Por Karam Shaar para al Jumhuriya
Tras más de una década de guerra brutal y medio millón de muertos, la gran mayoría de ellos a manos de las fuerzas leales al régimen de Al Assad, la situación humanitaria en Siria nunca ha sido peor. Sumado al riesgo inminente de hambruna que se vislumbra en el horizonte. Sin embargo, la situación de los sirios es cada vez más irrelevante para los políticos occidentales, como se refleja en su demostrable falta de interés por impulsar una solución política al conflicto. El número de veces que se busca la palabra “Siria” en Google, el mayor motor de búsqueda del mundo, también ha descendido significativamente en Estados occidentales, lo que indica que el público en su conjunto se volvió insensible ante el sufrimiento sirio. La misma tendencia aparece cuando se busca en YouTube o Google Imágenes, o cuando se busca la misma palabra en francés, español, alemán o italiano.
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Sencillamente, en losos Estados occidentales, hay una pérdida de interés general en relación con Siria entre la población y sus funcionarios electos, justo cuando el país más los necesita.
Cuando salimos a las calles sirias gritando “¡Herrieh, herrieh!” (Libertad, libertad) en 2011, no teníamos ninguna expectativa de los aliados de Assad, dado su miserable historial de derechos humanos. Teníamos los ojos puestos en Occidente. En mi casa del viejo Alepo, solía discutir con mis amigos reacios a unirse a las protestas pacíficas que ahora estábamos entrando en una era diferente, una en la que Assad no puede bombardearnos indiscriminadamente por exigir nuestros derechos básicos, como hizo su padre a principios de la década de 1980. Esta es una época diferente. Esta es nuestra época. Al subir los vídeos a Internet, esperábamos que cautivaran la atención de Occidente y que el mundo los viera al instante. Las democracias occidentales se pondrían del lado de la calle siria como lo hicieron hace unos meses en Egipto y Túnez. Y si el Gobierno de Bashar Al Assad optaba por recurrir a la violencia, Occidente intervendría militarmente para protegernos del peso de sus fuerzas, como hicieron en Libia.
Éramos unos ingenuos.
Mientras los civiles eran asesinados en las calles, Occidente ‘condenaba’ la situación e imponía sanciones económicas, pero ninguna fuerza obligaba a Assad a no usar la fuerza contra nosotros. Cuatro meses más tarde, y después de que la represión del gobierno diera lugar a protestas masivas, recibimos apoyo psicológico cuando el entonces embajador de Estados Unidos, Robert Ford, visitó las protestas de Hama para dejar claro que su país “está con los sirios que expresan su derecho a hablar por el cambio”. Los países occidentales siguieron su ejemplo ofreciendo expresiones similares de solidaridad, pero se quedaron mirando cómo el ejército, las fuerzas de seguridad y las milicias pro-régimen nos masacraban sistemáticamente.
La inacción del mundo ante la difícil situación de los sirios fue tan flagrante que inspiró un lema, popularizado en la calle siria, en numerosas protestas y canciones: “Ya Allah, malna gherak ya Allah” (Oh Dios, no tenemos a nadie más que a ti [para salvarnos], oh Dios). Los países occidentales, aunque afortunadamente proporcionaron gran parte de la ayuda humanitaria entonces y hasta la fecha, no se esforzaron lo suficiente por detener el baño de sangre. Su inacción militar se debió principalmente a dos factores: su falta de interés en Siria debido a su relativamente escasa relevancia económica y política, y la resistencia rusa y china a una intervención de este tipo dentro de los muros de Naciones Unidas.
El régimen continuó su violenta represión bajo la cobertura política chino-rusa y el apoyo militar iraní, obligando a muchos sirios a recurrir a la violencia. Esto convirtió los disturbios civiles en una guerra civil, dando a Assad su tan esperada justificación para utilizar abiertamente la violencia a escala masiva con el pretexto de que estaba pululando el terrorismo.
En agosto de 2013, las imágenes de mujeres y niños jadeando tras un ataque con agentes nerviosos por parte del régimen en Guta, en un suburbio de Damasco controlado por los rebeldes, conmovieron al mundo. El ataque fue y sigue siendo el clímax del conflicto, ya que matar a personas con armas químicas es especialmente sensacional. Cinco meses después, salieron a la luz pública más de 28.000 fotos de horribles torturas en los centros de detención del régimen. Para entonces era evidente que la barbarie del régimen no tenía parangón con ninguna otra parte del conflicto, incluidos los grupos terroristas islámicos.
El nivel de violencia y el abandono del pueblo sirio por parte de la comunidad internacional alimentaron aún más el auge de los grupos extremistas, que fueron considerados por algunos de los opositores a Assad como las únicas facciones suficientemente decididas a enfrentarse al régimen. Los grupos extremistas, como el Estado Islámico (EI), controlaban grandes franjas del país en 2015, tras muchos intentos fallidos y mal coordinados de Occidente y de la región para formar y unificar a la oposición moderada.
Ante la amenaza del EI a Occidente, una coalición liderada por los EEUU intervino militarmente en septiembre de 2014 para derrotar al grupo terrorista, pero no para detener las atrocidades de Assad, a pesar de que al inicio de la intervención militar, 167.158 víctimas civiles habían sido perpetradas por su régimen, en comparación con sólo 861 por el EI. Por tanto, el grupo terrorista representaba casi el 0,5% del total de víctimas mortales. Poniendo aún más de relieve al error de la intervención, las fotos horribles de César que documentan el asesinato masivo de sirios en las cárceles de Assad fueron reveladas antes de la llegada de la coalición.
Occidente sabía que Assad era mucho más asesino que el EI antes de la intervención. Sin embargo, como su violencia se dirigía a su propio pueblo, y desalojarlo se consideraba políticamente costoso dado el apoyo ruso y chino a su régimen, los cohetes y las balas occidentales se dirigieron al EI mientras que Assad solo se enfrentaba al aislamiento político y económico.
Siria, a lo largo del levantamiento, fue poco más que un ring de boxeo para las potencias regionales e internacionales, incluyendo a Irán, Rusia, Turquía, Estados Unidos e Israel. En 2019, bajo el mandato del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el representante especial de EEUU en Siria, James Jeffery, lo reconoció inadvertidamente cuando dijo que “[Siria] no es un atolladero. Mi trabajo es convertirlo en un atolladero para los rusos”.
Mientras transformaban Siria en un campo de batalla para sus propias guerras por delegación, los políticos occidentales seguían culpando de la falta de progreso militar a los rebeldes que -aunque ciertamente fraccionados- estaban siendo arrastrados en direcciones opuestas por los patrocinadores regionales e internacionales. Los civiles que viven en las zonas controladas por la oposición fueron bombardeados, y siguen siéndolo, casi a diario por el régimen y Rusia, mientras el mundo se queda mirando.
¿Cómo cayó Siria en la irrelevancia?
Desde la intervención para derrotar al EI hace más de siete años, quedó claro para los políticos occidentales que congelar el conflicto y evitar que se extendiera a otros países era políticamente más barato que impulsar un acuerdo. A la luz del respaldo que Assad recibe de Rusia, Irán y China, además de la verdadera ausencia de grupos de oposición seculares y unificados, los líderes occidentales consideraron que Siria era un asunto que debía contenerse, no resolverse.
Occidente tenía cuatro prioridades en Siria, todas las cuales se han cumplido ampliamente. Esas prioridades eran, en primer lugar, eliminar la amenaza del terrorismo en casa derrotando al EI y a otros grupos terroristas en Irak y Siria. En segundo lugar, frenar el flujo de refugiados hacia Europa pagando a los países vecinos para que mantuvieran a raya a quienes buscaban una vida mejor en Europa. En tercer lugar, para garantizar que los agentes nerviosos no caigan en manos equivocadas y no puedan ser utilizados contra civiles, disciplinando al régimen con ataques aéreos limitados, aunque teatrales, tras ataques químicos flagrantes. Y por último, para garantizar la seguridad de Israel, concediéndole carta blanca para intervenir ante la más mínima sospecha de actividades que afecten a su seguridad.
La continua miseria de los sirios y la política de desvinculación del conflicto alimentaron la falta de interés del público. Después de todo, las noticias cubren lo que es nuevo y relevante. Lo mejor que puedes esperar estos días como sirio que no logró escapar aún es una inclinación de cabeza de simpatía y comida y tiendas de campaña para seguir viviendo.
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Karam Shaar es un académico Sirio por el Middle East Institute y tiene PhD en economía. Además es el director de investigación del OPC (Operation & Policy Center). Vive en Nueva Zelanda.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Al Jumhuriya el 24 de Febrero 2022.