Por Rifat Audeh para Mondoweiss
Si la reciente invasión rusa de Ucrania nos mostró algo, es el flagrante racismo, la hipocresía y la doble moral que impregnan nuestro mundo actual.
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Informando sobre la invasión rusa en Ucrania, el 25 de febrero de 2022, el corresponsal de CBS News Charlie D’Agata declaró que “este no es un lugar como Irak o Afganistán… ésta es una ciudad relativamente civilizada y europea donde no se esperaría eso, ni se esperaría que eso sucediera”. La clara insinuación aquí es que esas personas de Irak o Afganistán (es decir, esas personas de piel oscura) no son civilizadas. Curiosamente, los comentarios sobre la esperanza de que no ocurra en una ciudad relativamente europea llevan la connotación de que a uno no le importa realmente si ocurre en esas tierras lejanas mencionadas. El racismo inherente revelado por D’Agata expone su ignorancia respecto a que la cuna de la civilización misma se originó en la Mesopotamia, actual territorio de Irak, además de exponer su ignorancia o negación de un pasado colonial lleno de atrocidades del Occidente “civilizado” y del presente.
Es necesario señalar que D’Agata no está solo en su fanatismo, con declaraciones tan despreciables llenando las ondas de radio de los llamados periodistas y expertos. El ex-fiscal jefe adjunto de Ucrania, David Sakvarelidze, declaró a la BBC, sin que nadie lo cuestionara: “Es muy emotivo para mí porque veo que matan a gente europea de ojos azules y pelo rubio”. Cuando se le preguntó a la corresponsal de NBC News, Kelly Cobiella, sobre por qué Polonia está aceptando de repente a los refugiados (ucranianos) ahora mientras no aceptó a otros en 2015 (de otras etnias), respondió diciendo: “Para decirlo sin rodeos, estos no son refugiados de Siria…., son cristianos, son blancos”. El primer ministro búlgaro, Kiril Petkov, afirmó sin tapujos: “Estos no son los refugiados a los que estamos acostumbrados; estas personas son europeas… Estas personas son inteligentes. Son gente educada”, pintando así a poblaciones enteras de otros pueblos como poco inteligentes y sin educación.
Estos prejuicios y sesgos se tradujeron prácticamente sobre el terreno, ya que innumerables estudiantes y visitantes africanos, indios y de Medio Orienteーque intentaban huir de la guerraー fueron discriminados en las fronteras y dentro de Ucrania, y se les impidió subir a los autobuses, trenes, o entrar en los países vecinos, en favor de que lo hagan los refugiados ucranianos. Este racismo, correctamente condenado por la Organización de Naciones Unidas (ONU), pone de relieve la respuesta de Cobiella más arriba, que destaca cómo Europa cerró mayoritariamente sus puertas ante la huida de sirios, afganos y otros, bajo el pretexto de la incapacidad de absorberlos, aunque cientos de miles de refugiados ucranianos fueron rápidamente acogidos sólo en la última semana.
Las declaraciones anteriores, e incluso las acciones contra los que huyen del conflicto, por horrendas que sean, representan sólo la punta del iceberg de los crímenes que se están cometiendo. Las invasiones, bombardeos y transgresiones de Estados Unidos (EEUU), contra Irak, Siria, Afganistán, Libia, Somalia y otros innumerables ejemplos, representaron sufrimiento, muerte y destrucción para millones de personas. Sin embargo, todo esto se hace con el consentimiento implícito ーe incluso la cooperación activa en ciertos casosー de otros gobiernos occidentales y de los principales medios de comunicación, porque estos millones de muertos, heridos y desplazados, son, a sus ojos, inferiores e hijos de un dios menos importante. La guerra genocida del régimen títere de EEUU en Arabia Saudí contra el pueblo de Yemen, orquestada con apoyo y armamento occidental, es otro ejemplo de ello.
Sin embargo, quizá el caso más flagrante de racismo, hipocresía y doble criterio sea la brutal e inhumana ocupación israelí de Palestina, calificada recientemente de apartheid por Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Esta ocupación militar ilegal de Palestina y su pueblo durante décadas, no sólo es convenientemente ignorada y, por tanto, permitida por Occidente, sino que también es apoyada activamente por éste, ya que Israel recibe miles de millones de dólares anuales de dinero de los contribuyentes estadounidenses. A pesar de la ocupación militar con todos los crímenes que la acompañan, los innumerables ataques e invasiones contra Gaza que terminaron con la vida de miles de civiles inocentes, los crímenes de guerra y el inicio de guerras contra los países vecinos a lo largo de su historia, ni una sola vez Occidente impuso sanciones al criminal Estado de Israel. Este artículo no es en absoluto un intento de defender la invasión rusa de Ucrania ni de argumentar en contra de las sanciones impuestas a Rusia, pero sí pone en tela de juicio la flagrante hipocresía que vemos y las razones que existen detrás de ella. Para colmo de males, no sólo Israel goza de impunidad frente a las sanciones impuestas por el Estado, sino que varios gobiernos occidentales fueron criminalizando el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) y a sus defensores, que llamaron a practicar este medio pacífico de protesta, para ejercer presión sobre Israel en favor de que respete los derechos humanos.
Estas tendencias ‘hipócritas’ y ‘orientalistas’ se manifiestan no sólo en las acciones y declaraciones de los gobiernos occidentales y de los vergonzosos medios de comunicación dominantes ーque ‘idealmente’ deberían hacer rendir cuentas a sus gobernantesー sino que dichas tendencias se extienden también a los ámbitos del derecho y el deporte.
La Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya ya anunció que abrirá una investigación sobre posibles crímenes de guerra cometidos en Ucrania. Sin embargo, en 2010, Israel atacó la Flotilla de la Libertad (N.d.T.: o Flotilla de Gaza), una flota de seis barcos que llevaba ayuda humanitaria al pueblo palestino en la bloqueada Franja de Gaza. Israel mató a 10 activistas desarmados en aguas internacionales e hirió a decenas de ellos. Este autor participó en la Flotilla y fue testigo del ataque. Sin embargo, y a pesar de la gran cantidad de pruebas presentadas a la CPI, de los amplios esfuerzos jurídicos y de un informe de investigación de derechos humanos de la ONU que concluyó que la conducta de los militares israelíes “constituía una grave violación de las normas de derechos humanos y del derecho internacional humanitario”, la CPI se negó reiteradamente a lo largo de los años a abrir una investigación al respecto. Cabe señalar que estos 10 activistas eran hombres musulmanes turcos.
En el ámbito deportivo, la FIFA y la UEFA suspendieron indefinidamente la participación de los clubes y representantes nacionales rusos en las competiciones de fútbol. Por otro lado, el Comité Paralímpico Internacional (CPI) prohibió a los atletas rusos y bielorrusos participar en los Juegos Paralímpicos de Invierno. La hipocresía fue señalada por varios atletas. La estrella egipcia Mohamed Aboutrika pidió a la FIFA que siga la prohibición a Rusia con una prohibición a Israel, declarando que “[Israel] lleva años ocupando y matando a niños y mujeres en Palestina, pero utilizaron un doble criterio”. Cabe destacar que Aboutrika recibió una tarjeta amarilla durante la Copa Africana de Naciones de 2008 por mostrar una remera bajo la camiseta de su club en la que se leía: “Simpatizar con Gaza”.
Por último, y como resultado de todo este doble estándar e hipocresía, unido a mi propio origen étnico, este autor no espera que este artículo se publique ampliamente en los principales medios de comunicación, especialmente en el mundo “civilizado”.
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Rifat Audeh es un activista de derechos humanos de origen canadiense-palestino. Obtuvo un máster en medios de comunicación y periodismo en la Universidad de Newcastle (Gran Bretaña). Audeh es autor de numerosos artículos y colaboró con diversas agencias de la ONU y organizaciones no gubernamentales para documentar las violaciones a los derechos humanos.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Mondoweiss el 7 de Marzo 2022.