Por Thomas Serres para Middle East Research and Information Project
Hakim Addad es un activista argelino y cofundador del Encuentro de Acción Juvenil (Rassemblement Actions Jeunesse, o RAJ por su sigla en inglés), una organización fundada en 1992 que promueve el compromiso cívico entre la juventud y la defensa de los derechos humanos. Addad, opositor del régimen argelino desde hace mucho tiempo, fue arrestado en el otoño de 2019, mientras participaba en una conmemoración del levantamiento popular de octubre de 1988. Junto con otros activistas, estuvo detenido durante tres meses antes de ser liberado y se encuentra a la espera de juicio. Continuó participando en el Hirak, la gran movilización revolucionaria pacífica que comenzó en febrero de 2019 y que llevó a la dimisión del ex presidente Abdelaziz Bouteflika unos meses después. Addad también es miembro de las Fuerzas de la Alternativa Democrática (Forces du Pacte de l’Alternative Démocratique o FPAD), una coordinación de partidos políticos, sindicatos y asociaciones autónomas. Ubicado en su mayoría a la izquierda del espectro político, el FPAD tiene como objetivo organizar una asamblea constituyente y garantizar la independencia del sistema judicial. Addad fue arrestado nuevamente en junio de 2020 y liberado de inmediato. En diciembre, fue declarado inocente en su primer juicio. Thomas Serres, profesor del departamento de política de la Universidad de California, Santa Cruz y especialista en África del Norte, lo entrevistó en noviembre de 2020. Allí habló sobre el impacto de la pandemia COVID-19, la represión estatal y el futuro del Hirak.
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– Argelia se mantuvo relativamente aislada del mundo exterior desde el comienzo de la pandemia, con el cierre de fronteras y la cancelación de la mayoría de vuelos. ¿Cuál es la situación sobre el terreno después de varios meses de encierro y represión? ¿Cómo hizo Hirak para navegar la pandemia?
– El Hirak persistió bajo diferentes formas más allá de las marchas semanales. Después del inicio del cierre en marzo de 2020, los hirakistas organizaron una campaña de solidaridad para apoyar a las familias indigentes y a los médicos. Además, las redes sociales y varias aplicaciones conocidas, también permitieron la organización de reuniones en línea. Posteriormente, se formaron nuevos colectivos y en otoño se relanzaron las diversas iniciativas que estaban frenadas. Entre ellas se destaca Nida-22, una iniciativa de actores de la sociedad civil, que planteó una serie de propuestas para acabar con la crisis y devolver la soberanía al pueblo. Obviamente, esto no significa que el Hirak esté funcionando tan bien como antes del COVID-19. Pero el movimiento está tratando de mantener su ritmo y estar listo para lo que vendrá una vez que esto termine. Hay que tener en cuenta que las marchas en la capital están estrictamente prohibidas y que el régimen está reprimiendo a todos aquellos, individuales o colectivos, que intentan mantenerse políticamente activos.
– Usted estuvo políticamente activo en Argelia desde principios de la década de 1990. Cuando se compara la represión del presidente Abdelmadjid Tebboune y lo que sucedió en el pasado durante la guerra civil (1992-1999) o la Primavera Negra (2001-2002), ¿Cuáles son las diferencias más notables? [1] ¿Existe una continuidad en las tácticas represivas?
– Lo primero que hay que decir es que el régimen nació de la violencia – con la eliminación del ala política del Frente de Liberación Nacional (FLN) por su aparato burocrático-militar, al final de la guerra de independencia – , y siempre gestionó este país a través de la violencia. Por lo tanto, hay una continuidad obvia desde que Tebboune se convirtió en Presidente, en diciembre de 2019, y el Mayor General Saïd Chengriha se hizo cargo del Ministerio de Defensa. Este régimen no cambió la forma de administrar la sociedad. En la actual represión, los ataques contra activistas pacíficos casi no tienen precedentes.
Con la excepción de la Primavera Negra, cuando las fuerzas de seguridad asesinaron a 125 jóvenes, nunca ví una represión tan feroz y sistematizada. Ni durante la década de 1990 ni durante los 20 años de ‘buteflikismo’ – el gobierno del presidente Abdelaziz Bouteflika, 1999-2019 -. [2]
Desde que Tebboune asumió la presidencia, la represión se dirigió a varios sectores de la sociedad a pesar de que cumplen la ley. En el pasado, sabíamos cuándo nos jugábamos nuestra libertad. Los pocos cientos de activistas que denunciaron a Bouteflika y sus secuaces estaban amenazados. Aún así, rara vez fueron enviados a la cárcel. Hoy en día, no solo los activistas, sino también los ciudadanos de a pie que publican un mensaje equivocado en Facebook o que graban con su teléfono una escena delicada sin permiso en un hospital o en un espacio público, pueden ser procesados por lo que se llama el ‘sistema de justicia’. Todos somos objetivos potenciales. Obviamente, esta oleada represiva tiene como objetivo reprimir al Hirak, pero también a todos aquellos que se atrevan a criticar al régimen, en la calle o en las redes sociales. En octubre, una mujer de Jijel, organizadora laboral e integrante del Partido de los Trabajadores, fue declarada culpable de ‘socavar una institución estatal’. La razón fue que escribió un comentario en Facebook denunciando la brutalidad policial contra las mujeres. Esto sucedió en marzo. Seis meses después, fue citada a la comisaría y llevada ante un juez. Con esta demostración de fuerza, las autoridades quieren dejar en claro que mientras digas abiertamente lo que piensas, nunca estarás a salvo.
– Hay algo más que parece genuinamente nuevo: la centralidad de la noción de cibercriminalidad, funcional a la destrucción de lo que queda del espacio público argelino durante la pandemia.
– Por supuesto, una vez que los hirakistas anunciaron la suspensión de sus marchas, la gente utilizó las redes sociales para hacer sus reclamos y expresarse libremente. Esto hizo de la vigilancia en línea una herramienta crucial para controlar a ciudadanos y activistas, pero en combinación con otras medidas legales.
En abril de 2020, las autoridades cambiaron el código penal para sancionar con fuerza a cualquiera que socave una institución estatal o le falte el respeto al Presidente o a un Ministro. A pesar de eso, la gente siguió utilizando las redes sociales para expresarse, pero el precio a pagar es alto.
– Ya existían formas de censura y detenciones arbitrarias bajo el mandato de Bouteflika, especialmente dirigidas a sindicalistas o blogueros, pero era posible criticar al Presidente y sus asociados. La represión bajo Tebboune es más generalizada y está en total contradicción con las promesas que hizo al llegar al poder. ¿Se puede seguir creyendo en lo que dicen los portavoces del régimen?
– Personalmente, no esperaba mucho de Tebboune. Ahora la mayoría de la gente también está cansada de la situación de incertidumbre que resultó luego de la dimisión de Bouteflika. Algunos creían que el contexto mejoraría y que se cumplirían las demandas del Hirak. Pero la realidad nos alcanzó rápidamente. A pesar de todas las promesas y reformas, incluida la nueva constitución que garantiza una vez más los derechos y libertades de los ciudadanos, ninguna de ellas se hará cumplir. Las mentiras ya no son una sorpresa, incluso si no estuviéramos preparados para tal intento de sofocar al movimiento. Ahora, la gente entiende que Tebboune es sólo otra forma de imponer un quinto mandato presidencial para Bouteflika.
– Lo arrestaron dos veces durante el año pasado y lo encarcelaron durante tres meses entre octubre de 2019 y enero de 2020. Se lo acusó de ‘socavar la integridad del Estado’, entre otros cargos. ¿Cuál es su experiencia del sistema judicial en Argelia? ¿Cómo puede uno seguir siendo políticamente activo como opositor cuando se está pendiente de un juicio?
– No pretendo tener una experiencia única. Cuando fui liberado, volví a mis actividades políticas, porque es lo que soy. Aunque sé que sigo bajo vigilancia y que me concedieron la libertad provisional, soy un activista. Lo fui en los años 90, cuando nos jugamos la vida, no la cárcel. Y creo en lo que estoy luchando. No significa que no tenga miedo o que a veces no me desmoralice. No significa que no le tenga miedo a la cárcel ni a las otras cosas que me puedan pasar. Pero luchamos durante más de 25 años para llegar a esta nueva esperanza que es el Hirak, así que no voy a parar después de tres meses en la cárcel.
Esta sea probablemente la razón por la que me detuvieron por segunda vez, el 14 de junio, con el fin de añadir una segunda ronda de cargos. La ironía es que esta vez me arrestaron sin hacer nada. Se suspendieron las marchas. Se suspendieron las reuniones. Pero encontraron publicaciones en Facebook donde exigí la liberación de los presos de conciencia. Entonces, me arrestaron nuevamente y ahora estoy bajo revisión judicial. Supongo que se supone que esto me impedirá participar en reuniones y hablar con la prensa. Pero después de un par de semanas, reanudé mis actividades políticas. No iba a esperar a que me dieran luz verde explícita para participar de reuniones. No soy el único en esa situación. Hay muchos ex presos políticos que continúan su activismo, pero con cautela. Tratamos de tener en cuenta aquello que podría llevarles a encarcelarnos una vez más. Al mismo tiempo, es imposible sentirse absolutamente seguro, porque significaría estar absolutamente callados.
– Entonces, cuando publicas en Facebook, tienes en cuenta que este es un espacio de vigilancia y represión.
– Sí, fui especialmente cauteloso en las semanas posteriores a mi segundo arresto. El problema es que cuando miro mis publicaciones, no hay nada reprochable, incluso en aquellas que usaron para justificar la detención. Por ejemplo, exigí la liberación de dos hirakistas que habían sido arrestados en Timimoun, en el sur del país. No hicieron nada más que marchar con otras cuatro o cinco personas por las calles de la ciudad cuando el movimiento Hirak todavía operaba presencialmente. Cuando presentó el contenido de mi expediente, el juez de instrucción me preguntó: «¿Por qué reclama su liberación, no conoce su expediente?». Si esta es la razón que justifica arrestarme, ¿qué puedo decir? Estar seguro es estar mudo. En otra publicación incriminatoria, me culpó por escribir ‘Tebboune’ en lugar de ‘Sr. Tebboune’. Así es como construyen sus casos. No estoy pidiendo un levantamiento violento. Escribo la palabra ‘pacífico’ en casi todos los mensajes. Pero tengo que seguir hablando sobre el cambio político, sobre los presos políticos, sobre el Hirak o ellos ganan. Algunos amigos, abogados y activistas me dicen que simplemente no debería escribir nada político. Algunas de las figuras destacadas visibles durante la primera fase del Hirak, que fueron posteriormente arrestadas, hoy guardan silencio. Algo cambió. Quienes se expresan más desde 2020, especialmente en las redes sociales, son los nuevos activistas que ingresaron a la política a través del Hirak, jóvenes y mayores por igual.
– Las protestas de Hirak fueron una experiencia fundamental que llevó a la movilización de muchos sectores de la sociedad. Ahora parece haber una transición entre dos generaciones de activistas en Argelia. ¿Cuál es su opinión sobre esta transición, sobre el nuevo activismo de cientos, quizás miles, de jóvenes argelinos que se posicionan como una nueva vanguardia en la lucha por las libertades democráticas y sociales?
– Cuando todavía estaban ocurriendo las marchas y los periodistas me preguntaron sobre lo más positivo de este movimiento, respondí que era la movilización de la juventud, esta nueva generación que se sumó a las luchas. Esto es algo que experimenté personalmente después de octubre de 1988, el compromiso masivo de una nueva generación de activistas.
Esto es exactamente lo que sucedió con el Hirak. Por ejemplo, yo formo parte del comité para la liberación de Mohamed Tadjadit. Algunos lo llaman el ‘Poeta de la Revolución’. Es de la Casbah, de Argel, por lo que su caso es muy simbólico. [3] Cuando el comité se reunió por primera vez, más de la mitad de la sala estaba llena de jóvenes provenientes de barrios populares. Es importante decir que luchan a través de las redes sociales, pero también en el terreno.
No escuchamos a políticos experimentados tanto como antes. Según ellos, nunca es el momento adecuado. Sin embargo, cuando organizamos reuniones o pequeñas marchas en Argel o en el resto del país, aparece la juventud. Esta generación se sumó a la lucha en el momento en que la anterior se había retirado totalmente de ella. Esto también es un problema. Después de 1988, mi generación fue apoyada por activistas mayores. Nos enseñaron lo básico para organizarnos en partidos políticos, asociaciones, etc. Ahora, esta nueva generación también debería beneficiarse de una transmisión de experiencia similar. Las personas que quizás sean un poco más jóvenes que yo deberían compartir lo aprendido. Hay herramientas, prácticas que uno usa para evitar decir o hacer tonterías. El desafío para personas como yo es apoyar a la generación que entró en la política a través del Hirak y está intentando mantener la movilización en un contexto de represión permanente.
– Hablando de desafíos, también hay algunas críticas duras dirigidas al Hirak. Hay quienes denuncian su falta de representantes claros. Otros presentan al Hirak como un movimiento inmaduro y poco realista, incapaz de proponer nada concreto. ¿Cuál es su opinión sobre esta supuesta incapacidad para ofrecer una alternativa política al régimen?
– La crítica es absolutamente normal. No se debe evitar la realidad. Debemos admitir que el Hirak puede fallar en algunos aspectos, especialmente en su esfuerzo por organizarse de forma independiente. Aquellos que eran más visibles durante el apogeo del movimiento, personas como Karim Tabbou o Mustapha Bouchachi, pueden haber carecido del coraje o la oportunidad de decir claramente que el Hirak necesitaba una estructura. [4] Por supuesto, hubo colectivos de jóvenes, de estudiantes, de artistas, de periodistas, de vecinos. Pero no pudimos unificar estas iniciativas. Aquellos que podrían haber dicho algo, incluyéndome a mí, decidieron coincidir con el Hirak cuando rechazó la organización centralizada y tener portavoces. Pero existe una diferencia entre organización y tener un vocero. Lo primero es necesario, lo segundo no. Así que aquí estamos, con este déficit organizativo. Reconocer esto es simplemente aceptar la realidad.
También hay algunos individuos aislados, como Kamel Daoud, que dicen que el Hirak fracasó en su conjunto, y esto es una pena. [5] Ni el régimen dice que el Hirak haya fallado. Afirman que facilitó el nacimiento de una nueva Argelia y que ahora concluyó. Déjame ser claro: Kamel Daoud tiene derecho a escribir lo que quiera, incluso si es principalmente para su audiencia en Francia. Pero afirmar que el Hirak fracasó es ignorar a los miles de jóvenes que se esfuerzan por mejorar el estado de su país uniéndose a la lucha social y política. Está pasando por alto propuestas muy concretas que fueron formuladas pero ignoradas por el régimen.
Tampoco se tienen en cuenta las iniciativas que ahora unen a personas que hasta entonces no se hablaban ni se conocían. A pesar de la represión, la gente se comunica gracias al Hirak. De este a oeste, de norte a sur. Esta es una victoria. Cuando hay detenciones y encarcelamientos, los argelinos del norte del país se movilizarán para defender a los argelinos del sur y viceversa. Estas son cosas que quienes descartan al Hirak no quieren reconocer, como si necesitaran validar un modo de pensar colonial que presenta a los árabes como incapaces de organizarse y llevar a cabo una revolución. Como si no pudiéramos emanciparnos de un régimen dictatorial y aspirar a algo mejor sin ayuda exterior. Existe una tendencia entre algunos opositores de alto perfil a tratar a los hirakistas como si fueran niños. Realmente se parece a los discursos de las autoridades coloniales y del régimen. Representan a los presos de conciencia como si fueran alborotadores, como si la represión fuera una consecuencia de sus errores. Después de un rato, serán liberados. Y si no aprendieron la lección, volverán a la cárcel.
– Debido a la colonización y la emigración, la política argelina también está integrada en un marco internacional más amplio. Existe una tensión constante entre una cultura política muy nacionalista y la transnacionalización de facto de las luchas políticas. Usted mismo es binacional, argelino y francés, pero no puede salir del país. A un nivel más macro, la diáspora argelina apoyó de manera muy activa al Hirak en París, Londres, Montreal y otros lugares. Conocí a algunos hirakistas muy comprometidos en el área de la Bahía de California. Pero las fronteras del país fueron cerradas desde el inicio de la pandemia. En este contexto, ¿cuál es el impacto del apoyo a estos argelinos residentes en el extranjero? ¿Puede compensar el hecho de que la mayoría de los hirakistas se encuentran actualmente atrapados dentro de las fronteras nacionales de Argelia?
– Personalmente, lucho por una causa en uno de mis dos países y no estoy obsesionado con Argelia todo el día. Pero mi internacionalismo ciertamente choca con la realidad de una cultura política específica centrada en la nación, que desconfía de la interferencia extranjera. Por supuesto, ser binacional no ayuda, porque el régimen hizo todo lo posible durante décadas, desde la independencia, para alimentar la sospecha de los binacionales. Se formó a la gente para que tenga miedo y rechace cualquier discurso que venga del exterior. Lo mismo ocurre con las élites culturales, que caen en la trampa del régimen y pasan por alto la contribución de los argelinos que viven en el extranjero. Sin embargo, con el Hirak, y aún más bajo la pandemia y la represión en desarrollo, los argelinos que viven en el extranjero nos respaldan enormemente, con todo su trabajo intelectual, con sus esfuerzos por mantener la movilización y el apoyo a los presos políticos. No obstante, la cultura de la sospecha y algunas medidas legales introducidas por el régimen, impiden que sean plenamente reconocidos como ciudadanos y contribuyentes esenciales de la revolución. Lo experimenté aquí. Ser desacreditado por el régimen no es una sorpresa. Pero algunos socios, e incluso amigos activos en las fuerzas democráticas, ven a las personas binacionales como intrínsecamente sospechosas y menos legítimas, a pesar de todas sus contribuciones.
Esto nos lleva a la cuestión de nuestra movilidad limitada. Si tuviera la posibilidad de viajar, de ir al otro lado, sin duda podría contribuir más al Hirak, organizar esfuerzos de solidaridad en todo el Mediterráneo y denunciar en los medios de comunicación franceses lo que está sucediendo aquí. Esto es paralizante para todos. No poder viajar, salir del país, no es fácil. Vamos en círculos. Para ser justos, ya era el caso de muchos argelinos antes de la pandemia. Pero el COVID-19, la represión y la crisis económica lo agravaron mucho. Hay muy pocos vuelos a Europa. Viajar dentro del país también es bastante difícil. Muchos hirakistas no pueden moverse de una ciudad a otra. Solo los abogados viajan constantemente para asistir a los juicios.
Volvemos a una sensación de claustrofobia, de encierro, una versión acentuada de lo que ya experimentamos con Bouteflika. Desde la perspectiva de un activista, lo primero es mantenerse firme. Entonces debemos seguir organizándonos, con el apoyo de los argelinos que viven en el extranjero. El objetivo es estar preparados para retomar la lucha lo antes posible.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Thomas Serres es profesor en el departamento de política de la Universidad de California, Santa Cruz y especialista en África del Norte, y coeditor del libor África del Norte y la creación de Europa: gobernanza, instituciones y cultura.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por MERIP el 16 de febrero de 2021.
Notas finales
[1] La Primavera Negra de Cabilia fue un movimiento de protesta provocado por el asesinato de la estudiante de secundaria Massinissa Guermah en abril de 2001 por un gendarme militar. Esto provocó varios meses de disturbios y disturbios en Cabilia y Argel. Los disturbios se encontraron con una respuesta policial brutal que mató a más de 100 manifestantes.
[2] Para asegurar su posición y equilibrar la influencia de los oficiales militares, Bouteflika constituyó una red de afiliados políticos y capitalistas clientelares unidos por intereses compartidos en lugar de convicciones. Si bien se caracterizó por una relativa estabilidad y el fin de la violencia política, su mandato también fue marcado por la fragilidad económica, el malestar social, la corrupción generalizada y el profundo descrédito de la clase política.
[3] La Casbah es la ciudad vieja situada en el corazón de Argel. Durante la Batalla de Argel (1956-1957), este vecindario fue un semillero de resistencia anticolonial. Fue especialmente blanco de los paracaidistas franceses. Después de la independencia, siguió siendo un barrio de clase trabajadora y un símbolo de la resistencia popular, ubicado cerca del Palacio de Gobierno y la Asamblea Nacional Popular.
[4] Karim Tabbou es un político opositor, líder de la Unión Democrática y Social. Estuvo encarcelado por el régimen desde septiembre de 2019 hasta julio de 2020. Mustapha Bouchachi es un conocido activista de derechos humanos y ex presidente de la Liga Argelina para la Defensa de los Derechos Humanos (LADDH).
[5] Kamel Daoud es un autor francófono galardonado. Si bien se posiciona como un oponente al régimen, provocó múltiples controversias al retratar a sus conciudadanos en términos despectivos y declarar que el Hirak había fracasado. Daoud es especialmente bien recibido en Francia, donde reside.