Por Hadani Ditmars para Middle East Institute
La cantante Kamilya Jubran, miembro fundadora de la icónica banda palestina Sabreen, cantó estupendamente una vez: “Intentamos la resistencia, intentamos la confrontación, intentamos la intifada, intentamos la paz. ¿Qué más nos queda?” La respuesta, por supuesto, que flotaba en el aire de su impresionante voz, era “cantar”.
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En efecto, el grupo, que también dirige una fundación comunitaria, registró durante cinco décadas el estado de las cosas en Palestina con su convincente combinación de sonidos clásicos árabes y occidentales, poesía de Mahmoud Darwish con música, y letras socialmente urgentes. Su álbum de 1982, Dukhan el Barakin (El humo de los volcanes), capturó el estado de ánimo tras la invasión israelí del Líbano, con poemas cantados de Darwish como On Man (“Le amordazaron la boca / Le ataron las manos a la roca de los muertos / Y dijeron: ¡Asesino! / Se llevaron su comida, ropa y estandartes / Lo arrojaron a la celda de los condenados / Y dijeron: ¡Ladrón! / Lo echaron de todos los puertos / Se llevaron a su joven amada / Luego dijeron: ¡Refugiado!”)
Su álbum Maout el Nabi (La muerte del profeta), lanzado en 1987, resume la energía y la ira de los jóvenes manifestantes y revolucionarios; Here Come the Doves (Aquí vienen las palomas) de 1994 ofreció esperanzas de paz después del acuerdo de Oslo; mientras que Ila Fein (¿Hacia dónde?) del 2000 ofreció un preludio profético de la segunda intifada.
Pero ahora, mientras una tercera intifada se avecina, los artistas palestinos están en la primera línea de una manera aún más visceral. Mientras las protestas contra los desalojos ilegales en Sheikh Jarrah que provocaron la escalada actual a menudo involucraron música y poesía, la reacción israelí fue todo menos no violenta. Gracias al poder de las redes sociales, que registró la horrible violencia en tiempo real, incluso los medios de comunicación que tradicionalmente no cubrieron los eventos en Israel-Palestina están comenzando a prestarle atención. The Hollywood Reporter, por ejemplo, cubrió el ataque en Haifa a la actriz palestina Maisa Abd Elhadi, estrella de la serie televisiva Baghdad Central de la plataforma Hulu y la aclamada Gaza Mon Amour (Gaza, mi amor), quien recibió un disparo en la pierna de la policía israelí el 9 de mayo durante una manifestación contra los desalojos ilegales. Irónicamente, la actriz también protagonizó Eyes of a Thief (Ojos de ladrón) de Najwa Najjar sobre el francotirador de Silwan (n.d.t.: barrio predominantemente palestino a las afueras de la Ciudad Vieja de Jerusalén).
Mientras otro levantamiento inyecta nueva vida a la resistencia cultural palestina, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y la policía israelí parecen muy conscientes de su poder.
Apenas cuatro días después de la lesión de Elhadi, la policía israelí arrestó a Walaa Sbait, el cantante principal jordano/palestino de la banda 47Soul, en su casa en Haifa mientras transmitía en vivo imágenes de colonos israelíes atacando a palestinos. Sbait, cuya familia fue desplazada de Iqrit, una aldea cristiana palestina a 25 kilómetros al noreste de Acre, fue liberado al día siguiente después de que su banda y sus fanáticos publicaran mensajes en las redes sociales exigiendo su liberación. Unos días después, las fuerzas israelíes saquearon Dar Jacir, un centro dirigido por artistas en Belén fundado por la artista ganadora del León de Oro Emily Jacir y su hermana, la veterana cineasta Annemarie Jacir. Al mismo tiempo, el artista nominado al Premio Turner Lawrence Abu Hamdan entregó su cuenta de Instagram a su colega artista Inas Halabi mientras ella informaba en vivo desde Haifa sobre las continuas represiones policiales contra los manifestantes. El famoso rapero palestino Tamer Nafer, que vive en la ciudad de Lod, dice que se siente inseguro ya que la policía se niega a protegerlo a él y a otros ciudadanos palestinos de Israel de los colonos armados.
Durante la primera intifada, los manifestantes palestinos recitaban versos de Mahmoud Darwish. Su poema de 1988, frecuentemente recitado, Aquellos que pasan entre palabras efímeras, provocó la ira de israelíes (incluido el Primer Ministro Yitzhak Shamir) con sus desafiantes proclamas como “Vete / Deshaz nuestro tiempo de tus horas y vete / Roba lo que quieras del azul del mar y la arena de la memoria / Toma las fotos que quieras, para que entiendas / Lo que nunca podrás: Cómo una piedra de nuestra tierra construye el techo de nuestro cielo”. Y Moshe Dayan una vez comparó una lectura de uno de los poemas de Fadwa Tuqan con ‘enfrentarse a 20 comandos enemigos’. En Mártires de la Intifada, Tuqan escribió sobre jóvenes lanza-piedras: “Murieron de pie, ardiendo en el camino / Brillando como estrellas, sus labios presionados contra los labios de la vida / Se pusieron de pie frente a la muerte / Luego desaparecieron como el sol”.
La juventud palestina de hoy, sin dejar de rendir homenaje a los icónicos poetas palestinos, se inspira en letras como Border Control (Control fronterizo) de 47 Soul: “Este control fronterizo / Congestionando nuestra alma / Pasándonos factura a todos nosotros / Lo vamos a disolver / Este muro de México de Belén / Si nos escuchás, atendé la llamada”.
A medida que la causa palestina viaja internacionalmente a través de su juvenil diáspora, la canción presenta apropiadamente letras en español, inglés y árabe y un estilo musical que la banda llama shamstep, una fusión de hip hop, electrónica, melodías tradicionales de danza árabe dabke (n.d.t.: música folclórica levantina) y música pop. Sbait une aún más a los movimientos musicales y de justicia social como cofundador del proyecto Ministry of Dub-key, que combina la música reggae con melodías tradicionales palestinas.
Uno puede incluso escuchar susurros de Darwish en versos como este de Dabke System (Sistema Dabke):
“Esperá, mirá lo que creamos / Refugiado en el extranjero, igual soy un nativo / Llama a los niños para que se queden / No cuestiones a la tierra que te dice su nombre”.
O en canciones como Machina
“Volvé si te fuiste por un hombre más en el edificio, aquí vamos a construir.
Agotado por la izquierda, justo cuando te fuiste, ¿por qué no estás filmando?
De ninguna manera pueden monitorear todos los rollos laterales
Aquí vamos a vivir aquí
Haciendo túneles sobre la pared
Es un mapa legible cuando buscás nuestros nombres”
Si bien hay una audiencia internacional cada vez mayor para la cultura palestina, las conexiones entre los artistas palestinos en Israel, Cisjordania y Gaza siguen siendo difíciles debido a las restricciones de movimiento israelíes. Pero una nueva escuela de arte en Gaza trascendió estas fronteras. El Centro de Capacitación Dar al Kalima, ubicado a unos cientos de metros de distancia del edificio de gran altura detonado por las FDI en el distrito Remal de Gaza el 11 de mayo, fue fundado por un sacerdote palestino de Belén, Mitri Raheb.
La escuela de arte comenzó como un programa satélite del Dar al Kalima College, una institución fundada en Belén por Raheb en 1995, en un antiguo edificio de la era otomana que fue restaurado y convertido desde una antigua cripta de la iglesia.
“Fui de visita en 2018 y después de que me fui, 200 jóvenes artistas de Gaza me habían enviado solicitudes de amistad en Facebook. Todos me pidieron que comenzara una escuela de arte en Gaza”, relata Raheb desde su casa en Belén.
Para 2019, el programa satelital Dar al Kalima había comenzado en un rincón del Centro Cultural Francés de Gaza y pronto, una casa antigua en el centro fue adquirida y remodelada con la ayuda de estudiantes, voluntarios y fondos de Bright Stars of Bethlehem, una ONG con sede en Chicago que ayuda a ambas universidades.
“La casa estaba en mal estado, pero vimos su potencial y tenía un hermoso jardín, lo cual era importante para nosotros porque necesitábamos espacio para exhibir esculturas”, recuerda Raheb.
Pronto se construyeron oficinas y estudios, y la escuela abrió el 7 de marzo — justo a tiempo para la pandemia mundial. Pero incluso cuando nuevas variantes devastaron el frágil sistema de la salud y los campos de refugiados de Gaza, muchos talleres y exposiciones de fotografía, video, pintura y escultura fueron llevados a cabo (con distanciamiento social), así como conciertos y transmisiones de radio de música tradicional y popular palestina. Aunque Gaza es predominantemente musulmana, todavía hay alrededor de 1.000 cristianos viviendo allí, y la escuela está abierta a todos.
El bombardeo aéreo en curso detuvo las clases por ahora, pero hay planes en marcha para un nuevo programa, basado en el iniciado por Raheb en Beirut en agosto pasado, para exhibir el trabajo de artistas jóvenes y venderlo internacionalmente. Si bien trasladar cualquier cosa dentro y fuera de Gaza es un desafío, ya que el bloqueo por tierra, mar y aire impuesto por Israel y Egipto cuando Hamás tomó el control en 2007, prohíbe muchos artículos de ‘doble uso’ que podrían tener un propósito militar, hay formas de sacar el arte de la Franja de Gaza.
“Las tallas en madera no están permitidas, pero las pinturas, los bordados y algunas artes textiles tradicionales están bien”, señala Raheb.
El colegio todavía está recaudando fondos para subsidiar las matrículas para los estudiantes de Gaza que no pueden pagar. Los estudiantes, a su vez, llevan a cabo talleres comunitarios, a menudo en campos de refugiados, para niños más pequeños. “Los campamentos están superpoblados y los niños necesitan color en sus vidas”, observa Raheb. Con ese fin, los estudiantes de la universidad llevaron a cabo un programa para ‘embellecer las escuelas’ en Gaza el año pasado, pero “muchas fueron demolidas desde entonces por los bombardeos”, dice Raheb.
Más allá de ayudar a exponer a jóvenes artistas de Gaza al mundo exterior y ayudarlos a ganarse la vida vendiendo su trabajo en el extranjero, el objetivo del colegio es proporcionar un lugar para “el arte como terapia y como una forma de expresar una identidad dinámica de Gaza que trasciende la política. Hacer arte es una forma para que los gazanos representen su propia realidad y cuenten sus propias historias”, cuenta Raheb.
Aunque todavía no es lo suficientemente seguro regresar a la escuela, la única Academia de Bellas Artes acreditada en Gaza, “Tenemos que seguir haciendo arte, es muy importante. No podemos permitir que la destrucción tenga la última palabra. Uno de los maestros de la escuela tuvo que evacuar su apartamento” — cerca del edificio residencial de 13 pisos destruido por las FDI el 11 de mayo — “en 20 minutos. Anoche fue una noche terrible. Me contó que sus hijos estuvieron llorando toda la noche y que el bombardeo ‘se sintió como un terremoto’.Aún así, el peligro es palpable”, relata Raheb.
A pesar de esto, los estudiantes están literalmente transmutando la destrucción en una fuerza creativa al recolectar vidrios rotos para hacer vitrales artísticos en forma de palomas.
El artista gazano, Mohammed Mussallam, que ahora vive exiliado en Canadá, dice que “le encantaría enseñar en la escuela” y que “fue mi sueño visitar Cisjordania durante 20 años” desde que se graduó de la Universidad Al Najah en Nablus . Pero está esperando su pasaporte canadiense antes de poder regresar a cualquiera de los lugares de su tierra natal.
Aún así, como tantos artistas palestinos, continúa su resistencia cultural a la ocupación en la diáspora. “Viviendo en el exilio me siento todavía más conectado con mi identidad y siento una mayor responsabilidad de crear arte sobre Palestina”, dice él.
Con ese fin tuvo un exilio bastante prolífico. Un proyecto reciente expuesto como parte de una exposición colectiva en Montreal, The Heart of the World Map (El corazón del mapa del mundo), presenta pasaportes palestinos superpuestos sobre lienzo. En este conmovedor trabajo, Mussallam expresa una realidad compartida por muchos compatriotas apátridas a través de pasaportes palestinos originales marcados con sellos que indican ‘entrada’, así como ‘denegación de entrada’, reflejando la restricción de movimiento que los palestinos enfrentan a través de las fronteras internacionales.
El artista juega con la idea de ‘identidad’ y las tensiones entre sus definiciones: por un lado, un modo liberador de comunicación con el mundo exterior, mientras que por otro, una fuente de discriminación que impide a los palestinos viajar libremente, tanto local como internacionalmente.
“Quiero que este trabajo resalte y rechace una realidad tan injusta. Palestina, que está en el corazón del mapa, merece un futuro pacífico y estable y una comunicación natural con el mundo exterior”, cuenta Mussallam.
En muchos sentidos, la obra es una respuesta visual al poema de Darwish Pasaporte.
“¡Verdaderos maestros! ¡Honorables profetas!
No pregunten a los árboles sobre sus nombres.
No pregunten a los wadis sobre sus madres.
De mi frente brota la espada de la luz
Y de mis dedos fluyen ríos.
El corazón de cada hombre es mi nacionalidad;
Así que líbrame de este pasaporte.”
Mussallam incluso se inspiró en la pandemia y trabajó con artesanos locales en Gaza para producir una versión de su diseño de 2015 para tapabocas inspiradas en kufiyya (n.d.t.: pañuelo tradicional de Medio Oriente) para los hospitales de Gaza. Él las transformó en piezas de arte usables que apoyan a artesanos locales, mientras que al mismo tiempo ofrecen protección, tanto contra el virus, como contra la pérdida de identidad.
Un trabajo reciente, Covid-1948, una instalación de rocas sobre el asfalto, con el número 48 pintado en rojo sangre, explora aún más la conexión entre el virus y la identidad palestina. Dice Mussallam sobre el trabajo: “Tarde o temprano, el mundo se recuperará de esta epidemia, pero los palestinos estaban infectados con el virus de la ocupación desde 1948, aunque su incubación comenzó en 1917 con la nefasta Declaración Balfour”.
Desde su nuevo hogar en Ontario, Mussallam relata: “Palestina y su suelo son una extensión del espíritu palestino dondequiera que esté, como Mahmoud Darwish lo describió en sus poemas sobre el exilio”.
En efecto, es difícil no notar la poderosa influencia del poeta laureado de facto de Palestina, desde el hip hop hasta el trabajo de arte contemporáneo, hasta los estudiantes de la escuela de arte de Gaza, quienes lo convirtieron en una figura central en su mural inaugural. Podría ser oportuno volver a visitar obras de Darwish como Bitaqat hawiyya (Tarjeta de identidad), un poema que logró enfurecer a los israelíes de derecha incluso cuando se transmitió en la estación de radio israelí Galei Tzahal en 2016, unos ocho años después de su muerte.
“Anota:
Soy árabe
Despojado de los viñedos de mis antepasados
Y de la tierra cultivada
Por mí y por todos mis hijos.
Nada queda para nosotros y mis nietos
Excepto estas rocas…
¿Los tomará su gobierno también como se informó?
Por lo tanto,
Escriba en la parte superior de la página uno:
Yo no odio a la gente,
Yo no asalto a nadie,
Pero… si tengo hambre,
Como la carne de mi usurpador.
Cuídate… cuídate… de mi hambre,
Y de mi ira.”
Podría también ser oportuno señalar la crítica de Darwish a Hamás, originalmente apoyada por Israel como contraste con el nacionalismo palestino secular que encarnaban sus poemas.
En 2005, cuando un festival de música y danza fue prohibido en la aldea cisjordana de Qalqilya por la municipalidad dirigida por Hamás con el argumento de que estaba ‘prohibido por el Islam’, Darwish advirtió que “Hay elementos de tipo talibán en nuestra sociedad, y esta es una señal muy peligrosa”.
Y en un festival de 2007 en Haifa celebrado en su honor, expresó su consternación por la toma del poder de Hamás en Gaza, diciendo: “Nos despertamos de un coma para ver una bandera monocolor (de Hamás) acabar con la bandera de cuatro colores (de Palestina)”.
En estos días oscuros en los que los gazanes se tambalean por los últimos bombardeos y los efectos de un bloqueo de 14 años, mientras Cisjordania y Jerusalén Este permanecen ocupadas, y mientras Hamas — ahora considerado relativamente moderado en comparación con algunos grupos armados islamistas que surgieron en las últimas dos décadas — con demasiada frecuencia se confunde con la identidad palestina, la resistencia cultural parece más importante que nunca.
“Creo que los diamantes se fabrican bajo presión”, dice Mitri Raheb, mientras los estudiantes de su escuela de arte en Gaza continúan recolectando vidrios rotos para hacer vitrales de ángeles y palomas, y mientras continúan los esfuerzos para reconstruir el único teatro de Gaza, bombardeado por los israelíes en 2018. “Hay tanta presión ahora en Palestina, pero hay tantos diamantes”, concluye Raheb.
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Hadani Ditmars es Licenciada de Honores Conjunto en Literatura española y francesa, Historia del Arte y Estudios cinematográficos por la Universidad Carleton. Es periodista especializada en asuntos internacionales.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Middle East Institute el 25 de mayo de 2021.