Saltar al contenido

El Interprete Digital

Se reanudan las conversaciones afganas en medio de violencia y polémicas

Por Vinay Kaura para The Middle East Institute (MEI)

Un policía afgano conversa sobre seguridad con un ciudadano. [George Hunt/Wikimedia Commons]

Las conversaciones de paz entre el gobierno de Kabul y los talibanes se reanudaron en Doha el 5 de enero, en medio de un fuerte recrudecimiento de la violencia y de la polémica por un video compartido en varias plataformas de medios sociales por elementos pro talibanes.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

Hasta ahora, las conversaciones intra-afganas no dieron señales de progreso, incluso cuando la situación de seguridad en Afganistán se deterioró ante los ataques terroristas casi ininterrumpidos, tanto de los Talibanes Afganos como de la provincia de Jorasán del Estado Islámico. Según la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán, más de 2.100 civiles murieron y más de 3.800 resultaron heridos en los primeros nueve meses de 2020, y la situación empeora desde entonces, con Washington acusando a los talibanes de llevar a cabo una reciente oleada de asesinatos de alto perfil.

También, sucitó polémica un vídeo que circula por las redes sociales en el que el líder talibán, Abdul Ghani Baradar, reconoce que todas las decisiones sobre negociaciones se toman tras consultar a su consejo de liderazgo con sede en Pakistán. Las imágenes fueron grabadas durante una visita de tres días al país a mediados de diciembre de 2020, cuando Baradar encabezó una delegación para mantener conversaciones con el Ministro de Asuntos Exteriores de Pakistán, Shah Mahmood Qureshi, y el Primer Ministro, Imran Khan. Aunque la noticia no sorprendió, Islamabad negó durante mucho tiempo los informes de que la cúpula de los talibanes tiene su base en las ciudades paquistaníes de Quetta y Karachi. Durante su reunión con combatientes talibanes en Karachi, se escuchó a Baradar decir que los combatientes heridos eran enviados a Pakistán ya que no era posible atenderlos en Afganistán.

En respuesta a la difusión del vídeo, el gobierno afgano criticó la doble vara de Pakistán en su papel de mediador en la resolución del conflicto afgano, y el Ministerio de Asuntos Exteriores emitió un comunicado en el que afirmaba que la presencia de “elementos insurgentes y sus líderes en territorio pakistaní viola claramente la soberanía nacional de Afganistán y sigue provocando crisis e inestabilidad en la región, lo que supone un grave desafío para lograr una paz sostenible en el país”. El gobierno afgano estaba al tanto de la visita de la delegación, pero Kabul afirmó que, aunque en un principio había suscitado esperanzas de lograr una paz sostenible en el país, la revelación de la presencia de líderes talibanes en territorio pakistaní socava las perspectivas de negociaciones constructivas y de reducción de la violencia.

Más conversaciones, mismos problemas

Las conversaciones intra-afganas que se reanudan siguen enfrentándose a muchas de las mismas ambigüedades que cuando se concibieron por primera vez. En efecto, las negociaciones se basan en la creencia de que el diálogo directo crea entendimiento y reduce la desconfianza mutua entre las dos partes. En circunstancias normales, esto podría parecer lógico siempre que sólo haya dos interlocutores dominantes que tomen decisiones importantes. Sin embargo, este no es el caso de las conversaciones intra-afganas, en las que hay muchas personas y grupos influyentes en cada lado, así como una serie de actores externos que no pueden ser ignorados, siendo el principal de ellos Pakistán.

La última ronda de conversaciones de paz se está celebrando en Doha, a pesar de los esfuerzos del Presidente Ashraf Ghani por trasladar las negociaciones a Afganistán. Ghani quería celebrar la próxima ronda de conversaciones en el sur de Kandahar, la cuna de los talibanes, sugerencia que el grupo rechazó firmemente. Aunque ambas partes llegaron a un acuerdo sobre las normas y los procedimientos para las nuevas conversaciones, esto no supone un gran avance. De hecho, los talibanes y el gobierno afgano aún no concretaron una agenda para las negociaciones, y cuestiones sustanciales como un acuerdo de reparto de poder ni siquiera están sobre la mesa. En medio de una atmósfera de violencia y desconfianza, la probabilidad de que los equipos negociadores puedan concluir un acuerdo político definitivo en la primera mitad de 2021 parece muy reducida. La falta de compromiso por parte de los talibanes, que siguen manteniendo una postura de confrontación, no hizo más que agravar el estancamiento. Se necesitan nuevos enfoques para superar los obstáculos arraigados.

¿Qué sigue?

Los talibanes no pueden desescalar sus ataques terroristas sin perder influencia en las negociaciones, y sus intentos de tomar el poder por las armas están impulsados por su “peligrosa mentalidad”, según Hafiz Mansour, miembro del equipo negociador afgano. Existe una preocupación muy real por la posibilidad de que se produzca un caos incontrolable, y una retirada precipitada de Estados Unidos sólo empeoraría las cosas. Incluso, podría desencadenar una guerra civil como la que siguió a la retirada soviética en 1989. Aunque el Presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, no dejó en claro qué piensa sobre la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, a menudo, durante la campaña electoral subrayó la necesidad de que Estados Unidos reasuma el liderazgo mundial y trabaje con sus aliados para promover la democracia y los derechos humanos. Esto sugiere que, como mínimo, no será tan transigente como su predecesor.

Aunque no parece haber consenso entre los países de la región sobre quién debe gobernar Afganistán, existe un reconocimiento generalizado de la necesidad de un gobierno verdaderamente representativo y estable en Kabul. Sin embargo, esto no es universal y, por su parte, Pakistán quiere ver un régimen flexible en Kabul para poder influir en la política exterior y de seguridad de Afganistán como parte de su búsqueda de “profundidad estratégica”. Si bien Islamabad facilitó las conversaciones de paz entre Washington y los talibanes, que culminaron con el acuerdo de Doha en febrero de 2020, la reciente visita del equipo negociador talibán a Pakistán deja en claro que ambas partes están dispuestas a ampliar su cooperación de un nivel operativo a uno institucional.

No cabe duda de que la situación en Afganistán empeoraría mucho sin un acuerdo con los talibanes. Pero mientras los Talibanes Afganos no estén dispuestos a dar un paso atrás en su posición maximalista sobre la cuestión del alto el fuego y se nieguen a cumplir su compromiso de negar a Al Qaeda un refugio seguro, las amenazas a la seguridad regional no harán más que multiplicarse. También abundan otros problemas, entre los que destaca el de los derechos de la mujer. En ningún lugar del mundo moderno se trata tan mal a las mujeres como en el Afganistán gobernado por los talibanes.

Una retirada total de las fuerzas estadounidenses dictada por Trump sin una tregua previa entre los afganos tendrá consecuencias fatales para toda la región. Biden es partidario del acuerdo negociado con los talibanes para poner fin a la guerra afgana, y como vicepresidente impulsó una menor presencia de tropas en Afganistán que muchos otros funcionarios de su entorno, pero también parece estar a favor de mantener una misión centrada en la lucha contra el terrorismo, ya que una retirada total de Estados Unidos podría dar nueva vida al complejo panorama yihadista. Sin embargo, lo que complica la decisión del presidente electo Biden es el incumplimiento por parte de los talibanes de varias condiciones clave del acuerdo de Doha, en particular el compromiso de impedir que Al Qaeda opere en suelo afgano. No obstante, parece poco probable que el gobierno de Biden abandone unilateralmente el acuerdo, ya que ello sólo socavaría las conversaciones de reconciliación con los talibanes.

Cualquiera que sea el enfoque que adopte Biden, será necesariamente imperfecto, y esto nos recuerda una vez más que Afganistán sigue siendo el país de las terribles opciones políticas, donde las opciones sólo van de mal en peor.

[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]

Vinay Kaura es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Delhi, profesor asistente en el Departamento de Asuntos Internacionales y Estudios de Seguridad, Universidad Sardar Patel de Policía, Seguridad y Justicia Penal, y Coordinador del Centro de Estudios para la Paz y los Conflictos de la Universidad.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por MEI el 6 de enero de 2021.