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El Interprete Digital

Gaza entre la ocupación, la división y el COVID-19: enfrentando el colapso total

Por Ali Abdel Wahab para Al Shabaka

Tierra de nadie entre Gaza e Israel. [Kashfi Halford/Creative Commons]

Introducción

Gaza siempre fue única entre las diferentes partes de Palestina. Su particularidad actual proviene de estar atrapada entre tres variables principales que exacerban su colapso: la ocupación israelí, la división en el liderazgo palestino y la pandemia de COVID-19. Esta realidad plantea preguntas sociopolíticas sobre el papel de estos factores en el avance del colapso social en Gaza y sobre los cambios en los valores de resiliencia y firmeza entre los palestinos en Gaza. [1]

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

A pesar de los intentos de los habitantes de Gaza por sobrevivir y lograr la estabilidad en su vida diaria, las consecuencias de la ocupación, la división política y la pandemia erosionaron los cimientos de la perseverancia entre ellos. De hecho, los palestinos en Gaza sufren de fragilidad social, incertidumbre y turbulencia que los obliga a vivir en comunidades imaginarias donde se aferran a la fantasía para poder sobrevivir.

Este comentario describe la realidad de Gaza a la luz de las tres variables principales. Explora las transformaciones que se están desarrollando dentro de la sociedad civil de Gaza para contrarrestar el colapso inminente, incluidas iniciativas sociales como la Gran Marcha del Retorno, el movimiento ‘Queremos vivir’ y otras iniciativas en las redes sociales. Concluye con reflexiones sobre el futuro de Gaza basadas en entrevistas con activistas y jóvenes palestinos que viven esta realidad desde su infancia.

Gaza entre ocupación y división

Gaza ocupa 360 kilómetros cuadrados, o el 1,3% del área total de la Palestina histórica. Con una población de alrededor de 2,05 millones en 2020, 1.4 millones de hombres y 1.01 millones de mujeres, Gaza es el territorio más densamente poblado del mundo con 5.600 habitantes por kilómetro cuadrado.

Los palestinos en Gaza continúan viviendo en condiciones catastróficas debido al asedio israelí ahora en su decimocuarto año, tres guerras sangrientas en 2008, 2012 y 2014 en las que murieron 3.800 palestinos, así como ataques militares israelíes intermitentes y devastadores. Además, las condiciones económicas y de vida de Gaza están en su peor momento, con un desempleo que superó el 70% durante la crisis del COVID-19.

Las sanciones de la Autoridad Palestina (AP) contra Gaza, el aumento de los impuestos por parte del gobierno de facto en Gaza, las crisis de la electricidad y el agua, además de la inseguridad alimentaria, provocaron una disminución de las inversiones y el poder adquisitivo como consecuencia de la pobreza donde su tasa excedió el 53%. Estos indicadores reflejan el daño causado por la ocupación israelí y la división entre Hamas y la Autoridad Palestina que obstaculiza el desarrollo sociopolítico. Esta realidad sugiere perspectivas sombrías para el futuro de la región, un futuro de continuo peligro y desintegración.

En 2012, UNICEF y la Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (OOPS, por su sigla en inglés) publicaron un informe titulado “Gaza en 2020, ¿un lugar habitable?” en el que proyectaron que la población de Gaza crecería de 1,6 millones a 2,1 millones para 2020, con una concentración de 5.800 habitantes por kilómetro cuadrado. Esta cifra fue superada por un amplio margen.

El informe indicó que la infraestructura fundamental de electricidad, agua y saneamiento, y servicios municipales y sociales, estaba luchando por mantenerse al día con las necesidades de la creciente población. Sin embargo, el informe no tuvo en cuenta los desastres naturales y la pandemia del COVID-19, ni predijo la guerra salvaje de 2014. Por lo tanto, es indudable que se puede concluir que Gaza ya es absolutamente inhabitable desde hace algún tiempo, y podría decirse que se encuentra en un estado de post-colapso.

El régimen israelí logró no sólo asediar a los palestinos en Gaza, sino también proyectar su imagen internacionalmente como pueblo hostil. De hecho, Israel mató a cientos de manifestantes palestinos pacíficos durante la Gran Marcha del Retorno. Hasta el día de hoy, controla y restringe la importación de equipos médicos vitales y otros materiales de importancia para una variedad de sectores allí. Impone restricciones severas al movimiento de mercancías y, con los bombardeos militares en curso, logró destruir infraestructura vital. Más allá de las restricciones materiales, el régimen israelí restringe la libertad de movimiento de los habitantes de Gaza, atrapandolos efectivamente en un territorio que continúa destruyendo activamente.

La actual división en el liderazgo palestino entre Hamas y la Autoridad Palestina también tiene serias implicancias para los habitantes de Gaza. Un resultado de esta lucha por el poder fue la separación completa entre las instituciones de gobierno en Gaza y Cisjordania con el establecimiento de dos autoridades y gobiernos completamente distintos. Dentro de este marco, la división institucionalizó formalmente la política de facciones y devastó efectivamente el proyecto nacional palestino. En efecto, esto destruyó la credibilidad de los líderes de liberación y disminuyó la confianza de los palestinos, y especialmente de los que viven en Gaza, en la efectividad y utilidad de la lucha. Finalmente, la división del liderazgo en dos campos autoritarios erosionó las libertades públicas y los derechos políticos, civiles, económicos, sociales y culturales de los palestinos en Gaza.

Gaza durante el COVID-19

El 22 de marzo de 2020, el Ministerio de Salud palestino en Gaza registró los primeros casos de COVID-19 en dos viajeros que regresaban de Pakistán. Posteriormente, el gobierno cerró mercados populares, pasillos, mezquitas, restaurantes, cafés y la mayoría de las tiendas. Casi dos meses después, permitió la reapertura de todos los establecimientos comerciales siempre que adoptarán medidas preventivas y hagan cumplir el distanciamiento social. A finales de agosto de 2020, el Ministerio descubrió cuatro casos domésticos de infecciones por COVID-19, cuyas fuentes no pudieron rastrear, y luego anunció más infecciones.

En respuesta a las infecciones domésticas, el Ministerio del Interior declaró un estado de emergencia y un toque de queda de dos días en Gaza, poniendo en cuarentena a todas las provincias y haciendo cumplir los cierres totales. Estos se aliviaron más tarde a la luz de una escalada de los ataques militares israelíes y una fuerte disminución en el suministro de electricidad. El gobierno de facto no aprendió de las ramificaciones del cierre anterior, especialmente sobre los jornaleros, ni propuso medidas para ayudarlos financieramente. Además, el régimen israelí restringió la importación de kits de pruebas de testeo a los territorios palestinos.

Desde la detección del COVID-19 a principios de 2020, el número de infecciones superó las 45.000. Según Mahmoud Abdul Hadi, experto en instituciones de la sociedad civil, los esfuerzos de ayuda para el COVID-19 en Gaza se concentraron principalmente en los centros de cuarentena y en los primeros meses de la pandemia, a pesar de muchas iniciativas de ayuda humanitaria, incluidas campañas comunitarias descentralizadas, instituciones de la sociedad civil, organizaciones internacionales, ministerios de Hamas y el Fondo Waqfat Ezz (N.d.T: ‘Resistir con dignidad’). Añadió que la ayuda disminuyó notablemente en comparación con sus niveles de marzo, agravando aún más la crisis a medida que aumentan los casos de infección y abruman la capacidad del equipo médico y los esfuerzos de gestión de crisis, lo que lleva a nuevos cierres que continúan afectando negativamente a los palestinos en Gaza.

Las ramificaciones del colapso de los palestinos de Gaza

La realidad en Gaza pasó de una resistencia abierta, a una de desobediencia civil, ya que los intentos de los habitantes por sobrevivir se redujeron a tres opciones de comportamiento: retirada, rendición o confrontación. Una persona se retira cuando no logra cambiar su realidad y reclamar sus derechos, y su única opción es escapar después de que sus medios de acción fueron usurpados. La retirada en Gaza significa viajar, que es particularmente común entre los jóvenes.

Rendirse significa aclimatarse de mala gana a la propia realidad, un comportamiento que engendra un sentimiento de derrota, fracaso y autocondena. A juzgar por sus transformaciones tras sus fallidos intentos de innovación, se puede decir que muchos jóvenes palestinos en Gaza perdieron su sentido de propósito y su deseo de vivir.

Aquellos que eligen la confrontación continúan enfrentando el status quo con todos los medios disponibles, ya sean pacíficos o armados, y con un gran esfuerzo puesto en actividades educativas, de servicio comunitario y de socorro. Por lo tanto, alternan entre momentos de incapacidad temporal para una acción continua.

La pandemia de COVID-19 complicó las condiciones económicas, políticas y sociales de Gaza y puso de manifiesto la fragilidad de la sociedad. Las tendencias individualistas aumentaron entre los palestinos de Gaza, junto con la ansiedad, la confusión y la incertidumbre. Su participación política y social disminuyó y los valores sociales decayeron. La pandemia, también creó un vacío político y la falta de transparencia a nivel de toma de decisiones.

Actualmente, Gaza está dominada y muestra pocos signos de vida, sin los cimientos básicos que permitirían la resistencia y la firmeza, ya sea en el contexto del movimiento de liberación o de otro modo. El resultado es una continua espiral descendente hacia el aislamiento social e individual.

En pocas palabras, los palestinos en Gaza están atormentados por la miseria social, la violencia y las guerras cada segundo de sus vidas. Las desigualdades sociales aumentaron, mientras que los marginados y desfavorecidos de la sociedad ya no tienen derechos y viven en el limbo.

Enfrentando el colapso total

La Gran Marcha del Retorno

Los residentes de Gaza se enorgullecen de la Gran Marcha del Retorno que comenzó en 2018, ya que algunos la consideran una nueva forma de lucha contra la ocupación. Y aunque el organismo organizador a cargo de la Gran Marcha del Retorno decidió limitar los mítines a eventos nacionales el 26 de diciembre de 2019, las grandes y continuas manifestaciones representan una actividad popular que involucra a individuos y familias, y sus efectos en la sociedad de Gaza son palpables.

De manera rutinaria los viernes, miles de palestinos en Gaza se dirigen hacia el este hacia las fronteras con la parte de Palestina ocupada en 1948, poniendo en marcha su derecho al retorno y fantaseando con regresar a la patria. Después de todo, aproximadamente el 70% de la población de Gaza son refugiados desplazados internos de las tierras ocupadas por Israel en 1948. De hecho, los viernes, los gazatíes marcharon para regresar a sus hogares.

Las manifestaciones fueron pacíficas, inclusivas, no partidistas y descentralizadas, y se basaron en el deseo de los palestinos de reclamar sus derechos sin chocar directamente con el ejército de ocupación. Sin embargo, el régimen de ocupación no lo vio así. En el transcurso de 2018 y 2019, 214 palestinos fueron asesinados, incluidos 46 niños, con más de 36.000 heridos, incluidos 8.800 niños. Muchos de los heridos siguen necesitando urgentemente cuidados de rehabilitación.

Desde otra perspectiva, los mítines pasaron de ser una herramienta de lucha a una herramienta de negociación política con el advenimiento de la consigna de ‘romper el cerco’, que dio al gobierno israelí la excusa para atacar a los manifestantes. Además, provocó que ciertas fuerzas políticas, incluidos Fatah y el Frente Democrático, se retiraran de los mítines porque sus objetivos cambiaron.

Políticamente, Hamas se benefició de las manifestaciones al entablar conversaciones sin previo aviso con Israel para promover la desescalada entre ese país y las facciones palestinas. Además, el embajador de Qatar, Mohammad Al Emadi, visitó los campamentos de los manifestantes en el este de Gaza, el 9 de noviembre de 2018 y, con la aprobación de Israel, llevó una subvención de Qatar de 15 millones de dólares para pagar los salarios de los empleados de Hamas. Al día siguiente, se reanudó el suministro de combustible a la planta de energía de Gaza.

Los palestinos en Gaza contaron con su liderazgo para buscar la reconciliación política y poner fin a la división, abstenerse de negociar con la ocupación y adoptar la Gran Marcha del Retorno como un medio para reclamar el derecho al retorno. Pero pronto se sintieron decepcionados. Las acciones de Hamás hacia las masas manifestantes representaron una pérdida del sentido de identidad nacional y de los valores que sustentan el derecho al retorno.

El movimiento “Queremos vivir”

Los palestinos en Gaza se cansaron de sus condiciones de vida y del status quo, y así pasaron de la resistencia a la desobediencia civil y a la rebelión. Fue en este contexto que el movimiento “Queremos vivir” (‘Bidna N’eesh’) surgió el 14 de marzo de 2019, instando a los habitantes de Gaza a tomar las calles en protesta. El movimiento pidió a sus seguidores que salieran con utensilios de cocina como símbolo, pero se sorprendieron por la reacción violenta de las fuerzas de seguridad de Hamas que arrestaron a familias, periodistas y defensores de derechos humanos. También orquestaron manifestaciones simultáneas con el pretexto de sufrir la crisis salarial y las sanciones de la Autoridad Palestina contra Gaza.

Los activistas involucrados en el movimiento dijeron que se sorprendieron durante los interrogatorios cuando las fuerzas de seguridad de Hamas invocaron la ‘traición’ en sus preguntas y afirmaron que los manifestantes de ‘Queremos vivir’ “trabajaron contra la resistencia”. Sin embargo, los activistas protestaron por cuestiones de desempleo y aumento de precios e impuestos. No protestaron contra Hamas ni se pusieron del lado de la Autoridad Palestina; más bien, se defendían a sí mismos. 

La reacción de Hamas a este movimiento da una clara indicación de la cantidad de represión contra las libertades públicas en Gaza, y las formas en que las autoridades políticas tratan y difaman a quienes protestan por mejoras básicas en las condiciones de vida como “colaboradores contra la resistencia”. De hecho, tal acusación de traición es tan profunda que proporciona motivos suficientes para remitir el caso al Tribunal Militar de Gaza, donde el acusado se enfrenta a un destino sombrío y desconocido.

Las repercusiones apuntan a la crisis del aparato de seguridad en Gaza y al gobierno totalitario de Hamas que se justifica con el argumento de que protege a los ciudadanos. De hecho, esto erosionó la firmeza en Gaza, ya que politiza la resistencia y trabaja para convertirla en el monopolio de un grupo en particular.

En las redes sociales

Como el resto del mundo, los palestinos en Gaza circulan información en plataformas de redes sociales como Facebook y Twitter, incluidas sátiras de noticias políticas en forma de bromas y memes. De hecho, podemos pensar en el espacio virtual como uno que algunos adoptaron como un campo para la crítica espontánea, lejos de la lealtad a las facciones y que asciende a su propio tipo de movilización social.

Dada la creciente opresión de su derecho a la libertad de expresión, las plataformas de redes sociales también se convirtieron en un medio para que los palestinos en Gaza avergüencen públicamente a las autoridades de todo el espectro político. De esta manera, la vergüenza pública se transformó en un arma digital que los habitantes de Gaza usan con frecuencia para expresar su enojo y crear conciencia sobre temas críticos, como en los casos en que las familias usan la violencia contra sus miembros femeninos y en los casos de extorsión política y social contra ciudadanos comunes.

Recientemente, activistas palestinos en Gaza lanzaron una campaña en línea, ‘Abajo Jawwal’, contra la Compañía Palestina de Comunicaciones Celulares, Jawwal, para protestar por sus altos precios, particularmente a la luz de las difíciles condiciones en la Gaza sitiada. El activismo en línea asegura la inmunidad social más que formal, dice lo que piensa el público y constituye una verdadera expresión de los grupos marginados. Como tal, mejora el equilibrio estructural de la sociedad, recuperando la visibilidad a través del colectivo y minimizando las tendencias individualistas.

Si bien el activismo social en la calle cesó y se trasladó a las plataformas en línea como la única forma de escapar de la represión, el activismo en las redes sociales no es tan poderoso o efectivo. No debe reemplazar el activismo físico y material, especialmente en el contexto de la ocupación.

El movimiento de protesta en línea estableció un nuevo lenguaje y forma de expresión política en Gaza tras el vacío político y la pérdida de fe en el cambio político. Sin embargo, instituyó un centro comercial digital, por así decirlo, en el que el discurso político está atascado en la cultura consumista y se convirtió en un modo de acción principal para muchos. Este nuevo modo de expresión, resultó en indolencia y falta de creatividad. De hecho, los valores consumistas comienzan a reemplazar el trabajo social y voluntario, así como la productividad en la sociedad, agravando a su vez las formas en que la división política existente continúa fomentando un entorno hostil a la creatividad y la productividad.

Proyecciones sobre el futuro de Gaza

En una sesión de intercambio de ideas celebrada el 27 de noviembre de 2020, para un grupo de hombres y mujeres jóvenes nacidos después del cambio de milenio para discutir las transformaciones en los valores sociales y políticos palestinos, un participante dijo: “la patria es demasiado estrecha, y nosotros no tenemos suerte”. Es decir, este grupo representó a la generación que pasó su infancia en guerras brutales y alcanzó la mayoría de edad cuando se solidificó la división en el liderazgo palestino. Esta es la generación que vio cómo le quitaban las pocas libertades que disfrutaban cuando eran niños. Su presente es caótico y su futuro poco claro, ya que ven un mundo saturado de frustración, peligros y pérdidas.

Los palestinos de Gaza se enfrentan a la discriminación sistemática del régimen de ocupación, así como a las prácticas discriminatorias de la Autoridad Palestina y Hamas. La pandemia reforzó el principio sionista de ‘divide y vencerás’, mientras que la división en el liderazgo palestino afianzó aún más la fragmentación, el estado de anomia y la fragilidad social. Las repercusiones del COVID-19 expusieron el papel de las tres variables  —ocupación, división, pandemia— en forjar la dualidad que siente el pueblo palestino en Gaza entre lo que vive en una sociedad con memoria histórica e identidad nacional, y lo que crea dentro de la incertidumbre permanente que soporta para vivir en una paz momentánea.

No se puede pensar que Gaza atraviesa una fase de transición llena de confusión y ambigüedad, ya que se encuentra en este estado hace más de una década. Uno solo puede predecir que Gaza pasará de ser una causa política a una humanitaria y su gente se preocupara por sus intereses individuales, descuidando cuestiones de importancia colectiva. En un futuro así, la lucha se convertirá en una lucha por la supervivencia entre las propias víctimas, destrozando su humanidad compartida.

Los palestinos en Gaza continúan fantaseando con regresar a su patria y sus hogares, especialmente después de la Gran Marcha del Retorno, e incluso si las generaciones actuales, como muchos de sus padres y abuelos, no tienen recuerdos reales de la patria. De hecho, como dijo una vez el destacado autor palestino Ghassan Kanafani: “Busco la Palestina de la realidad, la Palestina que es más que un recuerdo”. No obstante, con el colapso y el trauma en curso en Gaza, los palestinos aquí se volvieron ansiosos y temerosos del mañana, ya que no pueden mantener su sustento y su trabajo. El derecho al retorno para ellos se convirtió en una mera fantasía.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

Ali Abdel Wahab es Licenciado en Ciencias de la Computación por la Universidad de Palestina, analista de datos y asistente de evaluación y seguimiento en el Instituto Tamer para la Educación Comunitaria en Gaza, y miembro del foro político de la juventud en el Centro Masarat de Gaza.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Al Shabaka el 14 de enero de 2021.

[1] Para leer este artículo en griego o francés, haga clic aquí o aquí. Al Shabaka agradece los esfuerzos de los defensores de los derechos humanos para traducir sus piezas, pero no es responsable de ningún cambio de significado.