Por Marsin Alshamary para 1001 Iraqi Thoughts
El 6 de marzo, el Papa Francisco habrá realizado una visita de cortesía al Gran Ayatolá Ali Al Sistani, líder de la comunidad religiosa chií de Irak y guía espiritual de millones de musulmanes chiítas en todo el mundo. La visita es una de las muchas paradas en la apretada agenda del Papa, pero logró capturar la imaginación popular al ser el primer pontífice en reunirse con Sistani y al proyectar preguntas sobre lo que significa el encuentro para el futuro de la participación chií en la colaboración interreligiosa mundial.
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Menos discutida, pero quizás más crítica y fundamental, es la cuestión de si se trata de una visita al Gran Ayatolá Sistani o al establecimiento religioso de Nayaf, también conocido como la Hawza. En otras palabras, ¿ve el mundo a la Hawza como una institución análoga al Vaticano o como un individuo personificado por el Gran Ayatolá Sistani? La respuesta a esta pregunta determinará cómo se acercará el mundo al establecimiento religioso chií en el futuro, cuando el Gran Ayatolá Sistani ya no esté al mando. También definirá si los beneficios que se comentan que logrará esta visita —desde el reconocimiento de la centralidad de Nayaf hasta su papel en la colaboración interreligiosa mundial— serán duraderos o efímeros.
En algunas narrativas contemporáneas, y quizás como un medio para comprender la complicada estructura y naturaleza de la Hawza, se la describe como una institución análoga a la Iglesia Católica. Estos paralelos se derivan de la estructura visiblemente jerárquica de la Hawza, característica que históricamente le permitió asumir un papel de liderazgo en su rol político. Sin embargo, las dos instituciones difieren ampliamente. Donde la Iglesia Católica está altamente burocratizada y estandarizada, la estructura religiosa de Nayaf está menos institucionalizada e incluso su jerarquía se basa, hasta cierto punto, en entendimientos más fluidos y controvertidos de las autoridades clericales. Independiente de si las comparaciones son reales, estas hacen que el simbolismo de la reunión del Papa y el Gran Ayatolá sea aún más poderoso.
El lugar que ocupa Nayaf como el centro del chiísmo está fuera de discusión: es el lugar de sepulcro de las figuras históricas más veneradas del chiísmo y el hogar de seminarios religiosos con siglos de antigüedad que capacitaron a prominentes clérigos, desde el fallecido Gran Ayatollah Ruhollah Jomeini de Irán hasta el Gran Ayatollah del Líbano Mohamad Hussein Fadlallah. A pesar de esta prominencia, el establecimiento religioso chií históricamente no pudo asumir su papel en las redes interreligiosas mundiales, dadas las presiones de vivir bajo un Estado sectario y autoritario. Sin embargo, después de 2003, y con el derrocamiento de la dictadura baazista, se le concedió a la institucionalidad religiosa el espacio para asumir un papel más importante.
A medida que los acontecimientos políticos se desencadenaron en Irak tras la invasión liderada por Estados Unidos, se acudió al Gran Ayatolá Sistani en busca de orientación para navegar por este terreno desconocido. Su liderazgo fue requerido y evaluado en momentos muy particulares de la historia iraquí contemporánea. Recientemente, el Gran Ayatolá Sistani jugó un papel clave en dirigir a Irak hacia la estabilidad durante las protestas de octubre de 2019, cuando sus representantes entregaron mensajes que marcaban cuidadosamente la línea entre los derechos de los ciudadanos y la santidad de la constitución y el sistema electoral. La participación del Gran Ayatolá en política generalmente recibió elogios de una amplia gama de personas, desde columnistas de opinión (“Un Nobel para Sistani” en The New York Times) hasta académicos (Ayatolás patrióticos de Caroleen Sayej). A pesar de estos merecidos elogios, sigue siendo difícil desenredar analíticamente si fue la persona de Sistani o la institución de la Hawza la que ayudó a Irak a navegar a través de estas crisis.
Una revisión sistemática de la historia de participación política de la Hawza sugiere que se subestima la importancia de esta institución. En mi investigación sobre la participación de los clérigos de élite en protestas antigubernamentales a lo largo de la historia iraquí, descubrí que la dirigencia clerical reaccionó de la misma manera independientemente de si los manifestantes protestaban contra un Estado colonial, totalitario o democratizador. En cada situación que enfrentó, la Hawza priorizó el mantenimiento de la ley, el orden y la estabilidad. En diferentes períodos y bajo el liderazgo de diferentes Grandes Ayatolás, la Hawza se vio a sí misma como guardiana de la sociedad y una válvula de escape durante las crisis.
Además, la estructura social de la Hawza nayafí, la rigurosa formación académica que impone, así como también las demandas personales que coloca sobre sus estudiantes, logra socializar a sus miembros bajo un molde específico. Para cuando están listos para asumir posiciones de liderazgo en la Hawza, la mayoría de los clérigos optan por una perspectiva particular que prioriza la estabilidad social y económica. En mis entrevistas con los clérigos de élite, que son los probables herederos del establecimiento religioso, me sorprendió la uniformidad tanto de sus puntos de vista políticos como de sus postulados.
La historia de la Hawza, así como la retórica desplegada por los clérigos contemporáneos, sugiere que el Gran Ayatolá Sistani no es un caso atípico entre los clérigos de Nayaf. En su interferencia mesurada en las áreas de política y religión, el Gran Ayatolá Sistani tipifica al clérigo de élite modelo producido en Nayaf. No hay razón para creer que si un colega suyo igualmente calificado y capacitado estuviera en su puesto, el curso de la historia iraquí habría tomado un rumbo diferente. Más importante aún, tampoco existe razón para creer que su sucesor diferirá mucho en sus puntos de vista o disposición. La institución de la Hawza, al socializar a los clérigos, crea un patrón autoconservacionista.
No está claro si esta perspectiva histórica de la institución religiosa chiíta es compartida por la comunidad internacional, pero tal vez pueda ser descubierta por los comentarios que surgirán después de la histórica visita del Papa. Sin embargo, lo que sí está claro es que esta es la opinión que tienen muchos iraquíes. En un discurso reciente en la Brookings Institution, el Presidente Barham Salih declaró: “Como kurdo, no veo a Nayaf como un asunto chiíta; históricamente Nayaf alzó la voz por los derechos kurdos”. El Presidente Salih probablemente se estaba refiriendo a un edicto religioso, declarado por uno de los predecesores del Gran Ayatolá Sistani, el Gran Ayatolá Muhsin Al Hakim, en 1966, que prohibía matar a los kurdos en un momento histórico en el que un ex Presidente iraquí pretendía llevar a cabo ataques en su contra. De hecho, este sentimiento fue repetido por miembros de otros grupos étnicos y religiosos de Irak. El Gran Ayatolá Al Hakim también emitió un edicto religioso para la protección de los cristianos iraquíes que estaban siendo perseguidos en el norte de Irak en la década de 1960. Esto sugiere que, desde la perspectiva de los iraquíes, es la institución de la Hawza, y no necesariamente el individuo del Gran Ayatolá, la fundamental.
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Marsin Alshamary es Doctora en Ciencias Políticas por la Massachussetts Institute of Technology, becaria postdoctoral en Brookings Institution, e investigadora no residente del Instituto de Estudios Regionales e Internacionales.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por 1001 Iraqi Thoughts el 4 de marzo de 2021.