Por Dania Koleilat Khatib para Arab News
El Ministro de Relaciones Exteriores francés, Jean Yves Le Drian, visitó Beirut el jueves pasado, pero la serie de reuniones que sostuvo con los políticos libaneses no lograron las concesiones concretas para la formación de un gobierno. Esto se debe a la imposibilidad de formar gobierno y de alcanzar consenso con la configuración actual. Y lo que es más importante, es imposible llevar a cabo las reformas que Líbano tanto necesita para evitar un colapso inminente. Por lo tanto, el país necesita una transición pero tampoco hay consenso sobre la forma que debe tomar.
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Existe un acuerdo general de que la élite política actual está quebrada y el país necesita generar una nueva clase política o al menos una nueva mayoría parlamentaria para conducir el cambio. Los dos principales partidos cristianos, las Fuerzas Libanesas y Kataeb, confían en que las elecciones del próximo año les permitirán arrebatar algunos de los votos del Movimiento Patriótico Libre y cambiar la mayoría. Con ello pretenden eliminar la cobertura política con la que cuenta Hezbolá.
Además de su papel regional como peón de Irán, que posiciona negativamente a Líbano y provoca un cuasi boicot por parte de los países árabes, Hezbolá es visto como el protector de la corrupción. Hay un quid pro quo entre Hezbolá y el resto de la clase política: el primero los protege y hace la vista gorda ante su corrupción, mientras que los segundos le dan al grupo una cobertura política para sus armas. El razonamiento de los grupos cristianos es que, si se elimina la cobertura política de Hezbolá y el partido se ve acorralado y presionado en la cuestión de sus armas, se debilitaría automáticamente a los políticos corruptos y esto permitiría que se produzcan las reformas. También, confían en que la nueva mayoría elegirá un presidente y un primer ministro que no estén en el bolsillo de Irán.
A su vez, una coalición de grupos de la sociedad civil y partidos de la oposición se reunió con Le Drian la semana pasada y le presentó una serie de demandas. Exigieron un gobierno de transición. A diferencia de la iniciativa francesa, que le pide a la élite política actual que lleve a cabo reformas, el plan de la oposición solo acepta a la élite actual durante un período de transición previo a las elecciones. Esto, siempre y cuando el gobierno no cuente con los fondos para realizar las reformas y se dedique únicamente a preparar los comicios, dejando el asunto de las reformas en manos de la siguiente gestión. Esperan que la próxima votación de lugar a un giro en la distribución de bancas. Mientras tanto, la comunidad internacional ayudaría con las fuerzas armadas, la seguridad social, la educación y la atención médica.
Este enfoque enfrenta muchos desafíos. El primero es que el país no puede esperar todo un año sin ejecutar las reformas. Además, el apoyo a los sectores mencionados debe canalizarse a través de las instituciones estatales. Es muy difícil respaldar al sector de la salud o la educación en todo el país únicamente a través de organizaciones no gubernamentales o mediante instituciones privadas. Otro desafío es que, mientras la élite corrupta esté en el poder, creará una inercia que evitará el cambio. De la misma manera que estos políticos utilizan las instituciones y los servicios estatales para comprar la lealtad de la gente, harán lo mismo para replicarse. Por lo tanto, este enfoque corre el riesgo de otorgar legitimidad a la misma élite corrupta.
Esta iniciativa también apuesta a las próximas elecciones con la esperanza de que el pueblo libanés tenga la conciencia suficiente para elegir una alternativa a la élite actual. El punto más importante es que la comunidad internacional comienza a mostrar voluntad de escuchar a los grupos que emergen de las protestas y es receptiva a opciones diferentes a la clase política vigente.
Otra opción para la transición es nombrar Primer Ministro a Nawaf Salam, el juez libanés de la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Salam es uno de los favoritos entre los grupos de protesta. El plan sería otorgar a su gobierno poderes excepcionales para neutralizar al Presidente y permitirle formar un gabinete de especialistas no partidarios. El primer desafío aquí sería que la clase política querría elegir al gabinete de ministros para mantener su control. Por ley, estos solo son confirmados después de consultas obligatorias con el Parlamento. Por lo tanto, el legislativo podría bloquear la formación de un equipo de gobierno. Esta solución da espacio para que la élite política juegue la carta confesional y argumente que el nuevo gobierno degrada el papel de los cristianos al dejar de lado la función del Presidente.
Otra opción es presentada por el modelo de 1952, del gobierno de transición encabezado por el entonces Presidente Fouad Chehab (1958-1965), que evitó que el país cayera en el caos y lo preparó para las elecciones presidenciales. En este escenario, el Presidente dimitiría y, en efecto, el mandato del Primer Ministro designado expira, mientras el Comandante del Ejército es puesto a cargo de un gobierno de transición. Luego, este nombraría como su adjunto a un representante de la comunidad sunita para mantener el equilibrio confesional. Sin embargo, el gobierno propuesto difiere del de 1952, ya que este sería responsable de las reformas además de preparar las elecciones.
Aquí nuevamente hay desafíos. La primera es que los grupos civiles son sensibles frente a lo que perciben como la toma del poder por parte del ejército, aún si el modelo propuesto es un gobierno civil. El otro desafío es la animosidad de la clase política hacia el Comandante del Ejército, quien cuenta con el respeto y la confianza del pueblo libanés y de la comunidad internacional. Además, la clase política no querría que el Comandante del Ejército eligiera el gabinete de ministros. De manera similar a la propuesta anterior, esta probablemente también se vería obstaculizada en el Parlamento.
El último modelo propuesto para un gobierno de transición es uno elegido en base a una petición firmada por los ciudadanos libaneses. Ésta es la solución menos factible, ya que este mecanismo no puede reemplazar las elecciones. Podría proporcionar evidencia adicional de respaldo por parte del pueblo, pero no puede dar legitimidad.
Sin embargo, cualquier solución requiere la presión de la comunidad internacional sobre la élite política. Los manifestantes y los grupos de la oposición deberían poner sobre la mesa, cuando hablen con la comunidad internacional, la opción de que el Presidente dimita y el Comandante del Ejército dirija el gobierno de transición, así como que el presidente se quede pero nombre a Salam como primer ministro para dirigir la transición. Estas son las dos soluciones más factibles, ya que responden a la necesidad urgente de llevar a cabo reformas.
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Dania Koleilat Khatib es Doctora en Ciencia Política por la Universidad de Exeter. Su trabajo de investigación se especialisa en las relaciones entre los Estados Unidos y los países árabes, con enfoque en las prácticas de lobby. Es cofundadora del Centro de Investigación para la Cooperación y la Construcción de la Paz, una ONG libanesa.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 10 de mayo de 2021.