Por Redacción Jadaliyya
Entrevista a Catherine Z. Sameh, a raíz de su libro “Axis of Hope: Iranian Women’s Rights Activism across Borders” (University of Washington Press, 2019). (“Ejes de esperanza: Activismo por los derechos de las mujeres iraníes a través de las fronteras”)
—¿Qué te hizo escribir este libro?
—Quería ir más allá de una serie de puntos muertos que surgen en las discusiones sobre Irán. Uno es la narrativa sobre Irán como un espacio estático que sólo puede entenderse a través de un aparato estatal represivo. Al reflexionar en el activismo por los derechos de las mujeres, vemos que, de hecho, Irán es una sociedad dinámica con un conjunto complejo de actores sociales que son, en diferentes momentos, capaces de movilizarse, disputar y negociar el poder, de ser escuchados por el Estado, los políticos, sus conciudadanos y configurar profundamente su sociedad.
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Otro callejón sin salida que veo, y lo observo en gran parte de los estudiosos con los que estoy en deuda y con los que pienso, es la idea de que las mujeres musulmanas, iraníes y de Medio Oriente son, en última instancia, sólo víctimas de los instrumentos de derechos humanos. Debido a las formas en que los derechos humanos se utilizan como armas para mantener la dominación geopolítica, son un callejón sin salida o demasiado tensos. Yo quería oponerme a esto, ver que la herramienta del amo tiene la capacidad de reconfigurarse, e insistir en que las mujeres que utilizan esta herramienta, aunque a veces se encuentren desprotegidas por ella en ciertos aspectos, están negociando sus usos y sus significados.
Finalmente, quería pensar más allá de la noción de que la historia iraní termina, especialmente para las mujeres, con la revolución de 1979 y sus secuelas. De hecho, en las décadas que siguen a la revolución, mujeres y hombres de todas las clases y todos los sectores de la sociedad ven avances masivos en su educación, alfabetización, oportunidades de vida, salud y bienestar. ¿Qué estaban haciendo la mayoría de las mujeres en la década de 1970, justo antes de la revolución? ¡Ellas estaban procreando! ¡La tasa promedio de fertilidad de las mujeres iraníes a fines de la década de 1970 era de ocho puntos! Durante muchas décadas, se redujo a dos y se mantuvo allí. Esta enorme disminución en las tasas de fertilidad, la afluencia masiva de mujeres a la educación —son la mayoría de los estudiantes universitarios— una mayor esperanza de vida, una mejor salud, son los factores materiales que expandieron la clase media, produjeron una profunda presencia de las mujeres en la sociedad y crearon deseos y aspiraciones que no se pueden contener por completo.
—¿Qué temas, cuestiones y literatura concretas aborda el libro?
La primera mitad de mi libro es un estudio de la Campaña Un millón de firmas para poner fin a la Ley Discriminatoria, que surgió en 2006 a raíz de un giro hacia la derecha en el Estado después de una década de relativa apertura bajo el mandato del Presidente reformista, Mohammad Khatami. Arraigada en Irán con ramas que se extendían a la diáspora, la Campaña pretendía anular el estatus secundario de las mujeres en la legislación: leyes relativas al matrimonio, el divorcio, la herencia y la ciudadanía. Hago una serie de argumentos sobre la campaña: en primer lugar, como un esfuerzo indígena, es decir —dentro de un marco iraní, islámico y feminista— la Campaña enmarcó los derechos de las mujeres como compatibles con el Islam. Basándose en la rica cultura de debate iraní, las activistas adoptaron al Islam como una tradición discursiva, larga, rica y polivalente, lo suficientemente amplia y flexible como para adaptarse a su visión de la igualdad de género. En segundo lugar, sostengo que al tratar de persuadir al Estado de que se aleje de su estructura legal discriminatoria, las activistas articularon y fueron ellas mismas un reflejo del hecho de que el Irán revolucionario y posrevolucionario había creado una presencia muy profunda y amplia en la sociedad. Una presencia que no podía ser contenida y eso hizo que su estatus legal secundario fuera finalmente insostenible. Por último, y este argumento se extiende a lo largo del libro, entiendo y teorizo la Campaña y también el trabajo de la abogada de derechos humanos y ganadora del Premio Nobel, Shirin Ebadi y de la activista por los derechos de las mujeres, Mahboubeh Abbasgholizadeh. Describo a estas dos mujeres en la segunda mitad del libro, cómo esfuerzos que buscan extender la revolución: su compromiso de atraer a más personas a la sociedad, no solo a las élites, y de democratizar la sociedad desde adentro y en los términos establecidos por la gente sobre el terreno.
Otra dimensión global del libro, es un enigma entre las activistas de la Campaña, Shirin Ebadi y Mahboubeh Abbasgholizadeh, los dilemas de la organización transnacional y la cuestión de cómo las activistas crean redes de afiliación y solidaridad dentro de las condiciones de violencia y poder, incluyendo el imperialismo, la guerra global contra el terrorismo, la militarización de los derechos humanos, las sanciones, la demonización de los musulmanes, la violencia epistémica y la colonización discursiva de las mujeres iraníes y musulmanas.
El libro aborda el género, el Islam, los derechos humanos, los feminismos islamizados, el activismo transnacional, la guerra contra el terrorismo, el colonialismo, el imperialismo, la islamofobia, los nuevos medios, los movimientos sociales contemporáneos, las políticas de solidaridad y la descolonialidad. Pone al activismo por los derechos de las mujeres iraníes en conversación con otros movimientos sociales como la Primavera Árabe y Black Lives Matter. La literatura en la que se basa y aborda, incluye estudios feministas y de mujeres iraníes y de Medio Oriente: historia iraní, debates feministas sobre derechos humanos, teoría feminista transnacional, estudios de medios y teoría de los movimientos sociales.
—¿Cómo se relaciona este libro y/o se aparta de su trabajo anterior?
—“Axis of Hope” (“Ejes de Esperanza”) está profundamente conectado con mi interés por el activismo, en particular el activismo desde abajo. Gran parte del trabajo diario de las activistas, especialmente las de fuera de Occidente, está oculto o poco explorado. Quería profundizar realmente en qué es lo que hacen las activistas y en cómo lo hacen a lo largo de muchos años, muchas décadas y contra todo pronóstico. La cuestión de la solidaridad transnacional también es algo sobre lo que escribí. Utilizamos mucho el término, pero ¿qué significa?. Considere cómo la solidaridad es conceptualizada y practicada sólidamente por las activistas feministas en Irán y en la diáspora, en formas que desafían dos posiciones: una, las peligrosas intervenciones en Irán ‘en nombre de’ los iraníes; y dos, la defensa acrítica del Estado iraní en nombre del antiimperialismo. Mi libro muestra que hay otro camino, un camino que defiende la soberanía de Irán y apoya la autodeterminación de las mujeres.
—¿Quién espera que lea este libro y qué tipo de impacto le gustaría que tuviera?
—Espero que lo lea una amplia gama de académicas y estudiantes de pregrado y posgrado: aquellas que trabajan en los campos de estudios sobre mujeres, género y sexualidad; Estudios iraníes, de Medio Oriente, islámicos; religiosos; y de medios, por nombrar algunos. Espero que cualquier erudita, activista o lector laico comprometido interesado en los movimientos sociales, el género y el feminismo, la descolonialidad, la religión, Irán y el Medio Oriente lo lea. Si bien el libro es un estudio particular de activistas en lugares específicos, espero que sea de gran utilidad para las activistas de todo el mundo. También espero que las iraníes-estadounidenses, aquellas que tienen hambre de aprender sobre Irán y que tienen una relación con el pasado y el presente de Irán, diferente a la de sus padres, lo lean y descubran que es un territorio dinámico con una larga historia de activismo feminista.
Para quienes lean el libro, espero que les permita pensar más allá de algunos de los callejones sin salida que señalé anteriormente, y que comiencen a ver a Irán no como un espacio excepcional y aislado, sino como un espacio de posibilidad, un lugar conectado al mundo, un lugar con ciudadanas y activistas que contribuyeron y contribuyen al mundo.
—¿En qué otros proyectos estás trabajando ahora?
— Hace ya algunos años que estoy trabajando en los desafíos feministas a la islamofobia. Pero acabo de comenzar otro proyecto sobre las vías alimentarias transnacionales, la migración, la memoria y las políticas de cuidado y supervivencia que se conectan con mi trabajo sobre la diáspora iraní.
—¿Tuvo éxito la Campaña Un millón de firmas?
—Si bien no logró reunir suficientes firmas y convertir esas firmas en un proyecto de ley parlamentario, la campaña y las activistas iraníes por los derechos de las mujeres en general, lograron poner una visión feminista de la igualdad jurídica indiferenciada de las mujeres, al frente de los debates y de las discusiones nacionales. Los candidatos presidenciales deben abordar los derechos de las mujeres. Y los nuevos proyectos de ley presentados por los conservadores para restringir los derechos de las mujeres en el derecho de familia, tienden a fracasar en el Parlamento. Recientemente, los niños nacidos de madres iraníes y padres no iraníes, ganaron el derecho a solicitar la ciudadanía. Antes de este cambio, los hijos de padres de nacionalidad mixta solo podían obtener la ciudadanía iraní y sus beneficios, si el padre era iraní. Esta es absolutamente una victoria de las activistas por los derechos de las mujeres, incluidas las que se describen en mi libro, que desafiaron las leyes patriarcales de ciudadanía durante décadas. Irán sigue a Argelia, Túnez y Marruecos en la reforma de las leyes de ciudadanía en Medio Oriente y el Norte de África.
Extracto del libro (del epílogo, págs. 141-145)
A lo largo de este libro analizo los discursos, las prácticas, los métodos, las culturas organizativas y las redes transnacionales de las activistas por los derechos de las mujeres iraníes en Irán y en Estados Unidos. Examinando los relatos en línea, impresos y orales del trabajo por los derechos de las mujeres, me centré en las relaciones y en los procesos que conforman la vida cotidiana de las activistas. Aunque el activismo a menudo culmina en los grandes gestos e importantes actos de protesta pública, de revuelta y revolución, sus labores más mundanas y modestas, sus intimidades, por así decirlo, rara vez se hacen visibles o teorizadas. Saco a la luz los esfuerzos de las activistas por los derechos de las mujeres iraníes con la esperanza de ampliar la forma en que conceptualizamos una serie de cuestiones. Si bien las activistas por los derechos de las mujeres no pudieron revertir de manera integral la estructura legal discriminatoria de Irán, no obstante, obligaron a los que están en el poder a, como mínimo, tomarlas en serio como electorado. En momentos de repunte y esperanza, vieron reflejadas en el escenario nacional sus demandas y deseos de plena igualdad. Lejos de ser insignificante, fue su participación vocal en la imaginación de una sociedad lo suficientemente capaz como para sintetizar la soberanía nacional y la autodeterminación de las mujeres.
Esto lleva a preguntas sobre cómo teorizamos el éxito y el fracaso en el ámbito político. Ciertamente, hubo mucho que lamentar en las últimas décadas. La falta de voluntad de los más altos órganos de autoridad para asegurar la plena igualdad jurídica de las mujeres, y la formulación de una demanda política como la interferencia extranjera, es una gran mancha en el rostro de una nación poscolonial que mejoró enormemente las oportunidades y las posibilidades de vida de las mujeres. Terminé de escribir este libro cuando se acercaba el cuadragésimo aniversario de la revolución iraní. Apenas en mi adolescencia, en 1979, presencié a mi padre pegado a la televisión día tras día, viendo a los iraníes deshacerse de una dictadura que había exacerbado las divisiones de clases, reprimido el debate político y las protestas, y encarcelado y asesinado a innumerables opositores.
Quizás, el legado más importante de la revolución fue la creación de un vasto Estado de bienestar social, con programas y servicios que aumentaron drásticamente las tasas de alfabetización y la esperanza de vida de mujeres y hombres, que redujeron las tasas de natalidad y fertilidad de las mujeres y aumentaron el porcentaje de mujeres en las universidades.(…) Estos cambios reflejan el “carácter redistributivo de la República Islámica”, que “reajustó la participación de la riqueza nacional que va a los quintiles de menores ingresos” (Halper 2010, 4). La introducción de “escuelas, clínicas médicas, carreteras, electricidad y agua corriente en el campo” (Abrahamian 2009, 13) contribuyó aún más a la mejora general de las condiciones de vida y las oportunidades de las mujeres iraníes.
Pero, por supuesto, el legado es mixto. Las estructuras discursivas que ofrecían igualdad a las mujeres en términos “diferentes pero iguales”, se tradujeron en un estatus secundario de para las mujeres bajo la ley. Además, el Líder Supremo, el ayatolá Jomeini y su sucesor, el ayatolá Khamenei, continuaron la represión, el encarcelamiento y la ejecución de aquellos, incluidos muchos clérigos y académicos totalmente comprometidos con la revolución, que criticaron esta discriminación legal y el autoritarismo del gobierno posrevolucionario y la restricción de la democracia. Nunca podremos contar los logros de la revolución sin tener en cuenta la terrible represión de activistas y ciudadanos que se desarrolló en diferentes períodos durante los siguientes cuarenta años, o el hecho de que la autonomía y la libertad de las mujeres y otros se intercambiaron para ‘asegurar’ una nación poscolonial. Sin embargo, dentro de esta historia más amplia de una revolución anticolonial que se fue al sur, hay otras historias que también debemos contar. Con una narrativa menos grandiosa y más un registro modesto desde abajo, este libro considera los actos cotidianos de las activistas por los derechos de las mujeres, a medida que se escriben en la historia de la resistencia iraní, el feminismo transnacional y la creación del mundo feminista decolonial.
Al construir redes, campañas, proyectos y discursos locales y transnacionales, las activistas por los derechos de las mujeres iraníes que se describen aquí, reinventan las nociones de soberanía dentro de sus territorios nacionales, transnacionales y feministas. En una entrevista con Marcelle Maese-Cohen, Paola Bacchetta afirmó que el feminismo decolonial representa “el trabajo en lo íntimo; un proceso continuo”. Lo decolonial, argumenta, es inseparable del trabajo de coalición. “No se pueden construir coaliciones”, afirma Bacchetta (2010, 182), “a menos que los sujetos de las coaliciones puedan reconocerse a sí mismos y entre sí como sujetos”. Este libro demuestra cómo las activistas iraníes por los derechos de las mujeres trabajan en muchos lugares de lo íntimo, en un proyecto de creación mundial decolonial y de coalición, que insiste en su reconocimiento como personas autodeterminantes, reacias a ser definidas a través de nacionalismos patriarcales y feminismos coloniales.
Dentro de la erudición feminista transnacional, necesitamos más estudios sobre cómo las mujeres de contextos musulmanes y de Oriente Medio, desafían las estructuras discursivas y materiales de la colonialidad que atraviesan la geopolítica y los movimientos feministas por igual. Espero haber ofrecido algo en esa dirección. Al amplificar las voces de las activistas por los derechos de las mujeres iraníes y sus experiencias, tanto en el espacio patriarcal como en el feminista, nos insto a pensar en cómo las herramientas de la crítica, a menudo, eliminan a algunas mujeres de la historia. No hay duda de que el instrumento de derechos humanos se convirtió en un arma para mantener la dominación geopolítica y las relaciones coloniales. Pero no debemos revictimizar a las mujeres musulmanas y de Medio Oriente ignorando cómo los discursos de derechos humanos, cuando se rastrean a través de los diversos sitios donde las activistas los encienden, pueden resultar flexibles. En el momento autoritario en el que se encuentra Estados Unidos, los discursos de los derechos de las mujeres se están reconfigurando una vez más, mientras las mujeres estadounidenses miran en su propio patio trasero para confrontar una cultura misógina y a sus instituciones patriarcales. Si bien nunca le desearía un autoritarismo misógino a nadie, aprovechemos este momento para recordar que no hay sujetos normativos y esenciales que posean derechos ni necesiten derechos.
Cuando Shirin Ebadi, en 2003, le recordó al mundo en su discurso de aceptación del Premio Nobel que la “búsqueda de nuevos medios e ideas para permitir que los países del Sur también disfruten de los derechos humanos y de la democracia, manteniendo al mismo tiempo su independencia política y la integridad territorial de sus respectivos países, debe recibir la máxima prioridad”, evocó la larga historia de las potencias coloniales que utilizan los derechos humanos y los derechos de las mujeres como parte de un arsenal para administrar, controlar y ocupar países y regiones. Las activistas iraníes por los derechos de las mujeres enfrentan esta historia en el presente cuando emprenden proyectos políticos con y dentro de Occidente. Teniendo en cuenta las formas en que desvían la atención de su “opresión” y la dirigen hacia los diferentes patriarcados locales que afectan a todas las mujeres, muestro cómo las activistas iraníes se posicionan como actrices sociales y políticas perspicaces e inteligentes con algo que enseñar y ofrecer a las estadounidenses feministas y al feminismo en general.
Al mirar a Irán a través de la red de activistas iraníes y de la diáspora, hago un gesto hacia métodos de pensar sobre el ‘interior’ y el ‘exterior’ que toman en serio los diferentes contextos nacionales, la política y las fronteras, mientras imaginan nuevas nociones de hogar, comunidad y de pertenencia. En conversación con los estudios excelentes e influyentes de la academia feminista, que analizan cómo las mujeres negocian sus complejas relaciones con Irán y con la diáspora, llamo la atención sobre cómo un examen de la experiencia de género es generativo para comprender los nacionalismos patriarcales, ya sean imperialistas o poscoloniales, y la política global. Sugiero que las activistas consideradas aquí están haciendo y pensando soberanamente más allá de la Nación. Por supuesto, un gran enfoque de su trabajo es la conversación con el Estado, que tiene el poder de otorgarles y negarles sus derechos legales. Sin embargo, este enfoque pragmático no silencia una narrativa más amplia sobre cómo reinventar y rehacer un mundo libre de injusticia, guerra, patriarcado y dominación: un mundo descolonizado. Al tener un romance con lo decolonial, lo empujo para que se adapte a las labores particulares del amor consideradas aquí. Necesitamos un lenguaje más generoso, amplio y útil para pensar en la descolonialidad menos como un destino utópico final y más como las muchas relaciones, prácticas y procesos creados a través del pensamiento y el estar juntos.
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Catherine Sameh es profesora asociada de estudios de género y sexualidad en la Universidad de California, Irvine. Es autora de Axis of Hope: Iranian Women’s Rights Activism across Borders (University of Washington Press, 2019), y varios artículos revisados por pares y capítulos de libros.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Jadaliyya el 5 de julio de 2021.