Por Hassan Hassan para New Lines Magazine
El pasado lunes falleció Yusuf Al Qaradawi, uno de los clérigos más emblemáticos del islam. La mayoría de los obituarios que recuerdan a Qaradawi se centraron en su infame fetua de 2001 que justificaba los atentados suicidas, una disposición que contribuyó a generalizar una práctica que hasta entonces había quedado confinada a los márgenes de los grupos militantes yihadistas.
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Sin embargo, para los habitantes de Medio Oriente, su legado es más heterogéneo. Su teología y sus fetuas, que desafiaron las costumbres sociales conservadoras y los valores fundamentalistas suspendiendo algunas normas y códigos morales del siglo VII en los que se basaba el pensamiento y la liturgia salafistas, eran a menudo consideradas demasiado progresistas, lo que le valió tanto la admiración como una enorme notoriedad.
Por sorprendente que pueda parecer a las audiencias occidentales acostumbradas a considerar a Qaradawi como un extremista, muchos musulmanes lo recordarán como un erudito que personificó el islam moderado. Desde la prohibición de la circuncisión femenina hasta la autorización de la coeducación, los audaces y progresistas edictos del clérigo egipcio afincado en Catar desafiaron las opiniones conservadoras durante décadas. Ese legado llevó a los fundamentalistas a burlarse de su libro titulado Al Halal wal Haram fi al Islam (Lo permitido y lo prohibido en el islam), diciendo que debería haber se llamado “halal […] y algo más de halal”, porque consideraban que sus edictos lo permitían todo, incluso lo claramente prohibido.
El salto a la fama internacional de Qaradawi coincidió con la difusión de los canales de televisión por satélite en Medio Oriente. Tenía su propio programa en Al Jazeera, llamado Sharia and Life (Vida y Jurisprudencia islámica), en el que hablaba de religión y ofrecía fetuas en directo a quienes llamaban desde Medio Oriente, el sur de Asia y Europa. En el mismo programa, apareció en un debate en directo de unos 135 minutos de duración, ampliamente publicitado, con uno de los intelectuales laicos más emblemáticos de la región, Sadiq Jalal Al Azm, a finales de la década de 1990.
A diferencia de cientos de clérigos que surgieron de instituciones religiosas tradicionalistas al construir sus credenciales y su popularidad de forma a menudo orgánica, Qaradawi contó con la ayuda de los medios de comunicación y la política. En términos estrictamente clericales musulmanes, era más un intelectual que un clérigo tradicional propiamente dicho. A pesar de ello, se convirtió en uno de los eruditos más populares de la región y fuera de ella, incluso en Occidente. Su legado se perfeccionó cuidadosamente a través de Al Jazeera y sus vínculos políticos, primero en Emiratos Árabes Unidos y después en Catar. En Dubái, ganó un premio de un millón de dólares por sus credenciales religiosas y fue nombrado la ‘Personalidad Musulmana del Año’ en 2000. En Doha, se le otorgó una flamante y nueva organización musulmana que dice representar a todos los clérigos musulmanes del mundo, llamada Unión Internacional de Eruditos Musulmanes, creada en 2004 y dirigida por él hasta que cayó gravemente enfermo en los últimos años. Esta fama, junto con sus estrechos vínculos con el amplio movimiento islamista, le valió la reputación de padre espiritual de los Hermanos Musulmanes.
Al mismo tiempo, la predisposición de Qaradawi a romper con los puntos de vista tradicionales pasó de un extremo a otro cuando justificó los atentados suicidas. En abril de 2001, se convirtió en el clérigo más destacado en declarar que los atentados suicidas perpetrados por palestinos contra israelíes eran religiosamente permisibles. Describió la táctica como “una de las mayores formas de yihad”. Su fetua fue una respuesta a los clérigos salafistas que afirmaban que las operaciones suicidas estaban prohibidas debido a la prohibición islámica del suicidio.
Sin duda, Qaradawi era famoso y popular, su celebridad contribuyó a consagrar sus ideas en la mente de millones de personas. Sus disposiciones progresistas se arraigaron en las principales corrientes de pensamiento, de forma mucho más eficaz que de clérigos más notables y de buena fe en las dos últimas décadas. No obstante, lo mismo acontece con su justificación de los atentados suicidas. Sería injusto culpar a Qaradawi en su totalidad de los atentados suicidas, ya que la táctica fue aceptada por los principales grupos de militantes palestinos y respaldada por regímenes aparentemente seculares como los baazistas de Damasco antes de que el clérigo manifestara su apoyo a los mismos.
Sin embargo, el hecho de que él y otros clérigos supuestamente moderados la respaldaran contribuyó a que se consolidara dentro de las generalizadas corrientes. Es preciso subrayar que el peligro de las fetuas emitidas por clérigos por lo demás moderados es que normalizan los atentados suicidas, percibidos durante mucho tiempo como marginales y extremistas, más que cualquier retórica radical.
Históricamente, los atentados suicidas no fueron ampliamente respaldados por los clérigos musulmanes de las corrientes principales de pensamiento, ni siquiera por los militantes suníes en general. A lo largo de la década de 1980, los múltiples movimientos militantes suníes en lugares como Siria y Afganistán se enfrentaron a ocupaciones o brutales regímenes sin un solo caso de lo que llegó a conocerse como operaciones de ‘istishhadi’ (de martirio). El primer uso de las operaciones suicidas por parte de un grupo suní fue a principios de la década de 1990 por parte de la Yihad Islámica Palestina, cuyo líder declaró entonces que la táctica la había tomado prestada directamente del grupo armado chiita libanés Hezbolá. Este último había utilizado la táctica contra la ocupación israelí en el Líbano, y esas operaciones solían tener objetivos militares, como el atentado de 1983 contra los cuarteles de Estados Unidos y Francia en Beirut y la detonación del cuartel general de las Fuerzas de Defensa israelíes en Tiro ese mismo año por el joven de 17 años Ahmad Qasir. Cuando los yihadistas suníes adoptaron la táctica de los atentados suicidas, fueron incluso más allá, y asesinaron a propósito a no combatientes con el objetivo de sembrar el terror entre la población y, en el caso de grupos como el Estado Islámico, incluso asesinaron a fieles dentro de las mezquitas.
Por extraño que parezca, esta falta de moderación en el bando suní se explica a veces por el hecho de que los principales clérigos se opusieron a esta táctica; una vez que se declaró permitida en cualquier contexto como herramienta de guerra, se dejó que los extremistas la aplicaran siempre que fuera conveniente en su opinión. Por el contrario, todos los clérigos tradicionalistas fueron inequívocos sobre la cuestión, rechazan los atentados suicidas porque el suicidio está explícitamente prohibido en el Corán y en los hadices.
La primera justificación más notable y desde uno de los clérigos principales suníes vino en 2001, de la mano de Qaradawi.
A primera vista, esta opinión de Qaradawi parece contradecir su reputación de clérigo moderado. No obstante, su propio método de reinterpretación de las normas del islam era en sí mismo progresista. Él argumentaba que la psique de un militante que lleva a cabo una operación suicida no es la misma que la de una persona deprimida que se suicida. Este legado ostensiblemente paradójico habla de sus propias creencias teológicas y también sirve para mostrar lo ‘progresista’ que es gran parte sustantiva del pensamiento extremista. De hecho, es mucho más difícil para un tradicionalista o literalista justificar tales tácticas.
El mismo clérigo que puede justificar la suspensión de los códigos penales del siglo VII en favor de leyes modernas, como cortar las manos a los ladrones y sustituir la pena por la prisión, es capaz de pasar por alto la evidencia textual religiosa contra el suicidio y aplicar pragmáticamente un contexto moderno para justificar las operaciones de suicidio.
Mientras que solo los clérigos radicales emitan este tipo de fetuas, la práctica se mantiene en los márgenes y se puede descartar fácilmente como una tendencia esencialmente extremista. Por el contrario, las fetuas emitidas por clérigos moderados ayudan a llevar los temas a las corrientes en boga y dejan la ventana abierta para que los grupos extremistas y los más sensibles musulmanes extiendan la fetua a todos los que se oponen a su ‘proyecto islámico’, con poca consideración por los civiles que resultan muertos en el acto. Una vez que Qaradawi abrió la puerta, a los militantes les resultó fácil atravesarla.
Es más, en 2016, tras una ola de atentados suicidas del Estado Islámico en la región, múltiples llamamientos de islamistas e intelectuales árabes instaron a los clérigos a adoptar una postura clara contra los atentados suicidas.
Ibrahim Munir, entonces líder adjunto de los Hermanos Musulmanes, pidió a los clérigos que se replantearan su opinión sobre las operaciones suicidas. “Matar a civiles inocentes se convirtió en algo habitual porque los terroristas inmolados se basan en estas fetuas para suicidarse”, comentó en su momento. Asimismo, Jamal Khashoggi, periodista saudí, antes de ser asesinado en 2017 escribió sobre la antigua fetua de Qaradawi que “es hora de que el jeque, a la luz de la prevalencia de la violencia y el derramamiento de sangre cometidos por musulmanes ignorantes, respalde las opiniones de sus colegas en Arabia Saudita que se niegan sistemáticamente a sancionar las operaciones suicidas a pesar de la inmensa presión”. Los principales clérigos de Arabia Saudita se niegan a ratificar los atentados suicidas, no por razones políticas, sino basándose en la estricta prohibición del islam contra el suicidio en todas sus formas.
De ahí que Qaradawi, en el verano de 2016, cambió su opinión sobre los atentados suicidas.
“Los hermanos palestinos necesitaban la [táctica] para infundir terror en los corazones de los israelíes”, comentó en julio de ese año. “Me dijeron que ya no la necesitaban, así que les dije que ya no la aprobaba”.
La forma en que desautorizó la fetua es reveladora, casi como si recetara un medicamento a un paciente. La prescripción se interrumpió porque el paciente ya no la necesitaba. No quiso condenar la práctica en general. El genio está fuera de la botella y los efectos secundarios son demasiado perjudiciales, ejemplificado por el hecho de que sus partidarios justificaron su apoyo a los atentados suicidas más tarde, cuando fue atacado por ello, sin darse cuenta de que ya los había desautorizado.
Si los musulmanes tienen que abordar adecuadamente la cuestión del extremismo, que acabó afectando más a los musulmanes que a los demás, la forma correcta de recordar a Qaradawi es hacer hincapié en esta complejidad de su legado, como una forma de identificar cómo el pensamiento extremista se sustenta no en el delgado borde sino en la principales e institucionales corrientes de pensamiento que le hacen un guiño.
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Hassan Hassan es el fundador y redactor jefe de New Lines. Es coautor de ISIS: Inside the Army of Terror (ISIS: dentro del Ejército del Terror), un Bestseller del New York Times seleccionado como uno de los mejores libros de 2015 por The Times of London y como uno de los 10 mejores libros sobre terrorismo de The Wall Street Journal.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por New Lines Magazine el 26 de septiembre de 2022.