Por Marsin Alshamary para 1001 Iraqi Thoughts
Para comprender los resultados de las elecciones anticipadas en Irak, debemos analizar los candidatos y el electorado. Si bien estos comicios fueron una respuesta a las demandas del movimiento de protesta de octubre de 2019, es probable que sean boicoteadas por los mismos activistas que las exigieron por un ambiente preelectoral inhóspito.
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El impacto del boicot se verá atenuado por las coaliciones formales e informales que se forman entre los partidos políticos establecidos, pero es probable que los resultados sean similares a los de 2018.
Entre los líderes partidarios, solo el ex primer Ministro Haider Al Abadi y Ammar Al Hakim formaron una agrupación concreta: Coalición del Poder del Estado Nacional. Mientras que las alianzas informales, que se espera se formen post-hoc, se destaca la del movimiento de Muqtada Al Sadr con el Partido Democrático del Kurdistán (KDP) de Massoud Barzani y entre la coalición Fateh de Hadi Al Ameri y la Unión Patriótica de Kurdistán (PUK), codirigida por Lahur y Bafel Talabani.
Si bien los primeros (Sadr-Barzani) pueden presentarse como la coalición anti-Irán, tanto Muqtada Al Sadr como los Barzanis disfrutan de sus estrechos vínculos con Teherán. Se espera que Mohammed Al Halbousi —actual presidente del Parlamento— se alinee con ellos. Tal grupo sería desastroso para la ya menguante libertad de expresión, especialmente, por el accionar sobre los derechos de la población civil.
Para estos partidos políticos de renombre, los distritos electorales nuevos y pequeños, —nacidos como fruto de las protestas de 2019— no representan un atractivo y prefieren enfocarse en aquellos donde tienen chances de ganar. Este fenómeno resultó en una caída abrupta en el número de candidatos registrados de 7178 en 2018 a 3532 en 2021.
La capacidad de ganar a nivel provincial, pero no distrital, disuadirá a algunos líderes partidarios de postularse para cargos públicos. Aunque esto es positivo, tiene repercusiones, incluido el temor entre los activistas de que son más fáciles de atacar cuando se ejecutan en comunidades más pequeñas.
De hecho, el entorno de seguridad actual presenta uno de los mayores obstáculos para la participación política. Desde el final de las protestas en octubre de 2019, la violencia contra los activistas pasó de asesinatos indiscriminados a selectivos. Una de las principales demandas insatisfechas del movimiento es la justicia para las víctimas gubernamentales.
La falta de justicia del primer Ministro Mustafa Al Khadimi desencadenó protestas en todo el país bajo el lema: “¿Quién me mato?”. La muerte del activista con sede en Kerbala, Ihab Al Wazni, inspiró a muchos de los nuevos partidos políticos a declarar el boicot a las elecciones. Inclusive, es posible que estos aspirantes teman una situación similar a la de México, donde varios candidatos son asesinados antes de los comicios con total impunidad.
El Partido Comunista Iraquí (PCI) se sumó a las filas de los boicoteadores, a pesar de presentarse junto a los sadristas en las elecciones de 2018. En un artículo, el responsable del partido explicó que se “boicotean las elecciones para deslegitimar al gobierno”. A su vez, señaló que “no reflejan las demandas de los manifestantes, particularmente, los cambios legales requeridos ni el ambiente de seguridad apropiado y la independencia de la comisión electoral”.
Muchos de los partidos que fueron eje de las protestas estuvieron de acuerdo con los argumentos del líder comunista, aunque algunos todavía debaten los méritos del boicot.
La protesta de los partidos debe distinguirse del boicot público. Por supuesto, aquellos que nacieron de la protesta y los activistas de élite tienen un papel que desempeñar en la configuración del discurso público, pero no son los únicos moldeadores de la opinión pública.
Un jugador clave es el Gran Ayatolá Sistani, quien puede emitir una declaración sobre las elecciones que animen a la gente a votar (como en 2005) o puede dejarle a libre albedrío y así dar espacio al boicot (en 2018). Será necesario un malestar público extremo para que Sistani emita tal declaración y lo hará mientras equilibra su propia credibilidad con su dedicación a proteger los mecanismos legales y constitucionales existentes.
Además de Sistani, las Naciones Unidas accedieron inesperadamente a la solicitud del gobierno iraquí de más asistencia electoral mediante la supervisión del día de los comicios. Expresaron su intención de comunicar el rol que jugarán al público iraquí, lo cual es crucial ya que muchos activistas expresaron la necesidad de supervisión internacional para garantizar la integridad electoral.
En un escenario donde el público y los partidos de protesta se orientan hacia el boicot, el resultado probable es una división entre las dos fuerzas chiitas, los sadristas y Fateh, y sus respectivos aliados kurdos. Esto conducirá a negociaciones familiares sobre un candidato de compromiso, lo que puede resultar en un independiente débil —como Adil Abd Al Mahdi o Mustafa Al Khadimi— o en uno con respaldo político fuerte.
La presidencia, al igual que los patrones anteriores, probablemente, irá a la PUK, cuyo co-presidente anunció recientemente su apoyo al presidente Barham Salih, posiblemente el candidato con mayor influencia política en Bagdad. A pesar del esperado éxito electoral de Halbousi en un distrito de Anbar, ningún presidente parlamentario lideró más de un mandato y su predecesor, Salim Al Jibouri, ni siquiera pudo ocupar su escaño en el Parlamento después.
Si no hay boicots, las porciones del pastel para los partidos tradicionales serán más pequeñas y las negociaciones para el cargo de Primer Ministro pueden tomar más tiempo. Desafortunadamente, los resultados no serán diferentes para los tres cargos más altos. Donde las cosas cambiarán será en el Parlamento, donde los nuevos partidos podrán negociar más. Pero, lo máximo que se puede esperar es un cambio gradual, a lo largo de los años y a través del Parlamento.
Hasta entonces, siempre existe la posibilidad de protestas en Irak. Mientras existan viejos agravios subyacentes como servicio deficiente, desempleo y corrupción y nuevos como la falta de justicia para los asesinados y la disminución de la libertad de expresión, cualquier fósforo puede encender nuevas protestas.
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Marsin Alshamary- Becaria postdoctoral en el Instituto Brookings y becaria no residente en el Instituto de Estudios Regionales e Internacionales. Tiene un Ph.D del MIT en Ciencias Políticas.
N.d.T.: El artículo original fue publicado por 1001 Iraqi Thoughts el 18 de junio de 2021.