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El Interprete Digital

Digamos que esta noche la tristeza no tiene cabida: Música y recuerdos del sirio Jazirah

Por Dellair Youssef para Syria Untold

Partidarios del Consejo Nacional Kurdo se manifiestan en Qamishli. [Agencia de noticias Qasioun/ Creative Commons]

Sé que Qamishli fue mi comienzo, las primeras imágenes que vi, las primeras cosas que experimenté en la vida, mis primeras habilidades futbolísticas y relaciones personales. Y lo que el mundo quería mostrarme en ese momento de mi vida era, más que nada, música.

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El mundo parecía más hermoso, al menos, así es como lo veo en mi memoria. Recuerdo las calles de Qamishli cuando era niño, viviendo con mi familia en esa lejana ciudad. Sigo pensando que Qamishli está tan al norte, a pesar de que ahora vivo en el verdadero norte, en el hemisferio norte de la Tierra. 

Qamishli parece tan lejos, lejos de todo. Geográficamente, y en la memoria. Viví allí durante seis años, desde que era un niño travieso de seis años hasta los 10, en el precipicio de una juventud difícil. Mis primeros recuerdos son de Qamishli. Pienso en mi primer hogar cada vez que recuerdo esa ciudad, e incluso diría que mis recuerdos transportan nuestra otra casa en Damasco, desde su ubicación real y la dejan caer en una de esas calles en el barrio occidental de Qamishli.

Sé que Qamishli fue mi iniciación, las primeras imágenes que vi, las primeras cosas que experimenté en la vida, mis primeras habilidades futbolísticas y relaciones personales. Y lo que el mundo quería mostrarme en ese momento de mi vida era, más que nada, música.

En Qamishli, y en la región nororiental de Jazirah y en Siria en general, existe una mezcla de personas: árabes, kurdos, asirios, circasianos, caldeos, turcomanos, armenios. Existen musulmanes sunitas y chiítas y otras sectas islámicas, cristianos de diferentes tendencias, judíos, yazidíes y ateos, clanes tribales, beduinos y gente de la ciudad, y casi todo tipo de ser humano para quien el Medio Oriente es su hogar. Convivieron durante cientos (o quizás miles) de años, entrelazados con el amor, la hermandad, las guerras civiles y todos los problemas que acarrean. Sus idiomas más compartidos son el kurdo, el árabe y el siríaco, en varios dialectos.

Esta peculiar mezcla de personas, que viven en un entorno de pobreza y malestar social, creó un patrimonio cultural en Qamishli que lo diferencia de ciudades cercanas como Raqqa, Deir ez-Zor, Diarbakir y Mosul, a pesar de ser históricamente (y aún hoy) afectados por los acontecimientos de esos lugares. Pero Qamishli se desarrolló de manera diferente, ya que se fundó en los tiempos modernos. Es una ciudad moderna, construida a principios del siglo XX durante la ocupación francesa de Siria. Y ahora vuelvo a mis recuerdos y busco las canciones que se escucharon (y aún se escuchan) en aquella lejana ciudad.

La música kurda

El rey de Qamishli es Muhammad Sheikho. Nadie le disputa su trono hasta el día de hoy, a pesar de haber muerto hace más de 30 años en 1989. Dicen que Qamishli nunca antes había visto un funeral como el de Sheikho. Tal vez el único rival fue el funeral que celebraron para la estrella de fútbol del Club al Jihad Haytham Kajjo, quien murió en un accidente automovilístico en 2002, pero el funeral de Muhammad Sheikho fue como ningún otro. Se dice que la gente vino de diferentes rincones de Kurdistán para despedirse de su héroe popular, cuyas canciones una vez resonaron en todas partes de la región.

Aquel flaco, que en vida dio problemas a las autoridades machistas a cargo de Siria, Irak e Irán, siguió cantando y enseñando música hasta el día de su muerte. La gente todavía recita sus conmovedoras canciones patrióticas hasta en la actualidad.

Otro cantante popular fue Saeed Youssef, quien falleció recientemente. Sus canciones ganaron fama entre su propia generación y se extendieron también a las posteriores. Y oí decir que Muhammad Abdelkarim, el llamado ‘Príncipe del Buzuq’, le dio a Saeed Youssef su propio buzuq antes de dejar nuestro mundo, diciendo que el instrumento no moriría mientras Youssef lo tocara.

Otros músicos también lograron fama y atención en Qamishli. Estaba el amado cantante kurdo Rashid Sufi, a quien llamaban el “Mohamed Abdel Wahab de los kurdos” por sus habilidades en laúd y sus interpretaciones estilo tarab de canciones difíciles, poemas kurdos clásicos. Y no puedo olvidar al más famoso de esos cantantes kurdos, Şivan Perwer, quien se hizo conocido por sus canciones patrióticas. El músico Samih Shaqir le cantó una vez: “tengo un amigo de Kurdistán, y su nombre es Şivan”. La esposa de Perwer, Golestan, también tuvo su parte de fama, al igual que Nizamettin Aric y Aram.

De la generación más joven es posible encontrar los cantantes Şeyda, Rojen, Sefqan Orkêş, Zakaria Abdullah y muchos otros que se hicieron famosos; no puedo enumerar todos sus nombres aquí.

Todos tenían sus grupos de oyentes, pero pocos llegaron a ser tan famosos como Ciwan Haco, que procedía de la ciudad de Tarbasbih, en las afueras de Qamishli. Vivió como refugiado en Alemania durante muchos años y se le prohibió volver a entrar en Siria. Haco fue quizás el cantante más querido en Kurdistán; se dijo que un millón de personas asistieron a uno de sus conciertos en el Kurdistán turco, en la ciudad de Batman. Alumno de Muhammad Sheikho, Haco revivió el legado kurdo mientras modernizaba la música kurda e introducía nuevos instrumentos en el género, creando un sonido completamente nuevo. Produjo un nuevo mundo de la música. Los kurdos, y los kurdos sirios en particular, memorizaron todas sus canciones.

La música árabe

Lo que discuto aquí son las canciones que surgieron localmente. Por supuesto, la gente de Qamishli y sus alrededores escucharon las canciones de Fairuz, Umm Kulthoum, Sabah Fakhri, Amr Diab, Kadim Al Sahir y otros que se hicieron famosos a través de las fronteras.

La gente de Qamishli también escucha música en árabe de las comunidades árabes cercanas: la música mowlieh de Raqqa, las melodías que se difunden entre las tribus árabes a lo largo de las orillas del río Éufrates desde Deir ez Zor hasta Irak, y las canciones cantadas por pastores de cabras y granjeros que trabajan en los campos que salpican la región nororiental de Jazirah en Siria.

A medida que me sumerjo más profundamente en mis viejos recuerdos, recuerdo una canción en particular que se extendió como un reguero de pólvora. Se llamaba “Warda”, y hasta el día de hoy la mayoría de la gente desconoce su origen. La letra, escuchada en cada hogar, tienda de la esquina y espacio con un estéreo:

Warda vino, y qué dulce es

Se pinta los labios de rojo y se alisa el flequillo

Extendí mi mano para quitarle la ropa.

Ella dijo: “Corta los botones de mi vestido”

Dije: “Te amo, y el amor no es pecado”

Ella dijo: “Ámame románticamente”.

جتني وردة وش محلى هالجيّة

مكثرة الحمرة والغرّة مكويّة

مديت ايدي جريت الهِبريّة 

گالت گطَّع زرار الگلابيّة

گِلت أحبج والحب مو خِطيّة

گالت حبني حُبّة رومنسيّة

Existió otra canción que se hizo popular en 2002, después de la muerte de la estrella de fútbol del Club al Jihad, Haytham Kajjo. Cada casa tenía al menos un CD que contenía esta canción, que lamenta su muerte:

¿Debo consolar al Club al Jihad?

¿O debo consolarme?

¿Debo consolar a la gente de Jazirah?

¿O debo consolarme?

La imagen de Haytham Kajjo hoy

no sale de mi mente.

أعزي نادي الجهاد

مدري أنا أعزي حالي 

أعزي أهل الجزيرة

مدري أنا أعزي حالي

صورة هيثم كجو اليوم

ال مَعَد تفارگ خيالي.

La música mardalieh

Estas canciones están en árabe pero, aun así, las puse en una categoría propia debido a la singularidad del dialecto y las palabras que usan. Aquí, los cantantes usan la frase “mu qultulik?” en lugar del más formal “alam aqul lak?” (“¿No te lo dije?”). Ese es el dialecto de Mardalieh, cuyo nombre hace referencia a la ciudad de Mardin en el sureste de Turquía actual. Muchos residentes de Qamishli vinieron de Mardin hace décadas o incluso siglos, llevando consigo su hermoso dialecto. Los hablantes de este dialecto ahora viven en la mayor parte de Qamishli, Hasakah y el campo circundante. Cuando era niño, sabía que su acento era parecido al de Mosul, en el norte de Irak.

Aún así, este dialecto es desconocido para la mayoría de los sirios.  No recuerdo haber escuchado nunca una canción de Mardalieh en la radio siria o haber visto una serie de televisión en la que uno de los personajes hablaba en el dialecto, a pesar de su dulce sonido y su cercanía al corazón.

Ahora que crecí y me mude lejos de mi hogar, a veces trato de usar las palabras que dije cuando era un niño corriendo por las calles de Qamishli, cuando hablaba dos idiomas que se fusionaron en mi lengua materna: el kurdo en el dialecto Kurmanji y árabe con un dialecto Mardalieh. Los perdí a favor del llamado ‘dialecto blanco’, el dialecto sirio estándar fabricado por aquellos en Damasco que no son originarios de la ciudad capital.

Pero antes de todo eso, recuerdo la voz del cantante Abboud Fouad resonando en casas y restaurantes, y su imagen colgada en todos los escaparates de casetes como uno de los cantantes más famosos de Mardalieh. Muchos otros músicos cantaron las canciones de Mardalieh, que incluso llegaron a los cantantes libaneses, quienes las cantaron en su propia mezcla imperfecta de acentos de Beiruti y Mardalieh.

Y más recientemente, el músico Ibrahim Keivo quien ganó protagonismo, especialmente en Europa, donde actuó en numerosos conciertos, se encargó de revivir la herencia del Jazirah sirio, cantando en kurdo, árabe (y el dialecto de Mardalieh), así como en siríaco y armenio. Es imposible ver a Keivo actuar sin ver una ola de alegría invadir a la audiencia. Casi sientes como si él fuera el embajador de la alegría de Jazirah, mientras lo escuchas cantar con su voz fuerte y resonante:

Cantemos esta noche, alegrémonos esta noche.

Digamos que esta noche la tristeza no tiene lugar.

Mi mano se entrelaza con la tuya, así que ven a bailar dabke.

En verdad, te amo. Lo juro, no es broma.

Cantemos esta noche, alegrémonos esta noche.

Digamos que esta noche la tristeza no tiene lugar.

En pájaros amorosos nos convertimos, y con nuestra felicidad, crecimos.

En el cielo de nuestro amor, volamos, y en un mundo de amantes, vivimos.

Cantemos esta noche, alegrémonos esta noche.

Digamos que esta noche la tristeza no tiene lugar.

خَلّونا الليلة نغني خَلّونا الليلة نفرح

خَلّونا الليلة ت نقول للحزن ماله مطرح

إيدي وإيدكي مشتبكة قومي يلّا عالدبكة

بالصدق أنا حبكي والله أنا مو أمزح

خَلّونا الليلة نغني خَلّونا الليلة نفرح

خَلّونا الليلة ت نقول للحزن ماله مطرح

طيور محبة كِلْ صرنا بفرحتنا كِلْ كِبرنا

وبسما محبتنا تَ نطير بدنيت عشاق نسرح

خَلّونا الليلة نغني خَلّونا الليلة نفرح

خَلّونا الليلة ت نقول للحزن ماله مطرح

A intento de conclusión

La música es quizás lo más grande que hemos creado los humanos en nuestra historia. Es el sonido de nuestras almas, el lenguaje de comunicación entre diferentes razas, colores y culturas. La música une lo que la guerra divide. En mi corta vida vi a miles de personas bailando canciones que no conocían, en idiomas que nunca antes habían escuchado, reuniéndose para escuchar música de países lejanos de los que saben poco. Lo que quiero decir, o más bien lo que estoy tratando de decir, es que en esta región, Jazirah en el noreste de Siria, existe una belleza deslumbrante que se muestra en las canciones muy diversas de sus residentes. Esta belleza merece más que el sufrimiento que sufrió. Merece ser mostrada al mundo y brillar, su gente para vivir una vida digna de ellos.

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Dellair Youssef es un periodista, escritor y cineasta sirio. Ha dirigido varias películas, incluyendo The Princes of the Bees, Exile, Banyas: The Beginnings y Clothesline. También es autor de Tales of this Time, que se publicó en 2014, Good Morning Lovelies, publicado en 2020 y, más recientemente, The Golden Rule of Fear (2022). Reside en Berlín.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Syria Untold el 1 de abril de 2022.