. Como otros, comencé a preguntarme qué salió mal, qué suposiciones engañosas se hicieron y qué tan realistas habían sido nuestras expectativas. El actual y prolongado estancamiento entre Israel y los negociadores palestinos demostró la necesidad de repensar, de aportar nuevas ideas y nuevas perspectivas. Como resultado, estuve observando otras ciudades ‘santas’ en Europa y Asia para ver si ofrecen posibilidades a los investigadores para reconfigurar el estudio de Jerusalén y hacer recomendaciones de políticas que puedan ayudar a resolver sus conflictos.
—¿Qué temas, problemas y literatura en particular aborda el libro?
—Todas las ciudades son escenarios de disputa, pero algunas exhiben formas específicas de conflicto que surgen de la prominencia de la actividad religiosa dentro de ellas: poderosas jerarquías religiosas, la generación de ingresos a menudo no regulados a partir de donaciones y fundaciones, la presencia de lugares sagrados y la realización de actividades rituales en espacios públicos —todos estos se combinan para crear formas de conflicto que son, posiblemente, más intensas y más intratables que otras formas de conflicto en las ciudades. La pregunta en el centro de la obra es la siguiente: ¿Las ciudades mejoran o exacerban los conflictos religiosos?
Hay dos temas principales en el libro. En primer lugar, “la paradoja de la gobernanza urbana etnonacionalista” (frase acuñada por Dumper). Aquí quiero decir que dado que las ciudades son intrínsecamente heterogéneas, el intento de imponer una ideología exclusivista por parte de una comunidad dominante (hinduismo en Benarés,comunismo en Tibet, unionista de Ulster en Belfast, sionismo en Jerusalén), lleva a la comunidad subordinada a buscar apoyo político, financiero, religioso, militar de actores externos y a desafiar la legitimidad del Gobierno. Por lo tanto, la acción para afirmar el dominio conduce a una reacción que lo socava. Este es particularmente el caso de ciudades como Jerusalén con fuertes asociaciones religiosas. La heterogeneidad y la exclusividad se oponen.
En segundo lugar, las grandes concentraciones de sitios religiosos en una ciudad pueden limitar la soberanía estatal al empoderar al clero, canalizar fondos independientes del Estado hacia actividades no estatales, crear enclaves territoriales semiautónomos y atraer la atención y el escrutinio internacional. En las ciudades donde ocurren estas actividades, la jerarquía religiosa se convierte en un actor político significativo.
—¿Cómo se relaciona este libro con tus trabajos anteriores o se aparta de los mismos?
—El punto de partida del libro es mi larga participación en debates sobre el futuro político de la ciudad de Jerusalén, donde la religión está en el centro del conflicto. Al mismo tiempo, el libro se basa en investigaciones empíricas sobre la ‘santidad’ de otras cuatro ciudades: Córdoba, en el sur de España, donde la historia islámica de su Mezquita-Catedral desafía el control ejercido por la Iglesia Católica Romana; Benarés, donde existen reivindicaciones rivales de musulmanes e hindúes sobre lugares sagrados que amenazan el frágil equilibrio que existe en la ciudad; Lhasa, en el Tíbet, donde el Partido Comunista de China está erradicando la antigua práctica del budismo tibetano, y George Town, en Malasia, que es un raro ejemplo de una ciudad con muchas comunidades religiosas diferentes cuyos líderes manejan con éxito al mismo tiempo los conflictos entre las diferentes comunidades. La obra extrae ideas de los estudios de los conflictos religiosos en estas ciudades para delinear una posible ‘caja de herramientas’ para investigadores, la sociedad civil y los responsables de la formulación de políticas.
—¿Quién esperás que lea este libro y qué tipo de impacto te gustaría que tuviera?
—Este libro se aparta del estilo de mi trabajo académico anterior, en el sentido de que trabajé arduamente para hacerlo accesible a lectores no académicos. Hace unos años, leí The Rings of Saturn (Los anillos de Saturno) de W.G. Sebald y también Landscape and Memory (Paisaje y memoria) de Simon Schama y me sorprendieron las libertades que se tomaron con la forma académica convencional, al entretejer observaciones personales, anécdotas y escenas imaginarias en su examen del paisaje, la historia y la literatura. Esto me animó a deshacerme del estilo más bien pomposo y cauteloso que había empleado a menudo y a volverme un poco más aventurero en la forma en de escribir.
Así que, en este libro, aunque se hace referencias a fondo y se argumenta cuidadosamente (todavía siento, incluso en esta etapa de mi carrera, que tengo que cuidarme las espaldas), se incluye un diario de viaje, memorias, observación etnográfica, humor y cavilaciones, por lo que resulta más atractivo que mis escritos anteriores. La obra, que cubre Jerusalén, Córdoba, Benarés, Lhasa y George Town, tiene un amplio margen para aportar drama, color y esplendor al texto. Por ejemplo, al describir las tensiones entre musulmanes e hindúes en George Town, pese a que no estuve presente para observar un motín en particular, soy capaz de dibujar una imagen vívida del violento enfrentamiento nocturno, principalmente basado en informes, pero en parte también basado en mi propia experiencia de tensiones similares en Jerusalén y mi propio conocimiento personal de la vida religiosa cotidiana en George Town. De esta manera, espero que el libro resulte interesante no solo para los responsables de la formulación de políticas, sino también para un lector más general.
—¿En qué otros proyectos estás trabajando ahora?
—Me gustaría explorar en mayor profundidad las interacciones sectarias en George Town, Malasia, ya que mi investigación hasta la fecha sugiere que contienen importantes lecciones para otras ciudades multiétnicas y multirreligiosas. Sin embargo, la pandemia de COVID y los problemas de financiación dejaron esto en suspenso por el momento. En la actualidad, estoy examinando problemáticas con las instituciones asociadas palestinas en relación con la financiación de la UNRWA (N.d.T.: sigla en inglés para designar a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo), con miras a escribir un libro sobre la UNRWA como un actor regional importante. También ayudo a administrar una pequeña granja en Devon, Reino Unido, donde vivo.
—¿Tuviste un momento ‘eureka’ al realizar tu investigación y cuál fue?
—Hubo algunos, pero el que más sobresalió fue cuando me di cuenta de hasta qué punto la dinámica urbana interna podía neutralizar el impacto de las políticas nacionales. Con esto quiero decir que los residentes de una ciudad podrían rechazar en su nivel municipal algunas de las intervenciones menos deseadas a nivel nacional. Tomando esto en cuenta, pude ver aún más claramente el rol que algunas jerarquías y movimientos religiosos podrían desempeñar, o no, en el fomento de una identidad de ciudad más inclusiva. Otro momento eureka fue cuando, a pesar de ser un nadador nato y a pesar de tener muchos pecados que lavar en sus puras y sagradas aguas, decidí que nadar en el toxicamente contaminado río Ganges en Benarés no era un requisito para mi proyecto de investigación.
Extracto del libro (del capítulo 2, págs. 27-29)
Londres, 2 de mayo de 1997: Era la mañana después de las elecciones británicas cuando el Partido Laborista llegó al poder con Tony Blair con una amplia mayoría. Abriéndome paso entre las muchedumbres exuberantes y danzantes entre Westminster y Whitehall, traté de concentrarme en las tensas reuniones que se llevaban a cabo en las oficinas del Instituto Real de Servicios Unidos para Estudios de Defensa y Seguridad (RUSI, por su sigla en inglés). El Ministerio de Relaciones Exteriores y de la Commonwealth del Reino Unido me había pedido que presidiera una sesión sobre el futuro de Jerusalén en lo que se conoce extraoficialmente como el “London Track”, una serie de negociaciones no oficiales entre israelíes y palestinos.
London Track intentaba aprovechar el avance en 1993 cuando se llevaron a cabo los Acuerdos de Oslo, firmados entre Israel y la Organización de Liberación de Palestina. Los Acuerdos de Oslo, sin embargo, solo establecieron el marco para un período de transición, pero no detallaron un acuerdo final sobre muchos temas polémicos, con el tema de Jerusalén como uno de los más conflictivos aún por acordarse. El equipo palestino estaba dirigido por el líder de Fatah, Faisal Husseini, un individuo carismático que irradiaba seriedad y calma. El equipo israelí estaba dirigido por el veterano miembro del Partido Laborista israelí, Yossi Beilin, un operador de principios que estaba convencido de que Israel debía alejarse del nacionalismo populista que impedía captar una visión estratégica de su lugar como buen vecino en Medio Oriente. En su equipo también estaba el dinámico y joven académico y activista por la paz Ron Pundak, uno de los arquitectos de las negociaciones secretas que llevaron a los Acuerdos de Oslo.
No obstante, el debate de la mañana del 2 de mayo no fue el mejor. No solo hubo una irritación y grandilocuencia entre los dos equipos que habían estado ausentes en reuniones anteriores, sino que también las reuniones estuvieron marcadas por los gritos y cánticos de victoria de los partidarios del Partido Laborista que llegaban desde afuera mientras se dirigían por Whitehall hacia Downing Street y el Palacio de Westminster. Hubo un rugido particularmente fuerte y prolongado que nos atrajo a todos a las altas ventanas que daban a Whitehall y pudimos vislumbrar a los Blair entrando en la residencia del Primer Ministro en Downing Street mientras saludaban a la multitud. ¡Incluso la policía aplaudía!
En contraste con las celebraciones afuera, el ambiente dentro de las grandes salas de RUSI era cada vez más sombrío. La reunión que yo estaba presidiendo tampoco fue bien. La emoción de Oslo se había desvanecido y los palestinos se enfrentaban a la pedantería cautelosa y legalista del equipo israelí, pero, al mismo tiempo, también daban un paso atrás de su demasiado entusiasta aceptación de un proceso de paz que, en una lectura más detallada, no condujo a la soberanía palestina sobre Jerusalén Oriental ni al regreso de un número significativo de refugiados palestinos. La reunión sobre Jerusalén estaba resultando un ejercicio inútil.
Las cuatro presentaciones, dos de cada lado, fueron, en el fondo, extrapolaciones de dos conjuntos de supuestos que la otra parte no compartía. Los israelíes trabajaban sobre la suposición de que cualquiera que fuera la forma que adoptase la presencia palestina en Jerusalén Oriental, Israel seguiría estando a cargo de la vigilancia y la seguridad. Esa era una línea roja para ellos. No estaban dispuestos a renunciar a los arreglos de seguridad para un territorio, es decir, un activo tangible, por la promesa de buen comportamiento por parte de los palestinos, en particular para un territorio tan importante para ellos como Jerusalén Oriental. Los palestinos, por otro lado, no tolerarían nada menos que el statu quo anterior a 1967. Se consideraría un acuerdo de arrendamiento posterior para algunas de las colonias israelíes en Jerusalén Este, incluido el acceso al Muro de los Lamentos, pero ciertamente que no existan controles israelíes residuales con respecto a los sitios religiosos musulmanes y cristianos en la Ciudad Vieja. Desde su punto de vista, Israel no tenía derecho a estar allí y no iban a pasar a la historia como las personas que habían cedido el control sobre los lugares sagrados del islam y el cristianismo.
Descubrí que, como presidente de la sesión, sacar a la luz los posibles puntos en común entre las dos partes había sido casi infructuoso. En uno de los descansos entre sesiones, hablé con Ron Pundak tomando un café y me preguntó qué pensaba que estaba pasando. Recuerdo haber respondido que a menos que Israel trabajara rápidamente y demostrara, como parte más fuerte, cierta magnanimidad sobre el tema de los lugares religiosos, el impulso hacia un acuerdo de paz que se había construido alrededor de los Acuerdos de Oslo fracasaría. La posición palestina, por su parte, se endurecía cuanto más detalladas se volvían las discusiones. Escribiendo como estoy ahora, veinte años más tarde, después de muchas horas de reuniones extraoficiales, resmas de papel escritas y archivos digitales hechos, millas de viaje recorridas, galones de pésimo café consumido, las dos partes no están más cerca de un acuerdo. Posiblemente, están aún más lejos.
Es esta experiencia de ver la posibilidad de que la paz se deslice lentamente entre nuestros dedos colectivos lo que impulsa en parte este proyecto comparativo. El fracaso del proceso de Oslo fue analizado y diseccionado repetidamente y me llevó a reflexionar personalmente sobre las lecciones que se pueden aprender. Como mencioné en la Introducción, las causas de los conflictos religiosos son complejas y necesitan desenmarañarse cuidadosamente de muchos otros factores. Espero demostrar esto también en los siguientes capítulos. Si bien este capítulo se centrará en Jerusalén, quiero asegurarme de que la perspectiva que mantengo sea amplia y hasta cierto punto generalizable. Con este fin, se discutirá el conflicto en torno a los lugares religiosos de Jerusalén y, al mismo tiempo, se explorará y delimitará los contornos de las dimensiones religiosas de los conflictos urbanos en un contexto más amplio. Este enfoque tiene el beneficio adicional de no repetir parte del material que ya publiqué y también de permitirme navegar por lo que se convirtió en un campo bastante concurrido sobre el tema de Jerusalén desde la década de 2000. Al tratar de resumir qué es lo que tienen algunas ciudades que tienen conflictos religiosos que hace que sean diferentes a otras, al mismo tiempo me basaré en Jerusalén como mi principal estudio de caso. El primer paso en esta exploración es mirar más de cerca el término ‘ciudad santa’.
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N.d.T.: El artículo original fue publicado por MERIP el 29 de junio de 2021.