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El Interprete Digital

La salida de Hariri empuja al Líbano hacia lo desconocido

Por Mohamed Chebaro para Arab News 

El Primer Ministro libanés, Saad Hariri, se reúne con Ali Khamenei. [Khamenei / Creative Commons]

Hace tiempo que el destino del Líbano pende de un hilo. Una fórmula sectaria precariamente equilibrada afectó su estabilidad, mientras que una entente interárabe regional —o la falta de ella— podría traducirse en una distensión o en actos de violencia y una confrontación internacional Este-Oeste que podría estimular discusiones entre los divididos libaneses. 

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Pero los últimos 15 años, Líbano se posicionó firmemente en la órbita de un Irán que está empeñado en burlarse de Israel y de Occidente, arrastrando a la comunidad internacional a largas negociaciones para frenar su programa nuclear mientras niega cualquier intromisión en los asuntos de los países árabes. De hecho, Hezbollah estuvo sirviendo a los intereses de Teherán en un intento por dominar el Líbano y utilizarlo en sus luchas con los Estados árabes del Golfo y el resto del mundo.

No es ninguna novedad escribir que Hezbollah ejerce un control total sobre el Líbano, mientras que disfraza ese control apoyando a representantes de cada una de las comunidades sectarias del Líbano, tal y como lo exige la cuasi democracia del país.

La reciente decisión del líder musulmán sunita, Saad Hariri, de alejarse de la política libanesa abre la puerta para que el grupo chiíta Hezbollah refuerce su ya fuerte control sobre el país, convirtiéndolo en un bastión de la influencia iraní en el Mediterráneo. Pero esto también puede suponer el riesgo de sumir a la comunidad sunita del Líbano en la desesperación, empujando a los más marginados a manos de los extremistas.

La razón del tres veces Primer Ministro Hariri para abandonar la vida pública y boicotear las elecciones generales previstas para mayo podría desestabilizar aún más el Líbano, ya que citó la influencia de Irán en los asuntos libaneses como la razón clave para su retirada. Dijo que veía pocas esperanzas de un posible cambio positivo para el país y su sufrida población.

La partida de Hariri, largamente anticipada por aquellos que vieron la futilidad de la política de vitrinas, abre una nueva fase en la política sectaria del Líbano que se rige por un sistema de poder compartido entre sus muchas sectas. También hace sonar las alarmas por temor a que el enfoque pacífico, inclusivo y basado en el compromiso de las políticas libanesas adoptado por Hariri y su Movimiento Futuro podría ser fácilmente reemplazado por un liderazgo demagógico, de tendencia más extremista que podría ser apuntalado o incluso fabricado por la potencia dominante que controla todos los asuntos en las cuestiones nacionales, regionales e internacionales del Líbano.

El movimiento de Hariri también podría acelerar la fragmentación de la comunidad sunita, cuya mayoría todavía se opone a la postura de Hezbollah en el Líbano y la agenda regional de Irán, a diferencia de la comunidad cristiana, que ya está dividida. Por ejemplo, el Presidente Michel Aoun, expresa una lealtad sin sinceridad sobre la agenda de Hezbollah, ayudando a erosionar el Estado, la sociedad y la independencia del país a favor de un Parlamento de juguete y la promoción de los intereses de sus patrocinadores en Teherán.

La salida de uno de los principales líderes sunitas anti-Hezbollah del Líbano  —cuyo padre, ex Primer Ministro, fue declarado por un tribunal internacional como victima de un asesinato por un afiliado de esa organizaciàon— se suma a la incertidumbre del Líbano. Esta pequeña nación estuvo al borde desde que fue clasificada como una de las peores crisis financieras del mundo de los últimos 100 años. Tiene una economía colapsada, su moneda nacional está en caída libre, el suministro de energía se redujo a una o dos horas diarias, con el costo de vida que se está disparando y los precios del combustible en aumento. Todo esto siendo supervisado por una clase política decidida a seguir con su corrupción y malversación de fondos estatales y no estatales, mientras se impiden las reformas de las que depende el apoyo internacional.

El impacto del anuncio de Hariri aún no se siente, pero seguramente se extenderá más allá de las elecciones, que probablemente no refrescarán la precaria distribución de escaños que se inclinó a favor de Hezbollah y los defensores de sus políticas en el país. Hezbollah, al ser más fuerte militar y financieramente que la mayoría de las facciones en el Líbano, está bien posicionado para capitalizar la retirada de Hariri de la vida pública.

Hezbollah lleva años empeñada en intentar socavar y debilitar el control de Hariri sobre la comunidad sunita en el Líbano. Y muchos creen que el vacío que deja es probable que lo llenen personalidades marginales sunitas aliadas de dicha organización que carecen de apoyo nacional sunita, así como de estatura regional e internacional. Al mismo tiempo, Hezbollah debe desconfiar de la aparición de figuras más beligerantes que busquen la confrontación en lugar de alcanzar compromisos como los que eligió Hariri.

Un Hariri debilitado y una comunidad sunita más débil fueron siempre un objetivo de Hezbollah, aliado de Irán, pero el cambio de reglas con la salida de Hariri antes de las elecciones de mayo distorsiona los cálculos del grupo. Sin embargo, es poco probable que esto desvíe su camino para consolidar su control sobre un Líbano en bancarrota y desposeído, que se acerca a su destino final como un Estado fallido.

Líbano después de Hariri será un lugar más peligroso. Su fórmula para compartir el poder  —odiada durante años por algunos libaneses— parece haberse acercado más a la irrelevancia. Hezbollah siempre será capaz de apuntalar un liderazgo sunita leal para exhibirlo en la escena mundial y añadirlo a su mezcla nacional de liderazgo nominal, cuidadosamente diseñada y conforme a la Constitución, y no rehuirá preparar a los extremistas para esos papeles si es necesario. Pero dudo que esto convenza a una comunidad sunita aún más marginada que fue empujada al límite y mantuvo durante mucho tiempo la creencia de que Líbano sólo es viable como país cuando todas sus comunidades están representadas en la fórmula de distribución de poder precariamente equilibrada. Al mismo tiempo que está decidido a mantener su relación especial con los Estados árabes del Golfo contra viento y marea.

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Mohamed Chebaro es un periodista, consultor de medios y formador británico-libanés con más de 25 años de experiencia cubriendo guerra, terrorismo, defensa, actualidad y diplomacia.

N.d.T.: El artículo original fue publicado por Arab News el 2 de febrero de 2022.