Por Khaled Dawoud para Middle East Institute
Si bien el mes sagrado de Ramadán es conocido por el aumento en el consumo de alimentos en Egipto y otros países de mayoría musulmana, Elham Mohamed, 40 años, empleada estatal, afirmó que llegar a fin de mes este año es muy difícil.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Elham Mohamed dijo “tuve que renunciar a muchos de los artículos que suelo comprar durante el mes Ramadán. Los precios se volvieron locos. Incluso los elementos básicos, como el pan, el arroz, el azúcar, la harina, los huevos y el aceite de cocina, subieron”.
Después de casi 20 años de trabajar como empleado en una oficina del gobierno, el salario mensual de Mohamed es de unas EGP 3.000 o USD 162. “Recibimos asignaciones, bonos y otras pequeñas cosas aquí y allá. Sin embargo, todos los bonos que recibo ahora no son suficientes para comprar un kilo de carne, ni siquiera dos pollos para alimentar a mis tres hijos y mi esposo”, agregó.
Por eso, ella no se sorprendió cuando leypi en los diarios oficialistas que las últimas cifras de inflación indicaron un aumento del 12,1% en marzo, en comparación con el 4,8% en 2021, según la Agencia Central de Estadísticas y Movilización Pública (ACEMP).
“No sé qué significa exactamente la inflación, pero los precios aumentaron al menos un 20-30 % y, a veces, un 50%. No puede ser solo el 12%”, explicaba Mohamed mientras describía su viaje diario para comprar alimentos.
Por lo tanto, las comunes delicias de Ramadán, como ser las nueces, los dulces y las frutas secas, se volvieron inalcanzables para Mohamed y otros millones de egipcios que son considerados pobres, o viven por debajo del umbral de la pobreza—un 30% y 45% respectivamente de una población de 103 millones. “Solo tengo dátiles este año, y algunos maníes. Eso es todo lo que podemos permitirnos. Los otros artículos como almendras, avellanas y pasas de uva ahora son lujos que no puedo darme”, añadió.
Según el último informe sobre Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI), publicado la semana pasada al margen de las reuniones anuales del FMI y el Grupo del Banco Mundial, se espera que la inflación de Egipto alcance el 7,5% en 2022 y se acelere al 11% en 2023. La tasa de inflación anual de los precios al consumidor urbano —utilizado para medir el impacto real de los cambios de precios en la vida de las personas midiendo las diferencias de precios en los bienes y gastos del hogar— alcanzó el 10,5% en marzo, el punto más alto en los últimos tres años. Por eso mismo, los analistas pronostican que la inflación anual seguirá aumentando en los próximos meses. De hecho, las estimaciones oscilan entre el 13% y el 15% antes de estabilizarse a finales del verano.
No obstante, lo que empeora las cosas para Mohamed y otros egipcios es que la mayoría de los artículos de Ramadán a los que se hizo referencia, son importados al igual que muchos otros productos básicos de los que depende el país, comenzando con el trigo y el combustible, y terminando con la tecnología y la maquinaria industrial.
Después de que el Banco Central de Egipto (BCE) decidiera el 21 de marzo, por segunda vez en menos de seis años, devaluar la moneda local en un 15%, los precios se dispararon de inmediato y se espera que sigan subiendo durante el próximo año, al menos según los pronósticos. En una noche, el dólar estadounidense pasó de EGP 15,6 a EGP 18,5. A esto se suma, la decisión del BCE de aumentar las tasas de interés y los principales bancos gubernamentales ofrecieron un 18% de interés en certificados de depósito a un año.
Según fuentes consultadas, debido a la creciente presión sobre las reservas de divisas de Egipto, no se puede descartar otro aumento en las tasas de interés o una mayor devaluación de la moneda local en el futuro. En un intento por mitigar el impacto en los consumidores de la devaluación, el gobierno fijó un tipo de cambio fijo del dólar (EGP 16 por USD), para la importación de productos básicos y materias primas, incluido el trigo.
Mohamed Maait Ministro de Finanzas, declaró recientemente que los precios internacionales más altos del trigo podrían costarle a Egipto casi mil millones de dólares estadounidenses en el nuevo año fiscal. También señaló que Egipto importa alrededor de 100 millones de barriles de petróleo crudo al año, al tiempo que apuntó que el presupuesto para 2021-22 se había calculado sobre la base de un petróleo que cuesta USD 60 por barril y actualmente se encuentra en más de USD100.
Sin embargo, el Ministro de Petróleo, Tarek al Molla, dijo que el aumento de los precios del gas natural en respuesta a la guerra entre Rusia y Ucrania permitiría a Egipto “maximizar las exportaciones de gas natural para compensar parte del mayor costo de importar petróleo y productos derivados del petróleo y el suministro de trigo”.
Por otro lado, los aumentos de los precios se pueden atribuir en gran parte al aumento en las tasas de inflación globales producto de la invasión Rusia de Ucrania el pasado 24 de febrero. Acompañado de una fuerte caída en los ingresos del turismo, un aumento en los precios del petróleo, y una salida de capital extranjero a la luz de los aumentos esperados en las tasas de interés de Estados Unidos.
Como sucedió con las pérdidas económicas sufridas durante la pandemia. Una vez más, el gobierno de Egipto no tuvo más remedio que recurrir al FMI, para obtener un tercer préstamo. Los países ricos en petróleo del Golfo—Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos que apoyaron al presidente Abdel Fattah El Sisi luego de la destitución del difunto miembro de la Hermandad Musulmana y presidente Mohamed Morsi en 2013—nuevamente ofrecieron su apoyo de forma inmediata, respaldando las menguantes reservas del BCE, así como prometiendo inversiones para comprar empresas del sector público y acciones en bancos y empresas rentables por un valor total de casi USD 22.000 millones.
Esta vez incluso existió un nuevo contribuyente, luego de restablecer los amargos lazos entre los dos países. Qatar prometió casi USD 5 mil millones en inversiones como parte del total de USD 22 mil millones de inversión provenientes del Golfo.
Hala El Said, Ministro de Planificación y Desarrollo Económico de Egipto, declaró recientemente: “el gobierno planea contener la ola inflacionaria reduciendo el aumento planeado en inversión pública antes del conflicto ruso-ucraniano de 16,2% a 15,2%”.
En un esfuerzo por aliviar el impacto del aumento de los precios, el gobierno también introdujo un paquete de mitigación por valor de EGP 130 mil millones (USD7 mil millones) que junto a otras medidas busca impulsar los salarios y las pensiones del sector público, e introducir nuevas medidas fiscales, como la ampliación del programa de transferencia de efectivo del país.
Además, el Ministerio de Finanzas anunció una asignación del 8% al 15% de los salarios básicos para todos los empleados del gobierno que oscila entre EGP 100 (USD 5,4) y EGP 400 (USD 21,6). El gobierno también aumentará las pensiones en un 13% y proporcionará 2.700 millones de libras esterlinas (USD 150 millones) en asistencia a 450.000 nuevas familias que se suman a los casi 3,7 millones que ya se benefician del programa social del gobierno destinado a proporcionar pagos en efectivo a los pobres a un costo total de EGP 19.5 mil (USD 1.05 mil millones). Finalmente, el ministerio también está considerando una baja impositiva destinada a los empleados del gobierno, para hacer frente al aumento de los precios.
Mientras tanto, se espera que la inflación vuelva a subir luego de que el gobierno aumente los precios del combustible por tercera vez. Los expertos esperan que la inflación mensual alcance su punto máximo en abril para registrar una inflación anual de 12,5-13% equivalente a lo reflejado por los precios más altos de los productos derivados del petróleo.
Los analistas económicos creen que las medidas del gobierno egipcio equivalen a analgésicos temporales, y lo que se necesita para garantizar la estabilidad económica a largo plazo son más reformas estructurales que conduzcan a la creación de empleo y aumenten la producción agrícola e industrial.
Durante décadas, y concretamente desde el auge petrolero de la década de 1970, Egipto tuvo una economía más rentista, dependiendo de los ingresos en efectivo del turismo, remesas de egipcios que trabajan en el extranjero, e ingresos del Canal de Suez. La vulnerabilidad de estas fuentes, particularmente las dos primeras, sumado a los tropiezos externos significa que cualquier crisis regional o internacional, puede sacudir fácilmente la economía y poner al gobierno en modo de crisis, buscando ayuda de donantes internacionales o aliados regionales. Tal ayuda no viene sin un precio.
Ese precio siempre lo termina pagando, a corto como a largo plazo, la mayoría pobre del país. Desde la asunción del presidente Sisi en junio de 2014, la deuda externa aumentó desde USD 40 mil millones a USD 145 mil millones este año, las futuras generaciones de egipcios ciertamente tienen mucho de qué preocuparse. El aumento de la deuda, según la oposición, es culpa de los costosos “proyectos nacionales” que lanzó Sisi desde que asumió el cargo hace ocho años; incluida la construcción de la “Nueva Capital Administrativa”. Este último es un enorme complejo de alta tecnología que costó miles de millones de dólares. Es más, el lanzamiento oficial de la nueva capital se fijó para junio de 2020, pero se pospuso repetidamente tras el brote de COVID-19.
Sisi se enorgullece de renovar la infraestructura de Egipto, incluida la renovación total de las rutas y vías férreas del país, y la reconstrucción de muchos puentes que permitió al país escalar más de 90 lugares en el Índice de Calidad Vial internacional desde el puesto 118 en 2014 al 28 en 2021. Si bien el gobierno considera que estos ambiciosos proyectos son cruciales para atraer futuras inversiones y generar nuevos puestos de trabajo, muchos egipcios se preguntan si son una prioridad frente a las necesidades inmediatas en áreas como educación, salud, y otras necesidades básicas.
Más sorprendente aún para los egipcios que a diario sufren las consecuencias de la inflación, ya sea por el COVID-19, la invasión de Ucrania, o las políticas del gobierno, son los informes positivos publicados por el FMI y el Banco Mundial que alaban el continuo crecimiento económico de Egipto.
El pasado 19 de abril, el FMI revisó su proyección del crecimiento del PIB real de Egipto en 2022 en un 0,3% para alcanzar 5,9% frente al 5,6% esperado en enero. Sin embargo, el PIB se espera que caiga al 5% en 2023. La tasa de crecimiento proyectada para Egipto es la más alta entre los importadores de petróleo en la región de Medio Oriente.
El gobierno egipcio fue más cauteloso, y redujo sus expectativas de crecimiento del PIB real del 5,5% al 5,7% para el año fiscal 2022/23 que comienza el 1 de julio.
Además, el informe del FMI también subrayó que la guerra provocó importantes salidas de capital de los mercados emergentes y economías en desarrollo como Egipto, endureció las condiciones financieras para prestatarios vulnerables e importadores netos de materias primas, y presionó a la baja a las monedas de los países más vulnerables.
[Se prohíbe expresamente la reproducción total o parcial, por cualquier medio, del contenido de esta web sin autorización expresa y por escrito de El Intérprete Digital]
Khaled Dawoud es subdirector de redacción de Al-Ahram Weekly y expresidente del partido social-liberal Dostour.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por Middle East Institute el 25 de abril de 2022.