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El Interprete Digital

La entente turco-paquistaní: alineamiento de potencias medias musulmanas

Recep Tayyip Erdogan habla ante la Asamblea Nacional de Pakistán. [H. Batti/Creative Commons]

En la década de 1950, al comienzo de la Guerra Fría, Pakistán y Turquía formaban parte de la Organización del Tratado Central o CENTO, un bloque prooccidental de Estados de mayoría musulmana. Hoy, los dos países, ambos en conflictivas relaciones con Estados Unidos, son potencias medias musulmanas cada vez más en armonía en el contexto de una Eurasia multipolar.

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En los últimos años, la cooperación entre Pakistán y Turquía se fortaleció no solo en los ámbitos de la defensa, la diplomacia y la economía, sino también en el espacio cultural, lo que provocó un efecto dominó geopolítico en el Himalaya, la península arábiga y el sur del Cáucaso.

La emergente entente turco-paquistaní cuenta ahora con el apoyo de los principales partidos políticos de Pakistán y tres servicios militares, así como del liderazgo turco. La asociación ayuda y, en ocasiones, complica la búsqueda de autonomía estratégica de ambos países, ya que las opciones en Occidente se reducen. Sin embargo, el potencial de la entente turco-paquistaní se verá restringido por la precariedad económica de los dos países y las limitadas perspectivas de crecimiento del comercio a corto plazo.

Hermanos en armas

El 23 de enero, en una ceremonia para los buques de guerra construidos por Turquía, incluida una corbeta, para la Armada de Pakistán, el Presidente Recep Tayyip Erdogan habló del ‘gran potencial’ para la cooperación industrial de defensa entre Pakistán y Turquía, a quienes describió como ‘países hermanos’.

De hecho, a medida de que su industria armamentista nacional creció rápidamente, también lo hizo el perfil de los acuerdos de defensa de Ankara con Islamabad. Se desplazó rápidamente de la actualización del hardware paquistaní originalmente adquirido de otros países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte —los F-16 estadounidenses y los submarinos Agosta 90-B franceses—, a la venta de armas fabricadas en Turquía.

Las transferencias de armas turcas a Pakistán ascendieron a 112 millones de dólares entre 2016 y 2019, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI). Durante este período, Turquía fue el cuarto proveedor de armas de Pakistán, superando a Estados Unidos, e Islamabad fue el tercer mercado de exportación de armas de Ankara, según el SIPRI. Estos números crecerán a medida que Turquía cumpla con los pedidos recientes de Pakistán que superen los 3 millones de dólares, incluida la compra de cuatro corbetas MILGEM clase Ada, dos de las cuales se construirán en Pakistán, y 30 helicópteros T-129 Atak.

Las aspiraciones paquistaníes y turcas de una autarquía defensiva nacieron de las amargas experiencias de haber sido sancionados por Occidente. La continua diplomacia coercitiva occidental también impulsa —y problematiza— la cooperación de defensa entre Pakistán y Turquía. El acuerdo del helicóptero T-129 está en un limbo, ya que el Congreso bloqueó las licencias de exportación a Turquía para su motor turboeje LHTEC T800-4A diseñado por Estados Unidos y Gran Bretaña. Turquía está desarrollando un reemplazo para el T800-4A, el TEI TS1400, que podría salvar el acuerdo si las relaciones entre Estados Unidos y Turquía se mantienen frías. Pero el TS1400 se encuentra actualmente en la etapa de prototipo; faltan años para que esté en servicio.

Si bien China seguirá siendo la principal fuente de hardware de defensa importado de Pakistán, Turquía también ofrece una alternativa a los equipos estadounidenses y franceses, cada vez más inaccesibles, y alivia modestamente la dependencia de Islamabad de Pekín. Los T-129 están destinados a reemplazar la vieja flota de Pakistán de American AH-1F Cobras. Pakistán también compró armamento turco para su avión de combate JF-17, fabricado conjuntamente con China.

Las relaciones de defensa entre Pakistán y Turquía van, sin embargo, más allá de la compra de armas turcas por parte de Islamabad. Ankara adquirió aviones de entrenamiento, piezas de drones y bombas de Islamabad. Además, ambos países también buscan cada vez más la cooperación tecnológica. El acuerdo de buques de la clase MILGEM Ada, por ejemplo, implica la transferencia de tecnología. Turkish Aerospace Industries (TAI) también consiguió un acuerdo con la principal escuela de ingeniería de Pakistán, la Universidad Nacional de Ciencia y Tecnología, para la cooperación en investigación y desarrollo y los intercambios de profesores y estudiantes. TAI también acordó instalarse en el Parque Nacional de Ciencia y Tecnología de Pakistán. Una parte se centrará en proyectos de defensa, incluida la guerra cibernética, los drones y la tecnología de radar.

Un bloque diplomático

A principios de enero, Azerbaiyán, Pakistán y Turquía celebraron la segunda ronda de conversaciones trilaterales a nivel de cancilleres en Islamabad. Tras las reuniones emitieron una declaración conjunta que refleja la alineación de las disputas en Chipre, Cachemira y Nagorno-Karabaj.

Azerbaiyán y Pakistán hace ya un tiempo que se alinearon en las principales disputas territoriales de cada uno. Y Turquía es partidario de la soberanía azerbaiyana sobre Nagorno-Karabaj desde hace mucho tiempo. Pero la aceptación de Turquía de la causa de Cachemira es relativamente nueva. En los últimos años, Erdogan abogó abiertamente por una solución negociada del conflicto de Cachemira, incluso en la Asamblea General de las Naciones Unidas, donde pidió que la disputa se resuelva “dentro del marco de las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)” y “de acuerdo con las expectativas del pueblo de Cachemira”.

El lenguaje de Erdogan enfureció a Nueva Delhi, que se eriza ante cualquier intento externo de internacionalizar la disputa de Cachemira. No obstante, del otro lado el Presidente turco se ganó el corazón de Pakistán, que lucha por obtener apoyo diplomático, incluso de países de mayoría musulmana, para su posición en Cachemira.

Impulsados ​​en parte por el deseo de ampliar los lazos con Nueva Delhi, puesto que se trata de un importante importador de energía, Abu Dhabi y Riad se distanciaron del apoyo a la causa de Cachemira. Pero Pakistán, particularmente después de la anexión efectiva de Cachemira por parte de India en 2019, ve a esta región como un problema existencial. Como resultado, redobló su alineación con Turquía, incluso pese a haberse asociado inicialmente con Irán, Malasia y Turquía para celebrar una cumbre islámica en Kuala Lumpur en diciembre de 2019. Esto enfureció a Abu Dhabi y Riad, lo que provocó que Islamabad se retirara de la cumbre. A pesar del cumplimiento de Pakistán, meses después de la visita de Estado de Erdogan a Islamabad, Arabia Saudí pidió a Pakistán que devolviera  préstamos a corto plazo destinados a reforzar sus precarias reservas de divisas.

El bloque turco-paquistaní también se vio alborotado en otros lugares. En octubre, el Primer Ministro armenio Nikol Pashinyan concedió una entrevista a un canal de noticias indio, en parte propiedad de un miembro del partido gobernante nacionalista hindú del país, y, sin pruebas, acusó a Pakistán de enviar mercenarios a Nagorno-Karabaj.

Una cultura de nacionalismo musulmán

El alcance diplomático de Turquía en Pakistán se extiende también al espacio del poder blando. Una versión en urdu de la serie Diriliş: Ertuğrul que narra el ascenso del padre del fundador del Imperio Otomano, es un éxito en Pakistán.

El programa producido por la televisión estatal turca se transmite en horario estelar en la Televisión estatal de Pakistán. Las reproducciones de su primer episodio en YouTube superan los 90 millones y los miembros del elenco turco del programa son ahora celebridades en Pakistán. El éxito de Ertuğrul provocó discusiones entre los dos países sobre el desarrollo de una nueva serie, Turk Lala, que describe a un hombre del actual Pakistán que emigró a Turquía en 1920 y luchó en apoyo del asediado Imperio Otomano.

El nacionalismo musulmán, bien como sentimiento contemporáneo o como narrativa histórica, ahora colorea una relación arraigada en la realpolitik.

El camino por delante: economías vulnerables

Junto con el aumento de las ventas de armas, la inversión económica turca en Pakistán creció en la última década. La inversión extranjera directa turca en Pakistán desde 2009 superó los USD 300 millones. Zorlu Energy, una empresa turca, llevó adelante una serie de proyectos de energía renovable independientes. En 2016, Arçelik, la filial de electrodomésticos del conglomerado turco Koç Holding, compró la empresa paquistaní Dawlance por USD 258 millones. La gestión de residuos de Lahore también se subcontrató a dos empresas turcas desde 2012.

Sin embargo, si bien la inversión turca en Pakistán aumentó, el comercio bilateral entre los dos países se mantuvo estancado durante la última década, en parte, debido al proteccionismo de Ankara. A modo de ilustración, se alcanzó un máximo de alrededor de USD 1.100 millones en el año 2011, según Comtrade de la ONU. Las conversaciones sobre un tratado de libre comercio también se estancaron.

A fines del año pasado, el ministro de Transporte de Turquía dijo que una línea ferroviaria que conecta a Irán, Pakistán y Turquía podría entrar en funcionamiento en 2021. Pero las políticas que inhiben el comercio y el pésimo estado de la red ferroviaria de Pakistán deberán ser abordadas para que sus aspiraciones de conectividad económica vayan más allá de la retórica.

Pakistán y Turquía formaron rápidamente una asociación estratégica en los últimos años en medio de un orden global muy fluido. Ambos países comparten elementos importantes de poder nacional —Ejércitos fuertes, ubicaciones estratégicas y poblaciones considerables— que impulsarán la cooperación defensiva, diplomática y tecnológica en los próximos años.

Pero los dos países también comparten algunas vulnerabilidades: sus economías atraviesan su peor momento en las últimas dos décadas y ambos países son importadores netos de energía. En el caso de Pakistán, las debilidades económicas estructurales son mucho más profundas: la principal de ellas es el lamentable estado de desarrollo humano.

Para que tanto Pakistán como Turquía tengan éxito en sus respectivas búsquedas de autonomía estratégica y aprovechen su asociación para lograr avances geoestratégicos firmes, el crecimiento económico sostenido es absolutamente esencial.

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Arif Rafiq es Magíster en Estudios Árabes por la Universidad de Georgetown, presidente de Vizier Consulting LLC, e investigador no residente en MEI.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por The Arab Institute el 29 de enero de 2021.