Por Faysal Itani para The New Lines
Vivimos una época de transformación en las relaciones árabes-israelíes en general. Aunque la paz entre israelíes y palestinos todavía parece lejana, los Estados árabes cada vez más, no sólo llegan a acuerdos con Israel, sino que también buscan asociarse con él. Los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Baréin establecieron relaciones oficiales con Israel. Incluso Arabia Saudí, con su política más delicada, está insinuando una posible alianza con el Estado. Egipto es un socio de seguridad de Israel, y Jordania aún más. Siria ーal menos la reducida porción, controlada por el presidente sirio Bashar al-Assadー se mantiene al margen.
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Si la historia reciente fuera diferente, ¿Podría el presidente sirio haber entrado en las filas de los nuevos líderes árabes que hacen la paz con Israel o incluso adelantarse a ellos? ¿Por qué no ocurrió esto? ¿Puede descartarse ahora?
El nuevo libro del embajador Frederic C. Hof, “Reaching for the Heights: The Inside Story of a Secret Attempt to Reach of Syrian-Israeli Peace” (“Alcanzando las alturas: la historia interna de un intento secreto de alcanzar la paz entre Siria e Israel”), es la crónica de un periodo mal comprendido pero crítico de la historia de Oriente Medio. Se centra en las negociaciones secretas, dirigidas y mediadas por el propio Hof, entre Israel y Siria que llegaron a un abrupto final con el colapso de esta última en las protestas, la represión y finalmente la guerra civil. La vía de la paz entre Israel y Siria suele quedar eclipsada por la israelí-palestina, pero el relato de Hof defiende con fuerza que la paz entre Siria e Israel merecía toda la energía y la atención que le dedicó entre 2009 y 2011.
New Lines se sentó con el embajador para hablar de sus experiencias como mediador en las negociaciones secretas entre Israel y Siria.
New Lines: ¿Qué le llevó a dedicar todo este esfuerzo a la búsqueda de una paz entre Israel y Siria, sobre todo teniendo en cuenta que la vía israelo-palestina suele ser la pieza central de las conversaciones de paz entre árabes e israelíes?
Frederic C. Hof: Cuando juré mi cargo en el Departamento de Estado en abril de 2009, el Enviado Especial George Mitchell ya había puesto en marcha su estrategia para la vía israelí-palestina, y reunió un equipo de gran talento para apoyarlo. Cuando llegué, no se había establecido nada comparable para abordar las vías Siria-Israel o Israel-Líbano.
La administración se había comprometido verbalmente con la “paz global”, pero el tiempo y los recursos de Mitchell parecían dedicarse exclusivamente a la pacificación palestino-israelí. Y ¿Por qué no? Era, y sigue siendo, la pieza central del proceso de paz árabe-israelí. Pero yo creía que la paz entre Israel y sus dos vecinos del norte traería importantes dividendos para la seguridad de Estados Unidos (EEUU). Me resultaba inconcebible que Siria pudiera estar en paz con Israel mientras apoyaba a Hezbolá en el Líbano y colaboraba con Irán en toda la región.
Desde el principio pensé que el reajuste estratégico de Siria ーque incluiría al Líbano一 sería el precio que tendría que pagar por recuperar el territorio perdido ante Israel en 1967.
NL: Hasta entonces, ¿Por qué cree que no hubo paz entre Israel y Siria durante décadas? Al fin y al cabo, EEUU intentó atraer al anciano presidente Hafez al Assad hacia una vía de paz. ¿Era Bashar diferente?
FCH: En la década de los noventa, EEUU realizó grandes esfuerzos para negociar la paz entre Siria e Israel. No llegaron a buen puerto, sobre todo porque ninguna de las partes estaba convencida de que la otra quisiera seriamente la paz y estuviera dispuesta a hacer lo necesario para conseguirla. Las negociaciones se centraron en los términos y condiciones para la devolución, por etapas, a Siria de todo el territorio que perdió ante Israel durante la Guerra de Junio de 1967. Pero “todo el territorio” nunca fue definido por los mediadores estadounidenses ni acordado por las partes.
Hafez llegó a su muerte convencido de que Israel nunca negociaría los términos y condiciones de su retirada completa hasta la “línea del 4 de junio de 1967”, la línea sin marcar que separaba a las fuerzas sirias e israelíes en el valle del Jordán antes de que estallara la guerra. Varios dirigentes israelíes se convencieron de que Hafez se negaba a encantar a la opinión pública israelí, como también que Anwar Sadat no estaba preparado para la paz. Durante mi mediación, sin embargo, se hicieron serios progresos para convencer a cada parte de la seriedad de la otra. Pero luego, todo esto se vino abajo a partir de mediados de marzo de 2011.
NL: Usted menciona que Washington, cuyo apoyo da por sentado, desempeñó un papel más complicado que el de respaldo incondicional. ¿Puede explicar cómo afectó esto a su misión?
FCH: El presidente estadounidense, Barack Obama, declaró al principio de su administración que estaba comprometido con la búsqueda de una paz árabe-israelí integral. La paz palestino-israelí fue considerada por el presidente y su equipo, como la pieza central de la diplomacia de paz liderada por Mitchell. Acepté plenamente la primacía de la vía israelí-palestina, al tiempo que asumí que el presidente también apoyaría los esfuerzos para negociar la paz entre Israel y Siria, como también entre Israel y el Líbano. Los esfuerzos de Mitchell eclipsaron por completo los míos, condición que, inicialmente, me benefició mucho.
Mientras que Mitchell estuvo, con el tiempo, sujeto a una revisión y microgestión interinstitucional creciente, yo era, en términos relativos, un agente libre que disfrutaba de la cobertura de la Casa Blanca en la persona de Dennis Ross, mi eventual socio de mediación. Fue solo cuando informé un progreso significativo, luego de las reuniones con Bashar y, el entonces primer ministro, Benjamin Netanyahu a principios de marzo de 2011, que comencé a temer que la Casa Blanca no estaba preparada para el éxito en el frente Israel-Siria. No solo no hubo respuesta a un aparente avance, sino que cuando la violencia siria comenzó a mediados de marzo, Obama tampoco intentó comunicarse personalmente con Bashar para tratar de detenerla y preservar la prometedora mediación de paz.
NL: ¿Cómo cambió esta experiencia su visión del poder y la influencia de EEUU, especialmente de la diplomacia estadounidense frente a desafíos complejos? Pasó una cantidad considerable de tiempo con Bashar, quien, por supuesto, más tarde se convertiría en un criminal de guerra y asesino en masa ¿Cuál fue su impresión de él en ese momento, personal y políticamente?
FCH: Mi experiencia reforzó algo que ya creía saber: los objetivos diplomáticos deben reflejar plenamente los deseos y prioridades del presidente. Di por sentado el compromiso de Obama con una ‘paz integral’ sin el beneficio de la debida diligencia, un gran error por mi parte. En cuanto a Bashar, no hubo nada en mis encuentros con él que me sugiriera que estaba tratando con alguien propenso a cometer asesinatos en masa y crímenes contra la humanidad. Sabía, por supuesto, que Siria era un Estado policial y que Bashar era el jefe de la policía. Pero en las reuniones con Mitchell y conmigo, se mostraba invariablemente educado y simpático. Creo que quien fuera presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, John Kerry, creía que tenía una sólida relación de confianza con Bashar. Sin embargo, Bashar mintió constantemente a Mitchell y a Kerry sobre el apoyo de Siria a Hezbolá. No lo hizo en mi reunión privada con él en febrero de 2011. Pero sí afirmó en esa reunión que Irán y Hezbolá aceptarían de buen grado la paz entre Siria e Israel, a pesar de que la paz requeriría que Siria liquidara sus relaciones militares con ambos, y que Siria presionaría a Líbano para que hiciera las paces con Israel, sacando a Hezbolá de su juego de “resistencia”. No sé si estaba mintiendo ーesperando quizás que Israel se retirara de la mediación en algún momento, dejándole libre de culpaー o si realmente creía que Irán y Hezbolá se conformarían con recibir una paliza decisiva y de rodillas.
NL: ¿Qué tan cerca cree que estamos de alcanzar la paz entre Siria e Israel?
FCH: Aunque creo que se perdió una verdadera oportunidad, es imposible decirlo. Bashar había reconocido explícitamente que la paz con Israel tendría dos elementos esenciales: La reorientación estratégica de Siria lejos de Irán, Hezbolá y Hamás; y la recuperación total por parte de Siria de todo el territorio perdido ante Israel en junio de 1967. Netanyahu reconoció el precio territorial que Israel tendría que pagar y autorizó a su equipo a trabajar conmigo para definir exactamente la línea del 4 de junio de 1967. Ambas partes protegieron la confidencialidad del esfuerzo, y ambas partes dieron todos los indicios de seriedad.
La decisión de Bashar a mediados de marzo de 2011 de autorizar respuestas violentas a manifestantes pacíficos estancó la mediación y ーal continuar la violenciaー la mató. Incluso si Bashar hubiese actuado razonablemente y convencido a sus electores de sus buenas intenciones, nadie del equipo estadounidense habría reservado entradas para una firma y un apretón de manos en el Rose Garden. Todavía quedaba mucho trabajo en detalle por hacer. Cualquiera de los dos líderes podría haberse acobardado. Netanyahu podría haber sentido el peligro político de renunciar a los territorios ocupados. Bashar podría haber temido ser asesinado a manos de Irán y Hezbolá. Sin embargo, las bases parecían estar establecidas. Las cuestiones territoriales parecían reducirse a dónde se trazaría una línea fronteriza en relación con el curso superior del río Jordán que desemboca en el mar de Galilea. Bashar se comprometió verbalmente a un reajuste estratégico completo a cambio de la devolución gradual de todo el territorio ocupado.
Quizá lo que más debía preocupar era si EEUU habría desempeñado el papel de garante de forma eficaz. Habiendo sido testigo de cómo la Casa Blanca cuestionó y obstaculizó a Mitchell, me pregunto qué habría pasado con la vía Israel-Siria si Bashar hubiera permitido que el proceso continuara.
NL: Su libro hace repetidas referencias al llamado ‘depósito’, mecanismo empleado en las negociaciones con israelíes y árabes. ¿Qué es el ‘depósito’ y qué papel desempeñó en las negociaciones árabe-israelíes?
FCH: El ‘depósito’ ーoriginalmente llamado ‘bolsillo’ー se aplica específicamente a la vía sirio-israelí del proceso de paz. En 1993, Hafez dejó en claro a la nueva administración de Clinton que sólo negociaría la paz con Israel si quedaba claro de qué tratarían las negociaciones: los términos y condiciones para la plena recuperación por parte de Siria de todo el territorio perdido a manos de Israel durante la Guerra de Junio de 1967, es decir, los Altos del Golán y todo lo que existe en el Valle del Jordán hasta la “línea del 4 de junio de 1967”. A falta de conversaciones directas con funcionarios israelíes, Hafez dijo a sus interlocutores estadounidenses que su condición sobre el tema de las negociaciones se cumpliría si Israel depositaba su aceptación de esa condición en EEUU. Al tratar de explicar el ‘depósito’ a un político israelí interesado en los coches, dije que Hafez sólo estaba interesado en negociar el precio de un Lexus chapado en oro; no le interesaba un Fiat o un Chevy. Quería que se le devolviera el 100% del territorio perdido, nada menos. Los sucesivos primeros ministros israelíes se mostraron reacios a realizar el depósito. Temían que su exposición pública fuera caracterizada por los opositores políticos como un acuerdo con una “precondición” siria: La devolución a Siria de todo el territorio ocupado en junio de 1967. Aun así, el secretario de Estado Warren Christopher pudo informar a Hafez en 1993 que tenía el depósito del primer ministro israelí Yitzhak Rabin. Tras un paréntesis provocado por el Acuerdo de Oslo entre Israel y la OLP (Organización para la Liberación Palestina), entre 1994 y 1996 se celebraron conversaciones entre Siria e Israel facilitadas por EEUU. Siria asumió que el depósito estaba en el bolsillo del presidente estadounidense Bill Clinton. Finalmente, el depósito se anuló durante la cumbre Clinton-Assad de Ginebra de marzo de 2000, cuando quedó claro que no existía un acuerdo entre las partes sobre la ubicación de la línea del 4 de junio de 1967.
NL: Su libro entra en detalles sobre los parámetros territoriales y operativos de la paz, concretamente en torno al territorio capturado a Siria en la guerra de 1967. Puede parecer una pregunta ingenua, pero ¿Está el diablo realmente en los detalles? ¿Son ésta clase de cosas las que deciden el éxito o el fracaso de estas grandes iniciativas? ¿O son básicamente factibles una vez que existe una verdadera intención de llegar a un acuerdo?
FCH: Mi sensación es que todos los detalles podrían haberse resuelto a satisfacción mutua de ambas partes si éstas siguieran convencidas de que los parámetros esenciales de la paz entre Siria e Israel ーel reajuste estratégico a cambio de la plena recuperación territorialー son sólidos. Seguramente se producirían fuertes debates sobre los detalles. Estábamos en medio de uno respecto a dónde debía discurrir la frontera en relación con el curso superior del río Jordán cuando la mediación terminó debido al terror del Estado sirio. No cabe duda de que habría suscitado disputas sobre los acuerdos de seguridad, como del momento y la secuencia general de aplicación de las obligaciones. Sin embargo, a diferencia de las negociaciones de la década de 1990, existía una base sólida. Las dos partes entendían perfectamente lo que se requería y, a mediados de marzo de 2011, ninguna de ellas se había inmutado.
NL: Cuando el régimen sirio se movilizó para aplastar el levantamiento, ¿Qué se podría haber hecho para intentar salvar las negociaciones, y a Siria en general, durante ese momento crucial? ¿Por qué no se intentó?
FCH: Es posible que no se hubiese podido hacer nada para salvar la mediación una vez que Bashar autorizó el uso de la fuerza letal contra manifestantes pacíficos. Pero nunca lo sabremos con seguridad. Mi socio negociador en la Casa Blanca, Ross, instó a Obama para que se pusiera en contacto telefónico con Bashar y le advirtiera que una prometedora mediación de paz terminaría si la violencia continuaba. El presidente se negó a hacer la llamada. Sugerí a Ross que me autorizara a buscar otra reunión privada con Bashar, en la que yo transmitiría el mensaje. Ross pidió el permiso necesario, pero no fue concedido. Me dijeron personas, con ciertos cargos que podrían haber sabido, que la Casa Blanca temía las implicaciones políticas internas de tender la mano a Bashar y que funcionarios estadounidenses clave creían que Bashar sería una víctima prominente de la Primavera Árabe de todos modos. Nunca se intentó hablar con él y darle la oportunidad de preservar la mediación de paz. Es muy posible que Bashar haya rechazado cualquier mensaje de este tipo en cualquier caso. Pero nunca lo sabremos.
NL: ¿Qué concesiones tendría que hacer cada una de las partes, y hasta qué punto Netanyahu y Bashar parecían ser conscientes de los riesgos que entrañaba hacerlas?
FCH: Israel hubiese tenido que devolver a la soberanía siria, con el tiempo ーquizás de tres a cinco añosー todo el territorio que arrebató a Siria durante la Guerra de Junio de 1967. Siria hubiese tenido que liquidar todas las amenazas a la seguridad de Israel derivadas de su territorio y de sus relaciones con Irán, Hezbolá y Hamás. Ambas partes eran plenamente conscientes de lo que se requería. Ninguna de las partes trató de redefinir o reducir su parte del libro de compromisos. Netanyahu era muy consciente de los riesgos inherentes a la devolución de territorio a Siria. Sabía que pagaría un precio político interno y planeaba someter cualquier acuerdo con Siria a un referéndum. Quería que la reorientación estratégica de Siria fuera auténtica y se midiera cuidadosamente durante la retirada gradual de Israel. Quería un fuerte apoyo de EEUU, incluyendo un gran paquete de ayuda militar. Bashar restó importancia a los riesgos inherentes a la ruptura militar con Irán y a la exigencia de que Líbano hiciera la paz con Israel, un paso que habría acabado con el estatus armado de Hezbolá como “Resistencia Libanesa”. Aunque parecía sincero al afirmar que Irán y Hezbolá respetarían la decisión de Siria de hacer la paz con Israel, tenía grandes dudas de que esos actores aceptaran pasivamente ser marginados.
NL: ¿Cree que esta experiencia puso en tela de juicio alguna creencia común sobre la diplomacia y el establecimiento de la paz? ¿Y sobre Israel y Siria? Quizás sea inevitable que haya un hilo de arrepentimiento que recorra algunas de sus memorias. Es evidente que sus esfuerzos no lograron alcanzar la paz entre Siria e Israel, pero ¿Qué podría haber hecho de forma diferente?
FCH: Creo que podría haber actuado con más rapidez para llevar a las partes al punto en el que se encontraban en marzo de 2011. Si hubiera podido celebrar las reuniones clave con Bashar y Netanyahu meses antes, es posible que la perspectiva de paz se hubiera hecho pública en la primavera de 2011, lo que quizá hubiera evitado las protestas y la violenta reacción gubernamental en Siria. Actuar con más rapidez habría requerido que actuara con mucha más independencia de la que lo hice. Mitchell se había mostrado reacio a autorizar cualquier reunión privada entre Netanyahu y yo. Como es lógico, quería que Netanyahu siguiera centrado en la vía palestina. En el verano de 2010, Ross me dio la oportunidad de celebrar esa reunión. Debería haber tenido lugar mucho antes, y yo haber tomado la iniciativa para que se produjera. También se me ocurre, en retrospectiva, que debería haber hecho más para convencer a los principales funcionarios de la Casa Blanca de la viabilidad y conveniencia de la paz entre Israel y Siria. Ross hizo lo que pudo en ese sentido, pero resultó insuficiente. La Casa Blanca reaccionó con silencio ante el aparente avance de finales de febrero y principios de marzo de 2011. El presidente se negó a tender la mano a Bashar personalmente para intentar detener la violencia y preservar la mediación. Debería haber hecho un mejor trabajo para convencer al equipo de la casa de las ventajas para la seguridad nacional respecto a la paz entre Siria e Israel.
NL: Estamos acostumbrados a ver el conflicto árabe-israelí como algo abierto, si no desesperado, y sin embargo existe más paz que nunca entre ambas partes. Los EAU, Baréin y quizás incluso Arabia Saudí quieren unirse a Jordania y Egipto como socios de paz con Israel. Están tratando de atraer a Bashar al redil árabe, lejos de Irán. Sería irónico que la destrucción de Siria y su infiltración por parte de Irán y sus apoderados hiciera más posible la paz. Los esfuerzos de EEUU se complican por las atrocidades de Bashar. ¿Podrían los Estados menos preocupados por esos crímenes y cada vez más cercanos a Israel tener más éxito en la negociación de un acuerdo entre Israel y Siria?
FCH: El requisito básico para cualquier reanudación de las negociaciones de paz entre Siria e Israel sería un gobierno legítimo en Siria; un gobierno que casi todos los sirios consideren correcto y adecuado. Bashar, su familia y su entorno personifican todo lo contrario. No tienen legitimidad para hablar en nombre de los sirios en cuestiones de guerra y paz. Los Estados árabes que pretenden normalizar las relaciones con un criminal de guerra se engañan a sí mismos si creen que se le puede despojar de su dependencia de Irán. Y son impotentes para legitimarlo. Siria parece estar muy lejos de la llegada de un gobierno legítimo. Para cuando se produzca una transición política completa, los Altos del Golán podrían estar totalmente integrados a Israel. Un futuro gobierno sirio podría tener que contemplar la normalización con Israel sin ninguna dimensión territorial. Es posible que Bashar haya cedido irremediablemente los Altos del Golán a Israel.
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Faysal Itani es director de la Unidad de Seguridad Humana del New Lines Institute for Strategy and Policy
N.d.T.: El artículo original fue publicado por The New Lines el 5 de Mayo de 2022.