Por Nouran Ragrag para el Tahrir Institute for Middle Eastern Policy
Grupo de Mujeres Libias y extranjeras [Autor/a desconocido/a OGL v. 1.0, Flickr]
El pasado mes de junio se difundieron mensajes positivos en las redes sociales en apoyo del anuncio del Ministro de Asuntos Exteriores de Libia sobre la adopción de una Política Exterior Feminista (PEF). En términos prácticos, es difícil imaginar cualquier intento de feminizar la infraestructura política, y mucho menos adoptarla a nivel de política exterior. Pero, ¿qué significa aplicar una PEF y cómo se desarrolló en Libia?
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Una política exterior feminista se define como:
“…La política de un Estado que define sus interacciones con otros Estados, así como con movimientos y otros actores no estatales, de manera que prioriza la paz, la igualdad de género y la integridad del medio ambiente; consagra, promueve y protege los derechos humanos de todas y todos; trata de desbaratar las estructuras de poder coloniales, racistas, patriarcales y dominadas por los hombres; y asigna recursos importantes, incluida la investigación, para lograr esa visión. La política exterior feminista es coherente en su enfoque en todos sus resortes de influencia, anclada en el ejercicio de esos valores en casa y creada con activistas, grupos y movimientos feministas, en el país y en el extranjero”.
En 2019, siete naciones se comprometieron a impulsar una política exterior feminista, con Suecia a la cabeza en 2014. Gran parte del rechazo internacional inicial a la adopción de una PEF por parte de Suecia malinterpretó su importancia y lo consideró “irrelevante”, como si la inclusión de la mitad de la población mundial no fuera una cuestión urgente para la comunidad internacional. Al poner en marcha una PEF, Suecia garantizó la participación de mujeres de distintos ámbitos y de organizaciones de la sociedad civil, creando un equilibrio de género en sus visitas de política exterior, en sus misiones y en el diálogo con otros países, sobre todo los que salen de un conflicto. Una de las principales repercusiones fue el modo en que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) aborda ahora los conflictos sobre el terreno: las decisiones multilaterales se plantean teniendo en cuenta la integración de la perspectiva de género. Además, se rechazan los paneles y las delegaciones exclusivamente masculinas a menos que se adhieran a la iniciativa He for She (Él por Ella).
En 2020, la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL) facilitó el Foro de Diálogo Político Libio (FDPL) tras la Resolución 2510 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para apoyar un proceso de paz dirigido por Libia. El foro comenzó en Túnez y concluyó en Ginebra, donde un gobierno de transición, el “Gobierno de Unidad Nacional” (GUN), estuvo a cargo de un cuerpo de 75 miembros seleccionados por la UNSMIL. De los 75 escaños, 17 estaban ocupados por mujeres, una representación de sólo el 22,6%. Sólo cinco de los 35 ministerios fueron ocupados por mujeres, entre las que destaca la Dra. Najla Al-Mangoush, que se convirtió en la primera mujer ministra de Asuntos Exteriores de Libia. El gobierno asumió sus funciones en marzo de 2021 y su legitimidad expiró el 24 de diciembre, día en que estaban previstas las elecciones nacionales, que nunca se celebraron. A partir de entonces, el primer ministro Abdul Hamid Dbeibeh se negó a dejar su cargo y el mandato del gobierno de transición se prolongó hasta junio de 2022.
Durante esta fase de transición, Libia se centró en la aplicación de los resultados de la hoja de ruta de la FDPL, que incluye la protección y el fomento de los avances realizados por las mujeres en la última década. En Ginebra, la delegación femenina hizo importantes declaraciones sobre los compromisos de Libia con las principales resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que promueven un programa sobre la mujer, la paz y la seguridad, como las resoluciones 1325 y 2467, y el programa sobre la mujer, la paz y la seguridad en general. Mangoush también anunció el compromiso de Libia con una política exterior feminista, convirtiéndose en el primer país africano en hacerlo. En el Foro de la Generación de la Igualdad, Mangoush declaró que “poner en marcha una política exterior feminista no sólo ayudará a Libia a lograr su estabilización, sino que también estabilizará nuestra región”.
A pesar de ello, desde el anuncio, el país no vio muchos cambios que garanticen suficientemente la participación e inclusión de las mujeres sobre el terreno. En cambio, se produjeron una serie de acontecimientos alarmantes en Libia.
A mediados de noviembre se registraron protestas en la capital, Trípoli, en las que se rechazaba un Memorando de Entendimiento (MdE) firmado con la ONU en relación con la WPS, en el que se especificaba que Libia debía adherirse a la Convención de la ONU sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW). Los manifestantes afirmaron que la CEDAW violaba los principios y valores islámicos. En consonancia con esta afirmación, varios medios de comunicación libios y cuentas de redes sociales difundieron narrativas en las que se afirmaba que la PEF, la CEDAW y la WPS estaban en desacuerdo con la ley de la sharía. La Comisión de la Sociedad Civil (CSC) en Libia -una institución estatal fundada en 2011 como plataforma para las OSC en Libia- involucró a las mujeres y a las comunidades vulnerables desde su creación. Sin embargo, también emitió un comunicado en contra de la integración de la Resolución 1325.
Además, el trato que recibe el ministro Mangoush es motivo de preocupación. El papel político desempeñado por Mangoush en la escena internacional puso de manifiesto la importancia de la negociación, el diálogo y la cooperación para lograr mejores relaciones con otros Estados. Sin embargo, se enfrentó a tácticas de exclusión por parte del consejo presidencial, como la suspensión y “prohibición” de viajar por “infracciones administrativas”. Fue objeto de abusos personales desde el inicio de su mandato.
El clima político actual ya es preocupante, mientras que las mujeres están más vulnerables a la marginación. Esto puede agravarse aún más tras el nombramiento de Fathi Bashagha por la Cámara de Representantes (HoR), con sede en el este, como primer ministro interino en febrero de 2022. Por lo tanto, es importante considerar cómo una PEF podría garantizar la participación activa y sostenible de las mujeres en la toma de decisiones sobre cuestiones que les afectarán a ellas y a sus medios de vida. Dada la ampliación de las funciones del Gobierno de Unidad Nacional hasta junio de 2022, los próximos meses podrían cambiar el entorno sociopolítico de Libia.
Dado que el Gobierno de Unidad Nacional es un gobierno de transición, no puede garantizar por sí solo la aplicación adecuada de una PEF o de la agenda de la WPS (Women, Peace and Security – Mujeres, Paz y Seguridad) en Libia. No obstante, la conversación comenzó y es importante. Es vital para una paz sostenible que todas las partes que sufren el conflicto y la violencia estén representadas en las mesas de negociación, formen parte de los esfuerzos de consolidación de la paz y participen en la toma de decisiones a nivel internacional, nacional y subnacional, incluidas las mujeres.
Sin embargo, existe un grave déficit de comunicación. Es necesario que los responsables políticos lleven a cabo campañas y actividades de divulgación para proporcionar información precisa sobre lo que significa una PEF, lo que significa la WPS, lo que implica la Resolución 1325 y cómo un plan de acción nacional curado podría beneficiar y elevar a las mujeres libias. Existe un discurso ampliamente difundido que instrumentaliza la religión, las costumbres y la tradición para eliminar a las mujeres de la toma de decisiones que afectan directamente a sus medios de vida. Una PEF exitosa tendrá que ser informativa, compatible con la realidad contextual y fácil de entender para conseguir la aceptación del público y de instituciones como el CSC. Tanto el gobierno como la sociedad civil deben garantizar su compromiso con la inclusión de las mujeres. La aplicación de una PEF proporciona cambios positivos en los medios de vida de las mujeres, los jóvenes y los hombres afectados por la violencia supra-territorial, la disuasión y las repercusiones de la guerra.
Transformar la política exterior de Libia para que sea más feminista significaría un camino hacia la paz, la reforma del sector de la seguridad y el desarme, la desmovilización y la reintegración, espacios tradicionalmente dominados por los hombres. Pero aunque la diplomacia y la política exterior sean ámbitos dominados en gran medida por los hombres, su impacto se deja sentir en las mujeres, que son las que más sufren las consecuencias. Como afirma Cohn, la seguridad internacional está impulsada por las masculinidades tóxicas derivadas de los espacios dominados por los hombres.
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Nouran Ragrag es licenciada en Estudios Internacionales y Diplomacia por la SOAS, Universidad de Londres. Es autora para el Tahrir Institute for Middle East Policy. Se dedica al subjeto de las mujeres en la política libia.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por el Tahrir Institute for Middle East Policy el 28 de Febrero de 2022.